martes, 2 de abril de 2013

LINEAS PARA UNA ENTREVISTA

Hace algunos días (específicamente, el Lunes 25 de marzo de 2013) respondí a un cuestionario que me remitiese la periodista Andrea Kauefati del Diario 2001 a propósito del día Internacional del Teatro.

Su publicación salió el día Miercoles 27.03.2013 en las pp 14 y 15 de dicho matutino; el título del reportaje era: "Tablas venezolanas enfrentan cambios y resistencias".

Allí solo se empleo tres o cuatro líneas de lo que se me había expresado como batería de preguntas. Dado que el contexto de lo expresado quedó omitido, me tomo la libertad de asentar todo lo escrito para dicha periodista como necesidad de que las palabras no queden truncas, ni lo dicho quede contextualizado bajo alguna interpretación mediática.

Es solo dejar por sentado que lo dicho, dicho está:

RESPUESTAS A CUESTIONARIO

- ¿Cómo evaluaría la situación actual del teatro venezolano?

Para responder con un grado de responsabilidad y una visual lo más asertiva posible es necesario enfatizar que la situación del teatro venezolano en su conjunto es de cambio. Cambio porque busca estructurar nuevas respuestas creativas a lo que la realidad socio cultural, sociopolítica y socio económica que transversa a un país que si bien no cuenta con una larga tradición escénica equiparable al mundo anglosajón, eurocéntrico o, de lo que se exhibe como capacidad de producción (dramática y espectacular) visible en capitales como Ciudad de México, Sao Paulo, Buenos Aires o Bogotá, lo cierto, es que hay signos positivos de buscar derroteros de audacia tanto en lo que se entiende la mirada crítica de una creciente marea de dramaturgos, directores, diseñadores, actores e instituciones que desde la década de los años ochenta han irrumpido con enérgica sinergia para buscar su propios nichos creativos y de exponer con firmeza que, en Venezuela si se está delineando lentas rupturas a viejos paradigmas, de conformar nuevos temas como asuntos que antes era parte de la periferia o subestimado por los centros de poder cultural.

Un cambio que se ha venido demostrando no solo con el surgir y empoderamiento gerencial o creativo que muestran no nuevos nombres, nuevos colectivos o distintas formas de aprehender y decodificar la “realidad” nacional sino la latinoamericana sino el empeño y la persistencia de esas personalidades que han vivido en carne propia los síntomas de las rupturas y los cambios sino que han comprendido su papel de hablarlas a través de obras o bien, mostrarlas con seriedad sobre la escena.
Es el cambio que se sabe inquieto; el cambio que se busca comprometerse día a día con un país que no puede ser mirado con ojos pasivos ni conformistas sino como una sociedad más democrática y más abierta a saberse presente con sus angustias, sus inquietudes, sus sueños, sus frustraciones, sus empeños y sobre todo, con sus esperanzas.

Estas esperanzas son el cambio que todos como venezolanos esperamos ver como respuestas hecha teatro. Para ser concreto: evaluó un teatro venezolano insuflado de auténtica capacidad de hablar sin tapujos de sus anhelos. ¡Claro, el camino no será fácil!, pero ¿Quién lo desea sencillo?
En cada lucha librada se crea una base para edificar el cambio; con cada batalla se potencia el sendero de otras interrogantes y esas nuevas respuestas hará que haya un teatro más y más crítico, más y más auténtico. El cambio del teatro nacional no es una vía unidireccional sino una diversidad de riesgos donde todos suman sus esfuerzos para que las tablas expresen que acá en esta tierra de Libertadores, la palabra, la imagen como la acción tiene mucho que seguir aportando a este naciente s. XXI.

- ¿Cómo ha sido el desarrollo de la actividad dramatúrgica venezolana?

Sin duda se augura como fuerte, con compromiso y autentificada con los procesos de cambio que vive este continente. Baste mencionar la capacidad dramática de autores como por ejemplo. Xiomara Moreno, Elio Palencia, Gustavo Ott, Gennys Pérez, Juan Martins, Javier Moreno, José Antonio Barrios, Roberto Azuaje o, César Rojas es solo expresar la punta de un iceberg que empezó a emerger desde los años finales de los años setenta, toma una delineación en la década de los años ochenta y se desarrolla con plenitud en los noventa del s XX y que, hoy por hoy, son referentes inocultables de la escritura teatral nacional y con expansión hacia, las fronteras de la internacionalización. Ello no excluye nombres firmes de autores y autoras aun vivos y con talento inocultable que han marcado y seguirán marcando con huellas contundentes el quehacer de la dramaturgia del patio como. Nombres como: Néstor Caballero, Román Chalbaud, Edilio Peña, Ibrahim Guerra, José Gabriel Núñez, Gilberto Agüero, Tomás Jurado Zabala, entre muchos otros son parte de un gran espectro de dramaturgos y dramaturgas.

Hacia 2011 en un libro que me editó Fundarte exprese lo siguiente: “cada generación de autores, a su manera, se ha verificado con apatía creativa o con rigor artístico en lo que fue, el amplio marco cultural teatral del pasado siglo XX” pero también debo acotar que la actividad dramatúrgica venezolana en lo que va de estos casi trece años del milenio actual, está esforzándose cada vez más a profundizar sus exploraciones y sus visuales a un país que transita por una gran reflexión de su tradición como país cultural y artístico, como nación inquieta e impredecible, como conciencia que se resiste a la sumisión de los cánones y las etiquetas.

Venezuela es un país que dará mucho que hablar con su dramaturgia con el paso de los años. Su desarrollo es ágil y a la vez intuitivo, perspicaz pero a la vez crítico, profundo y al mismo tiempo sin doblegarse a lo trágico, es punzante y a la vez, con personalidad y sobre todo, es un teatro que no se conforma con marbetes, etiquetas o imposiciones que digan eso es dramaturgia venezolana frente a la que se muestra como de otros países. Es una dramaturgia bravía, llena de humor negro y con muchas maneras de ser leído.

Por tanto, su desarrollo es creciente e indetenible más allá de las voces agoreras que tienden a expresar que lo bueno está fuera y que hay que escenificar textos de autores foráneos en vez de lo nuestro. Una vez que el mismo teatro nacional sea capaz de re-descubrirse empezaremos una etapa de oro para las artes escénica venezolanas. El tiempo es ahora. Tenemos una magnífica dramaturgia y hay que saberla valorar. ¡Lo demás es ver para creer!

- ¿Hacia dónde apunta el futuro del teatro en Venezuela en los próximos 10 o 20 años?
¡Nadie tiene la capacidad de hablar con certeza sobre el futuro1 Pero hay que ser optimista y claro: si no hay confianza en lo nuestro no habrá futuro. El teatro de los próximos diez o veinte años será el que ahora se fortalezca, el que se muestre, el que se apoye, el que se consuma, el que se discuta, el que se escenifique, el que se publique, el que sepa analizar como comprender su realidad, el teatro que se estudie y se difunda, el teatro que cuando uno vaya a cualquier sala sea ese que le hable a uno de sus cosas.

En fin, el teatro es el que se siembra para verlo germinar y que debe dar en su tiempo justo, sus frutos.

Pero también deberá ser el teatro capaz de mirar sin tapujos su realidad y referirlas en temas y argumentos, que hayan personajes con mirada y diálogos que desnuden nuestras miserias y alaben nuestros logros; que sea un teatro capaz de expresar con sinceridad eso que llamamos “realidad” y no lo que imaginamos como realidad tapa amarilla.
Deberá ser un teatro políticamente contestatario, un teatro sin miedos ni medias tintas, un teatro con cojones para evitar la compra venta de la conciencia y sacudir el mohín de la corrupción. Deberá ser un teatro osado en su forma de decir las cosas aunque con ello pueda sacudir las bases de lo establecido.

Teatro es cambio; cambio re revolución; revolución el libertad para buscar futuro; por ende, no es hablar de un teatro acartonado por pensamientos golondrina o adocenado por criterios mercantilistas sino un teatro al servicio de la utopía que es la creación y la capacidad de decir sin miedo lo que se piensa.

El teatro en los próximos veinte años deberá tomar cada día más atención no a las modas o a los vendavales de los estilos sino al reforzamiento de los valores. Espero como profesor, hombre de teatro, gerente cultural teatral, crítico y espectador que el teatro de los próximos años no se pueda predecir sino que se apegue a ser sincero, honesto, incorruptible y verificador de los procesos que nos hacen ser país, nación y sociedad.

El teatro de los años por venir está en las manos de una generación que hoy hace sus pininos en las tablas de este 2013 pero que en 2033 será la generación que tuvo la oportunidad de seguir las sendas de autores como Pinto, como Santana, como Chocrón o como Cabrujas para solo decir un tanto algo referencial.