lunes, 22 de julio de 2013

PROGRAMAR Y EXHIBIR

Parte de los saludables síntomas que sostiene a cualquier ente cultural (público o privado) se determina en su asertiva capacidad de ofrecer en su programación artística, diversidad, calidad y alternativas para el espectador. Pluralidad en las voces grupales, multiplicidad en los géneros a ofrecerse, intuición para conformar una cartelera lo más diversificada donde semanalmente o quincenalmente el espectador pueda optar por confrontar de música a teatro, de títeres a danza, de espectáculos circenses a recitales poéticos son parte de los elementos que hablan bien de una gestión en materia de planificación cultural. Incluso, la rotabilidad o permanencia de tal o cual producción permite diagnosticar si la perspicacia de un ente cultural está en capacidad de estar atento a las expectativas de lo que el público demanda. La gestión en materia de planificación y la constatación de lo efectivo de esa gestión por satisfacer no solo la demanda de públicos tan heterogéneos como lo puede ser el caraqueño es primordial sino que, además debe estar en concordancia con el anhelo de grupos y compañías artísticas que aspiran llegar a distintos espacios (salas y teatros) que un ente como bien podría ser Fundarte o la Gobernación del Distrito Capital efectúa cada cierto lapso.

Uno de los aciertos más contundentes desde hace ya casi un par de años ha sido la conformación del Circuito Teatral de Caracas (un concreto derivado desde el momento que se empezó el rescate y apertura de los grandes teatros del centro de la ciudad así como de la actividad programática conjunta derivada de los dos primeros Festivales de Teatro de Caracas en 2011 y 2013) el cual, no solo apuntaló la arriba descrito sino que se verifica en una acción continúa que otorga vida ciertas zonas de esta urbe la cual por factores múltiples no había podido ostentar la ambición efectiva de un proyecto de esta envergadura en otros momentos de su historia. No manejo cifras y estadísticas sobre el impacto generado a la fecha por el CTC pero sin embargo, se atrevo a especular que, ha habido una alta incidencia de grupos y compañías programadas, que el número de espectáculos exhibidos ha expuesto no solo ser amplio sino plural e, incluso, tan disímil en contenidos que para algunos detractores o con posiciones ortodoxas han visto que ello ha beneficiado en extremo la posibilidad de llegar a distintos segmentos de “consumidores” no solo por lo que el divertimento que conlleva tal o cual propuesta sino hasta que ha habido sin cortapisa, espectáculos que podrían suscitar picor ideológico en algunos.

Por último, es que para nadie resulta raro pasar por el centro de Caracas y acercarse sea bien al Teatro Nacional, Principal, Municipal o girar su brújula geográfica y orientarla hacia parroquias como el 23 de Enero con su legendario recinto teatral, Catia (Teatro Catia) o Simón Rodríguez (Teatro (Simón Rodríguez) y saber que esos espacios de la ciudad, hay teatros con una programación a la cual acuden decenas y hasta centenas de personas semanalmente atraídos no solo por la variedad programática sino por algo contundentemente inmanejable en otros ámbitos culturales: precios solidarios. Si bien, el mercado de la cultura y el entretenimiento tiene costos (que va desde abrir operativamente cualquiera de estos espacios teatrales pasando por el caché del grupo o la misma publicidad que se observa en medios impresos) hace que la palabra “subsidio” aparezca en nuestro subconsciente.

Pero ¿No responde ello a una política para facilitar el acceso de la población al hecho de la producción del producto artístico cultural sea este popular o de arte? Pues si, es una de las bases de socialización del programar y exhibir debido a que se facilita al ciudadano de pocos recursos tener opciones adecuadas no solo a su realidad socio económica sino de accesar a eventos / producciones que sabe no podrá costear. Eso es el mayor de lo efectos positivos que ha venido sustanciando el Circuito Teatral de Caracas; pero sería siempre un mecanismo susceptible de ser optimizado y por ello cabría preguntarse ¿Por qué no consolidarlo ampliando su oferta con la programación del CELARG, la UNEARTE, los espacios que maneja el IAEM y/o Ministerio del Poder Popular para la Cultura e, incluso, la Casa del Artista? De hacerse se daría una potencia de programación y exhibición extraordinaria.