domingo, 6 de julio de 2014

CAPITAL

Una nueva propuesta, inusual porque no responde a los usuales parámetros de escenificación de un texto teatral aunque si roza los linderos del performance titulado Capital se estrenó el pasado viernes en la Sala Luís Peraza, sede del Teatro Experimental de Teatro (TET) por su Centro de Creación Artística bajo la mirada tutelar del maestro Guillermo Díaz Yuma pero cuyo concepto fue generado a seis manos, es decir, entre Louani Rivero, Lya Bonilla y Areani Rondón que dieron ese perspicaz engranaje derivado de acciones de improvisación y juegos escénicos. Es de esa clase de propuesta donde el público será engranaje activo para que se sienta como un protagonista fundamental. Dentro de un concepto lúdico y participativo pujará en una subasta por objetos absurdos, podrá ser imputado por los hilos kafkianos de un proceso judicial del cual le pondrá a pensar ¿cuál es el sentido la justicia?, podrá libar y comer e, incluso bailar dentro de una celebración que difumina ese sentido de si fue a ver o ser partícipe de una acción liberadora.

Creo que la suma de los capitales creativos, artísticos y conceptuales que conformaron esta producción hace que Capital exponga que, el espectador puede ser “cómplice”, cuasi actor, observador y víctima de “una acción dramática” que se constituye como un viaje discontinuo hacia la búsqueda de otros significantes que, normalmente, espera derivar de la recepción de la mayoría de las puestas en escenas que en este mes de Julio le ofrece la cartelera teatral caraqueña. Un riesgo escénico que propone una actitud al espectador –quien será, a final de cuentas, el protagonista - más abierto a fin que su perspectiva de recepción evite ser esencialmente pasiva. Capital es capaz de involucrarle sin que haya esa sensación de prurito, de temor a la escena o de volverle a poner en una pasividad digestiva frente a lo que observa como acción teatral.

Tomado como excusa textos, poemas, canciones y referencias teóricas y literarias de autores que van de Karl Marx, pasando por Vinicius de Moraes, Carl Jung, Luis Britto García, Juan Nuño o Ramón Palomares entre muchos otros, se articuló un constructo escénico que subdivide el espacio de la Luis Peraza de tal modo que se permita armar una lectura de tres capítulos intitulados: “Cuadro Negro (La Boca); Cuadro Blanco (La Madriguera del Conejo) y finalmente, Cuadro Rojo (La Fiesta)”; un todo que hace que cada percepción se atomice y se reintegre dentro del espectador para provocar su lectura individual como colectiva que con toques visuales, sonoros, de actividad participativa y de celebración hacen su conexión con los convites que el Centro de Creación Artística del TET ha convocado en otros momentos al público de la urbe.

Y decir que Capital es lúdico porque es la forma de integrar al espectador con la capacidad imaginativa de sus jóvenes pero resueltos actores y actrices conformados por Alan Puerta, Alí Rondón, Aromaia León, Héctor Castro, Larisa González, Manuel Chourio y la participación especial de Sara Valero-Zelwer en una unidad que tiene alma, que posee sinergia y que no temen activarse de variadas formas para que la entropía escénica adquiera y proyecte disímiles sensaciones y preguntas a quien esté dispuesto a involucrarse. Las luces (manejadas por Guillermo Díaz Yuma) como la ruptura espacial que creo una dualidad de lectura que supo romper la tradicional recepción a la italiana se ayudó con la conjugación musical más las incidencias de imágenes proyectadas que junto al diseño de un tinglado escenográfico movible propone que tanto su integración como su unidad de sentido no se pretendiese ejercer una lectura formal y/o convencional que otros espectáculos conllevan en su arquitectura de producción.

Capital fue un concepto sustantivo y capaz de conjugar visuales de esa triada de miradas para crear asertivamente lo que como espectadores participantes logramos ver en lo espacial de la Luis Peraza y que, insisto, tenía mucho riesgo e imaginación. Se convierte pues, en una lectura no apta para espíritus conformistas, ni para espectadores pasivos que aguardan la gratuidad de lo evasivo. O se integra y comulga o es bastante probable que quede como un voyerista más colocado ante lo inusual que frente a sus ojos lo escénico le convoca. Capitalice su curiosidad y propóngase tentar su interés con esta singular experiencia que, desde todo punto de vista, no es fácil de hallar en lo que es la dinámica teatral de esta urbe.