viernes, 26 de octubre de 2007

COMEDIAS Y DRAMAS QUE DUELEN (II)

Como lo había esbozado en la entrega anterior, soy un espectador que disfruta de lo que yo denomino como “comedia que duele” dado que por medio de ellas puedo descubrir -como expone Erick Bentley en La vida del drama –“juicios tan severos que, a no ser por los disconformes, una pieza cómica podría ser descrita como una “enérgica acusación” o una “revelación conmovedora”. Lo cual es nada más que otra forma de decir (…) que si la comedia llega a perder su tono frívolo se convierte en teatro social serio”. No obstante, hay sesudos estudiosos de la historia - uno de los más acuciosos ha sido el chileno, Juan Villegas- que por años ha planteado aspectos complejos e interesantes entorno a la construcción de un modelo de periodización de la misma; también, el abordar asuntos tan complejos como la edificación de un corpus conceptual sobre el cual colocar los “ladrillos” teóricos que fundamentan y se entiende como “práctica teatral”, “teatralidad” y las diferencias entre texto teatral como una forma específica de discurso que, a su vez se ramifica en “discurso textual” (dado por el autor / escrito) del “discurso espectacular” (el montaje / que un director desarrolla a partir del texto). Tanto Villegas como el argentino Oswaldo Pelletieri no solo proponen –y han aplicado- tanto un modelo para definir las distintas categorías teatrales sino enmarcar con rigor las variedades de los discursos teatrales y así apisonar terreno firme para construir la historiografía escénica de sus respectivos países, algo digno de emular en Venezuela que sólo, por ahora lleva adelante el crítico y profesor Leonardo Azparren Giménez de manera pausada pero con disciplina teórico - conceptual. Este asunto lentamente deberá ser asumido por el resto de la crítica y la investigación nacional a fin que lentamente deslinde el polvo de la paja de nuestra historia teatral nacional y proponer - producir –con sus altas y bajas- un necesario corpus textual con lo cual todo los procesos, movimientos y sucesos del teatro ocurridos en el siglo XX (por lo menos) empiece a tener un sentido sistematizado y explicado con rigor y logicidad tanto de la producción de los discursos textuales y su relación con una praxis que genera diversos discursos espectaculares. Tras la imbricación de ambas, se aprehenderá un sentido de comprensión de lo particular de las formas, sentidos y maneras del accionar del teatro tanto del pasado siglo y posteriormente, del actual. De una manera u otra se conformará, la delimitación -en palabras de Villegas- de lo que sería los “discursos teatrales hegemónicos”, “discursos teatrales marginales”, discursos teatrales desplazados” y “discursos teatrales subyugados”. Es claramente un instrumental valioso que deberá incluir esa correspondencia directa entre las categorías de emisión de códigos estéticos e ideológicos de las clases sociales que los emite / valida y los comportamientos de los públicos receptores que los acepta / consume. De ahí, las interpretaciones que podrían inferirse del fenómeno producción – circulación - consumo del “producto teatral venezolano” en particular. El asunto, ciertamente, algo complejo para enunciarlo con más detalle en esta nota, pero es tentador empezar a aplicarlo con seriedad a lo que en Venezuela se ha producido en materia de textos teatrales, “productos” espectaculares, ¿quién las emite? y ¿quién la recibe? Asimismo, el hecho inocultable que tras cada discurso textual y/o discurso espectacular tiende a operarse la validación o, rechazo de esas tajadas de re-codificación de la “realidad” socio cultural nacional por parte del “público consumidor” teatral. Es una muy espesa la harina de ese costal teórico que, este servidor empezará a amasar -más temprano que tarde- para ir cualificando y contextualizando lo que se ido gestado tras los discursos textuales frente a los “discursos espectaculares” concretado por grupos y directores de turno. De esa masa interpretativa también habrá que añadirle las pinzas de la semiótica para desentrañar lo singular de cada visión conceptual / estética y artística de la profesionalidad teatral venezolana y responder de alguna manera ¿cómo están orientadas a “generar placer” o “disfrute” cultural en un determinado público y no en otro? dentro de cada circuito cultural y dentro de cada contexto socio geográfico. En fin, ¿algo de interés no les parece? Por los momentos, creo conveniente emitir algunos breves opiniones sobre lo que está siendo dado en la cartelera caraqueña –así como de lo ofrecido en el final de temporada por el grupo Puerto Teatro de la ciudad de Puerto La Cruz, como colectivo regional- quienes han sabido valorar tras lo géneros del drama, comedia y tragedia, productos escénicos de valor para los tiempos que corren. El hecho que estos colectivos hayan empleados textos producidos por la dramaturgia nacional estructurada con dichos géneros como ha sido el caso de Bagazos bajo la dirección de Gerardo Blanco con el drama “La Quinta Dayana “ de Elio Palencia; del grupo Producciones IQ con la comedia, “Angustias de la mediana edad” de Indira Páez y puesta en escena de Sebastián Falco y, finalmente, el drama trágico, “El último día” de Nelly Villegas (texto ganador del Premio “Marita King”, 2006) con puesta de Pablo Villamizar para Puerto Teatro para los públicos de Caracas como de la región oriental del país merece nuestro más sincero aplauso. Drama, comedia y tragedia que etiqueto de “dolorosos” porque son textos inteligentes; son maneras de afrontar / valorar y escenificar un cierto discurso artístico. Son “productos escénicos” dirigidos a públicos distintos, con percepciones, idiosincrasia y visiones colectivas heterogéneas; no obstante, tres discursos textuales y tres discursos espectaculares que dicen cosas que “duelen” a quien sabe verlas con ojo reflexivo más allá del consabido supuesto que se asiste al teatro a “pasarla bien”, a “evadir los problemas de la realidad “real” por espacio de hora y media pero, que se encuentran con reveladoras co- relaciones de entendimiento de cómo opera el ser social venezolano bajo contextos culturales aparentemente horizontales pero que, en el fondo son mucho más complicados si solo se conforma con verlo desde el ir y venir de lo sincrónico de la historia social, económica, cultural y política del país que transita en el siglo XXI. Son muestras escénicas que muestran una aproximación parcial de lo que somos y sentimos aunque algunos de ellos sean calificados bajo el marbete de “teatro comercial”. LA QUINTA DAYANA. Un autor como Elio Palencia (Maracay 1963) no ha sido estudiado y valorado como se merece por parte de los encargados de la investigación y crítica nacional. Autor asentado, con excelente proyección nacional y ganador de reputados premios de dramaturgia. Ha sido capaz de ir desarrollando -desde finales de la década de los años noventa del siglo XX- una dramaturgia aguda, sistemática y penetrante. Su visión dramática es comprometida en revelar los elementos sociológicos que radiografían tanto los valores del individuo como los signos del comportamiento en esto que se puede entender como lo circunstancial donde opera un cierto segmento de la colectividad venezolano que, unas veces, se ha visto atrapada dentro de eventos, contextos y circunstancias históricas muy personales como tocado –de soslayo o directamente- por acontecimientos de un orden mayor. Dramaturgo con una afiligranada capacidad de construir personajes y situaciones que se sintetizan tras lo dialógico discursivo que es contundente porque no escamotea ningún supuesto pero apelando a insertar frases y expresiones que desnudan ese horizonte idiosincrásico del venezolano de hoy. A mi parecer, es un dramaturgo sintonizado con el país de este “aquí y ahora” y que ha ido forjado un cuerpo de piezas bien hiladas donde nos sistematiza con humor y sarcasmo poético, las puntas más oblicuas de imaginario nacional. Me atrevo a tildarlo de ser un dramaturgo con peso contemporáneo, con visión de paso adelante y mano izquierda con puño bien cerrado. En lo que va del lapso 2006 - 2007 he podido leer -y ver escenificadas- parte de sus más recientes propuestas dramáticas como: “Penitentes”, “Un patio, dos islas”, “La Quinta Dayana” – dos textos presentados en el pasado Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora del IAEM / 2006) y, finalmente, “El que te cogió y se fue”, escenificado dentro del “Proyecto Padre” que produjo el Teatro San Martín de Caracas hace cuestión de casi dos meses. Una producción que, insisto, debe ser estudiada más en profundidad por quienes deben dejar constancia que el nuestra dramaturgia está más viva que nunca y que hay que quitarle el “descanse en paz” que al parecer la enterró desde principios de los noventa del s. XX. El grupo Bagazos asume a Palencia con el ojo y experiencia de un director que no especula sino que sabe pragmatizar los elementos de que dispone para armar un espectáculo. Trabajó con lucidez el texto de Palencia por ejemplo, al darle vida individual de personajes autónomos / secundarios (relleno) a lo que el autor con eficacia sintetiza como un Coro. Hay dos grupos de personajes donde Dayana –el hombre que busca su realización de vida personal con una operación de cambio de sexo en Canadá, excelentemente trabajada por la labor compositiva de Elaiza Gil- junto a su abuela Maíta (caracterizada con profesionalidad a toda prueba por la estupenda Marisol Matheus) exponen una relación psico afectiva de apoyo, comprensión diálogo que habla de un ser social comprometido a cambiar, apoyar, tolerar, amar. En contraposición a la dupla de personajes dado por la Mamá (de Dayana) / Rey (hermano de Dayana) manipuladores, egoístas, resentidos, incapaces de entender las razones y sentir del otro. Una, trabajada con eficacia histriónica por Francis Romero, el otro, expuesto por el solvente desempeño actoral de Adrián Delgado. Un personaje que se comporta en ciertos momentos como actante / narrador que emite un punto de vista del palpar y entender los comportamientos de ese núcleo social dado por el personaje Katherín (con buen trabajo de la actriz Mabe Hernández) y ese coro de personajes aprovechadores que pululan, critican y abusan en los espacios de la casa de Maíta. Y ese personaje esperanzador, aplomado, lleno de aceptación que es Monche (Adrián Delgado) que, en un momento de la pieza dice: “Esa maldita incapacidad para ponernos en el lugar del otro” como corolario de las ideas de Palencia, fueron delineados con perspicacia por la orientación de Blanco y compuestos de forma brillante por la plantilla actoral. La integración de lo visual de lo escenográfico (Valentina Hertz) donde hay síntesis de ese espacio hábitat de seres, anhelos y frustraciones, la iluminación de Arnovi Parra, el apoyo de vídeo de Eduardo González, el vestuario de Luisa González y la sumatoria de otros profesionales, permitieron que “La Quinta Dayana” sea un espectáculo contundente, filoso y conmovedor. Que merece ser visto por lo menos un par de veces para disfrutarla y aprehenderla, para sentirla y reflexionarla. En fin, un drama que patea. ANGUSTIAS DE LA MEDIANA EDAD De Indira Leal, escritora de textos como “Esperanza Inútil”, “De Velo y Corona” “Primero muerta que bañada en sangre” o “Cronicas Desquiciadas” es también una autora que sabe entender lo idiosincrásico del ser social venezolano pero bajo otras aristas. Para ella la comedia es el bisturí con el cual examina los tendones y músculos del como es el comportamiento de la apariencia sintomática de muchos venezolanos más aún si estos son exponentes de una cierta “clase media acomodada”. Muchos de sus personajes son construidos con la perspicacia de tomar de esa tendencia de comportamiento de individuos que conocemos y vemos por ahí tras sus gustos, petulancias, aires de ser lo que no son, aspiraciones, urgencias sexuales y soberbias en sus maneras de ver y percibir el entorno que los rodea. Su estilo es más ligero en cuanto a componer escenas y las situaciones donde se articulan los personajes. La estructura dialogal es fluida, concisa y hasta zahiriente. Hay humor que puede ser corrosivo pero también lleno de desparpajo espontáneo que se conecta con rapidez con el lector / receptor de la platea en un montaje cualquiera. Páez es una autora que también sabe colocar tras sus comedias cosas para que el público reflexione tras salir de la sala y, si se quiere, hasta llegar a doler porque hay mucha verdad tras las cosas que refleja sus frases, diálogos, escenas donde sitúa ese “imagen de lo real” trasmutado en situaciones que pareciesen rayar en cierto absurdo natural de un segmento social nacional. Con “Angustias de la mediana edad” Indira Paéz aborda los complejos, desasosiegos y vicisitudes que enmarca el tránsito de madurez que se niega a aceptarse. Tras ella, las simulaciones, las máscaras, las actitudes de no ser lo que soy sino lo que debería ser. La puesta en escena de Sebastián Falco (no muy ducho en materia de la dirección) apela al texto con sagacidad (también asume uno de los papeles protagónicos, el profesor) porque no se complica en armar un soporte escenográfico más complejo sino una ambientación puntual donde la planta de movimientos permita construir y deconstruir cada escena. Apela a sacar partido del texto en boca de las actuaciones de actrices con un buen cartel de farándula (Fedra López; Malena González) y del mundo de la belleza (Astrid Carolina Herrera) pero que logran estar en sus papeles a pesar de que, por momentos hay demasiada ligereza en algunos momentos que bien podrían haberse extraído un tono de mayor aplomo según lo que el personaje exprese. Falco hace que la comedia sea desenvuelta, desinhibida, bien ligera y sin rollos; es comedia para hacernos reír pero me pregunto si en algún momento pensó que la misma ¿podría haber tenido una carga de peso reflexivo para cuando el público se retirase de la sala? En todo caso, hizo lo que sentía que debía hacer: proponer un trabajo escénico descomplicado, jocoso, simpático y extrovertido. La aceptación del espectador que consume esta clase de propuestas quedó satisfecha. El éxito es una moneda de dos caras y un canto; según como sea arrojada al aire, puede dar cara o cruz, (aceptación / rechazo) o en el peor de los casos el canto (la indiferencia) en la recepción del espectador. Creo que esta comedia de Páez ha caído en la cara del éxito, por lo menos hasta donde he sabido. Solo queda esperar que baje la temporada y sumar los dígitos producto de la taquilla. En todo caso, amigo lector, usted puede tener tanto en “La Quinta Dayana” como en “Angustias de la mediada edad” dos visiones, dos propuestas que le sabrán agradar. critica@cantv.net

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