sábado, 14 de febrero de 2009

TERCER PADRE 2009

Bajo la perspectiva de continuidad en la búsqueda dramatúrgico textual y espectacular, el teatro San Martín de Caracas asume nuevamente la exploración del tema de la familia. Una vez más, las aristas esenciales del núcleo familiar está siendo indagada en los aspectos socioculturales, morales, éticos y de una cierta cosmovisión sobre el cual, la figura del padre, la madre, el hijo y las relaciones entre hermanos se ponen bajo la lupa ideológico –conceptual de creadores (dramaturgos), directores y actores. Siempre apoyados por la eficacia de un sólido grupo técnico en los terrenos de la iluminación, vestuario y escenografía. Un proyecto ambicioso, bien sustentado, multinacional, que sabe adicionar y no resta voluntades, que aplica el sentido que la suma es más que las partes, hace que, desde el supuesto, el entendido, la valoración, la creencias, los mitos y/o las afirmaciones sobre lo que en el subconsciente colectivo latinoamericano implica la figura / presencia por acción u omisión de la cabeza de una familia –el padre- y su raigambre en los que son conceptos como figura que protege, elemento que encabeza un grupo, ser que es parte del sistema de engendramiento de una nueva generación, protector y suplidor de un grupo humano; incluso, en el ámbito eclesiástico, la figura del padre connota, el un líder espiritual. La búsqueda de esa clase de rizoma sobre el hecho significante como presencia o figura, rol o elemento de influencia sobre lo que es la familia ha permitido que en el contexto sociológico latinoamericano se pueda debatir, analizar, reflexionar sobre su peso y trascendencia; incluso hasta de explorar desde lo teatral lo contingente que pasa si la presencia está o no está al lado de los demás miembros del grupo familiar y ¿por qué no?, de preguntarse por su benéfica o maligna presencia. Para un colectivo que sabe indagar y plantearse desde el ángulo dramatúrgico y de escenificación ¿qué representa el padre?, supone aplicar estrategias y acciones que dinamicen la creación factible de un proyecto de corte iberoamericano donde diversos autores han ido concretando sobre este terreno fértil, una dramaturgia concebida a indagar desde las más insólitas perspectivas, lo que la figura “padre” connota y significa a lo largo de décadas en cada uno de los países donde vive un autor. Ha sido así que ya el Proyecto Padre levantó su telón desde el año 2007; han participado hasta la presente fecha un total de doce dramaturgos de siete países que han pergeñado una docena de escritos que, constituidos en núcleos dramáticos titulados bajo rótulos de: Amaneceres, Noches y Atardeceres se ha configurado un atrevido y a la vez osada, manera de abrir nuevas sendas para la escritura teatral de los países de habla española. Incluso, la posibilidad de intercambio artísticos ha facilitado que directores nacionales y foráneos amalgamen con su experiencia, la potencial capacidad de un interesante grupo de actores y actrices venezolanos para ofrecer al espectador del oeste de la ciudad de uno de los proyectos más agudos por el tratamiento temático, preciso en cuanto eficacia teatral y conciso en manejo del siempre exiguo factor económico en lo que va de esta primera década del s. XXI. Proyecto Padre ha contado con el patrocinio del Ministerio de Cultura – IAEM y hasta ha sido apoyado por Iberescena lo cual ha permitido que su alcance sea internacional. Ello es algo notorio en tiempos donde la visual de proyección de una institución teatral no puede ni debe mirarse sencillamente el obligo. Hay que asumir riesgos y confrontar retos. El Teatro San Martín lo ha venido efectuando y el logro - más allá de lo estético conceptual o de una mirada que pueda afirmar que le falta densidad artística- merece ser reconocido desde todos sus dobladuras ya que en Venezuela y en buena parte de los países de habla hispana, este tipo de proyectos no se asumen de forma sistemática y rigurosa. Para 2009, Proyecto Padre ha estrenado en la sala San Martín bajo la correcta y lúcida dirección de Costa Palamides, el tercer capítulo –por decirlo de algún modo- de este reto dramatúrgico / espectacular. El nuevo ciclo del Proyecto Padre está presentado en esta ocasión bajo el marbete de Atardeceres y constituido por cinco piezas cortas cuyo tiempo oscila entre 15 a 20 minutos cada una. Estas son: El Padre José del mexicano, Ángel Norzagaray; ¿Quién eres? del español Ignacio del Moral; La cuota de plusvalía del chileno Benjamín Gelimeri; Domingo de la dramaturga argentina, Mónica Ogando y Cantaba mi padre boleros de Isolina de autor ibérico, Santiago Martín Bermúdez. Autores que es posible que no digan mucho al medio teatral venezolano pero que son escritores (as) que tomaron muy en serio, radiografiar el asunto temático y gestar discursos disímiles que tocan de forma nada suave desde el agudo tópico del incesto al siempre problema tabú de la pederastia. Los personajes padres se deben ver en conjunto de forma polisémicas y su trascendencia en lo social – individual connota valores tan dinámicos como urticantes que merecerían de ser analizados con mayor fuerza dado lo que exponen para cada contexto social y cultural desde son engendrados. El tratamiento de la puesta en escena que sustanció Palamides desarticuló por lo menos dos de los textos que constituían este mosaíco dramático a fin de armar un todo significante capaz de generar no solo tensión sino de abrir un efecto circulante de la trama en su conjunto más allá que fuesen historias distintas en su tono argumental. Fue un bordado que logra que el espectador sintiese que algo faltaba, pero al mismo tiempo le propone un efecto gestalt. Desde la limpieza de elementos escenográficos la visión de puesta hace colocar la mirada del público sobre un inmenso mural donde predominaban ropajes masculinos y femeninos sustentando en colores predominante negro y blanco. Desde este marcaje espacial la iluminación hace esboza lo puntual para cada secuencia, escena y exposición de obra sin crear un efectismo desvirtuador sino potencial para que el juego lumínico ayudase a ampliar la resonancia situacional entre los bloques de personajes; esto también se percibe en la apoyatura sonora la cual afianzó en sus momentos específicos lo que debía señalarse con tensiones, suspensos, instantes de oposición o esa elasticidad emocional. Tercer Padre: Atardeceres es un trabajo conciso en su tiempo de exposición al receptor: no excede de hora y veinte minutos. Un lapso concentrado donde la capacidad histriónica dada por María Brito, Ludwig Pineda, Juliana Cuervos y José Gregorio Martínez (en su día de estreno estaba siendo sometida a prueba. Ellos son buenos actores y actrices. Desde que le he visto en escena me han generado la sensación que con el pasar de cada función se acoplan en cada requerimiento que la obra demanda y fuera de uno que otro furcio o de haber estado en apariencia algo desconcentrados o de tener sus personajes con pinzas hay algo que me dice que con el discurrir de la temporada eso desparecerá para dar paso a una solidez compositiva digna, profesional y acoplada. Ludwig Pineda y María Brito se expusieron con desenfado y con esa energía interna que una agradece. José Gregorio Martínez debe cuidarse de no caer en la repetición de otros personajes vistos en montajes distintos a este; hay dejos en el manejo de la voz y el cuerpo que me hizo pensar en otros trabajos por el desarrollados y ello puede convertirse en un síntoma peligroso de no concientizar a tiempo que debe dejar y que debe mantener como actor cuando afronte un nuevo reto artístico y, sin embargo, es un actor que está preparado para cualquier nivel teatral. Por su parte, de Juliana Cuervo debo decir que supo colocarse en varios planos de composición que, en lo personal, me sedujo ya que percibí en ella sagacidad para salir de uno para entrar en otro sin atropello. El conjunto fue bien pensado y trabajado por Costa Palamides ya que ha sido con el presente trabajo escénico, una nueva oportunidad para hacer que haya una mixtura de dos formas de asumir / pensar la escena (sea desde el grupo Teatro San Martín o del colectivo Teatrela) para configurar y discurrir una labor (como director y/o actoral) que merece ser aplaudida y decir sin ambages que son solventes catalizadores del imaginario teatral latinoamericano. Proyecto Padre se ha constituido en uno de los actos dramatúrgicos y artísticos más ejemplificante de la escena Iberoamérica. Propósito colectivo, multinacional y pluriartístico que dejara su particular huella cuando se busque responderse ¿Qué ha ido buscando pensar el teatro del siglo XXI en tiempos de paradoja y globalización? Teatro para ver; teatro para contextualizar realidades y situaciones; teatro inteligente y sobre todo, teatro integrador de otras realidades que deben ser indagadas.