martes, 20 de octubre de 2009

MIRADAS, OPINIONES, REFLEXIONES (I)

En mi pasado discurrir que titule “¿Teatro de los Invisibles?”, me inquiría sobre preguntas en torno al hacer de lo que un segmento del teatro nacional etiqueta como ”teatro reconocido”, “teatro profesional” que se crea, promueve y circula en determinados circuitos de consumo de la capital e, incluso, en otros urbes distintas a la magalópolis que es Caracas. Me preguntaba ¿qué hacía que un cierta clase de espectáculo o qué grupo de teatristas fuesen objeto de saberse etiquetados de emergentes, consolidados o, vinculados a tal o cual expresión genérica del amplio meandro de lo escénico? Tras esta preguntas, el subtexto inquisitivo que trataba de inferir ¿si es no una mórbida tendencia a marbetear la praxis de nuestros hombres y mujeres, jóvenes o niños en cuyo sentir se siente, sin duda, ese innegable “gift” de lo artístico escénico? Fueron varias preguntas; las más de la veces, con rozadas con el sinsabor de no tener a ciencia cierta una personal respuesta. En todo caso, es que, ese sinsabor que deja cualquier sustentación de reflexión para desmontar tal o cual supuesto, existirá también otros que tengan sus opiniones, miradas y valoraciones muchas de las cuales defienden con tenacidad ya que quiérase o no, saben que desde sus terruños de acción / creación “profesionalizada” pueden mirar el lar ajeno con aprecio o desdén, con acento de reconocerlos o, sencillamente, mirarlos pero sin verlos. De ahí, la criticable actitud de decir esto es teatro de arte, teatro comercial, teatro consagrado y espeta, de forma socarrona o hasta con sorna, que el resto es teatro sino “comercial” es, “teatro marginal”, el cual se manifiesta de múltiples maneras: teatro de calle, teatro popular, teatro amateur, teatro de comunidades y otros epítetos que, hacen que a la fuerza de decirlo muchas veces, termina por entroncarse en un concepto ridículo, preocupante y que desdice de quien lo endilga al ser capaz de expresar que ese teatro que no está en la palestra de la vanguardia con sus dramaturgos, directores, diseñadores, histriones y técnicos e, incluso, los ámbitos teatrales donde se exponen, quedan dentro de la tónica de ser “teatro invisible”. Ya tengo en lo personal, una discreta parcela del oficio del ver como unos dicen: el “crítico especializado” pero que, les confieso, prefiero saberme espectador especializado y, mejor aún, un sencillo receptor teatral. En ya un cuarto de siglo de esta acción, he contado con la buena suerte de ver la casi totalidad de los encuentros, muestras y festivales que se han dado en el país. Incluso, alguna que otra vez, he asistido a eventos de mayor envergadura internacional donde la retina se dilata, los conceptos se sacude y las formas de asumir que lo escénico está siempre buscando derroteros artísticos, estéticos, técnicos que tratan de buscar las relaciones cambiantes entre arte y sociedad. Desde esta óptica, mi personal apreciación es que, hacer teatro es algo especial. Ser "animal de teatro" es un don y una improvisación. Es pasión y entrega. Crear para las tablas es un reto y no un simple aspavientos para ganar “famas transitorias”, aplausos que nada edifican”, centímetros por columnas de cronistas, críticos y ver que su “logro espectacular” puede caber bien en la sección de arte o calzar sin rubor en las páginas de “shows artísticos de farándula” según y cómo haya sido la capacidad de armarse una propuesta con actores de televisión, modelos despampanantes o apelando a ese particular “top ten” de la dramaturgia del sexo, las pulsiones y del desespero existencial. En fin, teatro hay teatro para todo gusto, estilo, condición social, intereses de clase; teatro de urgencia, teatro del acomodamiento, teatro express, teatro “escuálido” teatro “revolucionario”, teatro para grandes, para chicos, para pobres, para ricos, para la universidad, para la calle, para los desesperados, para los evasores, para los encarcelados, para el oprimido y hasta, para lo ceremoniosos. Hay muchas formas como el teatro se manifiesta en nuestra urbe. Y usted que lee esta nota crónica, se atreve a mirar la cartelera de fin de semana, podrá tener un atisbo de lo que trato de insinuar. Pero la realidad es que hay más que eso. Hay teatro que busca romper con paradigmas, fracturar esquemas, romper códigos; que intenta ser honesto desde su concepción en una reunión de varios teatristas cuando formulan un sueño y lo terminan de convertir en concretos en tiempo y espacio verificables. Es teatro que más de las veces para los grandes teóricos no existe ya que no calza dentro de sus valores conceptuales académicos; es un teatro que más de las veces a ir en otro carril del hacer de teatro “burgués” que se acomoda para distanciarse de la realidad tras pagar un boleto, se evade en la risa y se olvida de sus problemas mirando la teta de turno, el desliz del homosexual desfigurado, de las coquetería superficiales de la existencia banal, en fin, un teatro de corte y costura, que confecciona el valor de uso y de cambio de lo que el arte debe ser y no es. Con todo, ¿quién dice que esto es teatro o no?, ¿quien asume la sagrada batuta que el teatro es una herramienta para el cambio del pensamiento y debe estar en contradicción plena y rotunda con el teatro sublime y aleccionador de los grandes clásicos?, ?Por qué no sentimos que teatro underground no tiene el valor de sorprender, sacudir, estimular, proponer, estimular o hasta cambiar el corsé de percepción de nuestra realidad?. Una actitud seria y responsable es ir a confrontar -hasta donde sea posible- todas y cada una de estas manifestaciones. ¡Eso sí, sin prejuicios! Y uno caerá en cuenta que el teatro que se hace en un Festival Inter Clubes a veces ofrece más a la reflexión que un espectáculo que se radique en una sala de prestigio con un un grupo consagrado y que sea propuesto por una rutilante plantilla de nombres y apellidos que abarcan desde el dramaturgo con una vasta experiencia hasta el director de moda que hace montajes como embutidos, desde el actor mediático hasta la productora con una sagaz libreta tiene los teléfonos, mails y contactos institucionales de personeros de la alta burocracia cultural oficialista hasta los más poderosos sponsor que podrán darle “cancha, concha y caché” en su levantada de telón de su protegida producción. Y para usted de contar. Me podría extender en un largo ensayo desapegado de citas de Broock, Boal, Grotowski, Stanislavski, Brecht, Meyerhold, Villegas, Azparren, Pelletieri, Pabis, Ubersfeld, Marinis como de un dilatado espectro de eruditos comentarios emitidos y asentados desde centro medular académico hasta toda una suerte de experiencias, vivencias, y supuestos en trabajos de laboratorio que tratan de articular y edificar el complejo andamiaje de lo histórico social cultural, de las preceptivas conceptuales, de los marbetes estético y de líneas formativas por solo indicar un ápice de un algo vasto y disímil que en líneas más y líneas menos solo apuntan al norte cardinal que ¡esto es teatro! y, aquello, ¡no es teatro! Que lo que tenemos es -tomando la expresión de un querido maestro que me ha dado clases en la maestría de Teatro Latinoamericano- “¡un desastre!”. O, de expresiones puntuales en colas de acceso a sala que ronronean que nuestro teatro venezolano está “postrado”, “en coma”, que “perdió norte y oxígeno” o, peor aún, que esta sin chivo y sin mecate que les dé posibilidad para salir de esa postración de salas vacías, de convocatorias sin público, sin crítica que sea real con el tiempo que le acompaña.... en fin!! Bueno, creo yo que: “ni tan calvo, ni con dos pelucas” tomando prestada la expresión popular para alcanzar cierto equilibrio. Creo y por ahí van los tiros que ¡Tenemos lo que tenemos!, y sin conformarse con ello, se puede mejorar, se puede fortalecer pero sin que la división no separe más de lo que ya estamos. Tratando de evitar parte de los efectos de este personal síndrome con el cual a veces, apunto a colocar el acento para decir que no se hable, no se oye y no se ve sobre lo que hacemos / exhibimos en materia de teatro, me permito esbozar un sumario de lo que fue, una grata experiencia multidisciplinaria que desde lo teatral e infantil (títeres) copó la mirada de cientos de personas desde el pasado 05 de Octubre y que llegará como una nao exitosa, al puerto del éxito, este 21 de los corrientes. Me refiero al concreto de la VIII Muestra Internacional de Teatro y Títeres que organizó IIAVE. Un evento que sin ser ostentoso en lo promocional / publicitario, sin contar con el apoyo de los grandes medios de comunicación impresos, radiales y televisivos. Ha habido en este particular aquí y ahora de lo visto en el trimestre agosto / septiembre / octubre, una oleada de espectáculos, estrenos, reposiciones y reestrenos que enmarcados en viejas – nuevas sedes (léase, el cambio del ámbito de lo que fuese el Ateneo de Caracas que ahora tiene la faz de Unearte) hasta los rutilantes circuitos comerciales del este (El Hatillo / Teatrex; Las Mercedes / Trasnocho Teatral / Escena 8 – Luisela Díaz / Chua, San Román, etc), el circuito cuasi oficial de las tres salas que dinamiza el Celarg hasta los espacios alternativos como el modesto pero activo Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas”. Las salas del oeste (Teatro San Martín) y, lamentablemente, espacios que cesaron su dinámica por razones que ya todos conocemos (caso de la saña que regentaba el grupo Theja), los espacios absorbidos por el olvido (GA80 en Parque Central), la pulsante sala Luís Peraza, y más. Lo cierto es que en casi el 90% de estos espacios, salas y circuitos teatrales, ha habido una oleada de montajes que va desde teatro infantil a teatro “digerible”. Hay para gustos y disgustos. Es una oferta que si no es comparable con la que ofrece Buenos Aires o Bogotá, es animada, con público -que entra costeando su boleto o con gratuidad- que, las plazas, están muchas veces tomadas por aficionados que nos sacuden la modorra y los insuflan con su espontaneidad, de vida ante el acoso de la inseguridad. Hay teatro variado, distinto, que atiende gustos segmentados, ortodoxos y abiertos. Quien lo niegue, está cayendo en parte de lo que personalmente acuño como el síndrome “Shakira”. Sobre esta singular forma de tildar un tintineo de lo que acontece, discurriré en la próxima entrega mi balance de lo que fue circulado, visto y analizado por quien suscribe como -el subjetivo / "objetivo"- punto de vista de quien asume esta apasionada praxis de ser espectador y sumariar, con uno que otro alcances, que en una muestra debe haber pluralidad, que no es simplemente la calle o la sala convencional lo que convoca y dinamiza la praxis del arte escénico sino que, es un todo más amplio, más complejo y que supone / implica una actitud menos agringolada para quien funge como “la crítica” y de aquellos que se dicen ser los “artistas del tercer milenio”.