sábado, 24 de octubre de 2009

MIRADAS, OPINIONES Y REFLEXIONES: BALANCE (II) IIAVE 2009

Han pasado cuatro días que bajo el telón de la VIII edición de la Muestra Internacional de Teatro y Títeres en las Comunidades de Caracas que organizó con éxito, el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo del Arte en Venezuela A.C. (IIAVE). Fueron diecisiete días donde las expresiones del teatro para niños en sus modalidades de teatro de calle, títeres, teatro infantil de sala (sea bien, realizado por grupos emergentes, consolidados, regionales o locales) o, propuestas escénicas resultados de talleres, producto de creación de agrupaciones nacionales e invitados internacionales coparon la atención de un público asentado en diversos espacios, comunidades y salas de teatro de la ciudad. En la calle o la plaza, con el apoyo de variados comités de cultura populares activados a su vez por promotores inscritos en juntas comunales preocupados por llevar solaz y entretenimiento de alto valor a lugares donde el teatro pocas veces se hace sentir hicieron un necesario click con los organizadores de este evento con el firme propósito de difundir / promover / llevar acciones culturales – artísticas donde rara vez la mano gubernamental de la cultura está. También la muestra fue amparada con decisión por el techo institucional de ámbitos académicos (UNEARTE), por los acuerdos de préstamos de espacios de infraestructuras de centros culturales como el CELARG o, sencillamente, por la alianza con grupos estables como Altosf, Teatro San Martín de Caracas por solo mencionar algunos. Un evento que si llegar a una década histórica de vida, se potencia lentamente en la atención de muchos. Es una muestra y no como festival, pero si duda, y por aun tener cierto perfil de inclusión que suma y no resta en miradas en torno al nivel profesional, amateur o emergente de los grupos y compañías que se exponen en su vitrina, ha sido capaz de armar una extensa grilla programática, que rebela para propios y extraños, una cantidad impresionante de propuestas, talleres, conversatorios sobre temas jurídicos teatrales a “desafíos del teatro para el s. XXI”, encuentros con la crítica especializada y otras acciones escénicas. En fin, cantidad impactante que no es menester cuantificar pero si colocar en justo horizonte ya que lo que fue buena parte del Municipio Libertador (parroquias) y zonas de Chacao, Sucre y Vargas, recibieron dosis de alegría a través del esfuerzo creador de histriones, grupos y talleristas. Una muestra plural, bien aceitada, con recursos –nada fáciles de conseguir pero obviamente necesarios para todos los aspectos técnicos, transporte, comidas, imagen, promoción, caches e imprevistos todo lo cual articulado con un team sensibilizado y a la vez joven, dieron fuerza, mucha potencia humana para que el casi ciento por cierto de lo planificado se diseminara en lugares donde otros encuentros, festivales y muestras no tienen su mirada puesta. Ciertamente, un logro que al sacar el balance de lo invertido y prorratearlo en el número de asistentes, las cuentas serán en obvio verde y no por lo económico sino por la cosecha de relaciones que debe generarse del arte puesto al servicio del pueblo. LAS MIRADAS Algo que inquietó a la directiva de IIAVE fue la necesaria lectura de reflexión / crítica que esta muestra debía conllevar para que todo no fuese sencillamente vitrina, labor socio cultural o acción formativa entre otros aspectos. La preocupación de Alberto Ravara estuvo manifiesta en tratar de armar un grupo de “veedores especializados” –léase, la opinión que genera la “crítica especializada”- que con su particular sino profesional, tenían el trabajo de asistir a no todo ya que era prácticamente imposible, pero si a un interesante volumen de lo que se había inscrito como programación. Buscó a que este grupo de “críticos teatrales” fuese amplio, dispuesto y con la tarea de repartirse en segmentos lo que se ofrecía desde lo local a lo de calle, de lo internacional en sala a los grupos de las regiones. Con todo y que la presencia de Carlos Rojas (Diario VEA), Joaquín Lugo (Diario El Nacional), Walter de Andrade (El Nuevo País) y este servidor, fungiesen como lectores a pie de cañón para establecer el necesario encuentro de diálogo reflexivo con los hacedores. Reto que hizo que a veces nos colapsásemos dado el dilatado volumen de espectáculos a ver, o de la estrechez de los espacios donde suscribir opinión y, a veces, por la no frecuencia del escrito en su tiempo justo o, por la falta de asistencia de los colectivos a los foros. En todo caso, reunir a un grupo de “críticos” con formaciones, experiencias y saberes disímiles bajo el cobijo de la muestra fue otro logro loable dado que dichas acciones están prácticamente no consideradas en eventos de similar naturaleza en el país. ¡Punto a favor de IIAVE! De lo visto, expondré de forma sucinta pareceres que en alguna medida permita asentar al memoria / observación crítica de lo que exhibieron. POR EL NORTE CON EL MAR DE LAS ANTILLAS Un trabajo exhibido por el Teatro Estable de Villa de Cura donde la mano experimentada del maestro Orlando Ascanio concretó en un lapso temporal y espacial como el valor del recuerdo y la memoria puede ser soporte para hablarle al tiempo presente de otros ejes históricos del país. Parecía expresar un reto sencillo en su forma escénica y un esfuerzo que a todas luces proponía desde la palabra, el gesto evocador, las inflexiones de las imágenes que acción lúdica, saltaban de la escena a la platea bajo el artilugio de los histriones. Teatro puntual, sin remaches, sin aspavientos. Texto que pudo ser más dilatado para construir la fábula de esos seres que como atrapados en lo íntimo de la familiaridad, discurren sendas cercanas / lejanas con su entorno y con el contexto de una nación que cambia de rostros sociales, culturales y políticos. Es la Venezuela que habló por la voz de esos personajes afiligranados en sus sentires, anhelos, sueños y hasta en las cosas que coartan las libertades del alma o la individualidad. Un montaje que mostró que el empaque estético / conceptual no era un peso sino una apuesta traducible tras el encomiable empeño de los actores y actrices que conformaron este sugestivo trabajo escénico. Ascanio supo sacar provecho de la formación teatral de su plantilla actoral para proyectar sin desperdicio, energía, poesía, ensueños, nostalgias sin que lo reflexivo se esfumase. El ritmo de la puesta fue coherente. Lo espacial cónsono a las acciones escénicas que los actores debían considerar. La iluminación propicia para suscribir atmósfera y lo musical como bordado tenue acentúa la modulación de intensión de la trama. Lo esencial: el desempeño actoral el cual fue justo en lo orgánico, comedido en lo expresivo y locuaz en lo lúdico de las interrelaciones. La labor compositiva dada por Larry castellanos, Juan de Jesús Legón, Luís Enrique Torres fue mucho más sintética en su interno y que con perspicacia lograron momentos de alta energía hacía la platea. Por su parte English Flores, Juan Luís Delgado y María José Quintana con ciertas oscilaciones entre ser el personaje y moldear su técnica como histriones a veces adentro a veces fuera de la imagen que debían compactar como esas figuras que requerían un mayor nivel de concentración a fin que voz, cuerpo, facialidad y matices permitiesen blindar la proyección sensible de sus papeles. Y, sin embargo, un trabajo atractivo, sugestivo y que habla bien de la labor de este colectivo. Ojala puedan seguirlo difundiendo en otros espacios. POR LOS PECES Y LOS PANES Provenientes de sur del continente (Argentina), el grupo Oncativo dirigido por Mario Arrieto propuso en la sala Altosf, un texto escrito a varias manos (Aracelli Gelleni, laura Gallo y Mario Arietto) donde el punto focal temático desde mi percepción es: ¡no olvidar! La memoria de la injusticia, el lacerante temor represivo de un momento y una situación social, el desbalance de quien tiene el poder y lo usa de forma inmisericorde contra el débil en fuerza física humana pero tenaz como hercúleo en su filosofía de vida y sentir hacia los otros, de la angustia que deriva del no saber que sucede con aquellos que prestan su vida para el cambio a sabiendas que en el camino, la guadaña del opresor puede cegar los trigos de la esperanza, en fin, el canto / declaración teatral para los que de alguna u otra forma desde tiempos pasados, en otros ámbitos geográficos, en disímiles circunstancias -pero iguales en el fondo cuando se trata de secuestro, tortura, humillación / degradación humana, y desaparición- convierte en mártires a quienes debían ser, sencillamente, agricultores de paz. Un trabajo sintético en la medida que forma y contenido nos sumergió en la historia de las hermanas Alice Domond y Leonie Duquete (monjas sin hábito) llegaron a un apartado pueblo argentino y allí emprendieron su tesonera labor de construir desde la miseria, la esperanza y desde el amor al prójimo la razón de elevarnos a la utopía necesario. Teatro coreográfico o Danza teatro como se le quiera etiquetar pero cuyo esencia era transferirnos una reflexión en imagen, sentir y sensación sin empacho de propaganda exagerada. Cuerpos que mutan en sus centros creando la fábula y la peripecia. Sombras, luces y espacio articulado con una banda sonora (original de Fernando Sánchez) minimalista, pulsante, apuntaladora que con la sensación de vértigo del accionar consistente, acoplado en espíritu y no obligado en lo externo físico del movimiento necesario, expresaba sin cortapisa, que los años setenta en Argentina pueden ser los años de esta década en Honduras o en Afganistán. Un trabajo que no pecó de preciosismo sino de ser tejido desde lo sensible para sacudir con el soporte visual de fotos de las víctimas de esos regimenes de facto, desaparecieron de la faz humana pero cuyo signo de lucha aun resuena. Las dos actrices / interpretes /Araceli Gelleni y Laura Gallo) desde la expresividad de sus cuerpos, con la irradiante pulsación de cada escena – imagen, tras el acompasado y a veces, fracturado tiempo de sus movimientos, hilaron un todo sobrio, contundente y eficaz. Teatro para la conciencia. Teatro necesario para no olvidar. ¡Bravo! POR HABERLO VISTO¿Qué valor tiene un poema, una canción cuando se funde en una acción orgánica para comunicar la lírica de la vida? ¿Cuáles son los acordes de nuestra partitura personal que entra en relación con el pentagrama de “volar por dentro”? ¿Por qué el guiño de una sensación se transmuta en emoción y un complicidad para no lisonjear los ánimos sino para dialogar con los conceptos de la soledad, la infancia o el amor? Pues sin querer ser o pretender rotar en una verborrea sin ton ni son, esas preguntas emergieron con saludable fervor al constatar que Altosf tiene cosas que expresar sobre la escena. Para muchos este grupo está comprometido con una búsqueda íntima casi ritual de la ceremonia del gesto y la palabra esencial. No es la gran trama del suceso; menos aún, de los fastos de lo cotidiano envestidos de drama, comedia o farsa, es más sutil, más etéreo, casi como el deleite de una mirada que se agrada o el bouquet de una copa de vino que se liba con la grata compañía de los amados. Teatro sin subterfugios, teatro con propósito de hablar de otras cosas. Teatro del paisaje interior. Trabajo íntimo que nos llamó a ser una especie de “vouyeristas” del anhelo, a ser cómplices de que el poema, la canción y el “pensar al otro” puede situar la parsimonia de un momentos “cómplice”. Gregorio Magdaleno sigue en la tierra creadora del maestro Juan Carlos De Petre con esa fragancia de estar allí y no en otro lar creador. Los compases, los ritmos de cada actor (Leticia Dávila, Jorge Montero, Jorge Salazar y del propio Magdaleno) tejieron la luz que algunos ven y otros desechan. Un trabajo sencillo en su eficacia y que estuvo en concordancia al valor de lo esencial. Altosf es un colectivo que dice sin gritar, sin mover las ramas del sauce sino que se asienta en saberse que son quienes son y desde esa dimensión, crear la potencia de la comunión necesaria para quienes aceptan sentarse a la mesa y brindar por la vida. LOS CUENTOS DEL DECAMERONNo había tenido la oportunidad de ver el loable trabajo formativo que desarrolla el maestro cubano Noel De La Cruz acá en esta Caracas donde parece que nada ocurre pero que si la pulsamos, expresa múltiples coordenadas en un afán de ser cosmopolita, dinámica, ajetreada, pujante y cambiante más allá de sus altibajos de seguridad, alocado frenesí de colas y citadinos que van y vienen de acá para allá inmersos en su cotidianidad laboral, personal e íntima. Ya son varios años que este teatrista trabaja calladamente con su colectivo Prometo en diversos ámbitos formando desde su perceptiva profesional a generaciones de actores y actrices que reciben el beneficio de su experiencia y saber. En el marco de esta muestra, confronté su labor: una versión de la inmortal pieza literaria del humanista italiano del s. XIV, Giovanni Bocaccio y una puesta en escena que causó agrado en buena lid a toda la platea. Pero también me permitió aproximarme -por vez primera- a su trabajo como formador, hombre de teatro y persona que hace vida en este país. Su personal esfuerzo de tomar una parte de esos cuentos picantes, eróticos como exultantes del mundo renacentista europeo del quintecento a veces voluptuoso en su antropocentrismo pero a veces tocado por la devastadora peste, se sumó en un compendio de deseos, placeres y sentir humano del hombre con la puerta abierta a la vida y renegando la hoz pertinaz de la vejez y la muerte. En forzado encierro ese humanista como lo fue Bocaccio supo poner el toque del placer hedonista y sensualidad picante tras esas microhistorias que, aun en pleno s. XXI son capaces de ruborizar a los pacatos de espíritu, cuya moral “cristiana” los tensa y estira como si estuviesen a la vista de una cámara para sacar a confesiones a los herejes de la carne. Una versión sin pretensiones de convertirse en más eficaz que la propia literatura de donde parte; y sin embargo, logra sintonizar ese goce de la juventud ante la sonrisa de la vida. Trabajo textual que no es el asunto de esta nota sino pretexto que permite radiografiar la labor formativa de La Cruz con una veta de buenos histriones y que enmarcados en un grato espectáculo despojado de las pesadas escenografías, con algún que otro hilo suelto en lo histriónico pero que ostentaba solvencia escénica hizo aplaudir a una sala casi a reventar. Trabajo pulcro que no escondió sus debilidades sino que las exhibió con claridad porque en ese “desde” y “en la escena” es donde la debilidad técnica compositiva tiene que asumir el oficio actoral cuando este se moldea bajo la fragua del público. Por ende, el trabajo de conjunto que se le vio con esta versión del Decamerón permite expresar que es maleable al sentido de recepción ortodoxo y más aun, que el calor de trabajo en la faceta de ensayos puede ser mejorable a pesar que lo visto ya tenía su lustre intrínseco. Actores y actrices que eran muchos como para emitirles unas discretas líneas. Todos en fogosa actitud y desenfado externo. Unos más comprometidos en hilar fino su tiempo interno, filigrana expresiva, ductilidad gestual, percepción espacial y capacidad de interrelación. Otros más propensos a saberse en grupo y no como intérpretes aislados que buscan refugio en su capacidad técnico artístico o en su agradable aspecto exterior. En resumidas cuentas, un espectáculo que aun con más fogueo, sabríamos intuir que lo amoldaran para el goce del “monstruo de mil cabezas” que el público. COCHICIENTA Batahola Grupo Cultural provenientes del estado Portuguesa bajo la producción general de Mayeli Delfín, dirección de Manuel Manzanilla y con el aceitado staff actoral conformado por Elizabeth Prato, Mayelli Delfin, Elvis Collado y Rubén Rodríguez consolidó un trabajo infantil sabroso, divertido, agudo y crepitante de energía capaz de hacer reír a grandes y chicos. Con Cochicienta la archi conocida trama de “La Cenicienta” queda hecha trasmutada en una historia que tiene toques ácidos, marcas de agua de amperaje cínico y con una mordacidad que a veces es más incisiva de lo que expone. Un trabajo para todo público más que una pieza para niños que armado con eficacia de sus recursos plásticos, escenográficos, de vestuario y musicalización, toma la versión clásica y la conforma en un todo donde el reto quedaba puesto a la orden de un grupo que debe saberse acoplado en articular desde lo coreográfico hasta el doblaje de canciones, desde la personal histriónico con el papel que le toca representar hasta la capacidad de proyectarse en sus compañeros de viaje escénico y tocar con gracia, simpatía y buen “feeling” la receptividad de todo aquel que los esté viendo. Batahola es consistente como colectivo ya que en otra oportunidad se les constató otra producción (“¡Hola, público!” del dramaturgo Levy Rossell Daal) la cual estuvo fuera de serie desde mi personal recepción. Ello indica que su tránsito creador y su búsquedas teatrales no se marcan por lo eventual espectacular sino por el derrotero que conforme: calidad, entrega, investigación y un giro a lo que ya parece ser hábito en otras agrupaciones de lo que se debe exhibir para los niños (as) venezolanos. Con Cochicienta la muestra que armó IIAVE en este casi moribundo Octubre ganó sonrisas, aplausos y ese sabor que un buen grupo puede distribuir a cada uno de los que fuimos parte de la experiencia de haberlos confrontado. Ojala que sigan así porque será uno de los colectivos que marcará su rúbrica en el teatro que se espera, el teatro que se aleja del acartonamiento de fábulas, sandeces mediáticas y que con clara sintonía al tiempo que se vive, insufla de buenas y positivas cosas para nuestra idiosincrasia teatral. PEDIDO DE MANO Cuando la calle o un espacio comunitario demanda de un grupo no solo capacidad de comunicar sino de entrar en sintonía con el hálito de quienes celebran el acto cuasi litúrgico que proporciona el teatro, entonces, aparece la comunión, la magia, la conexión, la empatía. Eso lo constaté al ver como el grupo Arlequín del estado Carabobo bajo la dirección de Maritza Mendoza y con adaptación efectuada por William Urdaneta para la pieza Pedido de mano del dramaturgo ruso Anton Chejov se convirtió en un sabroso momento que abrazo a los espectadores en un grato círculo a pesar que el quejumbroso clima parecía llorar y aguar la convocatoria. En una comunidad del populoso sector del 23 de Enero, esta versión llanerizada y con mucho de afrodescendiente, situó una historia que se hizo nuestra desde cualquier ángulo que se le mirase. Lo jocoso se hizo patente, la trama confiablemente cercana más allá de los tonos, giros lingüísticos y sentido de lo popular; gracia y soltura se emanó desde las composición actoral dada por Luís Suárez, Rina Reyes, Lisbeth Rojas, Richard Morales, Noelis Pérez y Luís Sequera quienes en conjunto y de forma separada, captaron a conformidad con lo espontáneo del goce del actuar. El público que los vio, agradeció de forma rápida sus dones de creadores porque en ellos hubo emoción, soltura, capacidad de resolver, entrega en los papeles y sobre todo, pasión. Una petición de mano que se quedo con el cuerpo del aplauso general.