lunes, 26 de octubre de 2009

MIRADAS, REFLEXIONES Y OPINIONES MUESTRA IIAVE 2009 (y III)

La VIII Muestra Internacional de Teatro y Títeres en las Comunidades de Caracas que organizó IIAVE (del 05 al 21 de Octubre de 2009) proyectó montajes y escenificaciones de toda índole. Como lo había mencionado en pasada entrega tanto en calle, plazas, salas como en espacios culturales institucionales la presencia de creadores y público efectuó el vital flujo de intercambio esta clase de vitrina teatral / formativa y reflexiva había determinado. En el tintero me quedaron algunos comentarios que deseo compartir con el lector. UN DÍA EN EL REINO DE BAMBINA. El pulso a lo que ofrecerle a los niños constituye siempre el reto a superar cuando se desea ofrecer no solo esparcimiento sino alguna conexión de pensamiento al niño receptor. Tema, trama, argumento, personajes, forma de articulamiento visual, lenguaje, elementos no verbales y percepción de síntesis en lo espacial son parte del tinglado que se debe considerar cuando se piesa ¿qué es lo que entiendo como niño espectador? ¿será este trabajo escénico pertinente a su horizonte de expectativa? ¿estará correctamente estructurado lo conceptual, artístico y estético como para no solo complacer a ese “niño” o “joven” que, acompañado de sus progenitores, se acercan a confrontar un espectáculo que, de repente sale de la nada porque sencillamente era una producción que irrumpió en la plaza o, la más de las veces, es seleccionado por el padre / madre, pariente que lleva al menor a pasar un ameno rato de esparcimiento con lo teatral? Una sutil situación de respuesta tiende a surgir en el fondo de algunos montajes y, por el contrario, se obvia en otros. Cuando el grupo teatral siente que un tema es propicio (sea bien un cuento, una pieza teatral con argumentos que pueden ir de lo ecológico a lo didáctico moral) se dibuja como posibilidad para discurrir el quehacer de ese colectivo, pues, ha se empieza a allanar cierta filosofía, cierto ideario, cierto tipo de estética y un manejo de conceptos que, quiérase o no, deben estar casados con la capacidad de los histriones a proyectar tras sus trabajos de composición de personajes y situaciones, ese hilo narrativo que vaya más allá de lo que eso que es la imaginación, tiene como centro nervioso a constituirse en imágenes o formas discursivas llenas de color, encanto, musicalidad, etcétera. Una propuesta que buscó tener un todo de lo anterior, lo representó la escenificación de Un día en el Reino de Bambina del dramaturgo / director Alberto Ravara y que contó con la perspicaz dirección de Nino Villazua. Este director con poca tránsito en lides de lo infantil pero que pudo confeccionar un trabajo teatral consistente, visualmente coherente, con la idea clara que lo lúdico tras el accionar de la plantilla actoral permitía fluidez de ritmo y con el entendido que sea bien en la sala o en la calle, el espectáculo podía pasar las exigencias de lo técnico con o sin los soportes requeridos para crear atmósferas lumínicas consolidadas o, que, la parte sonora, fuese apoyo y no efecto primordial. El texto de Ravara donde los ejes de “poder”, cierto situación maniquea entre opuestos ideológicos y la extrapolación en lo argumental / temático no fuese especie de deformada propaganda que podría generar -más para el adulto que para el niño (a)- un paralelismo rocambolesco, se daba como pieza que exigía al puestista estar alerta para no caer de forma eufemística en estas trampas. Ello hizo que lo visto fuese teatralmente plausible. Las actuaciones sin ser totalmente homogéneas dieron su fruto y conectaron con solvencia, la búsqueda de sintonizar al receptor. De la plantilla actoral doy aplauso en negro sobre blanco a María Elena Duque, Lilybell Trejo y Mailyn Maurena que estuvieron comprometidos, activos y desenvueltos. Los logros de Alejandro Maurena, Tomás González y Rommel Martínez y Dubrazca González con alguna que otra oscilación técnica, buscaron acoplarse pero exhibiendo ganas que es a lo que a final de cuentas, lo que importa. HIPÓTESIS DEL SUEÑO Teatro que habla del teatro. Reflexiones de ruptura como el creador puede, debe o considera generar la construcción de otro imaginario a fin de expresar “una emoción universal”. Constructo cuasi despojado del efectismo de lo escenográfico tridimensional, tal y como podría ser lo demandado por alguna premisa brokiana pero, con esencialmente demandando que hubiese una verdadera vida y no algo mortal, fatuo, inorgánico. Que la imaginación supliese las deficiencias de lo narrativo / discursivo. Que lo argumental / anecdótico de una versión fuese conector de un elemento significante y que conectase al espectador con lo propio pero con los hilos de un pasado “nacional” no patrio pero si latinoamericano. Que los fusilados dentro de una trama sean los cientos de sacrificados en pos de sus utopías y que, desde esa trinchera, lo ideológico del cambio lata como corazón abierto hacia las sociedades que aun están enquistadas en la no capacidad de evolucionar. Que lo escénico tenga verdad y sea una exploración con lo orgánico de la vida sobre las tablas es lo que en resumidas cuentas me dejó la experiencia visual, sensorial y reflexiva atrapada en el trabajo propuesto por el grupo Arte Estudio Producciones del hermano país mexicano que, bajo la triple acción de confeccionar una dramaturgia, pensar la resolución de puesta y ser histrión, convocó para nuestra recepción, el logro de Hipótesis del sueño. Este trabajo exigente estubo en manos del artista, Marcos Pérez y su fuente de inspiración la extrajo del cuento “El fusilado” del escrito azteca, José Vasconcelos. Un trabajo afiligranado dispuesto en dos tiempos: uno, la del creador formulándose inquietudes sobre lo que se gesta como imaginación en trama, empleo de la arquitectura del espectáculo e inquisiones sobre como debería ser la relación dual emisión – recpeción del supuesto público; el otro, la confección de la segunda trama que orbita sobre el “fusilado” que en su tránsito de la guerrilla ve como cae y es llevado a recibir la pena capital de la guerra. Un trabajo doble donde Pérez manejó con fuerza expresiva el doble elemento discursivo que demandaba claridad de separación de el actor ante su reto con el personaje y del personaje dentro de la historia. Por ende, tres niveles de significación / conexión para el receptor final que deberá decodificar a fondo no solo las historias sino la labor técnico artística de quien está sobre la escena final. Pérez recibió el caluroso aplauso de su tenaz trabajo y ello implica que, ciertamente, fue un artista con compromiso que emanó esa fuerza energética desde lo interno a lo externo sin trabas, conflictos y concomitancias que lo redujesen a lo ampuloso. ¡Un bravo para su trabajo! AMALIVACA En tiempos cuando los mitos de creación, el universo de lo etnico de las cultural originarias deben ser difundidas e ir llenando los vacíos de información que lo eurocentrista no ha implantado a través de cientos de años, en la capacidad de descubrirnos y reconocernos con historias propias y no de lo foráneo hispanoamericano y siendo honesto con ese titánico esfuerzo de no convertir la escena en un aula de clases, la labor de grupo de la Compañía Regional de Teatro con la escenificación de la pieza Amalivaca resultó un punto de grata inflexión en horarios destinados para adultos y contando que el público debía ser más joven para que lo potencial de la hisotoria del pueblo tamanaco estuviese ahí, a la mano de todos, pero que, sin embargo, el niño – joven espectador que todos llevamos por dentro, agradecemos dado factores de un buen empaque de espectáculo, estética centrada, actuación a rigor y con la ductilidad de emplear todos los recursos que se disponía para confeccionar un trabajo desde todo punto de vista, armónico, sólido y pertinente. La historia del sacerdote jesuita Felipe Salvatore Gilij, dirijida por el veterano Carlos Arroyo y que contó con la eficaz resolución interpretativa de Edilsa Montilla, capturó de entrada al quien se acercó a los espacios de la sala Altosf en Parque Central. No es cuestión de esta nota, entrar en los pormenores de la historia sino explicitar que el espectáculo era suficientemente compacto en todo nivel de lectura como para agradecerlo. La síntesis visual ayudó a que el empleo de atmósfera, lo ceremonial sonoro, la hilación con los ecos de un pasado que es presente aunque por muchos, desconocido y que demanda ser impulsado a todo público, la fuerza de una actriz que sabe de su potencial y sabe colocar cada matiz, inflexión, modulación, timbre y desenvolvimiento en lo espacial hizo que la lectura de este espectáculo fuese gratificante y que expone sin lugar a dudas, que la Cia. Regional de Portuguesa con poco, dice mucho. Un trabajo impecable para proponer que lo nuestro es capaz de situar con imaginación, orgullo creativo y definición de fortalezas y debilidades que lo teatral es frontera abierta para que ese sello de profesionalidad sea producto de exportación al mercado escénico latinoamericano e iberoamericano. Es forma taxativa de decir ¡hay buen teatro y he aquí una muestra loable! EL AMANTE Un elemento de rigor para mi percepción de ¿quién es quién en el teatro nacional?, es la labor de un teatrista como Francisco Díaz (Paco) quien se ha echado al hombro la labor de transitar con los avatares del oficio y quehacer, de la permanencia y de tratar de estar presentes en las marquesinas de la profesión teatral venezolana, el empaque creador de su colectivo Guarro Teatro. Tarea nada fácil; empeño pocas veces reconocido, trayectoria escasamente aquilatada, esfuerzos artísticos que más de las veces pasan bajo la mesa y, sin embargo, pulsan como el más avezado, las contingencias de que un trabajo escénico pueda o no, capturar al público, pueda o no, satisfacer eso que es el ojo / retina y atención de esa rara especie que constituye “la crítica especializada”. En resumidas cuentas, más allá de lo de ellos se suscriba no dice a ciencia cierta, de su labor “underground” que no busca los titulares en medios masivos ni las marquesinas brillantes de ciertos circuitos de difusión teatral en esta urbe agitada y bullente. Con su trabajo teatral El amante del dramaturgo Harold Pinter, el riesgo era una labor a construir pasando porque ya esta pieza y su autor son parte del tinglado de ser partes de lo clásico contemporáneo europeo del s. XX. Pinter colocó su percepción sobre el valor del amor, la infidelidad, las fuerzas del “equívoco pasional” en un tapete socio cultural temporal que, sacudió. Ahora, un texto de esta naturaleza en nuestra postmodernidad, podría ser hasta risible por tantas aguas turbias que las relaciones entre dos seres de este milenio afrontan. En todo caso, ese era un segmento del reto / riesgo de Díaz al escoger con anuencia de su grupo, esta pieza pinteriana. ¿Qué expresarle al público nacional desde la escena y la trama implícita en este drama? ¿Hay aun atisbos de conectarse con los incisos de la naturaleza de las uniones desgastadas donde palabras como amor, compañía, deseo, pasión, manipulación, paranoia existencial afectiva puede provocar excesos, riesgos y nuevos compromisos? No lo se. Quizás el espectador bifurcado en recepciones variadas y dentro de situaciones provocadoras más agitadas puedan dar no una sino cientos de respuestas a esta y otras cuestiones que no me alcanza a corsetear. Lo que si estoy seguro -y que va más allá de que si este espectáculo me sacudió, agradó, sugirió, proyecto o estremeció- es que Guarro se atrevió a tomar el pretexto textual y armar una propuesta que aun está abierta a correctivos de fondo y forma a fin que ese “ritual” de recepción / comunicación que dinamicen lo definitivo del montaje, marque su sello y coloque a este trabajo como un producto específico de un grupo que debemos seguir cada vez que se presenta en las salas y espacios de la ciudad. Yo, en lo personal, percibí que Paco y su elenco pueden optimizar y concretar más esas claves que Pinter coloca en su texto pero siendo infiel, siendo osado y no apegado a la acotación y/o didascálica, siendo atrevido en hurgar los escondrijos de la “moral” de este tiempo y que, sin ser un celopata de la emoción, proponga con tino efectivo ese amante que quizás todos arrastramos en lo cotidiano. LAS CRONICAS PALAHNIUK De España, la Muestra posibilitó que el colectivo Teatro Forte bajo la dirección del venezolano Vladimir Vera mostrase en la colofón de fiesta, el trabajo escénico en adaptación de textos del autor Chuck Palahnniuk. Un texto textual hermético pero en signos / simbolos sino en su capacidad armar sobre la estructura monologal, discursos osados, crepitantes de rupturas con las convenciones morales que atosigan al ser social urbano, que insufle de chispas incendiarias que inflamen lo establecido como norma de uso de entendidos que en un espectro como sexualidad a familia, de ?quién soy? y ¿qué se espera de mi? hasta los rastros que se deben andar sobre eso que es la identificación / imagen ante los otros para ser aceptado o no en el clan globalizado de lo colectivo planetario. ¡¡¡Uffff!!! Un texto que es más extra post contemporáneo que mi capacidad de decodificación; pero, que, a veces, me decia cosas, a veces, la flama se me apagaba porque el lado oscuro de mi conciencia y mi transito mundano bastante probable que sea más turbio aunque no sea ni escritor, ni dramaturgo, ni alguien que haga de la oralidad urbana, ese hilo que estremezca al otro en sus delimitadas fronteras de lo ético-moral o lo religioso-sensual. Valdimir Vera se atrevió a construir una experiencia visual y escénica que no llegó a ser lo más atrevido y agresivo que lo que ya, de antemano, parecía rondarle cuando se expandía el rumor del espectáculo de cierre que podría traer polémica. El andamiaje signico, la polisemia semiótica confeccionada quedo en superficie no ahondada. en una arenilla que tenía pequeños valles y una que otra rugosidad; empero, que este espectador que discurre un escrito para otros, esperaba – sin alcanzarlo- un sacudimiento más agresivo, más contundente que lo bizarro de un vestuario, un maquillaje, un desenfado histriónico que no insufló verdad, ni proyecto sorpresa para el lado oscuro de mi ser. Técnicamente hablando, la impostación bocal quedo dentro del límite del proscenio; la apoyatura tecnológica obstaculizó la hilvanación de una unidad visual que debía apoyar y no disminuir; las actuaciones debían ser más viscerales tomando la corpo expresividad como arma de ataque y de ahí lascerar como vómito o escupitajo verdades que son tabú aun en los oídos de familias y colectivos. Sumatoria de imágenes que quedo en lo superfluo y no ahondo el sentido “oscuro / perverso” de verdades que se acallan en el contexto de lo social aceptado. La excusa escénica por ende se convirtió en pretexto no sustanciado pero que aun en el peor de las recepciones tiene su algo y he ahí, que grupo, actores y la dirección podrían reflexionar para obtener un resurgir más ácido, más cáustico, más irreverente y, ¿por qué no?, un algo que provoque, que sorprenda y no aburra. Paso y gano, pero esperando que la próxima vez, a pesar de mis estrechos cotos de percepción, sienta que ellos son esos artistas que vi en un montaje que no cuajó, de un grupo de indagadores urbanos que posiblemente, tenían en sus manos las piedras para romper las cristalería impoluta de una sociedad que aun se niega a ver / oir que las historias de hermano que está en la marina, están en el aula de clases, en el vagón del metro, en la sala del cyber y hasta, en los claustros de los más sagrados recintos de nuestra abollada moralidad.