domingo, 23 de mayo de 2010

LOS NUEVE HUECOS DE JAVIER MORENO

La dramaturgia venezolana contemporánea – en especial, a la referida a expuesta desde los años noventa del s. XX a la fecha- ha ido dibujándose por una amplia gama de escritores y escritoras que, pocas veces podemos encontrar referenciados en una bibliografía especializada. De alguna u otra manera, son autores que, unos con aplomo y persistencia ya lograron su sitial en este universo de lo artístico cultural; otros, insuflados de buena audacia y perspicacia buscan en en día a día, viviendo las altas y las bajas de un hacer con grados de dificultad pero que aparecen o desaparecen pero cuyos nombres han calado y, por último, un grupo más o menos definido que trata de mantenerse en tiempo / espacio pero que el reconocimiento y los obstáculos (que van desde donde ensayar, a donde escenificar, de donde ser publicados a obtener ese mínima cuota de credibilidad en el sector) se han ido insertando aunque su acción creadora vivencia más bajas que altas bajo el supuesto que supone ser artista en tiempos nada fáciles. Todos por igual han delineado para quienes nos ha tocado conocerle, tratarles y seguirles verles exhalando mucha sensibilidad y hasta una aguda inteligencia en torno a sus ópticas sobre la vida social, del conjugación tácita de las ecuaciones que supone proponer / modificar - recibir / contraproponer para lo que es la dinámica dada entre creador y mundo cultural y si le es más de hálito mayor, que ello se proyecte hacia todos los ámbitos de la sociedad donde está inscrito y ¿por qué no?, hasta traspasar las fronteras en esto que se está denominado un mundo globalizado. No ha sido sencillo para los que se saben dramaturgos a tiempo completo un oficio que demanda de ellos una visón menos egoista y más auténtica sobre lo que debe suscribir como postura ideológica sobre lo que opera sobre la realidad social local o mundial. Las más de las veces, cualquier dramaturgo sea novel o consagrado ha tenido (o tiene) en su fuero interno la sensación de emprender un trabajo creador en linderos donde las ideas se tiene que verificar en una praxis inmediata. Algunas veces esa praxis está marcada por el trabajo con la dirección, la actuación, la producción y hasta con la docencia. Incluso, se sabe de un grueso de autores teatrales que han tenido que ejercer labores distintas al hecho teatral en sí. La sobrevivencia tiene que estar en equilibrio con los ideales y este, a su vez, con las posibles respuestas que buscan u urden para darle sentido a la vida. Unos y otros han gestado una rica veta de obras teatrales que se hace obligante leer, reconocer sus valores dramáticos, observar y reflexionar sobre sus ejes escriturales e incluso, seguirles cuando han tenido la buena estrella de ver sus textos convertidos en texto espectacular o, solo el más elemental de los casos, que les sean publicados. Uno de estos autores (que observo a tiempo completo desde muchas trincheras de ser "animal de teatro") aunque ya no tan juvenil, es un dramaturgo venezolano que se llama Javier Moreno (Caracas, 1960). Formado profesionalmente en las filas del Grupo Theja. Se ha ejercitado como director artístico de la Compañía Regional de Guayana, director invitado del Grupo Xiomara Moreno Producciones y puestista en distintas agrupaciones y compañías nacionales donde está bastante cerca de alcanzar la marca de una treintena de montajes. Ha asumido la docencia desde espacios como el Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” o, el desaparecido IUDET (ahora, UNEARTE). Si mal no me equivoco, hasta de productor; en fin, ese hombre de teatro del cual sabemos que no está en este mundo para alardear sino para aportar. Su producción dramatúrgica es interesantemente amplia (hasta donde he podido indagar, ostenta un total de veintiséis textos)cuyos títulos van desde: Sigfrido contra el Gigante a Muchinga; de Romano a Bella Perdida; de La Coromoto a Vacuno; de Onetti ´s Tale a No me platiques más; de Un monstruo con corazón hasta Calma Chicha. Ha apelado desde adaptaciones a versiones de cuentos, obras clásicas y novelas, ha escrito desde obras infantiles a dramas y comedias y aun experimenta con otras posibilidades. Es decir, un dramaturgo consistente, perseverante y que si bien no ha sido reconocido con un sonoro premio de alto relieve (salvo el Municipal de Dramaturgia otorgado por el Municipio Libertador en 2004) podría decirse -sin ofenderlo- que ha sido uno de esos autores dramáticos relegados por el apretado círculo de la élite teatral dominante. Se le ha obviado en muchos espacios grupales, se le ha simplificado casi hasta ni de mencionarlo o apenas sugerirlo en una que otra línea por la más actual de las historiografías teatrales del país (Azparren, Monasterios, Lía Barrios, Mannarino, Izaguirre, Chesney y otros) a pesar de buscado provocar con parte de sus obras, elementos sustanciales que puedan expresar esa capacidad de sintetizar un tiempo y ser de este país. Su obra no ha sido factor de interés para ser objeto de publicación con fuerza por editoriales públicas o privadas; menos aun, estudiada, analizada y contextualizada por la academia. Si bien ha sido publicado (de forma aleatoria en alguna que otra revista extranjera como la Asociación de Directores de España (ADE) con la pieza, La última cinta de vídeo de Roberto B (1985) o por la revista Conjunto de Cuba con el texto Anselmo y Gata (2005) ha estirado por plasmar en papel su impulso otros títulos como lo logrado con el lanzamiento hace algún tiempo del libro Tres Piezas Duras. El resto de su producción aún espera por el negro sobre blanco de la edición y la gran parte de estas, que se le efectúen la necesaria puesta en escena. Escritor teatral que calza bien en lo que enmarque como reflexión personal para la Revista Conjunto (Cuba, 2005) intitulado como: “Dramaturgia reconocida versus ¿dramaturgia represada?” donde refería que:”parece que la dramaturgia no consagrada, esa que califico de “represada”, estuvo en cierto tiempo llena de optimismo y aspiraciones, pero también escéptica frente a su propia capacidad de proyectarse y ser competitiva frente a la reconocida. Los autores más conspicuos de fines de los 80 y buena parte de los noventa parecen representar la voluntariosa intención por aprehender y contextualizar cambiantes esquemas de valores, mitos y creencias que, en una democracia “abierta”, les permiten comprender y a la vez definir eso que llamamos “realidad” individual o social”. Por tanto desde ese “optimismo a la decepción o viceversa” que Moreno ha ido construyendo su imaginario, sus formas discursivas, sus temas y personajes. Un periplo nada fácil, pero en esa no disposición por dejarse atrapar por una fecundidad vacua, sigue explorando, articulando, diseccionando y acometiendo con hilos dramáticos singulares, una teatralidad no exenta de riesgos, caídas, aciertos y visuales. He observado a Javier Moreno, como clara expresión de un grupo de autores que ha tratado de asumir con seriedad el entendido sobre su tiempo de aprehender el espacio socio cultural donde interacciona como creador y ejercer como dramaturgo con una producción textual que no de deben ser tomados como elementos de uso sino de cambio reflexivo en lo que entendemos la labor de generar aportes y experiencias en lo que es y ha sido esa generación necesaria la cual, estoy convencido que aun no ha sido comprendida plenamente. Javier Moreno por razones u otras, no está en el lugar que merece estar dentro de la observancia de productores, grupos, directores y entes institucionales culturales públicos como privados que rigen y ordenan tanto de los trabajos espectaculares como del cerrado cosmos de las casas editoriales. Un autor que, como otros tantos (entre los que más saga han tenido M.Purroy, E. Palencia, J. T. Angola, lo medianamente vistos, J. M. Vivas, R. García, M. Carmona, R. Hernández, J. Martins, R. Hidalgo López, etcétera) se captan en sus momentos, se les entiende por sus actos y hasta se les respetan / consideran si se saben enfocar como ser agentes medulares del nuevo tiempo. Sin embargo, estos (y los otros, cuyos nombres y apellidos se me quedan en el tintero) nadie los está asumiendo con coraje en el sentido de aprehenderlos con suma seriedad para su estudio y menos aun, que haya quien los trabaje en la escena para reafirmarlos en el vitalizante hecho de conferirles esa venezolaneidad teatral que hizo tránsito de una centuria a otra, en un país –el nuestro- que se adentra con firmeza a otro ciclo (quizás más duro, mucho menos optimista y, ciertamente cargado de cosas por decir- pero que se hace obligante seguir y comprender, leer y escenificar, analizar e hilar desde y con sus discursos (tanto el del terruño socio histórico y cultural que nos arropa a todos por igual hasta el dramático que busca definir en las voces del artista dramático) para dar una pincelada más exacta y precisa que el rápido brochazo jactancioso de lo que ¿somos? y necesariamente como seriamente buscamos tratar de ser en este país teatral. La rúbrica de estilo dramatúrgico de Moreno la asumo de sincrética en cuanto se alimenta de variados temas; porque ha asumido una cualidad ordenadora que no se detiene aun a repensarse. Una dramaturgia mutable pero no endeble que ha sido capaz de pulsar disímiles visuales del entendido de captar lo auténtico de nuestras realidades sociales y culturales en estos últimos veinticinco años. Tras su pluma de escritor (y sus pasos como director) se le observa con ganas de asumir su tiempo (el que le está tocando vivir como artista, ser y ciudadano) y no el ajeno o, en el peor de los casos, el que ha sido sellado y deificado por los demás. Tras cada trama, situación argumental y en particular, en el perfilamiento de sus personajes no se ha mostrado con aspavientos o tratando de mostrar bloques de realidad matizada. Su compromiso ha venido siendo texto tras texto un afanosa tarea de evitar simulaciones obligadas sino estar consciente que hay que ser un creador que esté acorde y en buena sintonía con el pulso nacional en eso que algunos tratan de masticar y devolver en múltiples discursos como lo socio político, lo socio cultural o lo socio gráfico existencial que va desde lo atomizado del individuo a lo expansivo grupal. Ese compromiso lo esculca a veces, con humor, a veces con ironía, a veces con lúdico sarcasmo pero percibo que nunca lo deja de asumir con esa ponderada inquietud de decir cosas sin que ello nos produzca que lo que vemos de sus obras lo consideremos como objeto textuales sin significación. Tras sus temas, argumentos y personajes se deja situado una tamizada modulación donde este escritor proyecta un mensaje sin la carga prejuiciada del sobresalto. Autor lleno de fe personal en su oficio y su percepción de los aspectos puntuales de la realidad o manejo de lo imaginativo. Ha estado por un años como intuitivo demiurgo separado de esos aparentes saberes que se dicen y aceptan como constantes pero, a un mismo tiempo, Moreno ha sido capaz de importarle no lo que los demás digan de si o de su obra sino de razonablemente, importante lo que en justa proporción se diga de su accionar como creador dramatúrgico ya que acepta los retos de saberse en un marcado no paralelismo con otras individualidades de nuestro movimiento teatral venezolano y marcar sin prejuicios, el suyo. Autor que no busca ser hermético ni críptico ni menos aun, apocalíptico en lo que se refiere a exponer los temas temas y las formas de dibujar personajes como las situaciones que los envuelven; los coloca contextualizada y que, dentro de ese universo adquieran su plenitud. Emplea un manejo de estructura dramática puntual y directa tanto en las cosas que debe edificar en la complejidad del constructor de sus piezas. En cada diálogo hay un escrupuloso zurcido que sumado al empleo de acotaciones y uso delimitado didascálico, no se ostenta ni lacónico extralimitado. Ha ido entendiendo que, desde el imaginario y apelando a la capacidad del lector y/o director para que asuma una lectura de texto y/o puesta en escena de sus obras se conforme la expresión esencial que eso es lo que desea proponer y no más; y si hubiese, una lectura supra textual / de puesta, pues eso es riesgo aparte de la función de quien la lea / asuma escenificarla pero que no conlleve a un desvirtuación de lo que este autor ha delineado. A veces algún que otro título pueda parecer retórico en su conformación y empleo de citas intelectuales pero ello hay que verse desde el entendido que Moreno desea decir cosas más corrosivas que circunstanciales. Sus personajes son sintomáticos de las variadas dimensiones del ser y sus mundos interiores que, en choque con fuerzas externas -sean estas en forma de relación de pareja, de creencia propias o sociales, los rituales cotidianos, sobre las dificultades existenciales o, el disgusto con las formas que esta realidad aparenta imponer- se convierten en arietes comprometedores para quien se sumerge en lo abisal de su cosmovisión de autor y creador. Desde el cierre de los años 80 a lo que fue el trazo de la década de los años noventa y ciertamente, lo que va de este tiempo del s XXI, Moreno ha estado marcado con su compás y su escuadra, con su retina y neuronas, una disímil forma de aprehender lo nuestro. Su estadía ha sido tranquila pero aguzada en cuanto a que cada lapso ofrece al teatro venezolano piezas con acento despojadas de ambigüedad donde su mirada trata de aportar más que el mero ejercicio de consideración de que se le perciba como un autor apremiado o que se exprese bajo las presiones de que debe hacer por hacer para ser imprescindible: He detallado su hacer como creador dramático sosegado, que tantea con paso asordinado, cada pulso que nuestra sociedad y tiempo de crisis comporta. ¡Claro, a su manera! Eso es lo que le hace ser firme y no errático. Ser y estar. No alardear y esponjarse para ganar méritos a fuerza de exponerse como mero pavo real de la moda escritural dramática. Como colofón a esta moldura sobre Moreno soplo tomaré líneas sueltas sobre su pensar (ver a mas profundidad su blog http://javiermorenoteatroydramaturgia.blogspot.com y, en específico, dentro de su escrito titulado Mirabile Dictu donde asienta ideas y comentarios en torno a su sino creador; nos dice, por ejemplo que: “Tengo un grupo de obras no tan convencionales, teatro breve, experimental, pruebas y ensayos sobre temas muy variados. De este saco extraje “Salmo Negro” y “La Golpista”, ambas originalmente fueron creadas a solicitud de un amigo en dos situaciones distintas pero iguales (…) Ninguno de esos espectáculos cuajó en su momento y me quedé con las correspondientes seis páginas de cada obra. Se las había ofrecido a varios actores, pero ninguno pisaba el peine… Ahora es un programa de teatro alternativo, casi de guerrilla, maravilloso de decir, maravilloso de escuchar. Ojo: Para los escépticos Tengo dos espectáculos unipersonales en la bolsa. An Oneti¨s tale y No me platiques más. Todo está en ponerse a trabajar (…)”. Como se lo hace denotar, Javier Moreno es sensato y de pie en tierra; sabe lo que tiene se ufana sino que ha aprendido a ser conciso y no espera sacar partido de las circunstancias y de las aceptaciones ajenas; ha ido entendiendo que su producción dramatúrgica debe ser -por ahora- como “alternativa”, “de guerrilla” y hasta capaz de saltarse la barda de la modestia y calificarla con humor de que tiene ese “maravilloso de decir” cuando un ensayo dramático que aun no tiene cuerpo de obra construida puede comprometer ese ejercicio de verla crecer con el apoyo de amigos. Así en la trinchera de lo sensible, el espera perspicaz donde el ensayo puede pulir una práctica que debe decantar y que, en su afinación diaria se puede reconocer / asumirse como un autor real de los noventa / y de este siglo. No es endilgarle un espaldarazo o llenarle de loas su proceder y actitud, es básicamente otorgarle como crítico teatral un sitio que se merece desde hace largos años. Moreno , sigue situando calladamente -en la tranqulidad de su blog- otros apuntes dramáticos como, por ejemplo, Paquete Quiropráctico para damas de avanzada …. Hay que leerlo como un distraído vouyer porque Moreno es selecto en eso de ofrecerle a la “crítica especializada” sus piezas o sus escritos. Es un tipo "tímido" en palabras del maestro y actor, Trino Rojas; pero también denso con los que hacemos esta práctica a veces un tanto talibana y obtusa, a veces medio galimática cuando es asunto de opinar, criticar o encasillar a los que verdaderamente crean en este país y que, por esa falsa inmodestia nos abrogamos con fuerza un poder que no detentamos al asumir roles de "críticos” y/o "cronistas. Siento que con todo, hay que hacer un acto de real empuje no de lo que un crítico debe hacer sino aproximarnos sin subterfugios al creador y dialogar con el, oírle, percibirlo en su justa dimensión y si hay el tiempo, pues estudiarlo, verlos sobre las tablas y seguirle en su carrera. En todo caso, si es claro que los aliados de Moreno son actores y algún que otro autor, realizador y productor. Eso dice que, en la desconfianza / confianza en unos y en otros, urde sus discursos pero no los esconde. Espera que tomen cuerpo, que se insuflen de vida, que se les de oportunidad de crecer en las tablas y generar otras vidas en lo que es el acto de la publicación impresa. Con el estreno de Nueve Huecos (drama cómico), una de mas recientes piezas hasta ahora inéditas en lo textual editorial, Moreno saltó con bríos a la palestra de la escena caraqueña en los espacios de la Sala Experimental del Celarg en breve temporada que arrancó el pasado 14 de mayo de 2010 hasta “bajar” el día 06 de junio, asumiéndose con la doble cara que se le observado en su tránsito profesional: el creador autor y el creador director. Bajo el paraguas institucional del grupo donde ha fungido como director artístico en los últimos años (Xiomara Moreno Producciones) expone una pieza inspirada –acotación del programa de mano- de una frase de la pieza El labrador de Bohemia del poeta humanista checo del s. XIV / XV, Johannes Von Tepl de cuyo escrito, Moreno tomó una frase que reza: “Cada hombre perfectamente creado posee nueve huecos por donde corren las inmundicias más repulsivas. Algo para inferir o transpolar desde la visión de cambio de un mundo medieval al universo de lo argumentativo donde un labrador es capaz de “contempla [r] al ser humano no tanto como a una criatura producto de lo divino, sino como a un personaje cercano a Dios, pues su propia capacidad de crear le dota de perfecciones que la Muerte debería respetar. No obstante, la extenuante disputa con la Muerte le llevará a ver también la falibilidad del ser humano, sus deficiencias espirituales y físicas y a asumir, finalmente, su derrota” según, Eva Parras Membrives. Apeló a un lo lúdico intelectual para hilar tras una pieza con señales de ese aquí y ahora de un hombre y una mujer atrapados en la red de armazón de nueve cuadros (que a modo de semi distanciamiento quedaron codificados bajo rótulos que dicen al espectador partes definidas de la trama a saber: “Ojo derecho”, “Genitales”, “La fosa nasal”, “El ojo de la cerradura”, “La fosa común”, “El oído”, “La boca”, “La oreja de Van Gogh” y “El culo del mundo”) cuya unidad de sentido será acciones en continuidad que aludiendo a los “orificios” naturales que tiene todo ser humano, se llenan de excrecencias de moral, puntos de vista, anulaciones, continencias, esputos mentales, violencias físicas y psicológicas en una situación de seres que se oponen, que parecen complementarse pero que al final como al principio, se rebelan como el mismo Moreno los expresa al hablar de su obra: [la gran] “depredación de la vida de un joven intelectual inmaduro por parte de una desplazada profesional, una arribista compulsiva. Las únicas armas que opone la víctima reflejan la torpeza y la impulsividad del acorralado, siempre apelando a un atávico sentido de la decencia, ante la falta de escrúpulos del sitiador.” Un hábil rompecabezas dramático donde lo mordaz y lo cruel es sinónimo de “neutralización” del uno al otro. No hay salida fácil en esta pieza, la “generosidad” queda aplastada; la hospitalidad forzada, suprimida por la “invasión domiciliaria” de un agente hostil (Dalia) que llega, seduce, se arrellana en un ambiente que no le pertenece y lo devora, para al final, escupirlo junto a las sobras que ha sido su victima (Raúl). Desde este ángulo tanto el lector / espectador le queda incomoda sensación que todo ha sido una declarada “trampa” cuya red mortal se armó en base a la falta de principios morales no solo de Dalia sino también, aceptada de Raúl. Una más urdida por una que por el otro. Pero aceptada en todo caso ya que la avidez (sexual, de apariencias o material) en ambos personajes. Son seres que asumen la faceta de ser depredador y depredado existenciales. Sus apetitos se expelen como olores y excrecencias del alma, la mente y el sexo a fin de extorsionarse el uno al otro sin medir consecuencias sino deseando que algo se revive de tal encuentro. La avidez material de Dalia por lo que posee lo que tiene el otro queda compensada por la necesidad de la apariencia y debilidad de Raúl. Valores como vida personal, bienes, hogar, convivencia, mundo interior, lo moral o las creencias de que es bueno o malo quedan demolidos, hechos tiras y he ahí que la dramaturgia de Moreno coloca su punzante hilo de autor a fin de desmontar algo más zahiriente sobre las relaciones entre seres de un mundo que no es difícil de imaginar en la vida real; ese mundo que cada día se nos expone más bizarro, cruel y amargo se puede oír en los vagones del metro, en las colas de pagar la comida o del banco o, que se oye en y tras las anécdotas de conocidos, por tanto, la realidad parece superar la ficción. El que lo tome un dramaturgo y le otorgue sentido de teatral pues es algo que dice de él, que lo cree a partir de algo que lo inspire, pues mucho más valedero y si lo crea sin que haya nada que le provoque, pues apuesta a generar más acercamientos a lo que habrá de decir a otros y desde este punto, el dramaturgo creador instala un foco poético a situaciones, eventos y temas que posiblemente nadie se haya atrevido antes. Esta pieza posee un atractivo ángulo dado su gancho de ser sugerente no solo por la urdimbre de su trama y tema que quedan bien trabajadas por parte el autor; pero desde el punto de vista de ser una propuesta de puesta en escena realizada por el, perdió eficacia. Un reto que no desmerece su experiencia como director sino que, siento que su pieza en manos de otro director hubiese tenido otra lectura, otra dimensión que le hubiese dado un acento de más eficacia para saber donde y que se debía dejar / cortar del texto, de como ensamblar un concepto menos impregnado del autor y haber puntualizado un pulso más incisivo con la respuesta de la plantilla actoral. La resolución de puesta en escena dejó un cierto grado de no cerrar del todo. Hubo algo que se diluyó dentro del constructor visual. Había niveles flacidez y perdida de eficacia de lo dramático con el pasar de cada escena que no concatenaba bien una parte con la otra. ¿Ritmo, atmósfera, tensión / distensión entre ese espacio íntimo, casi cercano al receptor? No sabría decirlo ya que presencie el montaje de estreno. En todo caso, lo del ritmo actoral y la atmósfera que debía ir in crecendo no alcanzó una tensión lo suficientemente afianzada. La colocación de los tramos escenográficos que actuaban como divisores espaciales y a la vez, debían provocar una hilación de paso con lo temporal de cada cuadro tendió a disolverse. Lo orgánico del conflicto por tanto no cuajó eficazmente. No es responsabilidad de quien lo diseño; quizás si, de cómo se debí articularse para provocar un efecto cambiante en la recepción del público. Sugerir movilidad no implica que la unidad de lugar como la de tiempo fuese eficaz sino que emana una lentitud de los resortes del conflicto. La luz ayudó a componer partes dentro de la estructura visual. Lo que fue la planta de movimientos quedó lerda en su búsqueda de asir tensiones y de nuevo, incidió a fragilizar el ritmo actoral. La escogencia de la plantilla actoral era asunto del director pero acá hay algo que decir, la respuesta de composición del personaje de Raúl por parte de Frank Silva quedó en lo superficial; no hubo marca de sentir / padecer lo que le sucedía. Los matices resultaron iguales a todo lo largo de su exposición de personaje, quiero decir con ello que observé que eran equivalentes entre una secuencia de situación y otra. Hay fraseo si, pero su modulación no resultó consistente. Tiene presencia y talento pero acá se sintió que no agarró ese mundo interno de su personaje. Sus expresiones gestuales y corporales se automimetizan con algo prefigurado, no se percibió cambios hacia el interno. Hubo voluntad de hacerlo bien pero desde la óptica del estreno y mi cercanía a él en la zona de representación afirmaría que no convencía globalmente. Por su parte, Mayte Parias más centrada, fue subiendo la cima de construir un personaje que parecía débil al inicio pero que se fue creciendo al pasar de cada cuadro. Hubo en ella, ese guiño de actriz consigo misma y con su personaje -tal y como le recuerdo expresar al maestro Enrique Porte-; sus acciones que tenían un sentido visceral, que se reforzaban en micro acciones en lo externo. Su voz no resultó ni atiplada ni forzada más bien la entono con modulación creíble: hubo en su trabajo con el personaje, giros y secuencias de cambio en lo que le era propio para irse adueñando de cada espacio y situación. De ahí en adelante, su perspicaz capacidad de armar cada tramo de su voraz como agresiva amoralidad devoradora fue contundente. En ella el personaje de Dalia quedó bien plasmado. Al contrastarlo con el logro de Silva, esta actriz demostró tener los asideros para lo que se tendría que ver como desarrollo, clímax y desenlace de la trama de su interpretación y, por ende, del personaje. En resumidas cuentas, la dirección debió reenfocar aun más con el trabajo de esta plantilla histriónica a fin que las cargas dramáticas dadas por el colectivo se estabilizase y superar las funciones que habrán de seguir en adelante (incluso, una post temporada). Con este espectáculo de Nueve huecos tanto el colectivo Xiomara Moreno Producciones como la labor dramatúrgica de Javier Moreno y el esfuerzo profesional de Mladen Horvat (música original), la ambientación escenográfica creada por Valentina Herz / Javier Moreno y el resto del team que acá se sumó, hacen que la escena nacional tenga otra cara que exprese que el teatro venezolano si tiene representantes que digan cosas. Tómese un tiempo y vaya al Celarg y vea con dos de sus orificios como el mundo tiene sus abyecciones.