El
grupo Rajatabla (creado en 1971, por el desaparecido Carlos Giménez) se celebra
dentro de su cuadragésimo primer año de vida artística haciendo patente que ni
los años, ni la perdida de su más connotado esteta, de brillantes artistas y
hasta de uno de sus más férreos directores grupal como lo fue Francisco Alfaro
(2011) han mellado sus ansiosas búsquedas
se seguir siendo hoy por hoy, uno de los grupos que, en términos poco ortodoxos
me atrevo definirlos en ser no la suma de un vente tú de creadores / artistas
aunados por una producción “x” o “y” sino que están rodilla en tierra más
claros que nunca evitando ser percibidos como una comunidad de creadores que se
hayan amarrados a la fachada de un nombre o una trayectoria.
Dos estrenos en dos salas en un mismo día
dicen de Rajatabla en su épica lucha por seguir demostrando al público que las
ideas, la creatividad y las ganas de seguir estableciendo una unión indisoluble
con la historia teatral del país es firme. Por un lado, en su propia sede
estrenaron el sábado 30 Señoritas en
concierto de la dramaturga sureña Cristina Escofet con versión y dirección
de José “Pepe” Domingo Bueno. Por otro, en el hermoso coso del Teatro
Municipal, asumieron bajo la puesta en escena del joven actor y director,
Rufino Dorta, la versión efectuada por el maestro Rodolfo Santana de la pieza
del dramaturgo y Premio Nobel de Literatura italiano, Darío Fo (1926) Muerte accidental de un anarquista.
En este espectáculo lo primero que exhibe es
que el texto mantiene vigencia y supo asumir una versión que no desfigura la
estructura de trama ni la penetrante sátira de lo político. Una obra que late
con firmeza, que sigue siendo profunda y pertinente para nuestro público a la
hora de lo que se debe llevar como reflexión al regresar a su hogar. En este
tiempo, la toma de consciencia de que es la verdad, cómo las circunstancias de
falsedad pueden ser tomadas para expurgar del cuerpo social cualquier síntoma
de subversión ideológica a fin de que prevalezcan una mentira fascista de una
clase opresora, es parábola nada oscura que desde el texto y la representación
adquiere potencia medular en estos tiempos que vive nuestra Latinoamérica y que
debe eviar el retorno del fascismo de derecha.
Con
un dispositivo escenográfico austero, con manejo de luces precisos para enfocar
cada escena, perspicaz delineamiento de la planta de movimientos y saber
demandar ritmo como desenfado a sus actores hace que Muerte accidental de un subversivo Latinoamericano cale en la
recepción con humor pero sin que ello sea algo externo; más bien con
asertivo acento distanciador para que la recepción este atenta de que
lo que allí se muestra no se vea como comedia sino como teatro político, que
sabe denunciar o, teatro de advertencia cuyo mensaje sitúa acentos de
advertencia a lo que es propio del continente.
El
desempeño actoral como un todo fue del todo satisfactorio, coherente y
compactado. Las actuaciones individuales más plausibles desde mi personal
recepción las otorgaron: Gerardo Luongo como El Loco, Ernesto Campos y Ángel
Pájaro (Comisarios Pérez y Herrera) quienes eficientes con la plástica
corporal, del manejo de voz y con desparpajo escénico. También fue gratificante
lo mostrado por Juan Carlos Becerra y Heriberto Garcés queienes dieron en buen
tono sus performances. La caracterización de Adriana Bustamante (La periodista)
fue fluida en el empleo de recursos técnicos y se permitió interaccionar atinadamente
sobre la escena. Noventa minutos de buen teatro. Un último reconocimiento se
extiende a William López como productor general.
Publicado en Ciudad Caracas
Lunes 02 de Julio de 2012