sábado, 17 de agosto de 2013

APACUANA Y CUARICUARIAM

Dentro de la ciudad de Caracas, uno de los grupos emergentes con actividad escénica que merece ser reseñada y aplaudida es Equipo de Teatro “Caímos al Proscenio”. Fundado a mediados en Mayo de 2009 por estudiantes convencidos de la “necesidad de hacer teatro” sustentado por valores como la “integridad teatral” y teniendo como bandera el tratar de contribuir con la comunidad y fortalecer la cultura venezolana. Han ido de paso lento pero desde nuestra percepción, seguros en su quehacer artístico. Bajo la dirección de Ybrahin Medina, han situado experiencias escénicas como la propuesta de corte histórico, Manuel Palacio Fajardo en el año 2009 o, la comedia basada en la pieza Gracias por los favores recibidos de Néstor Caballero (2009). Se suma a lo anterior, su trabajo escénico para época decembrina titulado: Pesebre Venezolano.
Ahora, en 2013, este incansable colectivo de jóvenes escenificaron la pieza del maestro dramaturgo, pintor y muralista, César Rengifo (1915 – 1980), Apacuana y Cuaricuriam (1975) donde se plasmó el drama de lucha de nuestros pueblos originarios contra la terrible presencia del conquistador español. Junto a Osceneba (1957) y Curayú o El Vencedor(1947), Rengifo armó “un friso histórico” como una revisión crítica sobre los conflictos que vivieron nuestros indígenas ante el Imperio opresor insular.

Tal y como lo afirmó el desaparecido Gilberto Pinto sobre los aportes que un hombre de arte debía tener y que supo recoger la vasta obra de César Rengifo, en Apacuana y Curiacuriam se haya “la necesidad de reflejar los valores históricos y sociales del país en el teatro venezolano, donde destaca el afán de interpretar la realidad social venezolana” en este caso, la que fue tasajeada por la violencia y la crueldad de aquellos bizarros españoles del s. XVI.

Caímos al Proscenio demostró con muy buena energía - dentro de las funciones que le fueron programadas a dos tiempos por el Circuito Teatral de Caracas en los Teatros Catia y este fin de semana, en el Teatro Principal- el recordatorio al público capitalino que la obra de Rengifo está allí no para servir de válvula de escape, exhibirse como montaje ideológico maniqueo o, peor de los casos, de ser trabajada como propuesta de evasión; ellos asumieron con respeto y sentido de pertinencia elevar un claro mensaje: el arte es ante todo, compromiso y cambio.

El trabajo de producción general de Alberto Marín, buscó ser cuidadosa y logrando maximizar los recursos plásticos tanto en la concreción del vestuario y la utilería. Por su parte, la dirección asumió un doble rol, versionar y puesta en escena de esta pieza de Rengifo. Ambas labores fueron asertivas y empeñosas en ofrecer un digno como equilibrado balance en lo que era teatral y respeto al texto. Hubo manejo equilibrado de la planta de movimientos a pesar del numeroso grupo de actores, apeló a crear justeza lumínica para crear atmósferas para cada unidad dramática y sentimos que permitió que la composición actoral fuese armónica creando ritmo interno, secuencias dramáticas acopladas y sobre todo, verdad en la capacidad individual de los actores y actrices en la conformación de sus trabajos creativos.

Tal y como el mismo Rengifo lo expresó una vez: “Cuando un artista latinoamericano te está haciendo una obra genuinamente enraizada con sus realidades nacionales , con las realidades revolucionarias de su país (..) y que expresa verdaderamente lo sueños, los anhelos, las angustias de su país, te está reflejando la gran revolución que se está manifestándose en América”. Hacer teatro es parte de esa revolución si y solo si, llega a satisfacer las necesidades artísticas del nuevo teatro, aunque éste no tenga cabida en las grandes salas. Sabemos que, con grupos con Caímos al Proscenio las búsquedas de un teatro para el pueblo podrán ser efectivas. Les haremos seguimiento a futuro para verificar que ellos sigan por esa senda.