lunes, 30 de septiembre de 2013

LA PIEL EN LLAMAS

Con la obra teatral La Piel en llamas (2005), el guionista y
dramaturgo catalán, Guillem Clua (1973) se muestra ante nosotros como
un agudo autor cuya producción dramática –desconocida- habla de una
visual corrosiva, actual o plena de sintonía con un mundo que se
cuestiona desde muchos ángulos. Algunas de sus textos teatrales han
edificado el renombre con el cual cuenta Clua en estos últimos años:
Invisibles; El sabor de la cenizas; La tierra prometida, Invasión o,
su exitosa comedia Smiley. Con apenas 41 años ha alcanzado ese
pináculo que representa a una generación dramatúrgica que desea
esculcar con sello propio la realidad humana en un mundo transversado
por antivalores dentro del paso del s XX al s. XXI.

Clua fue leído de forma magnética por Vladimir Vera (Caracas, 1978 y
cabeza del Grupo Teatro Forte) quien, sin remilgos, decidió jugarse el
todo por el todo y ofrecer al público esta contundente obra en cuya
trama se hila el la manipulación política junto a las formas
arbitrarias del poder en concordancia con la codicia humana
alimentadas de las necesidades de seres desvalidos. Un explosivo
coctel argumental nada fácil de receptar dentro de la oferta teatral
que se exhibe en este caluroso mes de septiembre.

He observado el trabajo como artista de la escena de Vera y le he
percibido como alguien está buscando retos, capaz de dialogar sin que
las opiniones le dobleguen o tuerzan sus perspectivas ya que con
respeto ha sabido distinguir que debe tomar y que debe dejar de lado.
Director persistente dentro del quehacer escénico de esta urbe ya que
nos ha expuesto sin ambages sus objetivos creadores sin dejarse
atrapar por los cantos de sirena del facilismo. Se ha destacado como
puestista que le agrada retar tanto el gusto como el aguante del
público con montajes que desarticulan a unos o halagan a otros tras el
proceso de recodificación de lo que significa el acercarse al hecho
del gozo estético (recordemos sus trabajos con Crónicas de Palahniuck;
Ensayo sobre la sumisión; Goya; Versus o Amén) o sencillamente,
manejar astutamente como ganar el aplauso del “monstruo de mil
cabezas” con espectáculos digestivos donde con destreza y sin
regodearse en la fórmula de “hacer chorizos” permite puestas potables
como La ratonera o Los taxistas también tienen su corazoncito.

Vera asume en este 2013 está asumiendo el flamante cargo de director
artístico de uno de los grupos más emblemáticos -del s. XX y parte del
actual- como lo ha sido la Fundación Rajatabla. Asumiendo La mujer en
llamas plantea una puesta donde se detalla la alternancia de dos
historias que siendo autónomas son interdependientes en el fondo
humano que la imbrica. El descarnado asunto de cuatro personajes
tocados por las fuerzas que maneja un poder mediático a las que son
víctimas de los procesos de descomposición de valores de quienes tiene
la posibilidad de cambiar una sociedad o un tiempo pero que
disfrazados humanitarios lobos depredan vidas solo para ajustar las
engranajes de lo político.

Con sencillez, el trabajo del espacio quedó delineado en dos tres
sectores cuyo centro queda anclado por una gran cama y un pantalla de
vídeo. Planta de movimientos sincronizada hace que casi de forma cuasi
coreográfica la descarnada trama que envuelve a una periodista y el
sufrimiento de una madre que debe dejarse someter a los desmanes de un
funcionario de la ONU coloca en el centro de atención moral a un
desgastado fotógrafo que se ha valido de una terrible gráfica de
guerra para que los hilos del interés político le manipule y sirva de
él como títere que descubre un mundo absurdo.

La composición histriónica del día del estreno dejaba entrever que aun
se requería algo más de tiempo para que los papeles mostrados por José
Domínguez
(que regresa como actor) se asiente con esa propiedad de
tener un terrible mundo de culpa/ ansiedad, astuta ambición y codicia.
El seguramente con el pasar de las funciones acoplará su personaje
porque tiene todo un bagaje técnico y experiencia como darle la
solidez a caracterización. Fedora Freites un tanto externa se le
percibió que hacía ingente esfuerzo en otorgarse piso al duro papel de
ser el personaje Hannah, -la niña de ocho años que resultase
fotografiada tras un bombardeo en una ciudad oriental- que, años
después dice ser la mujer sobrevivió a ese ataque y cuya imagen ha
sido simbolizada por el horror bélico; es una actriz con talante y
que, igualmente logrará darle más organicidad a su trabajo
compositivo. Las performances dadas por Tatiana Mabo como Ida se
expuso más firma en lo gestual corporal aunque debe densificar la
paleta emocional dado que ella muestra parte esencial de lo trágico de
esta obra; por último, Jean Franco de Marchi como el depredador
diplomático Brown logra con eficacia estar a tono de lo que el
personaje le demanda. Es un buen elenco, solo que, para lo que fue el
estreno de esta pieza aun quedaron elementos por cuajar ye Vera si es
vigilante, las puede homogeneizar para la coherencia estético
conceptual y artística de este trabajo.

La piel en llamas es una excelente provocación artística que el Grupo
Rajatabla otorga al público que debe verla y tener su propio criterio
de apreciación. Ojala que Vera sea el director que tanto requiere
Rajatabla y que William López como Presidente y productor de este
grupo le apoye en las buenas y en las malas.