lunes, 30 de septiembre de 2013

LA IMPORTANCIA DE SER FORMAL

Hacia el año 2010 irrumpe en el teatro caraqueño la Asociación Civil Amentia Teatro. Gente joven que veía que, a través de las artes escénicas se podía establecer un nexo entre su manera de concebir y lo que era la expectativa de un público que, por lo general, siempre tiende a ser cauto con respecto a lo que los emergentes colectivos ofrecen tras haberse aglutinado y comenzar a atraer a parte del segmento de las población que consume teatro en nuestra ciudad. Sus primeras producciones El cuervo (2100) basada en la cuentística del norteamericano Edgar Alan Poe permite que se les confronté en los espacios de la sala Luís Peraza; posteriormente, en ese mismo año, asumen -con más osadía- su inusual propuesta escénica El cadáver exquisito en el marco de un Festival Mundial de Arte Corporal.

Es así que, sin detenerse, hacia 2011 calan con énfasis gracias a su siguiente propuesta titulada Blablabla Discurso Tóxico basada en la obra El cepillo de dientes del dramaturgo chileno, Jorge Díaz en la cual el juego del absurdo situaba al espectador dentro de un estado de recepción que era provocador pero lo fundamental es que Amentia Teatro logra exhibirse en varias salas caraqueñas lo cual resulta conveniente para la fundamental de lo que se denominada la circulación efectiva del todo producto escénico así como para hacerse notar dentro de una cartelera donde sabemos es competitiva y más de las veces es algo inmune a buenos trabajos en especial cuando es lograda por colectivos que empiezan a generar su nicho profesional. Cabe destacar que tras el esfuerzo creador, estético, plástico, técnico y artístico la figura de una joven directora como lo ha sido René Guerra ha sido primordial ya que son pocas las féminas que de alguna u otra forma, asumen el reto de la conducción de un grupo y está atenta a formularse retos que propulsen hacia la órbita de interés de programadores de salas, medios de comunicación cultural teatral, la crítica especializada y sobre todo, del público.

Para este año 2013, Amentia Teatro retoma con aplomado coraje, el riesgo de escenificar la propuesta de la comedia La importancia de llamarse Ernesto (1895) piezas del escritor y dramaturgo victoriano inglés, Fingall O´Flahertie Wills Wilde –mejor conocido universalmente por Oscar Wilde (Dublín, 1856- París,1900) – la cual ha sido considerada como una de las críticas más punzantes entorno de los usos, formas y costumbres de la aristocracia de su tiempo; pieza llena de cinismo, zahiriente como mordaz que, mirándola bien, supo generar a los ojos de René Guerra y su trouppé artística la necesidad de retrabajada desde un parámetro donde una ecléctica mixtura de elementos formales clásicos hicieran urdimbre con elementos modernistas y tejer una contextualización al tiempo de hoy donde el acento siempre fuese la crítica nada solapada a la hipocresía del comportamiento que cierto segmento social desea aun seguir ostentando dichas maneras.

Por ende, la variación de la pieza no solo radicó en apelar a conjugar la crítica wildeana sino ver como entra de sopetón al mundo de valores de nuestra sociedad y para tal fin, la producción deja de lado su título original y se nos mostró como La importancia de ser formal. Si hacemos memoria, en los años que se estaba construyendo la República, apareció un libro que fue guía para que una clase social venezolana tratase de erigirse dentro de las formas y conductas del buen decir, del comportamiento y las maneras de cómo el individuo social tenía que regirse, me refiero al “Manual de Carreño” hoy diluido por el paso del tiempo pero que, de cuando en vez, las abuelas y algunos miembros de las clases pudientes nos hacen ecos del cómo uno debe ser formal para ser aceptado en sociedad. ¿Paradójico o ex profeso el asunto de fondo que se entreteje en La importancia de ser formal que nos plantea Amentia Teatro?

Este pretexto sirve para que con la aplicación sobre la puesta en escena no del texto clásico wildeano sea lo que el público fue a observar sino la determinación de romper estructura estables para la recepción del hecho espectacular. Dominó una línea de actuación que hizo énfasis en lo irónico y en la exacerbación de los aspectos mordaces en la actitud, la intención y el movimiento; se plantea un doble discurso donde la falta de escrúpulos de los personajes les impele a estar al servicio de sus mentiras pero siempre manteniendo la postura de la imagen. El equívoco del texto de Wilde lo aprovechó Guerra para armar una fluida dinámica en la planta de movimientos con sus actores y actrices y de emplear al máximo la integración de aspectos sintéticos en la ambientación y acentuar el concepto de vestuario (creado por Andreína Villavicencio) con el fin de enfatizar de que no se potencie ningún cliché estético de las buena maneras sino más escupirlas ante la mirada del espectador que –pienso yo se comportó de forma complacido y respetuoso en lo que fue estadía como espectador en el Teatro Principal donde se exhibió la semana pasada – pudo haber resentido algo más de dos horas de duración de este particular trabajo de Amentia Teatro.

Como cierre, este colectivo apeló a trabajar con una plantilla actoral que supo darle su talento y capacidad de aguante a este montaje. Desde mi particular óptica resalto el esfuerzo artístico dado por Pastor Oviedo, Alí Rondón, Mabe Hernández, Susana López, Reinaldo Lancaster, Lya Bonilla y Naia Urresti. Amentia Teatro está allí en nuestras tablas será uno de los grupos que dará que hablar a lo largo del tiempo.