miércoles, 9 de octubre de 2013

VISUALES ESCÉNICAS

La cartelera teatral de Caracas está activa y exhibe para lo que esta siendo el inicio del mes de Octubre un abanico de producciones que coloca al espectados en algo más que un aprieto a la hora de escoger que espectar. Desde teatro de autores nacionales como foráneos, de propuestas de arte a comedias evasivas, de teatro infantil de buen talante a divertimentos endebles propone que la misma es ecléctica y hasta a veces difícil de perfilar. Sin embargo, el espectador que ya tiene un criterio porque es consecuente semana tras semana a seleccionar la brizna buena del heno abundante, entiende que tiene la alta responsabilidad de hacerle sentir no solo con su presencia sino con sus aplausos el reto que cada grupo o institución se plantea escenificar o de programar. Con todo, siguen habiendo escépticos que siempre con talante negativo dicen que la crisis está allí, instalada y que lo que se ve es solo los síntomas de un quehacer debilitado. En fin, se respeta pero no se comparte. De lo visto la pasada semana, expondré dos sucintos comentarios entorno a espectáculos que merecen ser reseñados.

INOLVIDABLE

Con el sentido de homenajear y despedir a quien a la fecha ha sido uno de los actores más reconocidos del país, cuya trayectoria artística sobrepasó los setenta años de incansable labor en distintos ámbitos como por ejemplo la televisión y el mundo del teatro, se retribuye a Carlos Márquez lo que un país agradecido le debe otorgar a todo aquel que ha hecho patria. Con el unipersonal Inolvidable escrito por el dramaturgo, José Gabriel Núñez partiendo del libro autobiográfico Lo que me toco vivir suscrito por el propio actor donde Márquez cuenta una zaga personal e íntima que no solo radiografía sus inquietos inicios sino la transformación de un país desde la década de los años treinta hasta la época actual y donde quedan expuestos nombres, movimientos, cambios y transformaciones que vivió el teatro venezolano, se articuló junto a una sobria dirección del maestro Ibrahim Guerra cuya sagaz experiencia tuvo en cuanta el despojar el escenario de toda retórica de elementos escénicos a fin que fuese solo la presencia del histrión las que brillase y que tras su desempeño fuese capaz de contarnos, imbuirnos y sumergirnos de forma elegante en lo que siempre le ha caracterizado a Carlos Márquez: su fina soltura, su aplomado talante y ese animoso desenfado de un actor integro pero, sobre todo de exponerse como lo que le ha caracterizado desde que tengo memoria, el ser un caballero de las tablas. Gracias a la solvente producción de la Universidad Nacional de la Artes vimos en los espacios de su Sala de Conciertos a un Márquez capaz de convertir la escena en lugar para que el público de honor a quien honor merece.

Inolvidable supone que al creador, al cultor o al artista hay que darle reconocerle en vida todo lo que él nos ha dado a través de su pasión, su preparación y su amor por el arte; nosotros debemos instar a que el Estado le pueda considerar como patrimonio viviente a fin que las demás generaciones puedan seguir admirándole con orgullo de saberlo nuestro. A través de hombre y mujeres como Carlos Márquez, la dignidad del arte y la cultura se proyecta lo mejor de nuestro acervo al futuro.

MIRANDO AL TENDIDO

Un joven grupo llamado Catarca Producciones que ingresa dinámicamente a las tablas caraqueñas en el año 2011 bajo la mano del emergente director, Juan Vicente Pérez logró estrenar en el Coso de Cipreses (Teatro Nacional) una de las obras emblemáticas del gran dramaturgo venezolano, Rodolfo Santana (1944-2012). Pérez formado en la Escuela de Artes y con experiencia escénica adquirida tras haber participado en montajes con el Grupo Actoral 80, inició su calibración como puestista con la escenificación de la obra de Emilio Carballido, Rosa de dos aromas en 2012. Ahora, el reto asumido es con una de las piezas más hermosas y sugerentes del gran Rodolfo como lo que la eterna pugna entre el torero “El niño” (interpretado por el actor Gustavo Casal) y el poético bovino “Florentino” (cuyo papel fue enérgico y desenvuelto por el propio director como histrión). En el ruedo circular que se logró montar en el Teatro Nacional, la muerte y los anhelos, el absurdo y la crudeza del arte tauromáquico se hilan para armar un drama que complació al público asistente.

Un trabajo compacto, trabajado con firmeza y asumiendo que con el cuidado pertinente en elementos como la iluminación (Héctor Manrique), un concreto dispositivo escenográfico (Oscar Salomón) y sin ajustando con eficacia el vestuario (Joaquín Nández) como el recurso de la máscara del toro (a cargo de Milagros Rodríguez / Ana Kogen) una producción como Mirando al tendido logra capturar al público por la consistente validez de que las cosas bien hechas siempre serán bien recibidas por nuestro público. Ojala que en este mes aniversario de la ida de uno de los grandes de la dramaturgia como lo fue Rodolfo Santana permita que la proyección y exposición dentro del Circuito Teatral de Caracas permita que el colectivo Catarca se exponga sin remilgos. ¡Un aplauso para ellos!