jueves, 18 de agosto de 2016

EL DOLOR DE PUEBLO TRAS LA HISTORIA DE JENÍN

Para la escena teatral del bimestre, Julio Agosto, una apuesta escénica logró conmover al público de esta urbe que es Caracas. La atrevida y sensible producción “En el tronco de un olivo” expuesta por el Colectivo Cultural Amak y con aplomada perspicacia de lo poético dado por Jericó Montilla, conmovió a quienes lograron verla los días sábado 13 y domingo 14 en el Teatro Nacional.

Un trabajo hermoso, compacto en su enmarcado estético, con rigor en cuanto a la instrumentación de atmósferas y con impecable manejo técnico en el uso de los aportes de lo circense para amoldar lo expresivo coreográfico espacial y de articulación de las seis actrices en su búsqueda de proyectar con soltura y mucha fuerza compositiva, un todo que quiérase o no, supo llegar al alma y conciencia de los espectadores.

El asunto dramático toca la perspectiva de la mujer en suelo palestino. De ahí, se abre un sendero discursivo que hace punto de contacto con el ominoso signo de sojuzgamiento de ese pueblo. En su trasfondo, está la firmeza de ese pueblo que se resiste a quedar acallado. Son capas generacionales que claman por dignidad y justicia frente a la arrogancia usurpadora. Es canto hecho gesta y lucha que se funde en amarga poesía capaz de denunciar sin ofender pero si, con ese inmanente deseo por dejar constancia de años de oprobio y contumaz imposiciones.

Por espacio de casi sesenta minutos el espectador se ve sacudido por una impactante plasticidad escénica que conmueve y genera callado dolor. Propuesta transdisciplinaria idónea para des-velar los crímenes y la arbitrariedad. Un todo espectacular que se envistió de rasgos de recia agitación y que propone que, el espectador tome una cuota de responsabilidad humana y social frente a su acto de recepción. No es teatro poético para el deleite sino para potenciar un acento de denuncia de un pueblo así como de varias generaciones que solo han sabido estar en perenne lucha para revertir lo que, en apariencia, va más allá del cruel acto de sojuzgamiento de una nación harto poderosa contra un estado que evita ser invisibilizado. Es poesía contra la desolación; es el dibujo de un canto de esperanza que se levanta como puño y corazón en cuerpo / imagen de mujeres que sabe decir somos el alma de esta sociedad palestina que aspira libertad.

La sencillez de la conjugación del discurso poético con el trabajo espacial apelando a una técnica austera con cuerdas y aplicación de coloraturas lumínicas y acentos musicales hicieron un clic efectivo para armar un todo contundente, lleno de ritmo, pleno de verdad, sopesado en lo dilatación dramática del gesto y la proyección corpo expresiva del grupo desde la escena hacia la platea.

En el tronco de un olivo, logró ser sintetizada desde el escrito del escritor Isaías Cañizales que permitió urdir un texto sobre una joven palestina, Jenín, que se erigió como la portadora de la voz femenina de un pueblo sojuzgado. Desde este texto ricamente escenificado por el Colectivo Cultural Amuk y la solvente dirección de Montilla se constató un trabajo pleno de sentido y con una potencia de significado.

Ello caló sin esfuerzo y con propiedad en lo propio de cada situación y a lo largo del tiempo de la representación. Trabajo hermoso en su unidad general y pulcro es su andamiaje técnico pero sublime en cuanto se proyectó una imagen de coherencia histriónica acoplada, sin exageraciones, correcta en intención y sabia en la dosificación de cada parte.

La historia de la joven palestina Jenín, se hizo épica en esfuerzo artístico dado por el trabajo compacto dado por las actrices Marcela Lunar, Valentina Cabrera, Nani Serrano, Sara Azocar y Ximena Zapata. Todas en función de una idea. La idea en sintonía con un mensaje. El mensaje armado como acto de fe en que sabe exponer / denunciar. La denuncia es arte. Y ese arte conmovió por su impacto. ¡Bravo! Mi aplauso en negro sobre blanco.