sábado, 27 de octubre de 2007

LA ARQUITECTURA TEATRAL EN LA CASA QUE VENCE LAS SOMBRAS

La ciudad universitaria se edificó como uno de los proyectos arquitectónicos de mayor avanzada de la década de los 50´s. Ciertamente, las arriesgadas ideas de transformación que manejaban un destacado grupo de arquitectos y urba-nistas, encabezados por el recordado Carlos Raúl Villanueva (1900) desde inicios de los años cuarenta, buscaron redimensionar el perfil y sentido de la con-trastante fisonomía topográfica y visual que exhibía, para aquel entonces, nues-tra ciudad capital. Caracas, como la gran mayoría de las ciudades latinoamericanas, era una urbe contrastante, aún marcada por la singularidad y la atmósfera de un "pueblo gran-de" pero impregnada con el inquieto espíritu de una metrópoli cosmopolita. En sí, la transformación arquitectural que exigía una urbe tan singular como la nues-tra, requería, de entrada, un justo revaloramiento del espacio, el manejo de inédi- tas interpretaciones a lo que debería ser las nuevas relaciones ciudad - habitante y, básicamente, la conceptualización y materialidad de un orgánico sentido de lo propio en franco equilibrado con las líneas que imponía la modernidad. La década de los cincuenta impuso, por decirlo de algún modo, la denomina-ción "del segundo gran viraje" para lo que sería el asentamiento y aplicación de un lenguaje creador que no rompiese con el sentido de "identidad nacional". La irrupción de la modernidad no debía chocar, ni crear fricciones; el ambiente de modernidad promovido por "Villanueva, arquitecto de la Ciudad Universitaria de Caracas" no solo capitalizó la unión del arte con un concepto de arquitectura de avanzada sino que, además, permitió visualizar el cambio arquitectónico bajo un pretendido inquieto y, a la vez, optimista. Bajo este particular concepto arquitectónico que conjugó equilibrio, organici-dad e integración dentro del avanzado espíritu modernista, las edificaciones que conforman la unidad de la Ciudad Universitaria exponen rasgos y estilos muy propios. Resulta ambicioso hablar en profundidad de cada uno de los ámbitos y construcciones que la integran; no obstante, resulta harto interesante, bocetear lo que en lenguaje teatral se califica como los "espacios" para la representación, es decir, todos aquellos sitios que, intencionadamente o no, fueron concebidos y edificados para ubicar actos con fuertes vínculos al hecho escénico. Para nadie resulta desconocido que, el corazón arquitectural de la Ciudad Universitaria reposa en lo que se conoce como el Aula Magna. Inaugurada en 1953, fue considerada casi de inmediato, "como una de las mejores salas del mundo, (debido) a sus dimensiones, comodidad, diseño, acústica, visibilidad y contenido plástico que la identifica - sus veleros o nubes acústicas - (producto) del artista Alexander Calder.". Inicialmente, el Aula Magna fue concebida como un espacio dirigido a la realización de eventos muy disímiles: conferencias, proyecciones, realización de espectáculos de danza, teatro y música, así como de eventos propios del quehacer universitario como los solemnes actos de grado o de posesión de sus altas autoridades. El Aula Magna, es y ha sido el súmmun de la integración arquitectónica uce-vista. Se le puede visualizar como un extraordinario ambiente que suma elemen- tos externos e internos articulados como una sola gran pieza: fuentes y jardines que exponen lo exuberante tropical, una plaza interna ladeada de caminerias, y pequeños patios que, junto a sus rampas simétricas se contrastan, exquisitamente flanqueada por esculturas y muros cerámicos plenos de lo más granado del arte figurativo - expresionista, la exponen plena y vital. La memoria si bien es huidi-za, nos obliga a reinstalar la aventura y el vuelo creador del inefable Teatro Uni-vesitario que inició el tránsito teatral en estas maravillosas tablas bajo el fogoso Nicolás Curiel con sus audaces puestas de piezas de Bertold Brecht pasando por los realistas montajes de las obras santanianas o, sencillamente, constatar la fuer-za expresiva y definida estética de colectivos como El Chichón, La Trapatiesta o, el Teatro de Títeres Cantalicio. Junto al Aula Magna, se ubica fácilmente, un segundo ámbito: la Sala de Con-ciertos. De regulares dimensiones pero manteniendose en una escala más con-creta al espíritu de la síntesis integradora de arte y arquitectura, la Sala de Con-ciertos se nos verifica como un espacio más íntimo, más preciso para la idea cen-tral que la había concebido, es decir, un sitio propicio para las artes musicales y del canto. Allí y a la par de la imponente Aula Magna, teatro, música y activi-dades relativas al espectáculo, se han verificado en una atmósfera de comodidad y franca compenetración con dicho ámbito. Sin duda alguna, la vida cultural de la U.C.V. ha girado y girará en torno a este espléndido núcleo arquitectural. Si bien ambas construcciones encabezan un amplio espectro de ámbitos des-granados a lo largo y ancho del corpus topográfico y arquitectónico de la Ciudad Universidad, cada edificio de Facultad, integra espacios para la celebración par-ticular de eventos propios. En tal sentido, para ningún estudiante con vocación artística o, para un grupo teatral o musical invitado, los encantadores espacios delineados como auditorios (Farmacia, Ingeniería, Humanidades, Arquitectura, etcétera) se han convertido en ejes primarios y descentralizados para el quehacer y confrontación que requiere el joven ucevista. Incluso, la visión de Villanueva de equilibrar espacios, edificaciones y el universo humano que habitaría la Ciu-dad Universitaria, permitió que, lugares como la denominada "tierra de nadie", pudiesen ser transmutados - según las necesidades del momento - en un gran campus abierto y no convencional donde riesgo, creatividad y vuelo imaginativo se fusionasen bajo los ropajes del teatro de calle (recordemos las experiencias escénicas del grupo norteamericano Bread and Puppet en el año 77) o, de las in-faltables búsquedas experimentales o performánticas de los distintos colectivos artísticos que habitan en la universidad. Desde mi personal óptica, la Ciudad Universitaria y todo el tinglado que con-forma su personal identidad arquitectural, puede ser objeto de una perspicaz in-tervención escénica. Su disímil y, a la vez orgánico perfil de edificaciones, espa- cios cerrados y abiertos, de plazas y auditorios y, hasta sus estacionamientos, pueden convertirse o adaptarse tanto en íntimas como masivas escenas para la re-presentación del inmortal arte de Thespis o de la musa Terpsícore. El espíritu de la modernidad que edificó la materialidad arquitectural que hoy celebramos como la "casa que vence las sombras", aún respira en la pasión y deseo de cada artista ucevista cuando nos han propuesto o, nos propondrán con inusuales re-presentaciones de sus grupos y compañías, esa intangible pero cierta relación de lo material y lo inmaterial, de lo físico y lo espiritual, pero todo ello hermosa-mente circunscrito en el ambiente de la siempre querida Alma Matter. Publicado en: Periódico "Tú Papel" / Teatro Universitario de la U.C.V

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