lunes, 29 de octubre de 2007

¿QUE PASA CON EL TEATRO EN CARACAS?

Resulta sintomática la actual situación que expone el hacer escénico caraqueño. La comedia comercial anda por sus fueros. Por un momento, el menú para seleccionar que ver se ha estrechado en producciones netamente ligeras. Ciertas productoras independientes en alianza con algunos conocidos directores del medio teatral están dejando de lado cualquier resquicio de explorar dramas o comedias de reflexión para ajustarse a cierto filón digerible que le encanta a un espectador que sólo lo que desea es ver rostros conocidos –sean estos de la vario pinta farándula o del mundillo del modelaje- “actuando” de lo más despreocupados cuando enrededor la misma cartelera parece estar sofocada ante la ausencia de propuestas de mayor rigor tanto en lo propio de sus contenidos como en la capacidad creativa de los puestistas. ¿Dinero fácil a como de lugar? ¿Mantener el hacer escénico aunque sólo sea con teatro digestivo? ¿Dónde el riesgo cuando se decida asumir tal o cual propuesta teatral? ¿Dónde la inquietud de plantearse algo, algo distinto a lo que se entiende es sólo complacer la evasión del público consumidor? Ese mismo público parece comportarse de dos maneras: la primera, de estar algo desarmado por las escasas posibilidades de alternativas que hay en las marquesinas. Asume, que lo que está en oferta para su solaz en las salas más reconocidas le hace sentirse casi manipulado por el ostentoso aparataje mediático que va desde el título del montaje –casi siempre muy sugestivo- que con cierta recurrencia entra a las marquesinas y donde un cierto cartel artístico pesa más que lo que habrá de consumirse como discurso temático argumental. La otra situación es quizás un poco más descorazonadora debido a la presencia de grupos y “vente tu” con producciones menores que sinceramente compiten con costos de venta de boletos que dejan una incómoda sensación de fraude cuando ese espectador sale al concluir la función. Hay sinceramente una situación de cambio en la dinámica teatral de estos últimos meses. Los grupos consolidados, los dramaturgos con nombre y apellido, los directores y actores que pueden dinamizar el hacer teatral local están muy silenciosos. Sabemos que al hurgar los ¿Por qué? de tal situación pues empezarán a subir como espuma ya conocida: limitaciones presupuestarias, restricciones de los espacios, falta de interés del público por sus propuestas, poco o escaso apoyo financiero privado, etcétera, etcétera. Parece que este tiempo y los que vendrán será un lapso donde los productores independientes -que ven más al teatro como una cajita de apuesta comercial- ejercerán más control en esa ecuación de la oferta y la demanda. Incluso, algunos podrán argüir ante cualquier opinión experta, que será la única manera de salvar al teatro. Es cierto, ¡hay que evitar que la dinámica teatral no sucumba! Es de todos sabidos las trabas y dificultades que cualquier grupo o compañía teatral debe de sortear para llevar adelante un proyecto teatral a su feliz culminación. El estado con su posición de masificar se está poniendo cada día más cerrado y con más alcabalas en lo que a materia de subsidios se refiere. La política es que esta figura desaparezca y los grupos deban asumir y ofertar su actividad bajo el renglón de “productos y servicios de carácter social”. Un amigo director me decía en estos días: “¿Es que acaso nosotros no tenemos una labor social cuando trabajamos para crear esto que llamamos teatro? ¿Es que lo que hacemos no tiene valor?” ¡Vaya que si es de complicado el asunto! La alta presencia de un teatro comercial, ligero, masticable donde el oropel de la imagen se impone cala más y más. Eso es magnético para algunos intereses empresariales que son, ciertamente, selectivos en cuanto dinero dar a los productores que conocen y a quienes dejar de lado. Existen también factores como las salas que estipulan reglas de programación y de tiempo para tal o cual grupo. La insoslayable inseguridad de las calles nadie la puede negar y una creciente oleada de marginalidad en las aceras que bordean la entrada de ciertas instituciones culturales limita el acceso a ciertos teatros y asusta a cierto público. Súmese también que un productor asume el riesgo de invertir en un proyecto artístico con la premisa de que si no recibe subsidio estatal debe pensar y asumir con entereza que ese proyecto a escenificar deba ser redituable y, por ende, calcular con rigor ¿Cuál será el margen de ganancia una vez que concluya tal o cual temporada? La proliferación de montajes comerciales es un asunto que debe verse y analizarse con detenimiento porque es fácil para algunos etiquetar más que generar nichos donde cada cual se sienta que allí puede hacer un trabajo “creativo” con tranquilidad sin irrespetar a los demás, que aliente nuevas fuentes de empleo para artistas, diseñadores, realizadores y técnicos y que si ese es la veta a explotar ¿por qué tiene que producir para la quiebra? Siento que se debe activar una dinámica teatral que a todos beneficie. Creo que los extremos donde unos gritan acaloradamente que todo el teatro venezolano se hunde en lo comercial es una postura exagerada pero también creo que no hay que dejarle el terreno abierto a que pulule un teatro estatizado y masificado porque serán otros los que elevaran su voz al cielo. Debe de haber un espectro de actividad escénica plural y diversa que vaya desde el más frívolo teatro digestivo hasta el más osado teatro experimental. Que haya más teatro de arte y de calle. Que exista teatro de alta comedia y si ese es su fuerte, pues que se le estimule y anime. También se requiere de un teatro vivo donde conviva desde el clásico antiguo al contemporáneo. Debe haber teatro amateur y teatro estudiantil pero no mezclado en ámbitos (salas) donde la gente paga para consumir productos acabados y no “bodrios que espantan” porque de estas mezclas salen malos entendidos y el resultado, es directo: el teatro profesional pierde calidad y credibilidad., Pienso que hay que evitar que la dinámica teatral caraqueña y de las regiones languidezca como actividad cultural y recreativa. No creo que en una ciudad como Caracas con más de quince salas “comerciales” que van desde el Trasnocho hasta el Celarg, pasando del Teatro San Martín al Luís Peraza deban estar cerradas, exánimes de público o cartelizadas con productos escénicos de dudosa factura. Si los tiempos son malos creo que las instituciones, los grupos, los artistas y los productores deben reexaminar los vaivenes de la ecuación oferta / demanda y de las variables del gusto del público; se deben armar nuevas estrategias para que se oxigene el sector. Si el estado aprieta, pues hay que abrir válvulas de escape. Si la empresa privada tiene cosas que apoyar, pues hay que hacerle entender que hay otros productos que también valen la pena apoyar. Sobre la inseguridad, ya eso es otra cosa que parece irse de las manos pero intuyo que entre todos podemos generar algún mecanismo como el estudio de los horarios, el exigirle más apoyo a las instituciones que asumen su cuota parte de responsabilidad ante el público consumidor y demandar sin miedo, a que los municipios y el estado a través de sus cuerpos policiales contemplen esta situación en las noches y fines de semana cerca de los centros culturales. Haciendo un giro a lo anterior afirmo que el género de la comedia ligera está operando con tranquilidad en la gran marquesina de Caracas. Si usted está dispuesto a consumir sin regodeos este producto pues busque en su medio impreso favorito el espectáculo y los artistas de su agrado. Lo cierto es que la oferta (esta abierta para su escogencia.. en todo caso,) ¡Apoye al teatro y asista! Nota 01: Publicada en www.vayaalteatro / Nota02: Se le ha hecho un ligero cambio al cierre del escrito.

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