Pensar, analizar y reflexionar sobre una de las manifestaciones escénicas de mayor responsabilidad creativa, estética, artística y profesional es, sin duda, la referida al área del teatro para niños y adolescentes. En varias oportunidades he considerado el tema con reflexiones o inflexión de alcance sobre la realidad, vigencia y permanencia de esta especial manifestación teatral. Lo complejo del asunto estriba en las numerosas aristas que el hecho escénico orientado hacia el segmento “infanto juvenil” expone y que más de las veces es más propio de una ponencia que de un artículo de opinión. Sin embargo, sigo elevando preguntas aunque las respuestas no terminen de cuajar para crear un modelo de mejoramiento a las situaciones que uno, como crítico o persona sensibilizada al hecho escénico siente que deben ser respondidas por aquellos que hacen del oficio teatral tanto una posibilidad de arte, educación y formación. Persisto en inquirir cuestiones básicas como por ejemplo: ¿qué entiende -en estos años de la primera década del siglo XXI- o como “niño” o adolescente un dramaturgo cuando decide asumir la escritura de una historia o aborda un tema x o y de una pieza teatral? ¿Qué tiene en mente un director de un grupo dedicado a estos menesteres del teatro para niños / adolescentes radicado en una capital de estado o en un municipio apartado del país cuando decide escenificar un clásico de la dramaturgia nacional, un texto “versionado” o, sencillamente, asumir de forma imitativa ciertos elementos mediáticos de moda? ¿Piensan más este director en el efecto de la taquilla? ¿Sienten estos directores a que a través de tal o cual montaje con presencia o no de figuras profesionales del teatro infantil o, con presencia de notorios artistas de la televisión serán los que le dará notoriedad / aceptación en el juego de la oferta / demanda del producto artístico cultural actual? ¿Qué clase de valores de formación / gusto buscan fortalecer a ese espectador infantil o juvenil? ¿Cuáles son las inquietudes que deben, obligatoriamente satisfacer por parte de la dupla: autor, director para estar a tono con los valores morales de una sociedad en permanente cambio de paradigmas? ¿Se considera a fondo el universo de creencias, valores así como la cambiante psicología del niño / adolescente cuando se habla desde la escena de que unos elementos son reflejo dinámico de la cultura de un tiempo dado? ¿Se está dando una estandarización del patrón del “gusto nacional” el cual pareciese estar dominado por temas y contenidos que aparte de evadir sanamente complementan la formación espiritual e individual de ese segmento “infanto juvenil” por parte de un grupo profesional, regional o popular? ¿Existe una justa correspondencia del valor de uso y el valor de fondo entre la cuentística universal que alimenta decenas de montajes frente al avasallante empuje de los valores mediáticos provenientes del cine, la televisión, los juegos de vídeo, la Internet, el uso de celulares, la música urbana, los modismos del lenguaje, etcétera que hacen que un niño de once años ya no piense y reaccione como pensaba y reaccionaba un infante hace menos de una década? ¿Qué tipo de temas y contenidos seducen la atención de un joven adolescente en materia de teatro? y, en consecuencia, ¿qué entiende la gran mayoría de los creadores del sector cuando hablan de producir espectáculos dirigidos para un consumidor “púber” o adolescente? ¿Son estos grupos profesionales con nombre y apellido a lo largo y ancho de nuestra geografía auténticos vasos comunicantes entre la sociedad que cambia pero que asumen un tipo de creación personalista y sesgada en lo creativo insistiendo en que debe ser esto y no aquello lo que habrá de convertirse en “producto” de arte y espectáculo?
Las respuestas tentativas a estas preguntas ramifican otras interrogantes. Las interrogantes algunas de las veces se convierten en etiquetas no clasificables y, menos aún, en propuestas viables de satisfacer la ruptura de estatización que, por años congela a algunos creadores, grupos, compañías e instituciones públicas y privadas de esta Venezuela del año 2007. Incluso, me pregunto en voz alta: ¿qué pasa realmente con el sector cultural que hace del oficio teatral para niños y adolescentes y que trabaja a lo largo de cada temporada solo ofreciendo de forma solapada o directa sus obvios propósitos de hacer un cierto teatro que no parece evolucionar ni en su fondo ni en su contenido? ¿Por qué una institución como el Teatro Infantil para Niños (TIN) no se sacude de su congelamiento “económico” y termina de una vez por todas de convertirse en un auténtico ente con acción, vida, proyección e incidencia NACIONAL que acometa los asuntos más álgidos que son de su estricta órbita de responsabilidad? ¿Por qué solo su actual junta directiva así como su asamblea de miembros asociados está tan parcamente callada y no son capaces de dinamizar sencillas pero fructíferas jornadas de discusión / reflexión de las problemáticas del sector que supuestamente representan? ¿Por qué solo se limitan a movilizarse a la carrera cuando los presupuestos (léase, convenios de cooperación cultural (CCC) les insufla de ciertos recursos solo armar un frenético festival (FesTin) que, por lo general genera más resentimientos que satisfacciones al plural de los colectivos del país? ¿Todo debe depender del factor “económico” para poder sentarse con cierta periodicidad a conversar con el país teatral que trabaja el teatro para niños y adolescentes a analizar sus fortalezas y debilidades, a crear redes de fortalecimiento, a establecer una diálogo franco con las autoridades del Instituto de las Artes Escénicas y Musicales (IAEM) del Ministerio del Poder Popular para la Cultura? ¿No será que por ahí la actual directiva del TIN y sus miembros se está planteando quitarse la chamarra institucional de la “4ta república” y vestirse acomodaticiamente con valores y directrices de se más abierta a lineamientos políticos ideológicos de la “5ta república” asumiendo como la pomarrosa cambios de oportunidad y no de reales servicios creativos artístico a nuestra sociedad?... Como se puede ver, me asalta la certeza e inquietud de pensar que las cabezas más visibles del mundo teatral para niños (as) y adolescentes están solo ahí, para esperar el mismo oportunismo: ¡¿Cuánto hay pa´eso?! No se verifica en los últimos meses, que estos agentes culturales, que estos dirigentes artísticos que conforman este alicaído TIN y también algunos grupos no adscritos a este ente terminen de ser de una vez por todas actores pro activos a fin de ejecutar planes / proyectos y acciones de autogestión comunitaria en red entre ellos y para el sector –que son y será su universo de beneficiarios- tras eso que se entiende como comunidad socio cultural. Más preguntas que me atrevo a levantar: ¿Por qué no se busca allanar un gran Congreso Nacional de todas estas grupos e instituciones que trabajan para el sector teatral para niños y adolescentes donde se pueda tener un levantamiento real y consono al horizonte de expectativas que el medio cultural nacional demanda? ?Por qué el espectro de colectivos que se autocalifican como “grupos estables” no son capaces de construir una acción permanente para fomentar, promocionar, difundir, apoyar y estimular tanto a escritores, directores, diseñadores, realizadores, actores, técnicos, investigadores y críticos teatrales venezolanos con o sin ayuda gubernamental con el objeto de poner coto al síndrome de vernos el ombligo ante la incapacidad de ser más activos, de ser tozudamente obstinados en acciones medianoplacistas, de mantener el egoísmo de la vanidad del “aquí y ahora”, por aspirar efímeras cuotas de un poder (económico y/o político local, regional o nacional) que más de las veces se convierte en boomerang deformante a lo que es y debe ser la realidad “real” del teatro para niños y adolescentes en este, nuestro país cultural? Al ir hacia cada cierto tiempo a las regiones, al confrontar las disímiles voces de artistas y grupos, al sondear desde mi “visión” como espectador especializado lo que hace, planifica y concreta estos grupos en sus respectivos compromisos de montaje, de encuentros, muestras y festivales, veo que unos y otros no logran ponerse de acuerdo en las cosas esenciales del asunto. Mucho estira y encoje. Mucha envidia y reconcomio solapado. También mucho esfuerzo y poco apoyo. Mucho público que demanda más y mejor calidad. Tras de ello, una generación de niños, niñas y adolescentes que, al parecer no se les escucha aun cuando sean formados como futuros artistas o espectadores. Hay un diálogo de sordos entre grupos e instituciones de alta cultura estatal. Existe un puente caído entre la realidad de los hacedores del teatro para niños y adolescentes y lo que debe ser una sólida política en materia de fortalecimiento del sector. Hay mucho dinero pero es poco el que verdaderamente llega a quienes de una u otra forma, entregan lo mejor de si en lo que se asume como ciclo anual del hacer. Hay quienes tienen demasiado y poco saben como administrarlo y viceversa. Hay mucho talento pero que no se le deja oportunidad para expresarse y menos, de tener una palestra de continuidad, si la tienen. El teatro para niños se comporta como una de las frases de canción popular: “tiene amigos a montones”; a ello le incido con un toque de mordacidad: “que se comportan como “camaleones”. Cuando hay dinero: ¡muchos bailan al son que les toquen! Cuando no hay dinero, hay un desierto de voluntades. A pesar de todo, desde este espacio saludo el esfuerzo dado por algunos pocos que siguen bregando porque el teatro para niños y adolescentes sea cada vez más digno, cada vez más ajustado a comprometerse con sus comunidades, que busca saber darse la mano tanto en la amplitud como en la carestía. Doy un espaldarazo a quienes saben oír, pensar y avanzar. Se que hay un teatro dignificado y dignificante que no pide dadivas sino ha sabido devolver con creces dividendos al estado, a la comunidad y al país. Frutos que alimentan y fortalecen a quien sabe tomar con sabiduría sus calorías y sus nutrientes: ese teatro para niños y adolescentes que sabe hablar bien de si y tiene su nobleza en alto. Esta nota a pesar de estar escrita con algo de molestia, la dedicada a un grupo de hombres y mujeres que, con orgullo y dignidad, con paciencia y perseverancia, llevan la frase en boca: “¡A Dios rogando y con el mazo dando!” Un colectivo que se atreve a proseguir en la dura lid de hacer del teatro para niños y adolescentes de la región anzoatiguense generando una verdad tan alta como una luna en noche de verano. Me refiero, a la persistencia y logro del grupo Puerto Teatro quienes, contra viento y marea, lograron concretar la IX edición del Festival de Teatro Infantil “José G. Romero” realizada del 10 al 19 de Agosto en el Municipio Sotillo de Puerto La Cruz, con extensión hacia varios municipios y localidades de ese caluroso estado. Ellos (Nelly, Pablo, Carlos, Raquel, Mirella, Sol, Olys, Milagros, Margota, Alí, Tesa, Violeta, entre otros) en la dureza de una coyuntura y con exiguos recursos -un pequeño aporte del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y con ingresos de taquilla- sustanciaron un evento donde grupos (Arlequín, Arte y Teatro y La Máquina de Hacer Sueños de Bolivia, Teatro de Títeres Babalawos de Argentina, La Puerta, Laboratorio Teatral, Teatrilandia, Dharmateatro, Cía Experimental Teatro Ambulante de Cantaura, Batahola, Titiritarlos, Puertoteatro, Mister Mimo, Titiartes, Corpus Teatro y el Teatro Universitario de la U.D.O e individualidades invitadas, que trabajan y crean por un mejor teatro infantil saben y entienden que se puede ir más allá de la limitante económica. Un festival que ya se ha arraigado y que tiene un público que los alienta y les demanda ya que han sabido ganar su confianza así como el respeto de buena parte de los grupos e instituciones que hacen labor permanente por el teatro “infanto juvenil”. Son pocas las personas que articulan a este colectivo de Puertoteatro pero todos desde su directiva a los miembros de sus talleres juveniles han demostrado que tienen los pies bien puestos en tierra. Si PDVSA les falla, pues no decaen; si la lluvia es sinónimo de “tormenta” pues no se suspende la actividad sino que se re-planifica y se asume a como de lugar. Hay fallas, pero saben oír y eso les hará crecer cuando las vacas dejen de ser flacas. La calidez, el entusiasmo, la interacción humana, profesional y técnica estuvo presente en los espacios convencionales y de calle, en la comunidad y en el comedero. Hubo espíritu y camaradería. En fin… mi aplauso y mi felicitación porque ellos siguen aportando granos de arena al total del gran edificio cultural que este país espera ver. El teatro para niños, niñas y adolescentes aspira que acciones semejantes se den en cada uno de los estados año tras año con o sin la ayuda gubernamental. En la Venezuela donde todos cabemos, el teatro es poderosa herramienta para crecer y ser mejores. ¡De eso no me queda la menor duda!
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