¿Definición de crítica teatral - objetividad vs. Subjetividad?
La crítica no es ni objetiva ni subjetiva. Dos acepciones dadas por el DRAE señalan que: a) Es un “examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística (…) o, b) que es un conjunto de juicios públicos sobre una obra, un concierto, un espectáculo (…). Partiendo de ambos supuestos debo decir que la crítica se genera a partir de un parecer personal. Este parecer debe ser experto, preparado, instruído dentro del área sobre el cual se habrá de desempeñar. El parecer implica un gusto y ello hace que la “crítica” sea en primer término “subjetiva” porque la aproximación al objeto de arte, al objeto del placer que es el hecho creativo realizado y dado por otros, toca disímiles áreas de interés, gusto o placer interno de quien ejerce la función intelectual, es decir, el papel de receptor – decodificador.
Ahora bien, una vez superada esta instancia de encuentro preliminar con el objeto de arte, con su degustación y goce, se activa una parte racional. Desde ahí, el mundo de las ideas, los conceptos, los entendidos analíticos empiezan a reconstruir y reconstruir lo que el artista o el producto de arte no ha ofertado a primeras de cambio. Podría decirse incluso que, los prejuicios actúan en la interioridad de este segundo nivel. Prejuicios que tienen que ver con una particular forma ideológica de entender y asumir la realidad y ello puede estar impregnado por juicios de valor político, sociológico, cultural o económico.
La actividad crítica es un delicado equilibrio entre la subjetividad personal de quien ejerce la acción de ver – entender y la tarea de decodificar y recodificar. La remodificación, es decir la lectura final que el crítico emite conlleva ambos elementos. Pero se hace obligante que el juicio crítico esté lo más deslastrado de subjetividades. Se hace imperante que un valor personal sea envestido con rigurosas sustentaciones, con un tramado de ideas donde se exponga de forma estructurada el valor que tiene tal o cual actividad, obra, evento realizado por otro a fin de que el retorno de un análisis comprometa una efectiva correlación de aproximación al objeto de arte lo más aséptica posible.
Esta postura aséptica debe exponer por tanto la cuidadosa separación de lo que es el gusto del crítico. El arte es plural y no efectuado para satisfacer un culto a la egolatría del universo personal del crítico. Se impone pues una crítica “objetiva” sobre una crítica “subjetiva”. Para acometer tal tarea hay maneras, formas e métodos. Se pueden aplicar un instrumental teórico conceptual y accionar mecanismos de análisis que intenten objetivar el análisis o juicio crítico. Si de cuando en vez se asoma un toque subjetivo, pues, que quede justificado, razonado, explicitado para ilustrar al receptor final del producto de ese análisis y, especialmente, al creador. No pido que se execre la subjetividad ya que también el crítico es un lector / espectador del producto de arte. El placer de la degustación de ese producto - quiérase o no – estará en el tramado del hecho analítico final del crítico; solo que hay que sopesar muy bien que ello no sea a la final la razón última del ejercicio de la crítica: satisfacer el “vanidoso” gusto de un receptor, es este caso, la del crítico.
¿Cual es o debe ser la función de la crítica teatral?
Desde mi particular visión, la función del crítico ya no es una sino varias. Una función es la de informar pero sin rayar en el territorio del periodista cultural especializado. Esta función informativa supone generar una plataforma de elementos que superen las clásicas preguntas ¿qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? o ¿Para qué? Estas cuestiones deben estar dadas en el contexto del análisis pero sin ser el meollo del asunto analítico. Sirven para contextualizar a un lector sobre un asunto particular relativo a un grupo y/o montaje. Más, sin embargo este contexto implica extender la base de información al lector sobre los aspectos históricos o culturales, de la situación socio política, etcétera que redunde en situar el hecho de análisis sea bien de un montaje, un grupo, una pieza dramática o de un movimiento artístico.
La función informativa es una parte básica más no la que prima en la acción reflexiva del crítico. Otra función del crítico es la de orientar al lector / espectador sobre un determinado proceso artístico o sobre tal o cual circunstancia creativa. Esta función le permite al lector / espectador a poder diferenciar esto de aquello; a valorar un aspecto sobre otro, a posibilitar que su aproximación sea más aguda, más a fondo, es decir, que la función de orientación que le puede proporcionar el crítico al potencial lector de sus escritos descansa en el hecho de que le debe proponer un sistema autónomo de decodificación con el cual ese “público” o “lector” pueda en un segundo acercamiento comprender y aprehender otros ángulos, otras circunstancias del hecho artístico exhibido por un creador sea este un actor o un dramaturgo.
También creo que el crítico debe asumir una función de reconocer y recontextualizar los movimientos artísticos de su tiempo. Para ello no debe contentarse con ser un receptor pasivo del hecho creador. Debe asumir la responsabilidad de co-creación junto al artista. Esta función es compleja y difícil de asumir dadas las añejas y ortodoxas maneras como se ha manejado el universo de la creación y el sistema solar de la crítica. Cada parte de este todo pretende de manera aislada generar su actividad y ello encripta y enmohece las relaciones de oxigenación que debe estar abiertas para un proceso abierto y dinámico donde cada parte aporte su grano de arena al desciframiento / comprensión de lo que asumimos como realidad.
Jamás el crítico debe abrogarse una función censora o castradora del hecho creador. La función del crítico debe acompañar al creador y al artista en su periplo pero sin pernearse, es decir, dejarse atrapar por la subjetividad y justificación que enarbola el creador / artista en su función de hablarnos de su comprensión / entendimiento de la “realidad”. El crítico puede acompañar en buena parte del trecho creador al artista; ser una pieza precisa que sin ser parte total pueda, posteriormente, generar un corques reflexivo y analítico que consolide y promueva la acción final del arte, sea bien en su proceso comunicativo o de interpretación, sea cuestionamiento o de profunda crítica a tal o cual situación del hecho social y humano.
El crítico desde mi óptica no está para validar gustos o estéticas sino para ver como estas calzan en el tramado del subconsciente colectivo y desde ahí ver las profundas relaciones que dinamizan al individuo y su sociedad; más aún, si ella está en proceso de cambio.
El crítico puede y debe bajarse del marmóreo pedestal de la complacencia y del halago gratuito. Su función no está dirigida a sostener cuotas de poder ni generar cuotas de poder para sí. Su función es de compromiso y ello implica estar al lado y junto al creador.
¿Qué define a un crítico de teatro?
Esa pregunta creo que está dirigida más al artista o al creador que al crítico Ellos esperan que el crítico asuma ciertas funciones. Todos discrepan en el sentido final de esa función. Para unos, la crítica al parecer solo sirve para ensalzarlos con notas insufladas de loas y alabanzas a fin de que puedan engrosar sus futuros dossier; para otros el crítico es un mediador que si se sabe manipular puede ayudarles a que un artista o grupo pueda acceda al sistema de los reconocimientos. Más sin embargo existen, artistas y colectivos que esperan del crítico una figura que se comprometa junto a ellos al hacer arte de forma co-responsable bajo el entendido de que ambos se deben, finalmente, a un público.
¿Qué define al crítico?
Pues su capacidad de ser responsable, de ser mediador, de ser intérprete fiel de su época, de ser agente dinámico del hacer y no simple y pasivo “vouyerista” del hecho transformador del arte. Implica una claridad de sus alcances y sus limitaciones. No debe autodefinirse como un artista frustrado ni cosa que se le parezca. Su definición está completa cuando es parte actuante del proceso creador donde está inserto. He allí una particular postura que debe saber asumir. Si su función es académica, pues que actúe en consonancia a esa exigencia. Si es investigador que acometa el rol que debe y cree tener. Si es intérprete de un quehacer y una “realidad” artística dada, pues que se prepare para asumirla sin miedos ni falsas posturas.
¿El crítico debe estar fuera o dentro del hecho teatral - Sólo espectador o partícipe directo del hecho teatral?
El crítico debe ser una figura que se amolde a las exigencias de los tiempos culturales y sociales que le toca vivir. Puede estar o no dentro del hecho teatral más, sin embargo, debe tener conciencia ética de su proceder. Si es artista creador y está ligado a un colectivo o institución “x” o “y” debe acometer una tarea harto delicada: fungir como agente reflexivo y atemperador del proceso de creación donde está inserto. Pero si a la vez se comporta como individuo que se da el lujo de opinar y generar un corques reflexivo a otros, quizás su función pueda estar impregnada por subjetivismos muy difíciles de manejar. Ser arte y parte es un dilema difícil de dirimir. Más cuando es crítico en ciernes. Pueda que peque de soberbio con los demás y autocomplaciente con el proceso donde se haya inmerso. O, viceversa.
Difícil es la cuestión. Se han sabido de artistas que asumieron el hecho de la crítica ante la ausencia de reflexiones o miradas críticas a su trabajo como creador. También se han dado caso a la inversa: críticos que han abandonado su trinchera de “expectación” y se han sumergido en las líneas de la creación dejando de lado para su personal currículo vitae, esa experiencia de la lid crítica. Se de contados casos donde el crítico funge de organizador mediador de acciones artísticas donde solo actúa como agente difusor, como elemento dinamizador de un quehacer dado –léase, un festival de teatro- y a través de su óptica y su bien entendida función acomete tareas de reforzar, difundir y animar lo propio teatral.
El crítico en este tiempo desde mi parecer puede estar en ambos territorios pero con cuidadoso celo de sus límites. El fácil encharcar el cristal del otro y halagar el brillo del suyo. La tarea a resolver del crítico que juega como espectador y trata de ser agente creador es algo que debe saber dilucidar cada quien. Ah, claro está!!!. También tiene que considerar como le habrán de ver tanto sus colegas como el resto de la comunidad artística donde él se ha insertado. De cómo asuma ambos roles dependerá su credibilidad, respeto y aceptación.
La crítica en Venezuela antecedentes- un poco de historia- y situación actual.
Efectuar algún antecedente en como hurgar un avispero. Hay muchos datos conexos e inconexos sobre este tema y tal empeño sería objeto de algo más que una respuesta: una investigación. Lo que a mi me podría interesar en colocar sobre el tapete es lo que percibido como actividad de la crítica de los últimos veinte años.
La misma fue definida en su primera parte por la presencia de la Asociación de Críticos de Venezuela (CRITVEN) a la cual ingrese apenas asumía la actividad. Para aquel entonces, sin mal no recuerdo era finales de la década de los ochenta CRITVEN aglutinaba tanto a periodistas culturales abocados a comentar el hecho escénico teatral pero también que cubrían otros aspectos de la vida artística y de la farándula así como sumaba a aquellos que asumían la crítica pura o de corte académico y críticos de danza.
La actividad de la asociación no tuvo mayor realce en el lapso que me tocó estar. Ya para aquel momento habían efectuado algunas acciones como una par de Congresos y eventos de reflexión sobre el papel de la crítica y eso. Apenas se disponía como meta fundamental entregar el Premio de la Crítica y mantener unido al gremio, el cual era numeroso a pesar de ser tan dispar el seno de sus miembros. Había desde actitudes de corte crítico menor como de comentarios de relleno en revistas dedicadas al quehacer de la farándula como incisivos analistas del acontecer escénico nacional. Nombres como Edgardo Greco, Rubén Monasterios, Sonia Murillo, Leonardo Azparren, Carlos Paolillo, Edgar Antonio Moreno Uribe, Eduardo Robles Piquer (RAS), José Antonio Rial, Helena Sassone, Pablo García Gámez entre otros que ya no recuerdo. Éramos muchos más o menos quince en su totalidad pero que tenìamos palestra y quiérase o no, exponían con sus alcances y sus debilidades que había un movimiento de críticos en el país.
Todos con espacios en medios impresos tan disímiles como El Nacional o Farándula pero donde podíamos expresar nuestro parecer. Más allá de las consideraciones de que si fue fuerte o débil, la actividad crítica, se manifestaba a través de un número bastante significativo de individualidades. La actividad teatral era a la par dinámica y con muchas facetas para poder sacar buenos dividendos de reflexión, análisis y comentarios. Quienes la asumíamos estábamos conscientes de ello
Pero también fue el momento más crítico de la crítica ya que para aquel momento el dramaturgo y crítico teatral José Antonio Rial presidía CRTIVEN y se debía entregar el Premio correspondiente a un año en particular. Circunstancias como el hecho de que el Grupo Rajatabla bajo la dirección de Carlos Giménez decidiese escenificar una de sus pieza titulada “Cipango” traería como gran problema que CRITVEN se fracturase y entrase en largo coma del cual jamás de recuperaría. Es decir, el hecho de que uno de los críticos de la directiva estuviese formando arte y parte de la dinámica teatral le colocaba en la difícil situación de que su obra podía ser objeto de comentarios, análisis y opiniones. Del estreno a la reunión operativa de CRITVEN simplemente se termino en una aguda crisis interna y la estatización del gremio.
Ha pasado mucha agua bajo el puente. Ya en tiempo presente la crítica es apenas ejercida por pocos. Algunos sobrevivientes de aquel entonces que más por pasión de seguir opinando que por mantener un espíritu de unidad proseguimos ejerciendo opinión. Son raras las individualidades que posterior a CRITVEN han surgido en el horizonte y han tratado de mantenerse en el ejercicio de la función crítica. La creciente falta de interés de los medios impresos, la creciente reducción de los espacios para la crítica especializada; el inmediatismo / oportunismo de algunos artistas que no habiendo crítica han asumido y posteriormente dejado espacios para opinar y para opinarse (léase Javier Vidal, Xiomara Moreno o Martín Hahn), la lamentable desaparición física de algunos de ellos como lo fueron los casos de José Antonio Guerrero Ordaz, Ricardo Torrealba, Diego Casasnova, la decisión de otros de ausentarse de la práctica argumentando razones varias como Leonardo Azparren Giménez, Rubén Monasterios o Pablo García Gámez, la apatía o desinterés de ver figuras del oficio en las regiones, la falta de rigor, disciplina, formación académica y el desinterés del sector cultural también haya ayudado a debilitar la situación del crítico en la actualidad.
El crítico a mi parecer solo es recibido si y solo sí sume un rol de estimulador de vanidades y no como un ente reflexivo del quehacer escénico. Hay lugares como la Escuela de Artes o de Letras de la Universidad Central de Venezuela o de la Católica “Andrés Bello” o del IUDET podrían y deberían propiciar el surgimiento de una nueva camada de oficiantes de la crítica; empero, este papel, este rol al parecer no le es grato a nadie. Algo habrá detrás que no estimula al surgimiento de nuevos pensadores sobre el quehacer de las tablas, de la escritura teatral y de los demás aspectos propios de un arte tan disímil y cambiante como lo es el del teatro.
El actual panorama se ve incierto aunque es tentativo afirmar que la crítica irrumpirá de modo inesperado. Hay conversaciones entre los que aún la asumimos y aquellos que están empezando a tomarla como alternativa de respuesta al quehacer escénico nacional. La experiencia del Foro de Occidente (enmarcado en el festival de Teatro de Occidente, Guanare, Estado Portuguesa) dice que si se puede. No me equivoco al afirmar que quizás antes de que concluya el 2005, la crítica esté de regreso no como gremio pero si como una actividad de fortalecimiento al sector teatral nacional. Quizás se deje de lado los individualismos y los “conuquismos críticos” y se asuman acciones de mayor relevancia que propicien o generen mecanismos para la discusión franca, la observancia respetuosa y la gestación de actividades teórico prácticas distintas a lo que de modo personal los pocos críticos que estamos haciendo en la actualidad.
No voy a pecar de una excesiva positividad pero ¿¡quien quita!? Hay que ver y andar para saber si se puede hacer un nuevo camino o no. Quizás con la instrumentación del Foro de Caracas y otras actividades alternas de reflexión se anime el espíritu de la crítica en Venezuela. Aquellos que solo la desean ver confinada al claustro universitario y abocado a esgrimir ceñudos escritos en revistas especializadas y no entiendan que la acción del crítico es más que eso, quizás anuncien su propio retiro con la pomposidad y laureles ya ganados. Sin embargo, el teatro venezolano nos demanda y la crítica teatral debe estar ¡ahí!. Debe estar en tiempo presente y sin posturas de regodeos de aquel tiempo fue mejor que este. La crítica debe estar ahí para fortalecer, apoyar y crecer junto al artista, al grupo y a la dinámica del nuevo cultural tiempo que aflora.
Entrevista extraída de la publicación: En Primera Fila Una mirada crítica a la escena venezolana 2003 - 2004 de Luís Alberto Rosas / Editorial Actum / Pags: 29-37 / Año 2005 / MInisterio de la Cultura
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