domingo, 4 de noviembre de 2007

FRAGMENTOS DE ARTÍCULO EN TORNO AL PAPEL DE LA CRÍTICA TEATRAL

La crítica, ¡ah, la crítica!. Eso que suena a unos a ponderada opinión, aguda reflexión sobre esto o aquello sobre el arte. Para otros, - los muchos, quizás – la crítica es crónica superficial, letras negras sobre papel impreso que puede o no servir para recortarse e indexarse en un dossier. Y, para un particular segmento ortodoxo y hasta con postura de taliban enfurecido, la crítica es execrable tanto en su forma, su acción y en lo que profesionalmente se representa como individuos. Sin embargo, no quisiera presumir es esta breve ponencia de salvador o garante de los más caros votos y acciones de lo que debe o debería representar la crítica teatral sino apelar a la meditación de cada uno de ustedes lo que ella debe contemplar, debe asumir, como debe oficiarse, hacia donde y como debe ser desarrollada, cuáles serían sus relaciones con el objeto de su análisis y cuáles deberían ser los aportes al teatro tanto en lo referido a acción de pensamiento, opinión activa y equilibrada y reflexión objetiva. Pero también algunos se preguntarán ¿Es que la crítica sirve para algoque no sea para demoler el trabajo de arte que los demás hacen? ¿Quién dijo que la crítica tenía que emparentada al cuarto poder? ¿Quién le otorga su poder y ascendencia sobre el universo del creador? ¿¡Poder y ascendencia!? Exclamaran con acento interrogativo y alarma de incredulidad los entendidos a sabiendas que en Venezuela la crítica es fugaz, imperecedera y con poca incidencia en materia de formación de gustos y opiniones.. .............por la poderosa presencia y el inocultable poder - no sólo creador sino de la institución que representaba. Quienes se opusiesen a su visión sobre lo que debía ser su estancia y acción gerencial, su labor artística o creativa seguramente podría verse afectado por el anatema y la segregación derivados de un poder cultural amparado por otros dos poderes de mayor peso: el institucional y el político. De hecho, la presencia de este momento teatral representado por Giménez fue más allá de los linderos geográficos conformados por el Ateneo de Caracas y la Sala Rajatabla. Fue un momento y una circunstancia donde la sociedad de cómplices se nos verifico como una cofradía de alto vuelo y cuya membresía estaba constituida por renombradas figuras que todos conocemos. Así, más allá, de la relevante capacidad artística o estética que representó una individualidad y una institución en el contexto del quehacer escénico venezolano, lo que aún se maneja en la urdimbre de las conversaciones de nuestro sector cultural, es que si fue significativa la ación representada por la dupla Giménez/Rajatabla en cuanto a la concreción de relevantes proyectos teatrales tanto a nivel nacional como internacional, también se señala que, esos años estuvieron marcados por lesivos elementos como la manipulación del sector en beneficio de un solo objetivo institucional, el abierto juego con el poder político y la concentración como fórmula expedita para acallar o sojuzgar institucionalmente a quienes se atreviesen a contrariar lo que, para ese momento se imponía como modelo e imagen de la creación teatral venezolana. Para muestra, un pequeño botón: recordemos como fue apartado de la columna de crítica teatral del diario El Nacional, el crítico Juan Martínez de la Vega solo por el hecho de escribir adversamente sobre un montaje del hoy desaparecido Carlos Giménez. Pasando a otras consideraciones, como si de fútbol se tratase expondré algunas reflexiones sobre el rol del crítico teatral y su papel respecto a las interrelaciones entre la producción dramática nacional así como las funciones que debería asumir el llamado crítico de arte. Antes de entrar en materia, me permito hacer una sucinta digresión sobre lo que conformó mi actual papel de crítico. Siento que tres circunstancias incidieron sobre tal hecho. La primera, está estrechamente ligada a mi formación universitaria en el seno de la Escuela de Artes de la U.C.V en la cual obtuve no sólo un pertinente conocimiento del vasto territorio de lo cultural y artístico - una vez asimilada la situación que egresaría como una persona que enrrumbaria mis derroteros profesional en los territorios de la docencia, investigación y crítica - sino que adquirí un cierto instrumental teórico conceptual con el cual poder sostener, argumentar o validar una opinión sobre la dinámica y quehacer del hecho escénico. Asimismo, tengo que añadir a lo anterior, varios años de formación y praxis dentro de la concreta dimensión de lo escénico sea bien como estudiante de actor, asistente de dirección o productor. Segundo, gracias a la gentil invitación a escribir sobre teatro que me formúlase el Lic. Leonardo Azparren Giménez, profesor, investigador y acerado crítico teatral, quien, quizás percibió la necesidad de ingresar a las exiguas filas del oficio crítico, a una emergente como inexperta figura con el ánimo de que con el transcurrir del tiempo se afianzase en tal rol. Tal entendido no se me dejó en claro para aquel entonces, no obstante lo he tratado de asumir más allá de los coñazos - y perdónenme lo soez de la palabra - recibidos tanto por amigos como por quienes no pueden ver a un crítico a una milla de distancia so pena de que se les produzca una profunda urticaria. Por último, eso que comentaba al inicio de esta ponencia: el reconocimiento del sector. Este entendido, que no he podido aún aprehender en su totalidad ha operado por cierta inercia en el sentido de ser reconocido más que por cansancio ante una presencia que por el mismo respeto que podría derivarse del papel asumido. Pocos han sido los que amablemente han expresado tanto su visión como sus apreciaciones sobre la labor que ejecuto, sobre sus fortalezas como de sus debilidades; muchos son los que siguen catalogándome o calificándome dentro de categorías que nadie termina de perfilar. Un ejemplo que puedo traer a colación para ilustrar con referencias concretas pero con posibilidades de extrapolación - y no es porque me sienta aludido - se expuso el día de ayer en este mismo espacio dentro de la ponencia suscrita por la Lic. Lorena Pino. Como ustedes podrán apreciar, desde esta personal disgresión, se pueden proyectar algunas inferencias sobre el rol del crítico. Empero, hay que complementarlas para asentar, por lo pronto, la suerte del nunca bien aceptado crítico de arte, en especial, al vinculado al hecho teatral. Antes que nada, citaré introduciré dos citas a propósito de encementar el camino de estas consideraciones. Estas se substraen al propio Azparren Giménez cuando expresa que "el trabajo crítico no debería ser entendido como una impostura, ni serlo por supuesto". De igual forma, el dramaturgo Edilio Peña manifiesta que "la crítica es parte de la larga cabellera del pensamiento humano. Está vinculada a la sensibilidad de la pasión y el goce. (...) si bien se apoya en una estructura inconsciente, su tribuna de exposición es a través de razonamientos conscientes, demostrables. De allí su naturaleza ideológica o filosófica". Ambas posturas parecen exponer un criterio de la acción y el rol que debe exhibir el oficiante crítico. El caso venezolano parece no poseer una coherencia ni una continuidad homogénea del ejercicio reflexivo en cuanto a materia de crítica teatral. Si bien es cierto que nuestro teatro aún vive "una crisis de creación artística, en nada vinculada o dependiente de una ejecutoria burocrática", también es cierto que la crítica tampoco infiere reflexiones y análisis de fondo sobre tal mengua creativa. Ello tal vez sería una de las funciones del crítico de arte. Una vez alguien afirmó que, el teatro venezolano es frágilmente acomodaticio y entusiastamente oportunista. Siento que la crítica teatral de los últimos quince años - salvo muy honrosas excepciones - se ha movido bajo estas mismas circunstancias. Su papel ha sido vacuo, ineficaz y sin fondo de peso en la realidad y dinámica local. Es bastante posible que yo, como crítico esté sumergido hasta el cuello en tal juego. Pero, el que esté libre de culpa que lance la primera piedra. Ni los hacedores teatrales sean dramaturgos, directores, actores o diseñadores han abonado un terreno para que se posibiliten los cambios de mentalidad y acción que nuestro teatro amerita. Igualmente, la critica se ha adocenado en su confort de la columna fija y la discusión ausente. No hay posturas ni reacciones. El asombro entro en fase estacionaria. La reflexión se adoso a la conformidad. No existe efectivas vías de comunicación entre el teatrero y la crítica a la hora de posibilitar un nutritivo encuentro para optimizar los cambios requeridos y exigidos sea para uno, el hacedor o, para el otro, el que la analiza y contextualiza de forma constructiva. La figura del crítico ha estado desde que recuerdo, en una situación de alta objeción por parte de nuestros teatristas. Incluso, cuando éramos gremio y existía una presencia mucho más activa en relación directa con el acontecer escénico nacional, aún en esos momentos, la crítica parecía ver hacia la pared. Unos, porque parecían estar en convivencia solapada con el juego del poder de algunas instituciones. Otros, porque su acción reflexiva era simplemente un acto onanista cuyo máximo orgasmo se daba en la columna semanal de un prestigioso medio impreso, si tenía la suerte de ostentar tal posibilidad. Y unos muy pocos, que asumieron la investigación como el mejor de los arietes para ayudar a delinear nuestra particular historia teatral. Hoy día, mucho agua ha pasado debajo del puente. CRITVEN, el gremio sucumbió dentro de sus contradicciones y la futilidad de mantener unida a su fauna variopinta, las individualidades criticas de mayor relevancia se han retirado a sus cuarteles de invierno, asumido altos cargos burocráticos o, sencillamente, haciéndose cargo dos importantes cátedras universitarias; del resto, dos o tres que aún puja por no sucumbir, parecemos fantasmas de un parque Jurásico tercermundista acosados por los señalamientos y calificativos de ser "cagatintas", "cronistas de poca monta", "venales u hormonales critiquillos" de periódicos de tercera, en fin, una sarta de estimulantes calificativos. Pero, entonces, de ser ciertos estos calificativos ¿Por qué esas mismas personalidades de la creación escénica nos necesitan y hasta exigen que escribamos? ¿Por qué cuando exaltamos una propuesta son críticos o nos convertimos en vulgares cronistas cuando opinamos contrariamente? ¿Es que acaso nos requieren para garantizar sus imágenes de creadores bajo el criterio de que no se habla de ti o de tu propuesta de espectáculo no existes?. Las respuestas las desconozco. Sólo sé que no deseo que ese sea el papel ni la función que, como crítico teatral debo exponer. Tampoco debo caer en la tentación de seguirme viendo atrapado en eso que una vez denominé como el "síndrome de las inconformidades mutuas" incubada en lo que también califique como una relación concubinaria plena de infidelidades. Estoy convencido que la crítica es necesaria como lo es el la acción pensante y creadora de un dramaturgo, un director o un actor. La crítica se expone como el último eslabón de una particular cadena que, por ser su extremo más antagónico, puede y debe suscribir un riesgo reflexivo y una audacia exenta de transacciones y de reconocimientos obligantes. Si mal no recuerdo, una función del crítico teatral está contextualizada en la siguiente expresión "quien ejerce la crítica debe ser considerado como un obrero de un arte efímero". Este simple pero palmario aserto de lo que supone la visualización del papel del crítico implica, de entrada, la validez o no de sus preceptivas reflexivas y lo que tal marco de pensamiento debe posibilitar en el tramado de la creación en sus más disímiles pero interdependientes posibilidades. Quizás tal situación haga que el crítico de arte y, en especial, el teatral se pueda validar ante sí y ante el resto de la comunidad artística como una figura calificada para ser entendido y asumido como un profesional de la reflexión y el análisis, es decir, un crítico de arte. En los actuales momentos, estoy convencido de no tener la respuesta definitiva sobre las funciones y el papel que debe ejercer la crítica. Lo anterior lo colocó de forma práctica, escriba cada uno de ustedes lo que entiende que es un crítico de arte y desagregar cuales deben sus funciones. Una vez que las podamos leer y comparar, no me resultaría sorpresivo que encontrásemos, una que otra coincidencia sobre lo que define la figura del crítico más no sobre sus funciones o la dimensión de su papel. Tal situación es, sinceramente engorrosa, ya que supone que todos saben o parecen saber que es un crítico más saber explicitar lo que esta figura debe hacer. Desde mi particular postura, debo aclarar que soy, sencillamente, un espectador más acucioso que juego con las posibilidades de la crónica y las técnicas del análisis teatral para sustentar mis apreciaciones sobre tal o cual propuesta escénica. Incluso, yendo más allá de lo perentorio de una limitada cuartilla y media que, a lo sumo se me publica semanalmente en el Diario El Globo o una vez por mes en El Universal, mis relaciones con el medio teatral las he tratado de fortalecer a través del encuentro y el dialogo con el dramaturgo, el actor o el director dentro de la amabilidad refrescante una tasca o, quizás, a la espera de ver otro espectáculo. Inclusive, tratando de estimular a algunos creadores a que me permita mi vinculación al hecho creador sea bien por medio de la lectura del texto, de confrontar y discutir parte del proceso de la puesta o, de los alcances reflexivos derivados de tal experiencia. Tal vez, este intento de ser copartícipe del hecho creador sea una de las funciones del crítico. Sé de otras, siempre las más ritualizadas por el entorno: ser el interprete y correlacionador entre el drama y lo social, ser un aplicado decodificador e agudo interprete del discurso teatral en función de una realidad social y cultural, etcétera. Insisto, estoy convencido de no tener las respuestas necesarias para ofrecérselas al sector y que las mismas tampoco emergerán del contexto de este simposium. Sin embargo, "el problema de definición de lo que es la crítica teatral no es lo contingente a ser discutido. Creo que el problema radica en discernir las ataduras y desvinculamientos del crítico frente al desarrollo del teatro como tal. Quiérase o no, hemos podido verificar que, para algunos teatristas la crítica de teatro es simplemente una acción sin solución o, el entronizamiento de supuestos reflexivos "subjetivos" totalmente desvinculados del objeto al cual se dirigen. Para otros, la crítica teatral es la imposición de una postura reduccionista e inmediatista que no ha tenido ni relevancia frente al mismo hecho del arte escénico debido que en ciertas situaciones históricas de una sociedad, el mismo teatro no ha tenido un desarrollo profundo y de honda trascendencia para su evolución como arte; por tanto, la crítica sólo se ha adosado como una rémora y sus limitadas respuestas reflexivas han sido un producto indirecto de "la falta de frondosidad" del árbol de lo teatral".
Tras casi década y media escribiendo crítica, o crónica teatral,- ustedes deciden - siento que intentar definirme en mi rol y en mis funciones es algo cansón y que desorienta mis pensamientos y preocupaciones sobre el sector en cosas ambiguas. Responder las eternas interrogantes de ¿Qué es un crítico teatral y cuáles son sus funciones? ¿Para qué la crítica teatral? ¿Ha ayudado o no al desarrollo del teatro venezolano? ¿Se necesita la figura del crítico de arte? o ¿Cuáles deberán ser sus funciones en un teatro que pronto arribará hacia un tercer milenio definitivamente globalizado?, es caer en una situación harto masoquista que, ni unos llamado hacedores teatrales ni otros denomi-nados intelectuales podrán definir para terminar este capítulo semejante a una anaconda novelizada parece reproducirse año a año en Congresos, Festivales y como lo manifiesta un pariente, ¡Cuánto Dios crió!. Por lo pronto y como acotación final, debo preguntarle a mis colegas acá presentes ¿Ustedes como críticos emergentes, vinculados a un prestigioso impreso, están o no conscientes de tales interrogantes? ¿Cuáles serán sus posturas y sus futuras vinculaciones con el sector? ¿Qué clase de actitud asumirán cuando un segmento del quehacer teatral nacional los fastidie o les deje de transmitir cosas? ¿De no saberse aceptados o reconocidos por la comunidad teatral que se deberá hacer? ¿Se asumirán como críticos elitistas o visualizaran la realidad escénica sin prejuicios ni posturas acomodaticias? ¿Qué harán cuando no puedan encontrar un medio que lo publique?, en fin, una pocas pero precisas preguntas que, inicialmente también me formule cuando irrumpí por vez primera en esta nada sacrosanta tierra de Hammerlin. Pero también cabría extender dos preguntas a las presentes y futuras cabezas rectoras de los centros universitarios como la Escuela de Artes o Letras de la UCV, del Iudet, o, quizás, de las Escuelas de Comunicación Social sea de la Católica o la Central, ¿Estamos formando cabalmente al estudiante para que ingrese formalmente al universo del análisis, la reflexión y la crítica?. Se ser positiva la respuesta, cabría también repreguntar ¿Hay plena consciencia de que una de las máximas limitantes que enfrenta cualquier peresona que desee fungir de crítico de arte es no poder ver publicadas sus reflexiones debido al desinterés de los medios impresos o de verse constreñido en su interés de investigar cuando no hay centros especializados que los puedan acoger?. Sin querer aguar la fiesta, supongo que estas neurosis vestidas de preguntas no invaliden la acción y la intención que se ha ido construyendo para que más mediata que a futuro aparezca la crítica que todos esperan, la crítica - crítica capaz de todo y que enmudecerá a sus más feroces detractores. Yo, Carlos Herrera, el que para unos funge como cronista y para otros de crítico en gestación, aguardaré a que tal milagro acontezca. Cuando lleguen los propicios días de una crítica objetiva y sincera, desinteresada como pura en sentido y esencia, y apartada de los intereses mercantilistas del imperio del show bussines, entonces, solo entonces recogeré mis bártulos y me dispondré a continuar como un sencillo espectador amante del buen teatro, aplaudiendo y disfrutando del goce estético de los actores y hasta, agradeciendo los malos momentos teatrales que me harán repensar los sinsabores una postura crítica que siempre me ha acompañado. Empero, y a modo de elusivo mutis para cerrar mi presente participación, diré que el discreto encanto de la crítica inexistente es sólo un algo más en la tortuosa pero encantadora encrucijada de las diatribas y el desengaño. Como ustedes verán, todo esto lo que acá he expuesto es, a final de cuentas ¡Un buen argumento para escribir o una tragedia o una rencorosa letra de bolero que podría comenzar diciendo: "Tú me atormentaste diciendo cosas bellas. Tú me acariciaste con palabras hermosas pero me abandonaste cuando ya era otra cosa......!
Baja el telón. ¡Fin del capítulo!
Fragmento de ponencia leída en los Espacios Unión en el año de 1998
Un aporte a la memoria.

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