domingo, 13 de julio de 2008

BRECHT / MORENO / UNEARTE - TEATRO

Tras varios meses de arduo trabajo, la –posiblemente última cohorte del Instituto Universitario de Teatro (IUDET) o, bien, la primera muestra – de graduados de la Universidad Experimental de las Artes (UNEARTE – Teatro) integrada por alrededor de unos dieciocho jóvenes artistas formados y preparados con fortalezas y debilidades creativas en disímiles disciplinas que exige la profesión teatral como la actuación, el diseño y la producción, vieron levantar el telón del montaje profesional de El Alma Buena de Sezuan propuesta escénica versionada y dirigida por la experimentada mano de Javier Moreno. Esfuerzo común que especté en la noche del día jueves 11, en los espacios de la Sala “Alberto de Paz y Mateos” de la Florida. Esfuerzo y concreto artístico teatral sustentado con valentía, tesón, y hálito de enarbolar ante la comunidad académica del país, que más allá de cualquier contingencia, más allá de los vaivenes que se dan tras las bambalinas del día a día de un ente de formación, se alcanza a expresar que el aliento de hombres y mujeres apuestan que tras la experiencia formativa del “aprender, haciendo”, el arte debe prevalecer a como de lugar. Temporada abierta para quien desee confrontarla en esta primera etapa que cerrará el domingo 13 de julio, pero que, posteriormente, volverá a ser exhibida una semana más tarde en la Sala Uno del CELARG donde habrá un plus especial: una exposición sobre la vida, obra del gran creador y teórico alemán junto con detalles puntuales y fundamentados en materia de conceptos, visuales y sentidos estéticos- artísticos que edificaron los aspectos inherentes al proceso de dirección, diseño y realización de este trabajo de egreso correspondiente al 2008 de transición IUDET / UNEARTE - Teatro. Brecht nunca ha sido un autor fácil de decodificar para la mayoría de los directores venezolanos. Tras su amplia dramaturgia con alto contenido ideológico – político, descansa el Brecht teórico, el autor con visión acerada de lo social, del pensador que vivió muy de cerca el acordeón de la historia del pasado siglo XX. Un hombre que fue vital para colocar uno de los hitos más contundentes de esa nueva contemporaneidad que suponía colocar al individuo receptor del teatro desde el horizonte de la conciencia crítica ante los fenómenos que sacudían a la sociedad europea. Brecht forjador de conceptos como “teatro épico”, alquimista del “teatro del distanciamiento” y del “extrañamiento”, dramaturgo que, en palabras de Jacques Desuche, “lo esencial de una obra es «la fábula» que cuenta (..)” que su dramaturgia no son simplemente “dramas llevados al paroxismo; [ya que] tienen una gran libertad de exposición y dejan la impresión –falsa sin duda- de que podrían añadir o quitar episodios”. Un director que cambio la faz del hacer marcado por las fórmulas naturalistas stanilavskianas para insinuar un método que como afirma Raymond Williams, “abogó por esta relación objetiva, en los ensayos, haciendo a los actores que iniciaran sus palabras con «él dice» o traduciendo a la tercera persona y al pasado, o intercambiando partes. Entonces, en lugar de una incorporación subjetiva, había una incorporación objetiva, y por tanto una presentación objetiva y crítica”. Para nadie, a esta altura de la historia mundial, es un misterio que este autor y director teutón (creador del connotado grupo Berliner Ensamble) siempre tuvo en mente idear una estructura reflexiva donde el Estado haya sido el eje rotor de sus piezas. Pero un rotor cuyos mecanismos estaban dinamizados por tensores como la injusticia, los problemas éticos del individuo, la denuncia contra la opresión y la visual de un orden equitativo entre el poder y quien recibe la onda justa o injusta de ese poder. Brecht, racional y distanciador; Brecht, "ardiente” filigranista de símbolos que busco siempre desmotar en sus partes más mínimas, las durezas de un mundo en transformación; Brecht, dialéctico con las poderosas fuerzas del oprobio, la falsa bondad, el desequilibrio de las clases sociales y hasta un Brecht, que supo resemantizar el valor del erotismo, el amor y las pulsiones del individuo que pugna en si sacar provecho de ello para sí o ponerlo al servicio de un interés más ominoso. Sin embargo, la dimensión capital de su sello aun tiene mucho para otorgar al teatro que vivió como hombre, artista, creador y activista político y que su trascendente resonancia hacia otros teatristas en lo que fuese el contexto de la sociedad europea de la preguerra, de los desastres y consecuencias de la Primera Gran Guerra de los años treinta de s. XX, de la depresión económica germana, del ascenso del nacionalsocialismo, de la ominosa hecatombe de la Segunda Gran Guerra Mundial, del auge y caída del sistema comunista hará que Brecht sea observador tenaz de las inquinas que luego se abrirá hacia la bipolaridad. Hombre de mente crítica y alma sensible que legará de forma indirecta, su visual de comprensión y reflexión a la siempre inquieta realidad política y social latinoamericana. Brecht, sabio epítome de un pensamiento social, un tensor crítico – objetivo de las situaciones, conflictos, y acontecer que han vitalizado tras la consolidación de los procesos capitalista y del tenor del trabajador oprimido que, quiérase o no, se ha estratificado en las capas de nuestras sociedades. Brecht -sin duda- será ese autor por siempre, el teórico dramaturgo necesario para que lo tomemos con pauso cauto, con mirada formada, con mente sapiencia para saber que decir con sus ideas, y no tomarlo para regodearse en gritar: “¡He montado, un Brecht!” sino más bien de forma disciplinada y honesta expresar con su legado: “¡¿por qué un Brecht en estos tiempos?! No discurriré sobre el argumento de El alma buena de Sezuan para eso está su obra y los análisis que de ella se han hecho. Mi obligación como analista es preguntarme ¿si la versión y puesta en escena por parte de Javier Moreno tiene o no pertinencia para lo que es y debía ser un grupo de jóvenes artistas y creadores que egresan de una casa de estudios teatrales? Mi percepción (que solo es una mirada y no una verdad tajante) es que no hay esa obligada relación entre este se pudo alcanzar desde una sentido teatral, que el discurso de entrañamiento queda a medio camino, que la intención de sacar de la composición del trabajo con la plantilla actoral apenas fue un esbozo; las actrices que se graduaban, tres Yusbely Añez, González (interpretando a La viuda Shin, La cuñada y uno de los Dioses), Johann (Sra Yang, madre del aviador; La sobrina Mi Tzu; La Sra del vendedor de alfombras) y Roselyn Sosa (como el personaje central Shen Te y Shui-Ta). Por ráfagas breves uno que otro de los personajes secundarios estaban, el resto del tiempo eran ellas, las jóvenes histriones con deficiencias en el manejo e impostación de la voz, con oscilante gestus corporal y expresivo, con mínima situación de relacionarse con los objetos y con el espacio donde deambulaban, en fin, estas y otras cosas hacen que su eficacia no fuese homogénea para un trabajo del nivel que se demandaba. ¿Es parte de la culpa de lo que se arrastra en una formación técnica actoral? ¿Fue responsabilidad de la dirección en no contar con el tiempo requerido sea bien para afianzar lo que cada caracterización ameritaba? ¿Llegaría a tiempo la escenografía y el vestuario? ¿Se contó con tiempo para disponer del espacio donde se efectuaría la representación y armar todos los elementos como para actrices y el resto del elenco no evidenciase torpezas y ruidos en su deambular en cada secuencia? Bueno, lo cierto es que se tenga o no respuesta a esto, ya las funciones irán desplegándose en sus dos temporadas y por fuerza de estar ahí, algo se podrá ajustar si y solo si, la dirección oye los comentarios de profesores, de gente con experiencia en trabajo con el autor y asume con sinceridad y sin remilgos, darle atornillar uno que otro desnivel. Un espectáculo de esta envergadura debe estar siendo vigilado ya que es producto académico y no profesional. Eso es una inversión para la formación continua de quien egresa y para el sello de imagen de la institución que los acobijo. Sobre el desempeño artístico histriónico que terminó de armar este montaje expresaré que también tuvo sus altibajos. Actores invitados egresados unos del IUDET, otros, de otros centros de formación. En la diversidad de técnicas y de experiencias que estaban como arcilla para el moldeado de la dirección de Moreno, se percibió que solo Franco Quintero logra estar en papel. Hay en él organicidad, sintonía con la forma y expresión del cuerpo, el ritmo sobre cada escena, de la relación con los demás actores. Hubo pequeñas detalles que no expresaré pero que deben ser dejados de lado. Su trabajo fue fresco, conciso y en dimensión. Luís Vicente González parecía que por su experiencia en el manejo del cuerpo pudo otorgar más ductilidad y crear una composición hilada de principio a fin, pero se desvaneció en movimientos excesivos y su manejo de la voz tanto hablando como cantando nada pertinente. Vicente Pereda en varios papeles, tenía una buena presencia pero la voz y el gestus facial no cohesionó a lo largo de pasar de un papel a otro. Alexis Farías (actor con mayor training profesional) tampoco estuvo certero en su accionar, pendular, a veces él como actor estaba pero no el personaje, a veces el personaje pero muy externo. En resumidas cuentas, un trabajo que tenía que llegar a su término. Puedo aplaudir o afirmar que la forma de imagen fue agradable en la función ostentadora. Los diseños escenográficos (Anjeannette La Roche), de utilería) César Sandoval), vestuario (Katherine García) estuvieron en rigor del producto. La iluminación fatal. La producción (muchos ya en estatus de egreso) fue centrada y en correspondencia a las demandas que este proyecto ameritaba. Fue esfuerzo de equipo y ello se sustanció. ¡Bravo por ellos! El alma buena de Sezuan hay que verla porque es una experiencia donde una institución académica expone sus logros. Si lo consigue, no hay que aplaudir desmesuradamente ya que para eso es su función: formar y preparar profesionales para el exigente mundo del teatro profesional. Se debe acotar las fallas, ¡si!, porque así una ente que está pasando de ser instituto universitario a universidad deberá tener sentido crítico y autocrítico y posibilitar los correctivos apenas termine de salir de la metamorfosis institucional y ello, obliga a que las venideras cohortes de graduandos traigan en sus mochilas de técnica, de reflexión, de creación y de intelecto, todo lo que el mundo de la profesionalidad les demandará. Afuera siempre estará la validación que hace que un joven actor, diseñador o productor tenga campo laboral. Si se sobrestima dentro de la formación o, en el pero de los casos se obvia las necesarias reformas para que cada nueva oleada de graduados esté solidamente preparada, estamos apostando a la desilusión con forma títulos que de nada servirán.