jueves, 31 de julio de 2008

¿LA ESCENA ES DE LOS NIÑOS?

Un ciclo más de vacaciones. Un lapso donde las vacaciones estudiantiles colocan a cientos de miles de niños y jóvenes en asueto. Periodo donde el merecido descanso se funde con el ocio que renueva las energías de la generación infantojuvenil. Momento especial para actividades de solaz y recreación. Coyuntura de tiempo altamente beneficiosa para quienes hacen del teatro para niños, magnífica oportunidad para ofrecer a los padres de esas alternativas de esparcimiento sabatino o dominical que, como siempre, sabe alegrar a una miríada de chicuelos (as) que con la amalgama de creatividad, ingenio artístico y decantada trayectoria, convierten la palabra en estructuras de una comunicación divertida, en emplear la música, el canto y la expresión corporal en apoyo sustantivo a trasmutar la fuerza expresiva del histrión en su tenaz trabajo de convertirse en decenas de personajes sumergidos en fantásticas tramas que apelan a seducir la atención tanto de grandes y chicos. Agosto y septiembre, la marquesina más que en el resto del año, es el mejor momento para comprobar lo que expresó el director y dramaturgo cubano René Fernández Santana que el teatro infantil “no puede entenderse como mero entretenimiento, ni siquiera reducirlo al pequeño ámbito del mundo de la infancia. Este tipo de teatro, como todo el arte, debe proponer el aniño un sistema orgánico de estímulos que lo eduquen, lo enseñen y lo distraigan”. Palabras sabias porque por espacio de cerca de seis fines de semana, los adultos en búsqueda de opciones que no sea el cine, la playa, los paseos, el parque o, en el peor de los casos, llevarlos de forma impulsiva a los centros comerciales, llevan a sus niños y niñas, al teatro y he allí que siento que no debe ser con el mero propósito de hacerles pasar un rato de solaz, sino de continuar fortaleciendo valores como la amistad, el pensamiento reflexivo, la valoración de una estética creadora, que perciba que es calidad de lo que es trabajo superficial y vulgar, que el arte escénico para ellos aparte de hacerles reír con sus singulares aventuras puedan en el fondo, proponerle muy subjetivamente seguirlos educando desde lo moral, lo ético y en ese sentido de lo cívico. La marquesina caraqueña está por cierto, con excelentes, buenas y mediocres opciones. Va de un teatro manipulador con estructuras esquemáticas donde prolifera lo vacuo y está plagado de historias que rayan en lo ridículo hasta fábulas fluidas donde cualquier niño / niña puede percibir que desde los elementos no verbales (escenografía, vestuario, utilería e iluminación) están al servicio de una plantilla actoral que les propondrá personajes y situaciones que aparte de ganarse su empatía por su encanto, hallarán moralejas que, quiérase o no, sabrán aprehender con vehemencia y llevarlas en su recuerdo. Un especialista teatral de nombre Manuel Gallegos explicaba que tras la dramaturgia infantil debía mostrársele al mundo imaginativo de todo niño / niña, ese “intento [de] mirar a través de sus ojos que observan desde una perspectiva distinta que los mayores. El niño ve el mundo de un modo diferente y por este camino, [el teatro y en especial, su dramaturgia, debe] apuntar al sentido lúdico”. Tras ese contacto lúdico es donde siento como espectador que asiste a muchas representaciones infantiles a lo largo y ancho del país, pero con puntual presencia, en lo que se realiza en Caracas, que quienes asumen este difícil reto, la mayor parte del tiempo pierden el norte en su capacidad de conectarse con el infante, ya que pareciese no comprender que el acto escénico no es para el lucimiento del director, actor, diseñador y realizador, sino una palestra de significación que nunca debe subestimar al uno de los públicos más exigentes que el teatro convoca. La marquesina capitalina para estos cuarenta y cinco días que supondrá el asueto de vacaciones ofrece desde el montaje del grupo Skena, Belinda lava lindo de la dramaturga María Inés Falconi (autora de Hasta el domingo) un compacto, sencillo, y lúcido montaje que ha trascendido más de tres meses en los espacios del teatro Trasnocho gracias al ingenioso trabajo de un equipo creativo encabezado por Basilio Álvarez. Pieza que, curiosamente convoca a niños de edades entre 4 y 8 años lo cual supone que la fábula, el tratamiento formal de los elementos, la tipología de personajes y la dinámica escénica busca alentar con sus maneras, colores y lenguaje, la percepción del infante. Para los conocedores del trabajo de Skena, este trabajo pareciese repetir su fórmula de teatro bien hecho, que esquematiza su profesionalismo en esta materia pero desde mi parecer, siento que a pesar de estas observaciones, el trabajo es digno, entretenido y locuaz. Descolla las actuaciones de Anís Alvarado, Alejandro Clavier, Armando Álvarez, José Miguel Dao, César Natera e Elizabeth García. La música original (en vivo) de César Matera y los diseños de Juan Carlos Padrino, Franklin Salgado, Jesús Barrios, Juan Carlos Ogando más lo coreográfico de Claudia Camacho hacen de este montaje, una atractiva opción para los chicuelos. En los predios del Ateneo de Caracas, en específico, en la sala de Conciertos, otro colectivo con distinta filosofía y arduo derrotero creador, técnico como artístico viene ofreciendo la pieza del dramaturgo mexicano, Esteban García, Princesas. Con acoplada puesta en escena y justa dirección general por parte de de Francisco Aparicio para el grupo Ensamble Teatral, grandes y chicos pueden confrontar untito de teatro inteligente que no minimiza al quien especta su oferta artística ni subestima su recepción. La clave de la trama es ironizar una tanto del cliché waltdisneriano donde las célebres Blanca Nieves, la Bella Durmiente y Cenicienta en su espera del “príncipe azul”, caen en situación de comprender que eso es solo puro cuento y que hay valores que trascienden la belleza o la fealdad, la caballerosidad o lo maligno, en fin, un juego que rompe un tanto con el maniqueo modelo del bien contra el mal. Buena propuesta que se arma en sentido de componer con destreza lo visual con lo formal del la trama. Personajes definidos por caracterizaciones compactas. Ritmo que se puede ajustar si hay un poco de mayor concordancia con el empleo de los elementos escenográficos que hay un tanto en exceso. Se destacan las actuaciones de Yenniffer Da Silva (Luna, simpática como desenfadada); Leyla Kasbar (La Bella Durmiente, bella actriz con mucho talento y exquisita soltura); Sheila Beltrán (La Cenicienta con buena sintonía con sus papel y esa capacidad de sacar buen provecho a toda situación, en especial, con las otras "priencesas"), Landys Sleiman (Blanca Nieves, correcta y perspicaz); Vanesa Ledesma (La Bruja, sin estereotipo, hace de su papel una acción vibrante); José Luís Llanes (El Príncipe, que por su tamaño resulta apropiado para sacar como lo hizo, la contraparte al tipo “azul principesco” atorrante de la mayoría de los cuentos y que exhibió buen talento histriónico). Con ellos, Francisco Aparicio, Candelaria Jiménez, Rafael Calleja, Ana Salazar (con exultantes momentos) y Sergio Villamizar (que aparte de componer con tino su papel, fungió como productor general). La Dirección de Cultura de la UCV y el Teatro Universitario para Niños “EL Chichón” bajo el marco celebratorio de su treinta años de existencia escenificaron bajo la conducción de Edgar “Juanacho” Paredes, una versión bastante libre de Colón agarra viaje a toda costa, pieza teatral infantil escrita por la dramaturga argentina Adela Basch (1946) quien ha sumado títulos como: "Los árboles no son troncos", "El velero desvelado", "José de San Martín, caballero de principio a fin" o, "¡Que sea La Odisea!". Es así que en por espacio de unos pocos días, el que una vez fuese uno de los grupos más activos y emblemáticos del quehacer para los infantes y donde el director y dramaturgo Armando Carias enarboló toda una acción de transformación respecto al hecho sensibilizador como de entendimiento de lo que debía tener el espectáculo para los más pequeños de la casa, pues asumieron concretar la experiencia fuera de la “Casa que vence las Sombras” que ha sido su recinto natural con su propuesta El Chichón de Don Colón. Con un formato discreto en cuanto al equilibrio de forma / contenido, apelando a compactar sobre la escena la sencillez de las formas escenográficas amoldables según las necesidades de situación, con pertinente empleo del vestuario, el color y los diseños lumínicos, “Juanacho” tomó a un grupo de jóvenes actrices como Astrid Salas, Zulia Cáceres, Karol Sánchez, Santina Saglimbeni, Osmary Carvajal y Tybaire Mosquera para que asumiesen con bastante tino y disposición técnica a multiplicarse en variados personajes que proponían lo que fue el periplo del genovés que buscó una ruta para las Indias y se topó sin darse cuenta con el Nuevo Mundo. Si bien, no son actrices profesionales en el término justo de la palabra, logran el cometido de estar en papel, de sacar provecho a la cada escena y de entender que la escena en terreno fértil para establecer un nexo de comunicación con el público necesario. Este trabajo contó con la música de Rafael Pérez, César Campos, con letra de canciones de Edgar “Juanacho” Paredes, manejando un concepto escenográfico y de utilería de del propio director, el diseño de iluminación de Eliécer Paredes y las coreografías por parte de Oscar Rojas. Una propuesta divertida, compacta y aunque pudo ser más apegada al texto original de la Basch, creo que se logró el cometido de sustanciar un producto digno como acorde al tradicional espíritu de este grupo teatral ucevista. El Chichón está en otra faceta de su larga historia. Es un colectivo que mantiene su filosofía de formar, sensibilizar y seguir mostrando productos escénicos enmarcados por lo pedagógico y lo didáctico y, sobre todo, manteniendo calidad tanto en su ideal y lema de toda una vida que reza: “¡Duro y a la cabeza!”. Ojala que este esfuerzo se mantenga en cartelera más allá de las presiones de otros grupos y que si esta propuesta en resultado de algún taller montaje, pues el mismo aún debería contar con la mirada de muchas más personas para que sirva de referente a otras agrupaciones para que vean como con naturalidad, sencillez y ganas, el teatro para niños siempre habrá de ganar. Un montaje que tenía rezagado a comentar era sin duda El Gato con botas de Goma escrita por Carmelo Castro para otra agrupación emblemática de Caracas y del país como lo es el grupo Talía. Estrenada hace ya como tres meses en la Sala “Luisela Díaz” (Theater Club en San Román) logró mantenerse con éxito de público que ha sabido seguir el derrotero creador de este grupo que tiene en su palmare no solo una intachable trayectoria institucional sino también una solidez profesional, calidad de producción y visión artística definible. Bajo el ojo sagaz de Castro y apoyado por la dirección de José Manuel Ascensao, El Gato con Botas de Goma se exhibe bajo la fórmula de “espectáculo musical infantil”; y he allí que no estoy del todo convencido, ya que ello se ha venido permeando por muchos años cuando con solo colocar una banda sonora donde la masa actoral cante sobre la pista y ejecute sobre el escenario una acción coreográfica para densificar un concepto manido hace que el sentido de lo musical quede muy entredicho. Para que haya espectáculo musical se supone que tanto música como canciones deberían ser ejecutadas en vivo, aspecto casi imposible de hallar en estos días en el teatro infantil –exceptuando al grupo Skena- debido a los ingentes costos y los exigentes niveles técnicos que tal empresa requiere. Sin embargo, para nadie le resulta difícil de obviar es que a la mesa le falta una pata aunque esta este anunciada con sus cuatro extensiones. Como propuesta escénica, este montaje se mantiene en el formato de lo ostentoso: actores con maquillajes marcados, vestuario llamativo, escenografías amplias, trucos pirotécnicos, actuaciones sobre dimensionadas, y un efecto rimbombante que a veces aturde. Brillo, oropel, ampulosidad visual y sonora son casi una firma de grupo. Sin embargo, creo que Thalía no cuidó al pelo la respuesta compositiva del actor y hasta, en cierto modo, la eficacia de grupo en su búsqueda de una imagen de intención fija sobre la que descansa el tema / argumento de la pieza de Castro. El ritmo fue justo en su aspecto general aunque a veces se percibió desmedido en especial, las escenas de conjunto, situación que era factible de optimizar. La labor interpretativa que mayor impacto logró crear sustancialidad en sus roles al asumir la composición de papeles con densidad para cada personaje recayó –desde mi personal óptica- en Javier Vargas, Luís Serrano, Isaac D´Lima (quien, tuvo a su cargo el concepto de imagen gráfica e ilustración, una promesa doble de continuar así) y en Marylyn Ascensao. Por su parte, la respuesta histriónica ofrecida por Juan De Dios Urbina, Yaure Sánchez, Maryeliz Montilla y Pelvis Viera para papeles secundarios, debieron haber tenido más precisión por parte de la dirección de Ascensao a fin de homogeneizar su esfuerzo individual al de grupo. Hubo en ellos altibajos en el manejo de la impostación de voz como cierto grado de debilidad en lo corpo expresivo lo cual minimizó su esfuerzo hacia la edificación del papel y su proyección hacia el espectador. Thalía demostró que sigue siendo un grupo capaz de sumar las cuestas. Un grupo que se sabe mercadear y para ello, se sostiene en la labor profesional de creativos como Víctor Hugo Gómez (maquillaje), David Castelluci (Diseño de Vestuario), música de Hilda Carmona y la producción ejecutiva del propio Ascensao. No resultará extraño que alguna que otra figura de este elenco joven elenco de actores y actrices más temprano que tarde termine figurando en las telenovelas de turno. Entre el teatro infantil de corte espectacular y la farándula de televisión apenas hay una delgada línea a franquear. Aunque talento y pasión por la escena no es lo mismo que talento y entrega para la T.V. Aun quedan para ser comentados algunos trabajos en materia de teatro para niños pero ello lo asumiré con calma una vez que tenga más material sobre el cual discurrir otras reflexiones y así ir hilando más fino en este difícil como exigente arte.