viernes, 15 de agosto de 2008

TEATRO INFANTIL EN LA ESCENA DE UN FESTIVAL (III)

Ya se cumple el décimo día del Festival de Teatro Infantil "José Gregorio Romero" que organiza la agrupación Puertoteatro radicado en la ciudad de Puerto La Cruz (Edo. Anzoátegui). La programación ha sido de calidad ello es particular de tomarlo en consideración dado que para un encuentro donde grupos locales y foráneos se exhiben casi, de forma inmediata se produce en un espectador consecuente, las obligadas comparaciones tanto en el tipo de tema asumido, el elemento de imagen que se expone como producción, el empleo de los recursos escenográficos, de vestuario, de iluminación, y utilería; o, como fue el desempeño histriónico tanto de cada artista o del conjunto en el tramado de situaciones, elaboración individual de papeles y la perspectiva de como hacer del espacio donde se arma el desarrollo argumental de cada pieza adquiere un sentido y relación pertinente. La presencia del público con sus altas y bajas dado que algunas veces, el factor climatológico ha incidido en la merma de algunos espacios y, sin embargo, no ha habido suspensión de presentaciones. Lo normal es que uno u otra situación (técnica, logística u artística) pueda afectar el termómetro de normalidad de una clase de actividad donde hay multiplicidad de aristas a considerar y donde, los imprevistos son algo perenne. Si un festival pauta de diez a quince días de programación y todo salga a pedir de boca ello puede ser algo sospechoso. La experiencia dice que lo más saludable es tener un evento que no exceda de este lapso; que haya compactación de los mejores grupos donde la calidad que les ha prevalecido den apertura o cierre al evento. Que la grilla sepa tener equilibrio entre grupos profesionales y la presentación de jóvenes que aún están en formación (resultados de talleres montajes) y con la exhibición de grupos emergentes. Un festival que aspire crecer debe separar lo profesional de lo amateur en lo que se entiende como el off festival. Allí, hasta las actividades performánticas, los happening, los espontáneos y acciones parateatrales extras tienen su ámbito formal. Una y otra vitrina se complementa. El espacio de formación (talleres, clínicas, foros, encuentros de discusión) son esenciales para fomentar el intercambio de experiencias escénicas, la optimización del evento cotejando formas y maneras vividas por otros teatristas en distintas geografías y vitrinas teatrales de encuentro, asimismo, la reflexión debe tener ese lugar permanente gestado con los críticos especializados, periodistas y grupos. De todo esto, se valida un festival que no solo se conforma en generar trabajos sobre trabajos sino que cada grupo, cada hombre y mujer que oficia, pueda nutrirse y revivificar su hacer y que lleve en sus alforjas, criterios y elementos de juicio que le permitan "revisar su hacer" una vez ha sido contemplado por otros que tienen la responsabilidad de crear ese vínculo de análisis de lo que fue su accionar creativo. Este festival de teatro infantil tiene y no tiene parte de lo antes comentado pero si hay en el espíritu de sus organizadores, la aspiración de irlo transformando para que cuando se llegue a la XV edición, todos estos supuestos tengan su asidero formal y ya, en definitiva, su proyección nacional e internacional sea un faro singular en el eje de los festivales más importantes de Venezuela y Latinoamérica. UN GRATO ESPECTACULO Hoy (15 de agosto) comentaré dos espectáculos vistos: en primer termino, la deliciosa producción “Mimando las palabras y los recuerdos” expuesta por la agrupación proveniente de la ciudad colombiana de Calí, Taller Teatral El Globo, quienes con acoplado sentido artístico, mesura en la capacidad de convocar imaginarios de nuestra latinoamericaneidad, desempeño acoplado de sus histriones en la confección caracterológica de cada personaje y desparpajo comunicativo para crear un hilo conductor entre el escenario y la platea, generaron un vaso comunicante vivo, orgánico, sutil, sincero y sobre todo, teatral. La labor de dirección estuvo bajo Germán Darío Cifuentes cuyo trabajo está en dos vías: una, puesta en escena para concretar todo el mundo referencial dramático gestado por Jorge Vanegas, cuya visión de historias (tomadas de textos de autores como Elmo Valencia, Triunfo Arciniegas, Jairo Anival Niño y Celso Román) propias del mundo neogranadino fueron tomadas como cantera de inspiración. Sus cuentos tocan lo telúrico de lo ancestral donde la gestación de la raza humana y el entorno natural están vinculados de forma inexorable. Ello crea ese sentido de pertenencia con el recuerdo, la memoria y ese nexo espiritual que la gente debe saber tener a la mano. La otra, es armar un sencillo pero complejo trabajo de resolución de puesta en escena donde cada histrión sepa conducir las historias a buen fin. Para ello, el teatrino es eje radial donde la ejecución del interprete en colectivo o individual sugiere, connota, indica, propone y hasta recrea imágenes, situaciones, momentos lúdicos, tramas y relaciones de conexión con el público. Las ideas pueden haber partido desde el aporte del grupo hacia el director, pero este, intuyo, asumió su ensamblaje para que tuviese la homogeneidad un todo donde el color de cada elemento, el manejo de la especialidad donde debía emitirse el trabajo de cada actor en solitario o en parejas fuese sintáctico y complementario. La dirección asumió sin tapujos ni exageraciones grandilocuentes las líneas temáticas: el amor, la tolerancia y el respeto. Su irradiación se percibió en cada secuencia, escena, tramo de acción y sobre todo, en la capa de potencia que su plantilla debía mostrar. No es trabajo fácil aunque lo visto hubiese fluido con una soltura que habla de un grupo que se conoce al derecho y al revés. Ello facilitó que la convocatoria dada desde el empleo de una mano desnuda que provoca imágenes universales fuese efectiva para decir / generar cosas en la recepción de la platea o bien, porque, cada cuento tenía su sonoridad y su densidad plática capaz de hacer resonancias en la atención de un espectador adulto, joven o niño. Sin duda, el maestro Vanegas sabe hacer de la escena una arcilla moldeable y sus integrantes de el Taller Teatral El Globo, unos artistas entregados a potenciar / mostrar sus aptitudes, sensibilidades y técnicas con facilidad pasmosa. La música fue elemento de armado desde el inicio: desde la inolvidable referencia de Zorba el Griego que sirvió de hilo conductor hacia el eco de un pasado mítico y /o legendario, donde Icaro buscó el vuelo con su frágil traje de plumas hasta las sonoridades acústicas de tonos y melodías que daban ese esqueleto a lo visual sensorial que cada escena proponía. La labor actoral plausible y consistente en su despliegue tanto como grupo e individual. Otro elemento de peso para que el público les hubiese recompensado con la inocultable gratificación insustancial que es el aplauso; en tal sentido, el elenco conformado por Diana María Muñoz, Edwin F. Ramos y Janneth Patricia Gómez capitalizaron la sustancia fundamental del espectáculo. Hubo en ellos capacidad de entender su acción escénica tanto en la expresión corporal, la ductibilidad sugerente de cada parte de su cuerpo (en especial el uso de las manos) a fin de provocar en el receptor, una oleada de imágenes e incisos que enriqueciesen el juego con cada objeto y con la relación dinámica con el otro actor / personaje. Hubo sinceridad plástica en sus acciones. Se creo por ellos, una zona de sensibilidad que hacia que algunos espectadores fuesen parte del argumento y así interconectar una historia con el horizonte de expectativa del público que los veía accionar. Sin más, “Mimando las palabras y los recuerdos” fue un sobrio trabajo escénico que dio brillo a la vitrina de la X edición del Festival de Teatro Infantil que organiza Puertoteatro. Ojala puedan hacer gira en otras regiones y así mostrar este lúcido como estupendo trabajo teatral, digno de cualquier muestra para toda la familia. UNA BUENA AMALGAMA CON LA NATURALEZAEl segundo alcance de la presente nota es para Amalgama Producciones de Brasil con su unipersonal “Flamingo” ejecutado con destreza expresiva y tocando el asunto temático de lo ecológico pero visto como canto a la vida. Una experiencia visceral donde la artista alemana-carioca, Anne Wesphal (que vive en Río de Janeiro desde 1976) logró substanciar una experiencia corpoexpresiva que parte de la sencillez plástica del cuerpo, las manos, los objetos inanimados, la música u la exclusión de la palabra pero creando un vaso comunicante rico y poderoso como romper cualquier barrera idiomática. La vida de un ave, en este caso un singular flamingo eclosiona dentro de un ambiente polucionado donde la basura (desechos sólidos como bolsas, tubos, periódicos viejos, botellas plásticas desechadas) son ese ámbito artificial que substituye lo que se supone es, el hábitat propio de una especie. El guiño de la pieza, es que a pesar de lo adverso, la vida sigue su curso y lo artificial genera en esa especia otro universo donde deberá prosperar. Insisto, la percepción de la artista es comunicarnos que nosotros, los humanos, degradadores del medio ambiente a veces de forma conciente y las más, de forma inconsciente, creamos los factores para ir empobreciendo los territorios donde otras formas de vida deben hacer su universo. Flamingo, es por ende, un canto a la responsabilidad de todos nosotros, una exigencia a la sociedad urbana y rural a no seguir actuando de manera egoísta con las demás formas de vida que tienen igual derecho de existir en sus ambientes naturales originales. Anne Wesphal captó con gratificante uso de los elementos del títeres de guante, un traje vistoso, pocos elementos escenográficos, música acorde a la trama que discurre y con una versátil capacidad de articular con cada parte de su cuerpo, una comunicación creativa que tiene belleza, claridad comunicativa, sintonía con los referentes básicos del niño espectador y de superponer el mensaje ecologista de una manera directa. Montaje concreto al cual solo le objeto su extensión dado que los tiempos de atención / recepción del espectador niño está alrededor de media hora a cuarenta y cinco minutos y de ahí empieza a decaer. Pero el espectáculo fue concebido con un tiempo específico y ello se respeta. De resto, se aplaude este “Flamingo” como atractivo trabajo propuesto por el colectivo carioca Amalgama Producciones.