miércoles, 27 de agosto de 2008

¡UN FESTIVAL TEATRAL DE AUTOR QUE VA CRECIENDO!

Dentro de las distintas posibilidades escénicas que ha venido ofreciéndose como ámbito de vitrina del quehacer efectuado por grupos nacionales y foráneos sean estos de carácter emergente, consolidado, profesional o aficionado, tenemos la realidad del Festival de Teatro de Autor (FESTEA) que ha venido organizando de forma ininterrumpida por espacio de 5 años por la agrupación Pathmon Producciones bajo la égida de Maigualida Gomero como directora general y acompañado con un diligente equipo conformado por José Gregorio Franquiz, Max Coloma, Dayana Gómez, Carlos Palacios, Camilo Landaeta y Gerónimo Reyes. Pathmon Producciones desea bajo su visual de ser una agrupación teatral de productores el asociarse en torno a” la idea de desarrollar y llevar a la práctica un nuevo estilo de lo que se podría dominar Gerencia Teatral”. Es claro que concretar esto tienen que dinamizar no solo actividades pedagógicas con sentido de llegar al “factor social que involucra el teatro en una sociedad como la nuestra” sino que además han ido abarcando una labor como lo ha sido el Festival de Teatro de Autor. Maigualida Gomero lo enfatizó hace ya algún tiempo al decir que: “representan la respuesta de una nueva modalidad de hacer cultura y es para ellos cualquier sitio es un lugar donde hacer cultura y presentar su trabajo, el cual debemos considerarlo como uno de los mejores que hoy se presentan en nuestro país”. Como grupo, Pathmon Producciones se ha venido constatado de forma constante y ofrecido muestras efectivas en sus producciones a fin de responder desde la mejor forma profesional a que sus concretos estén a tono con lo que la cultura, el arte y la nueva gerencia venezolana demanda. Han desplegado producciones y actividades teatrales tanto para niños, jóvenes y público adulto. Incluso percibieron la necesidad de generar ese compás para que la dramaturgia de autor fuese aspecto focal propicio para darle sentido al evento que en este 2008 ha arribado a su quinta edición. Un camino no exento de dificultades tanto organizativas, logísticas y fundamentalmente, económicas, pero que poco a poco se ha ido aquilatando como lo debe conformar una vitrina de confrontación y competitividad como lo plantea la realidad de Festea. Por ello, este festival es una rareza dentro de los distintos encuentros muestras y muestras teatrales que se desarrollan en la ciudad. Su perfil aun está amoldándose pero bajo una sana articulación de conceptos y modalidad que de seguro se asentará con miras de ofrecer una alternativa rigurosa a quines participen con el pasar de los años. Esfuerzo plausible que deberá contar con el apoyo de la empresa privada y de organismos culturales oficiales para que este esfuerzo gane terreno y permita la concreción definitiva de un circuito dirigido tanto a gente joven, grupos independientes como a artistas teatrales caraqueños, regionales y sudamericanos en su afán de reflexionar creativamente sobre los vericuetos dramáticos que tiene la escritura teatral y posibilitar al público, de otras formas que el oficio escénico tiene puede tener el teatro en esta década. Festea es un evento festivo de carácter competitivo distinto a los que se observan en el país. Su misma denominación de ser un Festival de Teatro de Autor lo ha erigido en palabras uno de sus organizadores “como proyecto que permite conocer la dramaturgia” y que sea especie de leitmotiv para que grupos, directores y diseñadores confluyan a este encuentro orientados bajo el eje radial de un (a) dramaturgo (a) con trascendencia contemporánea. Desde el arranque del Festea se ha visto entonces autores de talla como Samuel Beckett, Federico García Lorca, Rodolfo Santana. Para este 2008, Festea asume la emblemática escritura teatral femenina de Mariela Romero (Venezuela), Griselda Gambado (Argentina) y Elena Garro (México) quienes con sus piezas, temas y argumentos abren trincheras de comprensión a los grupos que de alguna u otra forma asumieron trabajar algunas de las obras de estas autoras o para que uno que otro grupo, pueda tomar el riesgo de plantearse la escenificación de una pieza con el propósito de entrar bajo el paraguas del evento. En todo caso, será el público quien a la postre el que tendrá esas múltiples miradas y perspectivas sobre lo que cada autora y su obra plantea como el tipo de visión de puesta en escena que afrontará un director junto a sus actores y diseñadores. Incluso, para la crítica que participa en esta edición, es una oportunidad para cotejar como va creciendo un evento, como se manifiesta el oficio de estos colectivos y como se palpa la recepción de los montajes por el espectador. Algo significativo es que Festea es un evento inusual en el país; no solo por ser un festival de autor sino porque tras su dinámica se puede constatar varias lecturas de una misma pieza por parte de distintos grupos. Ello permite validar si un texto aun puede decir cosas o no, si un asunto puede estar a pelo con lo que un proceso sociocultural demanda o, en el peor de los casos, que algunos textos evidencien su agotamiento. La vitrina de Festea hace que cada grupo deba exponer riesgo, perspicacia, investigación, juego estético así como una adecuada preparación artística y técnica para ponerla al servicio de conjunción de los temas que una dramaturgia planteó o sigue planteando. El ¿cómo será aprehendido, desmontado, decodificado y recodificado?, obliga antes de iniciarse cada edición de Festea a que los potenciales grupos y su director posibilite un determinado alcance reflexivo hacia y con el autor y sus textos; pero, también deberá estar atento a ¿qué efecto habrá de tener su propuesta escénica sobre el horizonte de expectativa del receptor? Estas y otras cuestiones serán potenciadas aun más si, por ejemplo, en una determinada edición del evento que les convoca, crea la situación de que haya (directa o indirecta) varios ángulos de desciframiento artístico sobre un cierto texto. Como lo expresó el colega Carlos Rojas, al referirse a Festea: es una “especie de “proceso de trabajo” que ha ido adquiriendo síntesis y madurez a través de las ediciones”. APUNTES SOBRE LO VISTO EN LA VITRINA Con la participación de cerca de colectivos provenientes de diferentes áreas de la Gran Caracas: Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, Kabré Teatro, Sobretablas de Venezuela, Centro Escénico, Epidauro Producciones, Delphos, Grupo Teatral Acción, Gothic Minerva Teatro, Pathmon Producciones, Mampara (Estado Zulia), Horus así como de países como México (Baalit Producciones; Galatsia Teatro y El Globo) y de Argentina (Cacatúas Cooperativa Teatral) se armó una grilla donde piezas como: “Decir si” (1981), “El despojamiento” (1981), “La malasangre” (1981), “Para llevarle a Rosita” y “Los Siameses” (1967) de la autora boanarense, Griselda Gambaro (1928). De la dramaturga poblana (México, 1920), Elena Garro: “El árbol” (1963; dos puestas en escena) y “El rastro” (1957). Finalmente de la autora teatral venezolana Mariela Romero las piezas cortas: “El juego” (1976; dos montajes) y “El inevitable destino de Rosa de la Noche” (1980; cuatro propuestas) se estructuró una visual donde grupos con trayectoria definida y directores experimentados se encuentran cara a cara en una misma vitrina con agrupaciones noveles y grupos que pueden calificarse como “ensamble”. Visiones y perspectivas generacionales en juego. Capacidad de riesgo de unos frente con textos conocidos y manejo convencional apega al autor por otros y, sin embargo, se constató que cada colectivo afiló su creatividad como su eficacia artístico técnica a fin de ofrecer propuestas teatrales que fuesen lo más apegado al espíritu dramático que cada texto exigía aunque se viesen alguna que otra versión / adaptación pero en términos generales lo que se perseguía era calar sobre el gusto / aceptación del joven público que ha asistido a las funciones en la Sala del Teatro San Martín donde se desarrolló hasta la presente fecha, buena parte de la programación de este festival. GRUPO EPIDAURO Y “LOS SIAMESES”Una agrupación recién constituida. Estructurada con muchos actores jóvenes (Jennifer Morales, Alexander Ramos y Jesús Rengifo) bajo la dirección de un emergente talento como lo es Gleinson Medina asumieron un doble compromiso: estrenarse como grupo y asimismo, estrenar dentro de la vitrina de programación que ofreció Festea. Ello se entiende ante la falta de apoyos que los jóvenes creadores enfrentan al no contar con espacios propios y ni circuitos donde exhibir sus esfuerzos teatrales. Un riesgo que pudo ser caótico pero que evidenció que a pesar de los obstáculos y las fallas de carácter conceptuales, técnicas y artísticas tanto de quien asumió la línea rectora de puesta en escena como del colectivo en su comprensión / aprehensión del reto dramatúrgico del texto gambariano, se puede decir que, fue un trabajo plausible. “Los siameses” no es un texto fácil. El sólo plantear la historia de dos aparentes hermanos –supuestamente siameses- cuyo nexo psicoemocional está basado en tener una relación familiar donde uno subyuga al otro dentro bajo una encajonada como opresiva atmósfera de tensiones asociaciones de dependencia que raya en lo absurdo, es como especia de metáfora sobre la visión de la autora de la descomposición social que para los años que le tocó escribir este texto parece dibujarse. La concepción de puesta tanto en lo estético como en la líneas de obsesiva como fatigante construcción del perverso juego dominador / dominado entre los personajes y derivado de ello, de armar una atmósfera ominosa de subyugación psicológica donde ambos se encuentran para así derivar / proyectar un espacio denso, cruel y sin salida quedó a medio camino por el trabajo del director. No bastó con dibujar dramáticamente lo formal visual a través del tratamiento de vestuario, de la iluminación y de las exageradas maneras de comportarse de un personaje frente a su hermano o, de hacer más opresiva su tensión frente al mundo externo que los avasalla (la justicia) sino que se debía buscar una densidad más orgánica en la concepción general del trabajo de esa misma puesta, es decir, sintetizar a un cierto minimalismo psicológico tanto el esfuerzo de la plantilla histriónica como de la recreación de una atmósfera partiendo de compactar la luz como catalizador. La planta de movimientos ajustarla hacia una densidad connotante y no hiperquinetizarla como si con ello se buscase generar un ritmo ajeno a la situación que lo envolvía. La puesta recurrió a elementos accesorios que bien pudieron ser suprimidos y crear el eje dramático sobre la fuerza de choque entre los personajes bajo un trabajo con la iluminación. Desde allí, las actuaciones hubiesen creado ese universo cerrado donde violencia, abuso y zonas de quiebre corpo gestual, de sospecha y violencia hubiesen adquirido más resonancia. El trabajo de composición tanto de Jennifer Morales como de Alexander Ramos pueden ser más afiligranados en su capacidad de aprehender sus vericuetos psicodependientes y desde allí, crear un submundo que oscilase entre lo bizarro dominante y lo ingenuo perverso. Montaje que puede ser optimizado ciertamente dado que son artistas dispuestos a crecer pero que se les aplaude dado que el estímulo tiene que acompañarlos. VARIAS ROSAS DE LA NOCHE Festea permitió que pudiesen cotejarse hasta 4 montajes que giraron sobre el desciframiento de la pieza de Mariela Romero, “El inevitable destino de Rosa de la Noche”. Una pieza corta de tres escenas donde la tragedia se abre dentro de una zona activada por el avieso juego de personajes trastocados. Pieza que emplea símbolos. Propuesta dramática que genera una circularidad lúdica opresiva y que apela a cierta connotación poética para afinar un universo de relaciones de contenida violencia. Allí un personaje creará un cambio que induce a la fatalidad. Rosa (la prostituta) entra en colisión con el sistema distorsionado de Pedro y Juan (hombres de la calle) rompiendo su ilusorio estado de simbiosis y abriendo la posibilidad a la muerte como redención liberadora. PRIMERA LECTURA: Nos tocó ver el trabajo del grupo Delphos con "Rosa de la Noche". Montaje acotado bajo una formal atmósfera y ambientación donde tendrán que deambular los personajes de los mendigos y de la llegada de Rosa que aun cree que puede redimirse en su sueño de esposarse. Luís Alberto Rosas logra con asertivo ejercicio de compactación las tensiones dramáticas de cada escena. Aplica con ponderada visión de la escena donde y que debe ocurrir. No hubo exageración con el ritmo sino que lo dejó fluir para que las situaciones entre los actores permitiesen crear esa dimensión de hacer factibles sus desempeños de composición de personajes y, derivado de esto, aprehender la potencia de ese extraño mundo donde tanto Rosa ingresa al universo de Pedro y Juan para cambiarlo pero al mismo tiempo, trastocarlo, generando por ende, la fatalidad. El mejor acento de la puesta estuvo en la comprensión de lo perverso trágico romeriano. La dirección de Rosas fue enfática, aplomada y consistente tanto en lo cartesiano del entendido de la trama como de lo que se debía mostrar desde cada secuencia. No exageró en la ambientación sino posibilitó con pocos recursos, lo necesario para armar el decurso argumental. Su énfasis lo expandió hacia la eficacia de sus actores. Estos capturaron y emitieron con verdad su trabajo compositivo. En tal sentido, la labor artística ofrecida por Karla Fermín como Rosa, de Diego León caracterizando a Pedro y Javier Figuera encarnando a Juan, se plasmaron con autenticidad y sentido escénico. En ellos, se percibió sintonía con el lenguaje, uso del gesto, recreación de cada situación en especial lo sugestivo erótico que no desembocó a una relación homosexual y que posibilitó una conexión psicológica dependiente ominosa que haría factible el trágico final. A pesar de algunos inconvenientes técnicos -propio de cualquier representación y que escapaba del control del grupo y de los actores- lograron concretar un sentido de verdad teatral que se debe reconocerse. Una “Rosa de la Noche” bien entendida, comedida en su intención teatral y que plasmada con fuerza artística por este grupo, uno de los mejores del Festival. SEGUNDA LECTURA. Bajo la responsabilidad del Grupo Teatral Acción bajo la conducción escénica de Henry Álvarez se logró ver otra aproximación a esta pieza de la Romero como lo es "Rosa de la Noche". Una propuesta más cerrada en el juego de atmósfera debido a que el concepto de Álvarez parecía desear plasmar desde el manejo del espacio (degradado, carentes de referentes tridimensionales, y con pocos elementos de un ambiente que reflejase la hostilidad donde se sitúa la situación), la construcción de las relaciones de los personajes (más desenfadada en lo referido a la dependencia psicológica y emocional), de la planta de movimientos (no tan activa y si más densa para algunas secuencias) y una iluminación de penumbras (con ausencias de zonas determinadas para el desarrollo de algunas de las escenas) que restó la posibilidad de que el público pudiese leer con exactitud los cambios faciales del actor en su trabajo de composición de personaje, una especie de densa tensión que bajo un supuesto, era parte de un todo que ceñía la dinámica que la trama debía ir calibrando. Montaje débil no por lo que la dirección aspiraba sino por la ausencia de una labor actoral consistente. Los actores Ángel Pájaro y Javier Pérez se manifestaron activos y dispuestos pero sin capacidad de matizar, generar inflexiones vocales, de focalizar y proyectar la voz, algo tenso corporalmente, rígidos en el juego actor-actor y displicentes en el sentido de crear situaciones de fuerza. Por su parte, Miriam Mizrahi más centrada en su entrega compositiva logró asir con certeza su potencial técnico y crear con manifiesta intención, lo que el personaje de Rosa le demandaba. Un trabajo que debe revisarse ya que tiene elementos que podrían ser susceptibles de optimizar y así estar más acordes a lo que el público aspira a ver sobre las tablas. Con todo, Henry Álvarez busca crear con poco y ese es un buen factor que con sapiencia, podría capitalizar para el fortalecimiento de esta y futuras propuestas. TERCERA LECTURA. Bajo la responsabilidad del maestro Fernando Acosta quien con experiencia, formación, trayectoria y claro sentido de lo que desea concretar sobre la escena, viajó desde la “tierra del sol amado” (Edo. Zulia) con el grupo Mampara el cual ha tenido una dilatada acción escénica en el occidente del país. Su propuesta de “El inevitable destino de Rosa de la Noche” al parecer ya había sido trabajada hace algún tiempo por Acosta y su grupo pero en esta oportunidad, la retoma bajo la idea de un remontaje y asume con mucha dignidad escénica, creatividad y eficacia actoral y sentido teatral, una proposición -que fractura hasta ahora- lo visto como puesta en escena de la obra de la Romero. Hay mucho de riesgo tanto para lo que es la composición y distribución de lo espacial hasta un énfasis estético en la puesta que genera una dimensión enriquecedora de lo que uno como espectador, espera encontrar como secuencias de la tragedia donde están insertos los personajes de la obra de Mariela Romero. Acosta apeló al factor lúdico del accionar de los actores / personajes y compactar una atmósfera visual que se sustenta con la adición de objetos (cama, santuario, red) que genera otra clase de acción / problemas a la plantilla actoral. Lo perverso, lo marginal, lo erótico, el lenguaje, la hilación afectiva de Juan hacia Rosa y de Pedro hacia Juan en oposición / en contra de Rosa se patentiza con agudeza haciendo y ejerciendo tensiones que ayudan al decurso de la puesta. El trabajo compositivo dado por José Molero (Pedro) en expresivo, sintético, emocional y con perspicacia; salvo algunos problemas con la enunciación / proyección de voz, su eficacia corporal configura uno de los mejores esfuerzos artísticos vistos para un montaje como este. Por su parte, la labor de Juvencio Ortiz como Juan fue menos densa pero aun así, comprometida a recrear con seguridad tanto su conciencia del espacio, los diálogos y ese extraño nexo que debía otorgarle a su papel. Claudia Sánchez como Rosa, comedida, algo austera en la filigrana de esa desfachatada meretriz que irrumpe en la vida de estos personajes marginales. Su labor con la voz y la expresividad corporal pudo ser más dinámica y sin embargo, logró muy buenos momentos histriónicos que ayudan a sus compañeros de viaje teatral. Mampara logró uno de los trabajos más eficaces de Festea, no en balde su trayectoria y perspicacia de accionar con profesionalidad. Desde mi personal tribuna, ¡un aplauso!