viernes, 29 de agosto de 2008

MIRADAS A LA ESCENA (III)

Como ya lo había indicado en entregas anteriores, la dinámica teatral de la ciudad de Caracas expuso entre Julio y Agosto, una serie de montajes que, desde muchos ángulos capturaron la atención de público y crítica especializada. Sintomático de la calidad artística, del riesgo escénico y de la excelente fuerza significante que dos de estos espectáculos hayan sido reconocidos con galardones y otros con algunos reconocimientos por el jurado que constituyó el Premio Municipal de Teatro 2008. Me refiero al montaje Penitentes, de Elio Palencia, escenificado por el Grupo Teatrela (que obtuvo de los Premios Municipales, cinco, como mejor producción, mejor texto teatral, mejor director, mejor actor y mejor iluminación) bajo dirección de Costa Palamides; El alquimista –a partir de una versión realizada por Isaac Chocrón del original de - clásico renacentista inglés, Ben Jonson, asumido por profesionalmente por el grupo Escena de Caracas en coproducción con el grupo Teatrela y contando con el director invitado -del grupo Contrajuego- Juan José Martín, divertidísimo trabajo que fuese estrenado en los espacios de la Sala Experimental del Celarg. Por último, tanto el soberbio canto a la conciencia del hombre gestado por el Grupo Tumbarrancho con su minimalista producción, Cuentos de Guerra para dormir en paz (Mención especial al texto y Mejor música original del Premio Municipal de Teatro), escrita con reciedumbre y visión contemporánea por Karin Valecillos y dirigida por Jesús Carreño, un montaje que fue mostrado al público en los Espacios Cálidos del Ateneo de Caracas. Igualmente, la sobria escenificación que efectuase el colectivo LKS Producciones bajo la dirección de Humberto Ortiz de una de las piezas más representativas del teatro del absurdo como lo fue Los días felices, montaje que capturó la atención en breve temporada dada en el Espacio Plural del Trasnocho Cultura siendo merecedora de los galardones en los rubros de Mejor actriz y Mejor Escenografía. Cuatro trabajos que, sin duda, traducen tras de si un sólido sello de calidad tanto en los aspectos estéticos, conceptuales, técnicos, creativos de sus diseñadores así como de el esfuerzo histriónico que los expuso ante decenas de espectadores y que, indudablemente, marcó con saldo positivo, el lapso Julio - Agosto para la memoria teatral caraqueña. PENITENTES. Texto de Elio Palencia (desde nuestra percepción uno de los tres autores venezolanos más sobresalientes e incisivos que se han venido forjando desde finales de la década de los años ochenta y a lo largo de lo noventa del siglo XX) rubricado alrededor de 2006, aprehendió con inusitada aguda ferocidad un suceso crimen pasional que sacudió la opinión pública venezolana relacionado al asesinato de un conocido prelado de la iglesia católica venezolano. Crimen con oscuras incisiones oscuras del cual Palencia no solo las expuso en su drama donde radiografía sin tapujos sobre la hipocresía social, la soledad del amor y, oblicuamente, sobre los intersticios del poder. Pieza que maneja con un lenguaje directo y sin cortapisas, su discurrir argumental el cual se hila de forma frenética, con ritmo secuenciado, con diálogos lacerantes y sesgos temporales que abren y cierran y permiten al lector / espectador estar en, sobre y tras la mirada de cada uno de sus personajes. Un acento pulsante y estremecedor que aun tiene eco en el tramado de nuestra sociedad ya que sus pliegues son constituidos por ser humanos, donde el sexo, la necesidad erótica, el juego de lo roles sociales quedan colocados al filo de una navaja y que es metáfora de un mundo caotizado por los elementos de la anomia y de cómo esa misma anomia incide sobre marcar figuras que componen minorías que son notorias si y solo si, sucumben en pos de un éxtasis momentáneo pero fatal. Palencia es ya un autor concreto y reconocido a esta altura de su carrera. Dramaturgo maduro, consciente de su horizonte de responsabilidad creativa, que no apela a artificios a la hora de urdir tramas, directo en la contemplación, análisis y dibujo de temas que aun palpitan en el subconsciente colectivo. Tanto en Penitentes como en otras piezas (La Quinta Dayana, El que te cogió y se fue) hay exigencia en la confección de la estructura dramática, aplicación de un lenguaje dramático sin ambages y situador afiligranado de la causa - efecto del mosaico emocional nacional. Un autor de vanguardia que sabe golpear con la palma y llenar de interrogantes a sus lectores / espectadores si este es un receptor mojigato, o se sabe sumergido en un cultura donde aun impera la lástima y la indiferencia aun cuando está ansiosa de una verdadera justicia social. Por eso Penitentes -y otras piezas- es dramaturga borderline, donde los personajes y sus situaciones no son escatológicas, amorales o abyectas sino que tienen una poesía desenfrenada, una cuadratura que apela a crear espacios a la utopía de la libertad y que aun cuando veamos seres marginados en sus tramas se puede decir que es imagen especular de un mundo que no es oculto sino producto de las viejas-nuevas tensiones derivadas de las relaciones sociales en transformación. El montaje realizado por Costa Palamides fue sintético / multisignico, simbológico y sensorial. Sintético y multisignico porque visualizó en un espacio íntimo, una tarima no mayor de 3 mts x 3 mts, un lugar que se convierte en discoteca / espacio de seducción y para la ostentación de la venta de cuerpos –en un eje de sexo / pasión. También es habitación de hotel de segunda mano – cama sudorosa donde relaciones de ansiedad por afecto fugaz – revelación de verdad de los personajes, permitían aflorar con crudeza los mundos interiores. Otra, cárcel – confesionario, porque allí las dimensiones de una homosexualidad soterrada o definida se vuelca en pasiones que acaricia soledades anhelantes y se cruza hacia los umbrales de ideologías articuladas por pensamientos que solo son gritos angustiosos del alma. Poder sexual humano, poder de una jerarquía social, poder de una juventud vital desbocada, poder simulador para comprar o vender pasión se amalgaman, urden y proyectan como aristas en un cubo central cuyo piso es tabú, confesión, revelamiento y falsedad de la imágenes morales que ateridas de muerte hacen escarceos con la libertad individual. Simbológico y sensorial, porque la dirección de Palamides en conjunción con la labor creativa de Valentina Herz (diseño escenográfico), el vestuario de Omar Borges (que plena a los trajes de colores atenuados / contrastantes) y con marca signos que ofrecen al espectador, la lectura de palabras códigos que aluden a cada personaje) una iluminación sugestiva en lo sensual, profunda cuando merece crear atmósferas de revelación o explosiva si está en el ámbito orgiástico desembocado una discoteca por parte de Darío Perdomo y un trabajo de diseño gráfico de Lester Arias (que no solo demarca el ámbito de la puesta sino que coloca signos que cada espectador debe decodificar en relación a cada situación - personaje) compacta un trabajo histriónico pleno de sentido escénico que no desperdicia su ritmo interno como externo, que fue capaz de catalizar los tramados de fuerza íntima, confesión terrena y revelación hecha trizas en una planta de movimientos fluida, dinámica y poderosa que atrapa el subconsciente de la platea y le lanza hacia la intimidad lacerada de esos personajes atrapados por su sino. Una producción (artística y general) estuvo perfectamente aceitada tanto lo realizado por Marisela “Cocó” Seijas y Juan Carlos Azuaje que sumaron una voluntad de que así el teatro venezolano puede alcanzar tenores y resonancias de alto vuelo. Todo este esfuerzo estuvo al servicio y fue plataforma para que el trabajo actoral que debía construir Delbis Cardona, Ludwig Pineda y José Gregorio Martínez fuesen realmente lúcidas tanto en su potencial técnico, en su visual de personajes creíbles y densos, en confeccionar cada gesto, cada movimiento y cada expresión dialogal con soltura, seguridad y aplomo. Lógicos y viscerales, comedidos y expansivos en la escena, fueron tres ejes protagónicos de un drama que aun tiene resonancias en el fragor del amarillismo de las páginas rojas de muchos medios de comunicación social. Haciéndome eco de palabras que no son mías, Penitentes ha sido uno de los montajes que fue capaz de colocar “sin anestesia” el hedor de una cierta clase de hipocresía social que aun envuelve a una franja de este país. Cada espectador habrá juzgado desde su particular fuero interno, como le habrá conmovido, “paralizado”, sacudido, estremecido, “escandalizado” o, abofeteado en su percibir / sentir a partir de lo que fue su lectura de la acción dramática derivada del texto o, sencillamente desde lo concretado como efecto artístico escénico de la puesta en escena realizada por Teatrela. Un trabajo de los más provocadores de este grupo y del año. (Foto: Cortesia de Nicola Rocco / http://photomanifiesto.blogspot.com )