viernes, 8 de agosto de 2008

OPINIONES FUERA DEL TINTERO PARA NO OLVIDAR (II)

Ciertamente, la actividad observada en el cuatrimestre Mayo – Julio ha sido inusual. A ello, se le debe sumar lo expuesto con mayor fuerza escénica lo que ha sido estrenado en la primera semana del mes de Agosto. Al intercambiar impresiones con conocedores queda manifiesta la situación que ha habido un amplio espectro de montajes que de forma inusual, coloca en entredicho las afirmaciones que siguen insinuando que acá no hay teatro para ver. Y si la excusa es que la cuestión radica en que hay más cantidad que calidad, pues lo segundo ha tenido su faro para de buena luz para iluminar la cuestión. El volumen de estrenos ha estado sobre las reposiciones en el área capitalina. Propuestas que va de infantiles a trabajos de calle, de producciones profesionales a muestras de variada índole. Ahora incluso para estos días se desarrolla el Festival Teatral de Autor (Festea) que subió su telón en los espacios del Teatro San Martín e irradiándose hacia otros espacios y ámbitos no convencionales gracias al denodado esfuerzo gerencial de Maigualida Gamero) que cumple su quinta edición de este evento dirigido a grupos emergentes y semiprofesionales nacionales y foráneos con un acento digno e ininterrumpido que está recibiendo el cálido espaldarazo del público. Es más, para el momento que escribo esta líneas, se avista el XXV aniversario del Grupo Actoral 80 quienes para celebrar esta especial ocasión, estrenaran en el Teatro Trasnocho, la pieza “Al pié del Támesis” del novelista y dramaturgo peruano, Mario Vargas Llosa. Y el infantil “La Cenicienta en Palacio”, una versión libre realizada por Desirée Monasterios sobre el texto de José Antonio Rial en los espacios de Corp Group contando con dirección de Mario Sudano. También estará de estreno, el infantil musical del periodista y dramaturgo en desarrollo, Carlos Roa, (autor de la pieza “Furi Firi, empresa exitosa”) quien va ahora con su segunda pieza intitulada “Cortocircuito” que se mostrará a toda la familia en el Celarg bajo el paraguas grupal de Garuart Producciones. De todo lo que ha visto y se venido observando como dinámica debo expresar que me alegra ya que hay una inocultable actividad que coloca al teatro en sus distintas variables, como una de las alternativas más eficaces de comunicación, entretenimiento y capacidad de decir cosas. Para abarcar esta segunda entrega haré recuento reflexivo de algunos montajes confrontados que bien ya salieron de su temporada o bien, están cerrado las mismas. En materia de teatro de calle (o, lo que supondría, una que otra variante de esta modalidad como teatro en la calle y/o teatro para la calle) ha tenido su presencia. Acoto que es bastante difícil detectar su oferta a través de los medios de comunicación tradicional, aunque si uno está pendiente lo haya sea bien porque te lo expresan a viva voz o por vía de mails, pero lamento realmente que no exista una cartelera unificada de promoción donde se difunda todos los segmentos del hacer teatral que se efectúa en la ciudad, solo nos restringimos a detectar / consumir lo que está a la vista / oferta en marquesinas y que, indefectiblemente es lo que arrastra al público. Hay mucho “teatro invisible” distinto al comercial con fines artísticos, estéticos, conceptuales como sociales muy pero muy buenos pero que no son apoyados por el Estado, la empresa privada, las instituciones culturales. Hay en ellos exigencia técnica-artística, una visión complementaria de la relación arte / cambio social y sobre todo, una mística y entrega que elogiable. Es casi el boca a boca lo que empuja a algunos especialistas en el ver a confrontar sus trabajos y que casi nunca le damos el obligado comentario / análisis de su acción teatral. Dos casos puntuales (uno, distinto del otro, tanto por filosofía del hacer y lo que entiende como fórmula de teatro en espacios comunitarios como la calle, boulevard, plaza, o en el seno de asentamientos populares; son grupos que preparados para manejar estéticas e imágenes donde la palabra, gesto y confección de situaciones crean productos sustentados desde técnicas colectivas a individuales pero tomando la expresividad / creatividad focal sobre el histrión capaz de convertir la improvisación, la proyección textual y articulación lúdica bajo cánones variables. De hecho, su acento está focalizado hacia lugares donde la gente pasa, se detiene, los ve, confronta, se integra y aplaude para luego proseguir su andar llevando o una sonrisa, o hasta quizás una reflexión sobre lo visto. En este sentido, la Casa del Arco Iris bajo la tutela de dirección y puesta en escena por parte de Janeth Colmenares, se exhibió en los predios del boulevard de Caricuao presentando una selección de cuentos, extractos de novelas y obras teatrales universales clásicas tomadas de: “El Principito”, “El Quijote de la Mancha”, “El traje nuevo del Emperador”, “El flautista de Hamelin”, “Fábulas de Esopo” y cuentos de la etnia Wuayú, ensamblado en un todo dinámico, con ritmo coreográfico, soltura corporal y talante histriónico desenfadado bajo el título “La historia que a mi me contaron”. Un trabajo sencillo, sin ampulosidad, fresco, con guiños al espectador en el cual intervinieron actores y actrices como Roy Lorenzo, Gabriela Mary, Ana Cacique buscando siempre concentrar su acción con y para el ciudadano que se sorprende al encontrar que un espacio de paso se teatraliza para sensibilizarlo, decirle cosas, cambiar su semblante y hasta de hacerlo sentir que el arte está a un paso de su habitat. La Casa del Arco Iris es sin duda un grupo guerrero, batallador, tenaz y comprometido que hace de su labor, ¡patria! Otro grupo, de distinta factura que logré visualizar fue A-Teatro que opera en la Sala Aveprote bajo la dirección de Alberto Carbonel. Un teatro que no etiqueto como teatro de calle sino teatro para la calle ya que aunque puedan asumir los riesgos y técnicas que los espacios no convencionales supone, su filosofía no ha sido como la constatada a otros colectivos en el tiempo como lo ha sido: T-Pos, Guarura, Casa del Arco Iris, Maroma, Art-O de Caracas entre otros tantos. Su propuesta exhibida en la parte frontal del teatro (lateral a la Galería de Arte Nacional) la llamaron: “Un hombre especial”. Un texto que coloca la peripecia de un personaje atrapado por una precaria situación de encontrarse atrapado en un ascensor y estando el edificio a punto de ser demolido. La reflexión sobre lo individual y lo humano que dibuja con sencillez drama y algunos toques de humor cosas que pueden ocurrirle a cualquiera en esta selva de cemento Un argumento bien armado. Actuaciones correctas, manejo de la especialidad técnica sucinta pero a pelo con lo que se deseaba crear en imágenes y relaciones entre personajes, uso del color en una tricomía (amarillo, azul y rojo) que a ras tenía doble lectura pero que se alejó de signo propagandístico una vez avanzada la trama.. Trabajo correcto, fluido y con energía. Logró captar la atención del paseante y quien al final les retribuyó con su aplauso. Concluida la presentación, lo que se logró con lo artístico se resquebrajó por la actitud del director al dirigirse al público al darle una arenga entorno de los que cuentan con subsidios / apoyos gubernamentales y su “precaria situación grupal y del teatro. Lamentable cuando el artista pierde su norte y hace palestra ideológica desde la arena de lo creativo! Una reflexión: el teatro de calle ha estado padeciendo del desinterés de las instituciones culturales nacionales y municipales. Es su deber apoyar con recursos para que se puedan promover, difusión en el sentido de facilitarles insumos materiales como programas de mano, afiches etcétera, capacitación técnica y artística, sustanciación efectiva dentro de los planes / proyectos comunales y comunitarios a fin que esta modalidad se expanda y fortalezca hacia cualquier resquicios de nuestros barrios y urbanizaciones. Que se comprenda que el teatro de calle es fórmula escénica directa de interacción con el pulso del hombre y mujer de a pie, con el niño y con el adolescente que necesitan de esparcimiento cercano a su lugar donde reside. El teatro de calle es vía para darle humanidad y sentido de pertenencia tanto a quien se considera artista “callejero” como a los grupos que hacen de este arte, su norte. Un llamado a Fundarte, al Ministerio del Poder Popular de la Cultura, a la Dirección de Cultura del Municipio Libertador así como a las mesas técnicas de cultura de los gabinetes locales que deberían elevar el estandarte de estos colectivos hacia un nivel prioritario y no obviarlos con ayudas que dan vergüenza ajena. Sobre el evento Festea que organiza el grupo Pathmon Producciones diré que estuvo a la altura de las expectativas. Levantó con sala llena el aforo del Teatro San Martín de Caracas su V edición del Festival Teatral de Autores, esta vez dedicadas a las dramaturgia femenina latinoamericanas representadas por la autoras Elena Garro (México; 1920 – 1998), Mariela Romero (Venezuela; 1952) y Griselda Gambaro (Argentina; 1928). Con el montaje del colectivo organizador, con puesta en escena del director invitado, Carlos del Castillo se escenificó la obra Decir si de Griselda Gambado, con los trabajos histriónicos de Frank Silva (actor invitado) y Max Coloma se alcanzó un espectáculo comprimido en atmósfera por el logro de un ritmo interno de las caracterizaciones, la incidencia de lo musical y el efecto lumínico. Propuesta densa gracias a las actuaciones porque se suponía que desde allí el trabajo se construía. Ello demandaba capacidad plena de corporizar cada movimiento, gesto y actitud visual a fin de confrontar un personaje ante el otro. El montaje exhibió austeridad de efectismos que tergiversase hacia un tentador edulcoramiento de lo oscuro y que en realidad –pienso- debía estar gravitando a acentuar la situación / condición humana reflejada tras los personajes. La ominosa recreación argumental de esos dos personajes (un alienado barbero y un cliente de ocasión que invierte su rol de cliente por el de seudo barbero para que, finalmente, sea otra vez cliente que será asesinado) situados en un opresivo local, coloca acentos de absurdidad, tragedia y patetismo cuyas hebras se extienden sinuosamente hacia el subconsciente del espectador. Un desempeño actoral convincente más de parte de Frank Silva que llevó desde lo visceral de una psiquis alterada que se concreta en el pausado – cavilante disposición a preparar su escena sangrienta queda reforzada con gestos atenuados, miradas soterradas, acciones milimétricas y la emanación de un efecto psicológico perverso. Trabajo aplomado. Su contraparte, el actor Max Coloma se percibió más desdibujado en ofrecer la otra cara de un personaje víctima del juego trágico; faltó más densidad en la capacidad de expresión, fuerza en los matices y silencios que debían ser suplidos por actitudes que debían oscilar entre la sorpresa, la perplejidad y lo ingenuo, quizás con mayor delineamiento de la dirección se pueda acoplar este dueto actoral para futuras presentaciones. La iluminación de Gerónimo Reyes creo zonificaciones para cada segmento situacional y un todo sugestivo que ayudó al trabajo estético de la dirección. Esta última debió aplomar más la fuerza compositiva del ritmo, evitar extenderlo en demasía, compactar el juego de los actores en decir, sugerir, proponer y así, darle homogeneidad a lo que era fundamental: una situación de tensión trágica que aunque previsible no debía venderse en la percepción del público. Como colofón de opinión, asentaré algunas líneas entorno al trabajo escénico de un grupo emergente que, con empuje y clara dosis de colocarse en el tapete del “aquí y ahora”, mostraron en breve temporada (tres semanas) en el teatrino del Laboratorio Teatral “Ana Julia Rojas”, una producción que coloca un asterisco en la aspiración de jóvenes directores, productores, diseñadores y, fundamentalmente, en la dinámica artística de actores y actrices que se aglutinan de forma independiente a fin de concretar sus sueños y anhelos de ser parte del teatro venezolano. Me refiero al grupo Teatro K que ofreció una propuesta compacta en su sentido teatral, fresca en lo referido a la labor histriónica y con una actitud profesional que espero se mantenga. Ellos, concretaron “Weekend en Bahía” de Alberto Pedro Torrientes bajo la dirección de Morris Merentes. Un grupo que trabajó correctamente, que supo potenciar su imagen hacia la captación del público, con un montaje que aun con sus fallas y con sus aciertos, exponen que hubo energía y entereza en lograr que la trama calase en la recepción del público, que la confección del espacio, el empleo de los objetos, la atmósfera íntima de cada escena y la pulcritud escénica estuviesen cuidadas. La labor de Merentes como director que se inicia en esta clase de labor resultó eficaz; empero, pudo haber exigido más de sus histriones e, incluso, densificar más lo fundamental de la trama con el propósito de unir eficacia técnica del actor / actriz en relación de la construcción orgánica que cada personaje ameritaba. En este particular, el desempeño ofrecido por Varinia Arráiz y José Manuel Peña estuvo a la altura de su compromiso. Se expusieron francos sobre la escena, con soltura del articulado dialogal, con conciencia de las escenas y atentos de la cercanía del espectador que estaba apenas a medio metro de ellos. Una dupla que los aplaudí ya que merecen ser avalados con artistas que aspiran su merecido reconocimiento. Un aplauso pero habrá que esperar como se vaya desenvolviendo el accionar del grupo en tiempo y espacio para saber si este colectivo termina de cuajar entre tanta dificultad que ostenta el teatro de la joven generación en este país. En próximas entregas comentaré de forma particular o, entrecruzada, los trabajos / montajes realizados por grupos como: Teatrela / Compañía Nacional de Teatro (“Barranca Abajo”); Escena de Caracas / Teatrela (“El alquimista”; Contrajuego (“Parece que va a temblar”); Rajatabla (“Contacto” / “Los dioses del Sur”); Compañía Regional de Teatro de Portuguesa (“La Nonna / “Venecia”); Séptimo Piso (Juntos pero separados” / “El cadáver del señor García”); Grupo Contrapeso (“Pobre del pobre”); Tumba Rancho Teatro (“Cuentos de Guerra para dormir en paz”) y el montaje “Días Felices” propuesto por Humberto Ortiz en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural. De forma paulatina y tratando de ser justo en la memoria como en el alcance de opinión. Se debe hacer memoria y por ello no hay que dejar estos trabajos teatrales ¡fuera del tintero!