lunes, 10 de noviembre de 2008

XXVI EDICION DEL FESTIVAL DE TEATRO DE OCCIDENTE: GUANARE, 2008 (II)

SUMARIO DE UN RECORRIDO Dentro de la vitrina de la XXVI edición del Festival de Teatro de Occidente (Guanare, 2008) continuamos disfrutando de la especial oportunidad de cotejar tres Co-producciones desarrolladas por compañías y grupos estables regionales y que asumieron con beneplácito el paraguas de apoyos para factibilizar trabajos que nutriesen el espectro de propuestas teatrales que han sido estrenadas en varias capitales y que ahora giran por el país y que habla muy bien del Proyecto “Teatro para todos los venezolanos” que sustanciado la Compañía Nacional de Teatro en lo que apunte de forma personal como una “reingeniería silenciosa” que va a favorecer que poco a poco el quehacer dramatúrgico, espectacular, creativo, histriónico y técnico se insufle de una renovada carga para dimensionar con incisividad que hay talento y que el mismo puede fructificar si tiene coordenadas precisas para su obligada evolución. OTRA MIRADA Una grata sorpresa fue haber confrontado el trabajo de la Co-producción realizada por el colectivo Teatro Manglares proveniente del estado Delta Amacuro, quienes bajo la sapiente comprensión de las leyendas e idiosincrasia deltana para escribir y escenificar de forma decantada un saludable espectáculo conducido por el joven Darly Rivas quien conformó una propuesta plena de sinceridad que sin ser grandilocuente o excesiva resultó satisfactoria y bien recibida por el público que le tocó confrontar este digno trabajo teatral en los espacios del Centro de Bellas Artes “Amanda Muñoz de Urriola” de la ciudad de Guanare. La dirección acometida por Rivas no solo apuntaló con consistencia plástica, de atmósfera, con ritmo y densidad de credibilidad la trama que aborda el “supuesto” relato legendario del nacimiento de la diosa Kaya y que se inscribe dentro del mundo mágico religioso ceremonial de la etnia warao sino que, además, sumó perspicazmente armonizar todos los elementos verbales y no verbales para generar un discurso teatral donde cada factor tiene un elemento de significación para el interno de la puesta como para el efecto de comunicación con la platea. En si, el trabajo titulado “Kaya y el Guerrero Warao” puede comportarse con un doble sentido: o ser una forma de expresión entroncada a un imaginario de los nuevos mitos deltanos o asentarse como respuesta a la expresión del imaginario de un creador como lo representa el artista plástico, narrador y poeta de esas tierras, Tony Tong. La astucia de Rivas radicó entonces en saber tomar con tino esa “leyenda” y elevarlo a una forma teatral que supiese conectarse con el mundo y percepción deltano. Un hecho que estoy seguro se alcanzó ya que desde la plasticidad de la puesta, los referentes signicos, la musicalidad y una extendida teatralidad sea bien en lo personajes (que van desde Kaya, Jaburi, Nijarabaka, Tobe a Kubatu, pasando por Mukobito o los mismo espíritus de la selva) esencializan un efecto de tono agradable, un sintonización de la expectativa del receptor que los aprehende con facilidad y, por supuesto, que recrea un universo factible para la conciencia occidentalizada y globalizada asentada en otras geografías distintas al microcosmos de las selvas y de universo de la etnia warao. El montaje solo adoleció de una compactación de la respuesta actoral. La misma se expuso de forma un tanto inorgánica, con altibajos expresivos, con cierto desgano en lo gestual y en el movimiento colectivo. Sin embargo, se aplaudiré la constancia de Yordana Medrano, Luís Jaimez, Luis Barreto, Martín González, Richard Hernández, Minerva Carreño, Robert Cedeño, Alexander Rojas y a los que asumieron la representación de los espíritus de la selva por su compromiso de llevar al puerto del concreto para este trabajo el cual puede y debe ser mejorado desde esta perspectiva y con ello me refiero desde lo vocal a lo corpoexpresivo. La producción de Tony Tong fue contundente ya que concretó en la estética del vestuario y los telones, esa lúcida concordancia plática para empacar este trabajo. De seguir en esta senda, el grupo de Teatro Manglares podrá insuflar de un nuevo espíritu a lo que ha estado callado en las tierras del suroeste del país que por años pareciese estar alejado del reconocimiento del resto de Venezuela. Mi apreciación subjetiva es que han dado un gran paso y ese paso también debe tener un reconocimiento a la apuesta que ha dado la Compañía Nacional de Teatro para que colectivos y voluntades como el que acá nos llaman a la reflexión acometan la dinamización de ese teatro que todos aspiramos ver más temprano que tarde.