lunes, 30 de marzo de 2009

NOTAS Y CONTRANOTAS A TRAVES DE MIRADAS A LA ESCENA. MARZO 2009)

Resulta de interés tratar de seguir lo que acontece en la dinámica teatral de una ciudad como Caracas en pleno 2009. Se habla de crisis del teatro nacional y no obstante, es particular observar que la cartelera de las distintas salas ofrezca cambios de espectáculos con una velocidad que a veces abruma. ¿Hay crisis? ¿Qué la define?. Si existe ¿cuáles es su complejo entramado? Lo cierto es que cantidad y calidad no van de la mano. Un hecho sin tapujos: el quehacer ha sido alto en lo referido como respuesta de grupos y compañías sean profesionales o amateurs. En lo que va de trimestre por lo menos ha habido un total aproximado de seis estrenos, varias reposiciones y escenificaciones de proyectos teatrales de distintas fisonomías. Quizás para la crítica ortodoxa ello no signifique nada pero para el público que busca alternativas para su disfrute y para los artistas como creadores que están tras cada producción es un síntoma que el corazón del teatro nacional no hay que dejarlo latir. De Giovanni Reali con En Compañía en la sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas pasando por Chat de Gustavo Ott en el Teatro San Martín, desde Educando a Rita en la sala del Trasnocho Cultural a los días de temporada de montajes como Las Criadas del grupo Pathmon Producciones y el trabajo infantil Cuando seamos grandes del dramaturgo Víctor Vegas escenificado por la joven, creativa como talentosa, Jenifer Morales, e incluso, en territorio universitario, el grupo de Teatro de la UCAB ha buscado exponer su propuesta teatral Mucho ruido y pocas nueces en espacios no convencionales o la fuerza de todos los recursos y con mucho ingenio que brinda al espectador que ya siente de nuevo como suyo el espíritu de creación de los montajes concretados por la Compañía Nacional de Teatro (caso del solvente y atractiva producción Cabaret Reinas de la Noche en marcado dentro de la Muestra Nacional de Artes Escénicas y Musicales)entre otras que anima la pauta del mes y de lo que ha sido el transcurrir del primer triemestre del 2009, expresa cabalmente que: ¡hay -y sigue habiendo- posibilidades para todos! El prurito de la ortodoxia de ciertos analistas del acontecer se acentúa es tratar de separar el polvo de la paja al acotar que lo que ha venido exhibiendo adolece de ser una auténtica respuesta al momento sociopolítico que vivencia el país, que la calidad de las producciones está agujereado por lo vacuo, que la capacidad de hacer arte esta desligada del reto creativo, que la sensación que se emana del conjunto general solo sea signo de que ha que evadir más no pulsar las coordenadas que aquejan al actual momento que atraviesa el país; inclusive, que la totalidad de lo que se representa como teatro es solo un espasmo edulcorado de esa misma crisis que atormenta al sector teatral desde hace ya dos décadas. Con todo, y tratando de otear más allá de estas opiniones cabe la pregunta ¿Y que piensa o percibe el espectador de todo ello?, ¿Se le ha preguntado a los grupos y artistas aglutinados tras estos proyectos su opinión si hay o no crisis? Es cierto que hay menos recursos económicos y que un segmento de los hacedores que enarbolan una bandera ideológica se sientan constreñidos en su oficio al decir que hay “censura” o que se les está cercenando día a día el oxigeno para mantenerse pero también me pregunto ¿Es realmente así?, ¿Están totalmente acallados por el actual sistema? Si hay crisis económica ¿Cómo es que no están silentes del todo?, ¿Por que se la crisis no termina de definirse? Ya es hora de que se empiece a tratar de deslindar ¿Cuál es esa crisis? ¿Es crisis de valores? ¿Es crisis estética, creativa, artística, ideológica o conceptual? O, es que ¿La palabra crisis está en crisis para definir lo que en la actualidad empuja a la dinámica teatral hacia otros derroteros? Pasando a cuestiones, esta nota pretende dar opinión de valor sobre algunos trabajos vistos. Dos de ellos que ya cerraron sus temporadas de exhibición dentro de lo que conforma uno de los teatros del circuito oeste de Caracas; me refiero al Teatro San Martín. Por espacio de casi dos meses, la pieza infantil Cuando seamos grandes (1988) del dramaturgo y narrador venezolano, Víctor Vegas (Barquisimeto, 1967). Un texto conciso en su alcance argumental, aplomado como sincero en su formulación de situaciones y construcción de personajes y sobre ello, el tratamiento temático del cual siento que supo abordar una perspectiva sincrónica a los tiempos actuales, es decir, que tocó para aquellos años en que la escribió, esa relación de entendimiento que tiene los niños ante su visual de lo que significa ser adulto; un adulto problematizado y que parece estar atrapado por sus obligaciones, roles y funciones en una sociedad donde se pierde la sensibilidad. Es allí que los niños / personajes de la pieza Cuando seamos grandes rescatan la óptica de lo positivo para cuando en un futuro vayan creciendo y sumarse a una sociedad que los puede transformar. Su decisión es no perder el horizonte de ser mejores personas. Allí el mensaje. Espectáculo sin complicaciones y mostrado en esta misma sala –si mal no recuerdo su temporada de estreno fue a mediados del 2008- y que asistió a festivales de teatro infantil celebrados en otras regiones del país generando positivo interés en el público que la confrontó. Un trabajo creativo que captó el interés del público desde el mismo ámbito de su sencillez y franqueza actoral. Jennifer Morales afinando su visual de campo como directora enfatizó su ojo en la respuesta actoral de donde el texto fuese campo para que los personajes adquiriesen desde ternura a ingenuidad, de lo lúdico a lo fuerte de la vida, de la sintonía con la dimensión argumental a querer insuflar la escena de alguna clase de óptica que se alejase de lo que era el centro polar temático. Su puesta locuaz, fluida, sin regodeos captó el ritmo y desempeño histriónico dado de forma desenfadada y perspicaz por un elenco conformado con gracia y pertinencia sobre las tablas por parte de Paola Baroferre en su papel de Totín, por Yma Sumak Carhuarupay caracterizando el papel de Taparita, la soltura de Zammy Giménez en su interpretación de Chillón y, finalmente, los solventes trabajos de Kaoru Yonekura (Culebra) y Verónica León (dentro de su personaje de ¿Ella?). El empaque escenográfico bastante escueto pero dispuesto a dar capacidad de movimientos de los actores. La iluminación con algunos acentos pero que pudo ser más eficaz para consolidar atmósferas y lo soltura coreográfica implementada por David Fernándes le otorgó de una energía especial y cómoda al fondo de la trama y a la unificación de la puesta como algo pleno de energía. Creo que este montaje nos dijo con fuerza y dignidad que la gente joven sabe descubrir nortes para una escena que a veces se llena de efectos edulcorados y apariencias farandulescas. Cuando seamos grandes fue una escenificación locuaz, meritoria, franca y muy divertida. ¡Ojala la repongan ya que es un teatro que debería estar aun en cartelera!