miércoles, 9 de septiembre de 2009

REFLEXIONES, INFLEXIONES Y ALCANCES A PARTIR DE UN FESTIVAL DE TEATRO PARA NIÑOS (I)

Una vez más me el asunto del tema de la creación, difusión y circulación entre otros aspectos del teatro para niños y jóvenes que se realiza en el país es asunto que me motiva a pensar, reflexionar y escribir. En esta oportunidad, la motivación surge del momento en que estuve participando como crítico y hombre de teatro que especta desde la platea, un grupo de propuestas escénicas que estuvieron enmarcadas en el delicioso ámbito que represento la sencilla pero contundente realidad de la décimo primera edición del Festival de Teatro Infantil “José Gregorio Romero” que, arduamente han concretando por más de una década, el grupo PuertoTeatro contextualizado en –la ciudad de Puerto La Cruz, Edo. Anzoátegui. Un colectivo que se convenció hace más de una década (marzo, de 1999) por uno de sus integrantes, el hoy desaparecido artista, José Gregorio Romero (director, actor y fundador del grupo Tabla Abierta) a llenar de entusiasmo y proponer, a quienes hoy llevan la batuta gerencial, organizativa logística y artística que supo fraguar este digno evento, a no solo disciplinar la inicial emoción de lo que fue conocido como “I Muestra de Cuentacuentos del Oriente Venezolano” sino que se creó en la fragua de la disciplina y con el amor que supone seguir hacia adelante para capear, problemas variopinta, lo que hoy por hoy, se expone tras el indeclinable ánimo de: Pablo Ramírez, Nelly Villegas y Carlos García quienes apoyados por un pequeño batallón de nombres (entre los que me permito no obviar a Violeta Poyer) cuya alegría, entrega, constancia, animosidad y sentido de cooperación a toda prueba y a quienes les elevo un justo reconocimiento porque son adolescentes y jóvenes con distintos roles y funciones (desde talleristas hasta parte del elenco estable y amigos que ha salido de las trincheras escénicas de PuertoTeatro) han sumado su grano de arena para que este evento indiscutiblemente sea eje referencial en la zona geográfico oriental venezolana y que se tiene buenos ecos internacionales. No pretendo hacer una nota de trayectoria del grupo y menos del impacto del Festival de Teatro Infantil “José Gregorio Romero”. Esta reflexión intenta generar algunas ideas sobre lo que tras las tablas de la vitrina me produjo constatar lo que es praxis y creatividad, continuismos e inflexiones, vitalidades y resonancias, actitudes y retos e, incluso, estatismo o avances de lo que un género como el teatro para niños muestra a la puerta del inicio de lo que en pocos meses será el año 2010 de este siglo. Si bien para comprender en su exacta magnitud la resonancia del festival y discurrir un alcance de mayor peso, necesariamente tenía que haber visto todo los espectáculos ofrecidos y haber interactuado con los integrantes de las agrupaciones implicadas; empero, el segmento observado me dejó la sensación que más que lo pertinente en cantidad de producciones auscultadas y de las voces oídas, lo que valoro es lo disímil y enfático de cada una de estas experiencias. Por ende, tras la capacidad de decirle cosas al público infantojuvenil como adulto que tuvo la suerte de presenciar una reducida muestra (dado los problemas financieros que limitaron que este festival tuviese más delegaciones y exhibiese otros productos escénicos) pero que fue receptivo y a la vez, juez de calidades tras el trasfondo conceptual y artístico de cada montaje, lo cierto es que con solo lo visto a través de grupos como: Teatro Universitario y Jóvenes Trabajadores de Teatro (JOTTE) de Puerto La Cruz, con su propuesta teatral, “Quijoteando” que mostró la versión y dirección de Juan Caguaripano y una particular capacidad de entrega de su mixtura plantilla histriónica. Uno de las ejes de atracción de esta edición se constituyó la animosa escenificación del texto de Levy Rossel, “¡Hola Público!” por parte del grupo Batahola que contó con la puesta en escena de Elvis Collado, un grupo que sigue avanzando en su perspectiva por lo infantil desde el estado Portuguesa. Igualmente, tuve la suerte de constatar a la delegación del estado Aragua, el grupo Taller de Artes Infantiles Garabato quienes bajo la conducción de incansable Ángel Rafael Rondón, concretaron con bastante éxito de espectadores, la producción “La historia de una historia” se estructuró como un magnético trabajo basado en cuentos del inolvidable poeta venezolano, Aquiles Nazoa. Finalmente, las muestras escénicas; “En el reino de Nomeacuerdo” del autor Luís Marcelo Cabrera y dirección de Carlos García para el Taller Juvenil de PuertoTeatro. También, el sencillo formato de cuentos dramatizados, “Entre cuentos” por parte de colectivo de la ciudad de Barcelona (Edo. Anzoátegui), La Puerta Laboratorio Teatral trabajo que fue conducido por Yajaira Gangoo. Finalmente, inserto en los actos de clausura del festival, se constató la dúctil eficacia de las artes circenses en conjunción con técnicas de clown por el grupo argentino, El Corredor Sudamericano con su desenvuelta propuesta, "El coleccionista”. A partir de este pequeño espectro de obras, espectáculos, propuestas y montajes que logré constatar en la sala “Ricardo Lombardi” que poseía el adecuado andamiaje técnico que demandaba dichos trabajos teatrales, así como del resto de las producciones que se arriesgaron a ámbitos no convencionales con un esencial soporte de iluminación y sonido, uno se permite extrapolar reflexiones, inflexiones y alcances que nunca terminaran de ser sino ese continuar insistiendo en que toda ocasión donde el oficio se exhiba se hace obligante colocar no solo el ojo del espectador sino extraer un pensamiento que debe animarse como vaso comunicante con quienes son los responsable de haberlos sustanciado. He allí que los microforos con directores y elenco y, posteriormente con los organizadores con el objetivo de ir siempre un poco más allá, de colocar el acento en un futuro encuentro donde gran parte de los hacedores puedan debatir y desgranar con calma sobre los distintos problemas, retos y realidades que, actualmente vive y sitúa al género infantil del país. Será así que dibujaré algunos aspectos que podrían ser inherentes no solo a ese ejercicio personal de reflexión sino que podrían ser parte de las mesas de trabajo que un Encuentro sobre la Realidad y Proyección del Teatro para niños y niñas en Venezuela se pueda poner en marcha en los meses que están en el horizonte. ¿QUIÉN DEBE HACER TEATRO PARA NIÑOS? Uno de estos asuntos estriba sobre el hecho de ¿quién hace o efectúa la práctica teatral dirigida a los niños y niñas en nuestro país? ¿Deben ser o no profesionales o pueden esta praxis ser mixta?, es decir, puede ser asumida con propiedad por niños preparados orientados para edificar un producto teatral cuyos receptores serán así mismo, otros niños e incluso, sus padres?, ¿ello no altera la situación de que el actor niño o, el histrión juvenil aun está en proceso de formación y capacitación de sus técnicas y destrezas artísticas?, ¿es más válido que sea un artista ya preparado y con un periplo de trabajo sobre las tablas quien asuma el riesgo de exponer la edificación de propuestas que le demandarán un tope alto de los aspectos físicos, de concentración, intuitivo perceptivos amasados por la experiencia, etcétera. Por mi tránsito en el distintas plateas de la Gran Caracas o del interior, e, incluso, fuera del país, en el contexto de muchas temporadas desde finales de los años ochenta realizadas por variadas compañías unas plenamente dedicadas a cultivar el género teatral infantil; a lo largo de disímiles eventos (encuentros, muestras y festivales) que se centran sobre este aspecto de la creación teatral o que, incluyen segmentos importantes en sus vitrinas o, sencillamente, por lo que una vez era la particular acción institucional de entes como el Teatro Infantil Nacional (TIN) y, o, la desaparecida ASSITEJ, he visto que la pregunta no termina por decantar. Para un segmento de los hacedores del género infantil la cuestión es vista y asumida con postura ortodoxa: el teatro infantil debe ser realizado por profesionales. Ello implica que actores / actrices y la totalidad del equipo (diseñadores, realizadores, técnicos y demás) tienen que contar con formación, experiencia y dedicación al género. Hay otro segmento, que siente que debe ser una amalgama donde chicos y adultos pueden bien compaginar la concreción de una meta (producto escénico) que tenga los mismos estándares de calidad que los que ofrece un colectivo artísticamente, conceptualmente, estéticamente como técnicamente solventemente articulados como para no dejar resquicios de dudas a quien lo analiza o simplemente, lo confronta como público. Nadie puede obviar que en una parte de la historia nacional de los últimos veinte años que, ha habido proyectos de alta envergadura como lo represento en algún momento, la singular situación institucional de Niños Actores de Venezuela – NAVE. La aventura de grupos con efectiva trayectoria como El Chichón, la Compañía Lily Álvarez Sierra, el grupo Thalía, Teatrela, Laberinto, Xiomara Moreno Producciones entre un amplísimo espectro de colectivos que, radicados en una urbe como Caracas colocaron y sigue afanados en colocar sus aportes a lo que es ese sentido de la formación profesional y la gestación de producciones de óptima factura para que a la hora de hablar del género infantil se siga diciendo que hay referencias específicas en lo que ya será el venidero año 2010 y que con todos los cambios de leyes como la LOPNA, La Ley Orgánica de de Educación y la propia Constitución Nacional se garantice no solo el sano quehacer de otros colectivos Y, sin embargo, la realidad de ese hacer no solo quedaba sujeto a los desde Caracas se gestaba. En la geografía venezolana, ciudades como Valencia, Puerto La Cruz, Maracay, Maracaibo, Guanare y/o Puerto Ordaz, ha habido puntuales intereses en grupos, compañías y eventos que buscaron establecer pautas y marcas sobre esta dinámica. Por solo aventurar algo, nadie podría obviar lo hecho, a modo de ejemplo, por Cometa Cantaura, TKnela, Garabato, PuertoTeatro o, La Barraca han colocado su estilo, personalidad y formas de entender / asumir los retos – riesgos de una dinámica difícil en forma y contenido y cuyo eslabón de recepción es más que especial: la infancia y juventud. Variado son los criterios y las maneras de asumir este compromiso. Sea bien desde la trinchera de la ortodoxia u heterodoxia en el sentido de visualizar que lo teatral “profesional” es o deberá ser entendido con criterios estrictos queda bajo la responsabilidad de dichos entes culturales. Y, sin embargo, apelo a lo que una vez expresó Juan Antonio Hormigón en su libro Teatro, Realismo y Cultura de Medios al referirse que para que “el teatro alance el nivel estético y creador adecuado a nuestra época, para que logre una clara incidencia social, es necesario e imprescindible el profesional”. Hormigón construyó y expuso en un impreso sus consideraciones estuvieron pensadas sobre las problemática del teatro ibérico, pero, siento la tentación de tomar parte de sus reflexiones y buscar hacerlas coincidir con uno de los factores que, quiérase o no- siempre vulnera uno de esos aspectos medulares del quehacer teatral para niños (as) como lo es desde mi percepción, la formación / preparación del histrión “profesional”. En ese ámbito incluyo a los jóvenes más que a los propios niños y con mayor énfasis, a los hombres y mujeres que han dedicado parte de su vida artística a una praxis harto exigente, que debe tener sensibilidad y una prospección de lo que el oficio actoral le demanda. Es así que si uno dice que en el teatro infantil venezolano debe de haber “profesionalidad” coincido con el investigador hispano es su énfasis de describir esta como “el desarrollo armónico y dialéctico de los diferentes aspectos que configuran su oficio, sabedor de que siempre queda mucho por hacer, por aprender, por descubrir”. No basta encontrar en la realidad nacional de grupos y compañías con nueva o viejas trayectorias, que el asunto de la formación, capacitación, preparación para un actor que habrá de dedicarse al oficio del teatro para niños sea producto de un taller de varios niveles, de una aproximación lateral desde una materia y montaje en lo propio de ciertas universidades como aspecto indirecto a lo que es el estudio de sus carreras: Tampoco, que sea que un actor o actriz sienta que tiene gracia y capacidad comunicativa con ese “público” y crea que las técnicas y las exigencias artísticas la conduzcan a explorar y dejarse arrastrar por lo piensa o percibe que no es una rama artística poco rigurosa; por el contrario, para que haya esa armonía y dialéctica que es base sobre la cual descansa la futura profesionalidad de la cual analiza Hormigon, es que desde las etapas iniciales de su desarrollo, saberes, aprender y descubrir que debe ejercitar día a día ese potencial histrión debe estar cohesionado por la profunda convicción y conciencia que está en un terreno que le demanda ser minucioso en el detalle físico gestual, en lo riguroso de su capacidad fónica, ser escrupuloso en el manejo del espacio y sobre todo, severo en saber que se será una posibilidad exacta de expresividad, comunicación y proyección que parte desde el sabio uso del maquillaje, al manejo del vestuario y, finalmente, el comprender que construir personajes orgánicos no es sencillamente, aprenderse textos y expulsarlos sobre las tablas. Es mucho más: casi un rito para crear una imagen desde y con el cuerpo para que las metáforas del texto que se dicen, impacten de forma positiva al niño – público. Al sondear como fue el trabajo de actores de las distintas agrupaciones del Festival de Teatro Infantil “José Gregorio Romero” uno va cayendo nuevamente en cuenta que hay esos hasta tres niveles en lo que es el oficio: uno, el actor profesional que sin haberse especializado hacia el género infantil, tiene escuela, dominio técnico y conceptual, posee sensibilidad en su potenciales con el empleo del cuerpo, la voz, la facialidad, que es intuitivo, perspicaz con el uno de los objetos e inteligente en su despliegue dentro del espacio; es un actor delicado y puntual en cualquier espacio de representación, en fin, puede ser un ejecutante reflexivo y operativo que sin desmedro de ir hacia trabajos profesionales dirigido a adultos (comedia o dramas) pueda estar altamente sensibilizado para proyectar desde su oficio, los imperativos que enmarca al actor dedicado a tiempo completo al género infantil. Esta el otro actor, el intermedio, el quien asume sin muchos imperativos que se siente cómodo en oficiar las demandas del teatro para adultos como para niños, pero con la salvedad que en su praxis en el universo infantil más de las veces se le percibe exterior, sin adherencia a las líneas y vericuetos de la gracia, que su cuerpo parece un tío vivo de movimientos pero carente de interioridad y vida en la construcción / proyección del personaje. Es un actor (actriz) que en muchos papeles se le ve acartonado, que se le sienten las marcas de la dirección, que su aporte como ente reflexivo y autónomo no aporta sino que es autómata del quehacer. Muchos de ellos pasan sin pena ni gloria por las tablas del teatro infantil. En ellos cualquier semiosis queda trunca ya que no hay verdadero compromiso sino –y con la excusa del caso para algunos “profesionales” del teatro venezolano- parecen estar ahí para tener una posibilidad laboral y no estar fuera del hacer y por ello, parece mejor agarrar aunque sea fallo en los linderos del teatro para niños que estar mascando espera en montajes que más les convenga. El último nivel actoral es aprendiz. Este tiene entrega, es maleable, dúctil a las enseñanzas, más de la veces con una vitalidad y entrega para estar en, sobre y detrás de la tablas sea como artista que habrá de componer un papel, apoyo al grupo en variadas tareas que demanda la producción y hasta fungir como monitor con chicos de menor edad en lo que es el don y gracia del armar mini espectáculos o para obtener algún dividendo económico animando en eso que todos conocemos como instructores de planes vacacionales. Son potenciales actores y actrices que están a la búsqueda de las técnicas y los conceptos que le animen a orientarse de forma permanente a la futura “profesionalidad”. Y, sin embargo, los vemos con distintas facetas de preparación sobre las tablas de muchas salas, mostrando con energía que si parecen estar ahí para asumir con propiedad las circunstancias y escollos, las metas y búsquedas que un montaje le puede permitir ir avanzando en su preparación. Es un actor infantil o juvenil que aun no es el verdadero profesional pero que desde mi personal percepción, lo prefiero que al actor intermedio ya que es bastante probable que quede tocado por la sensibilidad del oficio u entienda que si sabe orientar la vocación, el teatro infantil ganará un magnífico histrión. En próximas entregas ahondare sobre condiciones como: la dramaturgia: ¿temas en concordancia al presente o asuntos desfasados?, los retos de la producción teatral: alcances y limitaciones; grupos y compañías permanencia en tiempos de carestía o como ver el vaso medio lleno; las estéticas del teatro para niños, ¿un asunto de inmediatez o un dilema de muchas aristas? La visual / reflexión que me produjo asistir a la XI edición del Festival de Teatro Infantil “José Gregorio Romero” es indicativo que desde estas eventos vitrina, la capacidad de ahondar sobre lo que nos impele para el verdadero disfrute y expectación sea cada día mejor.