Ámbito cibernético para exponer una "mirada" y "opinión" subjetiva - objetiva sobre la dinámica escénica que exprese el teatro venezolano tanto en las regiones o en la capital. Se asentará comentarios, ideas, opiniones,informaciones y problemas del mundo teatral. Espacio para promover, difundir, fomentar, apoyar y estimular el debate sobre el arte escénico.
lunes, 19 de abril de 2010
CIRCUITO TEATRAL DEL SURESTE DE CARACAS: TEATRO TRASNOCHO
En distintos momentos, en una que otra entrega, he ido hilando sobre la geografía de ubicación de las salas teatrales de la Gran Caracas. Buscando entender como es la relación o la ecuación de distribución, oferta / demanda, así como los adjetivos que se endilgan sobre tal o cual temporada y, en especial, sobre lo que es el sello de cada producción a fin de establecer un cierto perfil entre horizonte de expectativa de un targets de consumidores culturales (teatrales) y lo que se le ofrece como respuesta a partir de la idea de un grupo de productores y directores en la empeñosa idea que es esto y no aquello a fin de crear filones de éxito, respuestas de presencia de variados públicos, ser competitivos en relación a autores, títulos, tramas e hilar con la conjunción de staff histriónicos y notorias personalidades del mundo del diseño el empeño por armar constructos artísticos que no solo den fuerza visual a ciertas propuestas sino de forma elegante hasta pragmática a estos trabajos. Lo cierto es que entre la cesta de la oferta hay profesionalismo y si se mira bien, los módicos costos por taquilla en una ciudad que está bastante cara hace que estos circuitos de consumo donde discurre una tajada de la amplia oferta de lo escénico no sea obstáculo para quien decida optar por tal o cual montaje. Ello se hizo comentarle a una alta autoridad de IAEM, que sin tener los festivales (Nacional e Internacional) por variadas razones, lo cierto es que, hay abundancia de trabajos teatrales y dancísticos que generan la impresión de estar sumergidos en un aire donde grupos, compañías e instituciones culturales generan un ambiente cuasi festivo.
Baste mirar uno de los medios impresos de la urbe hacia el fin de semana y, solo considerando la presencia de publicidad paga de instituciones culturales o de grupos (dentro de una cartelera que ser visualiza como unificada) se percibe que, para el fin de semana del sábado 17 y domingo 18 de abril se detectó un total cercano a dieciocho producciones teatrales. Las mismas, se abren desde teatro para niños -en variadas modalidades- a teatro de arte, de teatro “digerible” a teatro para público de amplia mirada hasta monólogos. La distribución, insisto solo cuenta ámbitos situados en salas o centros culturales del sureste caraqueño: Theather Club (Luisela Díaz / San Román), Teatrex (El Hatillo), Centro Cultural Escena 8 (Chuao) y el Trasnocho Cultural (con su sala Trasnocho Teatral).
Como crítico o cronista de lo teatral persisto en ir a estos y otros espacios a consumir lo exhibido. La labor es fuerte dado que uno como espectador avezado no ha culminado de ponerse al día con lo que se exhibe en uno de estos circuitos cuando, por ejemplo, se sabe que otro circuito cercano (conformado por las salas del Celarg / Corp Group, salas de la Fundación Chacao y lo que de cuando en vez genera el Teatro “Cesar Rengifo” del Casco Colonial de Petare) ofrece. Es variado, disímil, hasta ecléctico pero nunca pasivo en un ciento por ciento. Ello hace que haya en espacio temporal una oferta dinámica cambiante y orientada a distintos públicos, edades y estilos de consumo.
Siento que se hace obligante –y lo iré asumiendo en futuras entregas- el hecho de conformar una reflexión de: ¿Cómo se articulan cada uno de estos circuitos?, ¿Cuáles son las visuales de programación que tienen sus responsables?, ¿Qué caracteriza a cada uno de estos circuitos?, ¿Qué géneros de exponen con mayor fuerza?, y hasta ver la posibilidad de entrar a fondo con ¿Qué hace que el público asista a unos espectáculos más que a otros? He sabido de viva fuente que se está conformando un “observatorio cultural” o algo parecido. Se hace relevante que ellos esté activado para ir respondiendo a lo que la dinámica artística en todas sus variables genera mes a mes, lapso a lapso y empezar de forma metódica como científica pulsar el estudio del mercado cultural en el país. Un observatorio daría pistas, señales e indicios que aparte del rescate de la memoria –tan escurridiza en estos lares- obligará a reformular políticas, acciones, proyectos y establecer mecanismos de interrelación entre creadores, grupos, artistas, instituciones, crítica, lo estadístico, lo gerencial cultural, medios comunicacionales, empresa privada y estado y, público por solo colocar algunas de la fichas de un complejo juego de factores que hacen que el sistema de producción, circulación y consumo sea visto con objetividad y hacer de sus resultados, un aporte para la mejor comprensión de un país y sus actores culturales.
TEATRO TRASNOCHO
Desde su ingreso en la zona (circuito) sureste de la ciudad, este espacio (El Trasnocho Cultural es un agradable punto pluri artístico que se ha consolidado de forma eficiente y que ha calado en los estamentos socio económicos culturales que estratifican las capas A y B) conforma una importante referencia de nuestra cartelera teatral. Por ya algo más de una década esta sala (y desde hace algún tiempo, el Espacio Plural, ambiente alterno para otras clases de propuestas artísticas) nunca han restringido, limitado, coartado o, excluido a otros segmentos sociales de la Gran Caracas a acceder a su programación y menos aun, que haya un ominoso sentido de segregación subjetiva entre quienes van o lo que dejan de ir.
Si bien, es un ambiente donde a vuelo de pájaro pareciese estar abierto a todos público, alguno con mentalidad cerrada diría que es solo un lugar de la élite o de cierto segmento burgués no se atreve a ir a otros circuitos so pena de hallarse fuera de contexto o porque la inseguridad, la tintura de lo oficialista marca las programaciones o, sencillamente, porque en esos espacios no cuentan desde un estacionamiento amplio como seguro hasta un café / restaurante aparte del plus de la galería, tiendas y cines enmarcados en una atmósfera distendida, amable y despreocupada.
La programación del Teatro Trasnocho ha estado –desde que recuerdo- en manos de un creador y artista, como lo ha sido Moisés Guevara (director artístico), hombre de tablas –profesor y director teatral- con sólida trayectoria y dilatada que se ha sabido consolidar por décadas en la batalla de consolidar proyectos y actividades muy precisas para el teatro venezolano. Se ha apoyado con una sagaz mano de Margarita Lamas. Y desde la parte de prensa, por la diligente Lic. María Fernanda Pérez. Hay quienes miran a Guevara como rara Avis tanto por su desenfadada imagen externa y su locuaz capacidad de ser hombre intenso y perceptivo. Su capacidad de trabajo es firme. Su agudeza para aprehender lo que se debe programar o no en los espacios ha sido afilada en la conciencia de darle un sello a lo que tiene bajo su responsabilidad. Esto ha sido firme y desde afuera, la directiva del Trasnocho Cultural le debe haber dado un altísimo espaldarazo a la hora que su equipo sitúe cada proyecto escénico en los tiempos y formas que se ha venido dando a cabo.
El Teatro Trasnocho es una sala pequeña en dimensión que no sobrepasa las 300 butacas. Bien equipada técnicamente (sonido, iluminación, algo de tramoya, etcétera) y con reglas claras para su uso. La especialidad esta concebida a la italiana dado que lo espacial ha quedado determinado desde su construcción; este factor limita generar propuestas circulares o bi frontales. Algo incomoda en lo ergonómico y con márgenes de separación butaca – butaca para un espectador de tamaño peso promedio. Su inclinación facilita una aprehensión general de lo que se desarrolla en el proscenio. En relación a la programación, a veces nos hace pensar que solo un cierto pool de grupos hacen más presencia de producciones que otros –léase, Skena, Actoral 80, Contrajuego- pero sabemos que, sin ser agringolado en la visual de campo ha ido perfilando una apertura selectiva a otros colectivos tanto es su interior como en lo programático de su sala hermana –Espacio Plural-.
En todo caso y según el tipo de escenificación / título de montaje y artistas que estén asumiendo la responsabilidad de actuar, el impacto de consumo alcanza (en las veces que me ha constado verificar como un espectador más) cerca del 85% de su aforo. El precio del boleto no llega a los 100Bsf aspecto que debería sincerarse dado que tengo el entendido que otras capitales, ello es más alto y por la calidad de los espectáculos, este debería estar en promedio cerca de los 180Bsf.
Con todo, el Teatro Trasnocho oferta teatro para niños, jóvenes, adulto con variados estilos de consumo y que sin caer en lo manido de una programación “digestiva” puede ir desde la comedia de “arte” al drama contemporáneo sin desmedro de la dramaturgia del patio. En los últimos días de marzo, parte de abril y lo que será mayo, este teatro ha ofrecido entre otras propuestas: Un dios salvaje (GA80), La noche de la tríbadas (Hebú Teatro), La lección de Pirita (KJCProducciones); Golondrina Las dos alas de un país (Sinteatro), Ciertas Condiciones Aplican (MJM Producciones) y próximamente, Cuarteto (Contrajuego).
Lo que si es cierto, es que, el teatro independiente –y hasta en algún momento, el que disponía de apoyos del estado (subsidio)- hayan acto de presencia en los largos años que esta sala ha dispuesto para el público de la zona sur este de Caracas. Y, si el sello de lo independiente es firme es porque también la Coordinación General del Trasnocho Cultural ha hecho un sólido portaviones privado donde la creencia en que se debe tener / mantener un polo referencial en materia de cultura, arte y espectáculo donde no sea erosionado por la dádiva, la coyuntura de políticas públicas estatales, vaivenes sociales y políticos sino por el norte de servir – sirviendo, de crear asumiendo retos y creyendo en que esto y más, hace un país plural, ancho y rico donde todos sepamos que hay certezas y no incertidumbres.
Por lo pronto, estas líneas solo son un bosquejo circunscrito a modo de introito para lo que será la emisión de comentarios de lo visto en espacio de dos semanas.
LA OFERTA VISTA
LA LECCIÓN DE PIRITA
Como parte de lo que en materia para niños y jóvenes entre seis y quince años (según su nivel de aprehensión, degustación, estilo de aceptación del producto escénico, valores y modos de recepción) el Teatro Trasnocho dio cabida a que el colectivo KJCProducciones bajo la dirección de Rafael Monsalve asumieron la posibilidad de escenificar de modo plausible y profesional, la pieza titulada La Lección de Pirita (1987), un texto basal rubricado por uno de nuestros dramaturgos y hombres más comprometidos al hacer del teatro infantil como lo significa, Roblán Piñero.
Con ya varias semanas de estancia en la Sala Trasnocho Teatral en horario vespertino de las 3:00 pm., esta producción asume el tema didáctico y de mensaje medular de la conservación, y la toma de conciencia de resguardar el hábitat donde todos estamos. La trama sin ser enredada muestra a la púber Pirita (caracterizada de forma correcta en intención y espontaneidad compositiva de cuerpo, movimiento, dicción y comprensión de su papel por la actriz Estefanía López) quien junto a dos amiguitos del pequeño mundo de los roedores y dictiópteros, el ratoncito Rocco (dúctilmente actuado por Kelvis Martínez al energizar las cercanías y circunstancias de matices con el personaje central) y Cuqui (actuado por Keliyns Herrera, quien a pesar de su esfuerzo de conformar un personaje con firmeza, en la visual de ese día, se le percibió fuera de papel con baja energía y algo desconcentrada aun cuando su actitud era fresca) deben asumir el reto de viajar al submundo donde reina la Reina Desperdicio (papel muy bien aceitado por la experiencia vital en todos los aspectos desde voz, manejo corpo gestual y de interrelación personaje - personaje que, una profesional de la talla de Verónica Arellano le dio- marca las pautas de un ambiente degradado. En ese viaje, Pirita y sus amigos tienen que vencer fuerzas y obstáculos que van desde la sigilosa mirada de la madre de Pirita hasta los aliados de la “temible y glamorosa” soberana de ese “Mundo de Basura”.
Personajes protagónicos que se enfrentan a personajes y fuerzas antagónicas. El resultado –sin ser maniqueo per se – hace que lo bueno termine por imponerse a lo negativo que, significa el descuido y el abandono de un mundo (externo, el planeta) e interno (el del ser humano que descuida su entorno). Una lección de amistad, toma de conciencia, empleo de la fuerza de cambio del ser para modificar su enredador y aprender que, cuidando se edifica un mundo mejor.
Un trabajo que, desde la óptica de trabajo actoral expuso altas y bajas en su consistencia pero que, a final de cuentas, logran cohesionar un producto artístico relativamente compacto. Hay que darle reconocimiento a los trabajos dados tanto por Juan Calos Pabón / Juan Ernesto Pabón (como Dengue - Chatarra y Cólera / Sr. Espejo, Planta Carnívora) al ser dúctiles en sus trabajos con el cuerpo, impostación de voz y, por saber sacarle provecho a las situaciones. A Sergio Pinto (Sr. Árbol) por estar en todo momento lúcido de su dinámica y enredador de interacción con el resto del elenco y en otro nivel de lucimiento a los trabajos de Julián Mujica y Ericson Soto que teniendo papeles menores, asumieron con ritmo y soltura su accionar en escena.
KJCProducciones se afirmó con el montaje de La Lección de Pirita a armar una propuesta visual donde los diseños de vestuario (Erick Soto), la música original de Nacho Huett y Luís la Rosa, las letras de las canciones y un básico pero ilustrativo diseño / realización de lo escenográfico (Rosa Helena Arcaya / Code Graphique) se articulasen con homogeneidad, sencillez, y una proyección de imbricación con lo que la trama demandaba a fin que la idea rectora de dirección de Monsalve fuese ágil, dinámica, pertinente y lúdica.
Esta nueva lección de la obra de Roblán Piñero, estuvo eficazmente resuelta por un grupo que sin caer en medias tintas pero que todavía puede optimizar más el fondo y no tanto lo externo, podría ser esos esfuerzos privados independientes para que el teatro para niños tenga productos que mostrar y estar a la par de las exigencias del mercado teatral que se exhibe en salas y circuitos teatrales de la ciudad.
UN DIOS SALVAJE
Persistencia en una continuidad del hacer que sabe cual es su norte. Tener claro ¿Cuál es la clase de dinámica que hay que afrontar cuando se sabe que se es un grupo independiente y no contar con el obligado aporte económico del estado y que, más allá de su postura ideológica, acción / pensar de lo que debe ofrecerse desde las tablas al público como al sector? No dejarse amilanar por coletillas de “indeseables” porque, saben que no lo son y si en algún momento disintieron en hacer, pensar u actuar se debía a la expresión que en una democracia es opinar y hacer que no necesariamente debe estar en coincidencia con la brújula - lineamientos del estado e instituciones oficialistas que administran – que edifica e indican las políticas públicas para el sector cultural “subsidiodependiente”.
Un colectivo con tradición, experiencia, ideas y preceptivas perfiladas nunca desde el ensayo – error compulsivo sino desde la asertiva convicción que esa entroncado desde una dirección que les lleva a un destino particular como colectivo y donde se aglutina voluntades y personas, sueños y haceres que no por obligación deben estar plegados y menos sumisos a lo que ellos no sienten como su norte vital.
El Grupo Actoral 80, liderizado por Héctor Manrique ha estado desde hace ya algunos meses en el Teatro Trasnocho con la escenificación de Un Dios Salvaje (versión / traducción efectuada por Fernando Masllorens y Federico González del Pino) para la pieza de la dramaturga, Yasmina Reza, Premio Moliére por su primera obra teatral publicada, Conversaciones tras un entierro (1987). Reza, autora de piezas como La travesía del invierno (1989) Art (1994 y, montada también por el GA80 hace unos años atrás) o, El alba, el anochecer o la noche (2007) ha sabido calar en el interés de directores y grupos en Europa y Latinoamérica, creando expectación por sus tramas, manejo de tensiones temáticas, construcción de situaciones y personajes y el empleo de una inteligente sagacidad para armar tras su lenguaje directo y sin ampulosidades, el asomo a resquicios de lo que es interés del potencial espectador de su tiempo.
No es gratuito entonces ver que una pieza sea escenificada por el GA80 en tiempos actuales. La versión al castellano de Un Dios Salvaje permite con algo de ingenio, reto de punzar y sin desviarse del asunto, decir, inflexionar y marcar desde la tablas, una conexión cómplice con el receptor que sabe desligar lo que es de la pieza de lo que es la pimienta de crítica mordaz al sistema ideológico político que vive el país. Una óptica singular que algún otro segmento no verá con agrado aunque de cuando en vez sepamos que tirios y troyanos están en el mismo espacio, degustando el teatro a carcajada batiente o con una sonrisa forzada a flor de labios.
La trama de Un Dios Salvaje que pareciese salir desde la situación de un conflicto entre dos familias de estratificación “clase media” deben juntarse para hablar / concertar un acuerdo producto de un incidente entre sus chicos donde uno de ellos golpea y hiere a otro. En la búsqueda de una conciliación donde prive la tolerancia, la convivencia sin escollos y un acuerdo dialogado con tónica civilizada, empieza a discurrir de forma insidiosa y ascendente, los resquicios de las relaciones maritales, de ¿qué es público y que es privado entre dos entes familiares?, de que se debe dejar al olvido y que se debe traer al uso de lo cotidiano entre seres de un hogar y que se emplea / percibe de otro núcleo familiar parecido o antagónico.
Así, la central de una discusión deja que la violencia de lo verbal a veces disfrazada a veces contenida a veces solapada cobre por momentos, iracunda desproporción haciendo que cada personaje aflore vetas psicoafectivas que trasciende lo que les hace estar unidos en lo emotivo, sexual o simbólico de una unión. Ironía y sarcasmo, oposición de sexos, fragilidad de lo establecido como norma, la individualidad y lo reactivo se enviste de humor agrio a fin que cuatro seres / personajes dibujen el complejo mapa de una “frustración” solapada. Lo trivial anecdótico queda en segundo plano y surge para desternillamiento del receptor, la absurdidad de un ente salvaje que nos gobierna “desde la noche de los tiempos”. En todo caso, hay que tomar en cuenta lo que expresó el intelectual Ibsen Martínez en su alcance del día 19.03.2010 en un impreso de circulación nacional al decirnos que: “No es una discrepancia menor porque el original francés se titula Le Dieu du Carnage, que en mi libérrima versión viene a ser El Dios de las Matanzas: de la carnicería, en el sentido que en español damos a la palabra masacre”. Es desde esa capacidad
Manrique con aplomada certeza que con poco dice mucho, que con una puesta donde el texto se defiende solo y que la plantilla histriónica es un asunto que debe saber llevar porque son tan efusivamente profesionales que si les deja, ¡vaya!, podrían prescindir de él, je jeje… y auto dirigirse por esa capacidad que les ha otorgado una profesión sin pamplinas, remilgos y arribismos, es decir, que tanto en lo técnico del recurso del cuerpo como en la responsabilidad de construir el personaje y asentar sin equívocos sus situaciones en y sobre la escena, captan las sutilezas del texto y esa acción pendular que se emana del proscenio, se aprehende en la recepción del público y se retransmite nuevamente al actor, para así crear una retroalimentación que impulsa el ritmo y cadencia del actuar de cada actor y del colectivo como tal.
Es por ello que no fue un sencillo plan de movimientos para la puesta, no era colocar un mueble acá o una alfombra acá o, que la iluminación (de José Jiménez) cree las coloraturas mutaciones para tal o cual precisión de atmósfera según la explosividad de cada escena era, tener la precisión de que se tiene un sentido que la jovial explosividad de un cuerpo y una gestual así como del ese rico mundo de expresar con humor lo que es complejo por parte de Basilio Álvarez este a contrapelo con lo que es su pareja (personaje) que construye con brutal profesionalidad en cuanto a potencia, buena dicción, chispazos de lo agridulce para que lo verbal adquiera resonancias y contundencias en lo significativo interno y lo expresivo externo dado por Martha Estrada que aglutina a una pareja. La otra, hilada por Iván Tamayo y Carlota Sosa que a la par de sus compañeros de tablas, juegan en alto positivo con las fuerzas, la dinámica y la visual entonada para hacer ductilidad, aplomo y credibilidad a ese matrimonio que debe concentrarse en dialogar con otro totalmente dispar. Es ahí que la manos de Manrique fue lúcida: supo sacar lo mejor de cada uno de estos actores y llevarlos a punto de hervor para que lo contradictorio sea creíble y que el guiño de inflexionar cosas al espectador con lo que le es actual, no se le desbordase. Equilibrio, cabalidad y pulcritud son sinónimos para una respuesta desde lo que percibí como resultado de este team actoral que logró su objetivo mayor: conectarse de principio a fin con la platea.
La confección general del espectáculo está asentada por los aportes dados por el vestuario de Eva Ivanyi para darle sentido de contemporaneidad a estos personajes. De la producción general de Carolina Rincón y Jorgita Rodríguez quienes ya tienen el olfato, la sensibilidad y el talento femenino para que trabajos de esta naturaleza calen con calidad, carisma y sentido oportuno ante la expectativa de quien paga en taquilla para ver un trabajo profesional de alto brillo. Un Dios Salvaje estará en taquilla hasta que los números digan lo contrario; de ahí a girar!
CIERTAS CONDICIONES APLICAN
Cuando en materia de teatro independiente hay considerar que se estructura como oferta hay que ver quien lo expone. Para lo visualizado dentro del mismo Teatro Trasnocho, detalle que estaba la más reciente pieza teatral del maestro Ciertas condiciones aplican del director, actor, dramaturgo y comunicador social venezolano, Javier Vidal Pradas (nacido en 1953 en Barcelona, España y radicado desde joven en Venezuela). Hombre y creador talentoso, con acerada como dilatada trayectoria, poseedor de un talante de personalidad especial y aguzada perspicacia para ver, asumir y exponer sus ideas. Ha marcado lo que a muchos le cuesta: saber que el reconocimiento y los laureles no llegan en bolsitas de oportunidad sino sustentado en que trabajando, creando, imaginando, reflexionando y contraponiendo dialécticamente su ideario filosófico existencial ha hecho que su presencia en el teatro nacional desde los años setenta del s. XX haga real lo que se debe entender del refrán que reza: “¡no es llegar, sino mantenerse!”
Quizás una de las aristas más fáciles para aprehenderlo sea que Vidal ha sido –desde que le conozco- un intelectual incisivo, este autor sin falsas corazas y a la vez, conspicuo, un resteado lobo de cien estepas que prosigue disfrutando las mieles del reconocimiento público por la perseverancia entendida que sobre ciertos valores, creencias y posturas su universo es único. El artista Vidal ha sido urticante para unos, para otros, luminoso y para unos más, un ser cáustico pero con un brillo sincero de claridad mental.
Sea cual fuese la luz que le deseemos ver, creo desde mi humilde mirar que solo hay un unívoco Vidal. Este no ha sido maleable ni manipulable. Se ha forjado en las cientos de batallas con las tablas, en aulas de clase universitaria, bajo la imperantes presiones de lo televisivo, en la capacidad de la reflexión / crítica y, hasta muy digno en momentos que la vida por algún desliz profesional, le hizo obviar un detalle provocando que la mirada malediciente y la toscas bravatas de los ortodoxos buscasen “hacer [de él] leña del árbol caído”.
Con todo, el Vidal de los años nuevos del s. XXI merece ser aprehendido en su multidimensionalidad. Que dejando cualquier destello que quite prestancia por algún exceso u oscuridad que obvie sus méritos, sea objeto de estudio serio y clave para estudiantes, críticos y por el ámbito académico de nuestras más altas casas de estudios. Quiérase o no, guste o no, su vital irradiación teatral ha sido palmaria en estos últimos cuarenta años del teatro de este país. Y esto queda ratificado cuando en fecha 21.07.1996, en entrevista que efectuada por EAMU a Vidal, este último le dice: “He actuado en 44 piezas teatrales y unas 35 veces en la televisión. En cine hice, por ahora, nueve roles y como director he montado 33 obras. Y hasta ahora he escrito 14 piezas.” Si ello fue hacia una parte de finales de los años noventa del siglo XX, cabe pensarse que, aparte de esos logros, el Vidal creador que ha sumado trece años de trabajo, accionar y ser, en un camino que se hace andando.
Dejando de la laudo estas línea laudatorias y como lo expresé al inicio, Vidal se retrata en la escena con un nuevo texto y, lo mejor, su puesta en escena de la cual opino fue asumida con eficacia y economía artística por la experimentada mano de Moisés Guevara dentro del espacio del Teatro Trasnocho, buscó orientarse a crear un encuentro de este autor con un público y una realidad que, podría ser vista como específica dado que, en otro lugar con la carga de cosas que se entretejen desde el texto, por el staff artístico que lo integra y por los meandros de lo ideológico que ha separado las aguas de estos tiempos, además como el propio Vidal lo suscribe en el programa de mano, por ser “esta pieza (…) un espejo cóncavo y deformante de lo que nos hemos convertido” sumado a la escasees de espacios teatrales y por la asfixia que tiene el teatro independiente hubiese sido prácticamente un acto imposible de ver como realidad.
Comedia con toques de corrosivo e indirecto humor. Perfilada con lenguaje sintético y diálogos hilados para que hubiese sentidos subtextuales, con ritmo firme en su trabazón interna, con una muestra de personajes que pueden ser entendidos en su ficción pero que bien podrían ser proyectados en lo actual social. Toda una argamasa dramática que permite al autor establecer la fórmula de tocar un asunto familiar signado por ser de alta capa social, pero cuyos miembros han estado por razones varias, disgregados en lo afectivo o por circunstancias profesionales.
Ahora, reunidos con premura por la defunción -en apariencia incidental o por lo que el discurrir de la trama nos deja entrever derivado de la premeditada muerte de una casi centenaria abuela cuya vitalidad y manejo de vida parecía aun dar para rato) hace que un alto gerente bancario (interpretado de forma clara en el manejo de lo técnico histriónico y denso externo en lo que era su papel de Claudio por el trabajo centrado de Gerardo Soto), su esposa, Kristina (especie de Lucrecia Borgia postmoderna, que busca ver que parte del botín puede manipular para sí y construida con agudeza por la desenfadada labor compositiva de Hilda Abrahamz que agrada porque sin tantas lides en las tablas dejó un sabroso accionar en su desempeño actoral); Nascha (hermana de Claudio alejada de la familia y convertida en una rockera con vicios y tácticas afinadas para obtener lo que deseaba y que nunca guardó sus afiladas uñas, compuesta por la dúctil Julie Restifo), por el desbocado Iván (actuado de forma sólida, bien permeable, justa donde debe ser y filosa en lo que debe darle a su personaje por el estupendo Antonio Delli) quien con un verboso caudal que le hace sentir ante los demás como “estúpido” y manteniendo acciones hiperquinéticas, contraponiendo aquí y allá los opuestos de fuerzas de lo “rocambolesco” que atrapa a todos. En un momento determinado, la expectación sube ante la certidumbre de que Octavio (ex pareja de Nascha y ahora un singular “pastor” de una iglesia evangélica, caracterizado por José Miguel Dao cuyo trabajo físico, verbal, y gestual no generó esa densidad maligna y condicionada tartufidad donde se sabe expresar en cosas pero que en su fuero interno se desmaya por lo carnal ambicioso que se contraponga ante los colmillos de lobos que son el resto de los personajes con que interactuará).
La causal de la sospechosa muerte de la abuela casi centenaria quien deja una fabulosa herencia será el meollo de interés para que, en ese salón VIP de una funeraria, cada cual busque su tajada, cada quien busque el control los demás, cada quien aflore sus reconcomios íntimos contra el resto y, al final, la fatalidad premeditada (no diré de quien para que el espectador vaya y lo descubra) hace que se desate una coda dramática inesperada.
La puesta en escena de Guevara concreta en eficacia para que el fluir de cada escena fuese puntual, que la planta de movimientos sin ser excesiva tuviese centros de gravedad, que la visual de donde entra y sale cada actor signifique algo, que la disposición para lo lúdico dramático estuviese a tono y en correspondencia con la trama que se dialoga y los silencios que indican. Emplea la síntesis espacial –sello característico de la gran parte de los montajes que en el Trasnocho Teatral se denotan- en el cual el sello del mobiliario, sus estilos, austeridad pero calidad, hace que solo con un moblaje que ayude a la atmósfera y una imagen global (Marieta, Mahana By Marietta) potencie, la base desde donde habrán de emerger y discurrir los personajes en cada una de sus escenas. Una iluminación comedida, una ambientación sonora que a veces obligaba a interactuar con agudeza dentro de los clima dramáticos enfatizando suspenso y humor así como la visión de campo de Guevara para dejar que cada actor fuese en potencia un co-creador en este discurso escénico hizo con tino, que Ciertas condiciones aplican capturase de entrada, la atención del público en su hora y media de representación.
Ciertas condiciones aplican es comedia que cuando se amasó en una lectura dramatizada dentro del contexto de “Haciendo público lo privado” que organizó el Trasnocho Cultural nos hace ver en clave macerada que la “coyuntura de los tiempos “permite a un autor, un elenco, una institución privada cultural, un público consumidor y un segmento polarizado de los socio económico ideológico, tener sus válidas alternativas de accesar a un teatro no de evasión, no a un teatro de posturas, no a un teatro de aguas separadas sino a un teatro que tiene otra perspectiva y que, dentro de la tolerancia, hay que acercarse a ver y confrontar.
Una comedia que, sin ser la más acabada de Vidal, permite expresar que nuestro dramaturgo está viendo, percibiendo como pulsando su entorno sociocultural y político y se sabe expresar con su marca de intelectual en ese estar, haciendo. ¡Un aplauso!