sábado, 24 de abril de 2010

TEATRO EXPERIMENTAL VERSUS SALAS EXPERIMENTALES EN CARACAS

Al asistir a lo que se expone como la oferta teatrales dispuesta en las marquesinas de la Gran Caracas, a veces me ha interrogado el uso de la escena por parte de grupos, directores y diseñadores, en este último caso, desde la perspectiva del escenógrafo cuando tiene premisas dadas por el director de escena según “x” o “y” texto o espectáculo. Hay salas convencionalmente distintivas que, por la tradición se ha llamado a la italiana y que pueden estar dibujadas en nuestro acervo como público desde los coliseos centenarios como el Municipal o Nacional en la avenida Lecuna y que, actualmente, podemos asistir –claro, cuando hay programación por parte de la institución que “vela” por su conservación como lo es Fundapatrimonio- y que accesamos sea bien, en carro particular, transporte superficial o, vía metro, cuando bajamos en la línea 3 y emergemos a la superficie en la estación Teatros. Están las salas profesionales públicas y privadas unas más rígidas que otras en cuanto a la configuración de disposición espacial y en relación a la capacidad de ajustarlas a donde esta irá el público y el área del escenario. Casi siempre mantienen su estatus de una frontalidad unidireccional, pocas veces manipuladas bajo teatro circular, bi frontal u otra opción según las ideas de la mise en scène que realizada el puestista. Estan, por otro lado, las llamadas flexibles que, sin ser etiquetadas religiosamente con el marbete de “experimental” supone una adaptabilidad para que el director y su visión de proponer variables en lo que será su proyecto de espectáculo, le proporcione ángulos disímiles a lo que el espectador recibirá como primera impresión al romper con el foyer, antesala o ese fuera del edificio que alberga la sala. Algunos casos de salas experimentales pues, son de forma directa: la experimental del Celarg; desde mi óptica, la “Horacio Petersón” (del antiguo Ateneo de Caracas, hoy día, la Unearte), el espacio Plural del Transnocho Cultural, la misma Sala Rajatabla; también, espacios off Unearte como lo son la mini sala del Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas”, la sala “José Ignacio Cabrujas” de la Fundación Cultural Chacao. Algunas veces, la potencialidad de espacios alternativos o no, como la Sala “Doris Wells” en la Casa del Artista, el teatro “Luís Peraza” (sede del TET), el espacio “Esther Bustamante en la Escuela Nacional “Cesar Rengifo” (en la esquina del Cuño), entre otras. Se han perdido –lamentablemente, la Sala del Actoral 80 en Parque Central, el recordado Patio de San Bernardino –más rígido pero apto para propuestas casadas con montajes del teatro del siglo de oro español- la Sala “Marco Antonio Ettedgui” que solo se limita a ser espacio para la formación del TNT del Rajatabla, y alguno que otros ámbito que, por la premura, paso por el olvido. Lo singular de esto es que la escena actual con sus bemoles y sostenidos, posibilita alternativas para que un cierto grupo de creadores explore, experimente, proponga, diseñe, sustancie, concrete no solo retos para lo espacial sino que y forzando lo que diría Peter Brook en su libro La puerta abierta (1993:108) cuando reflexiona sobre lo que era hacer teatro en época de “opresión totalitaria” que el “teatro era uno de los raro lugares donde, durante un corto intervalo de tiempo, uno podía sentirse libre, o evadirse a una existencia más romántica y poética, o bien, oculto y protegido en el anonimato el público, podía unirse a las risas o aplausos en los actos de desafíos la autoridad”. Quizás, más a tono y hacia lo que deseo ir orientando estas líneas es que, ha existido un espacio “experimental”, no como actividad plena para conjugar un “producto / espectáculo” sino ese espacio físico donde un grupo, un (os) creador (es) se aglutinan a darle una forma inusual en la ecuación puesta en escena – decodificación de condicionantes técnicos espaciales – re construcción de los mismos, sujeción de una marco estético conceptual y empleo de lo asimétrico anti “a la italiana” a fin de provocar, sugerir, involucrar, generar desde la sencillez del acto puro que otorga una lectura dramática a la compleja construcción de una propuesta con todos sus elementos verbales y no verbales. Lo experimental del espacio no es para este discurrir el acto de crear un producto distinto a lo que convencionalmente observamos como puesta en escena sino al uso del espacio cerrado donde cuatro paredes, un techo, un piso, una o dos puertas, algún escotillón, algo de tramoya (fija o variable) y un alto grado de manejo de la platea (donde se habrá de disponer la recepción del espectador) se transmute, cambie, gire, permute, sea libre de todo objeto o mobiliario o sencillamente, con poco, se cree la ilusión que desde el mismo prólogo del Enrique V de Shakespeare proponía al espectador de su época (y muy posiblemente, el espectador del Teatro El Globo) que: “(…) Suponed que dentro de este recinto de murallas están encerradas dos poderosas monarquías (…) Multiplicad un hombre por mil y cread un ejército imaginario (…) porque son vuestras imaginaciones las que deben hoy vestir a los reyes, transportándolos de aquí para allá (…) (Obras completas; 1966, 516). Es ahí desde la imaginación que lo experimental junto con la capacidad de que la tripleta autor / director / actor y con ayuda inequívoca del escenógrafo que, el espacio experimental, se argamasa para provocar el desgarramiento de lo estático de ciertos espacios y convertirlos como tubos de ensayo donde un acto de creación teatral puede pasar de algo poderosamente osado a ser algo irrisorio pero con visos de ruptura. Pabis al hablarnos del espacio escénico en su Diccionario del Teatro (1980: 183) aclara que: "es determinado por un tipo de escenografía y por la visualización que hizo el director en su lectura del espacio dramático. Por otra, el escenógrafo y el director tienen un gran margen de libertad para modelarlo a su gusto” y, asumiendo lo expresado por Ubersfeld acota que: “Es a nivel del espacio donde se realiza la articulación texto-representación, precisamente porque aquél es en gran parte un no dicho del texto, una zona particularmente horadada, es decir, lo que se manifiesta como una ausencia en el texto teatral”. Siguiendo con la conceptualización que nos otorga Pabis sobre lo que entiende como “teatro experimental” (1980: 485) indica que: “teatro que se consagra a la búsqueda de nuevas formas de expresión, aun trabajos sobre el actor, a un cuestionamiento de todos los componentes del acto teatral. Por ello, generalmente no se preocupa por la rentabilidad financiera y se distancia del teatro comercial (…)”. ¡Punto en la diana!, de estas indicaciones, ¿Cómo se hace para entender lo que en Caracas se interpreta como “teatro experimental” de trabajar en espacios “experimentales”. Bueno, me apegaré a estrictamente formal de Pabis cuando al finalizar dice que: ”El teatro experimental no debe limitarse a una vanguardia esotérica y replegada sobre sí misma” y distinta a lo que sería un “teatro laboratorio”. Lo comercial acá en Caracas coloca su sello al grupo / director / diseñador (escenógrafo) más por la premura de tener espacios donde mostrar / exhibir –apelando a salas convencionales, a la italiana o, experimentales- que a discurrir un acto de fe de quebrar esos supuestos paradigmas que atan su visión de lo que debiese ser algo distinto a discurrir como concepto, estética, técnicas, uso de elementos, etcétera. El autor o una idea de un colectivo deberían aspirar sustanciar como propuesta espectacular experimental de forma abierta, sin los cortapisas del tiempo de ensayo / búsqueda / exploración que de lo que sería el supuesto de lo “digerible “ en la potencial recepción del público. Entonces en algunos momentos uno que otro colectivo apuesta a configurar un trabajo de fondo desde la experimentalidad y proyectarse en espacios experimentales sin el subtexto de ganancia “económica o mercantilista” derivado de sus indagaciones escénicas. Accesar a un espacio “experimental” por un director / grupo acá en esta ciudad -en estos últimos años- ha entendido que, hay poco que mostrar como “teatro experimental” aun cuando esten en espacios poco flexibles por su carácter arquitectónico – espacial. Los trabajos a veces coinciden, pero a veces, no. Se siente que hay grupos / directores que apelan a moldear y generar algo semejante a “experimental” pero que aun ello no es puro, si cabe la observación. Quisiera determinar que no todo grupo de teatro independiente hace trabajo experimental y que si están en una sala de corte experimental como lo sería el Celarg, la "Luís Peraza" o, el Espacio Plural no por ello, había concatenación de conceptos. Generar dinero porque hay que ser independiente del subsidio es distinto de ser un grupo independiente. Ser un grupo experimental sin la subvención es algo precario. Ser audaz sin tener hilos de dependencia de lo exiguo de la dádiva es de por sí, un reto y una aventura porque todo artista también es un ciudadano que tiene que mantenerse y/o mantener –aparte de la dignidad del oficio- la sobrevivencia en un mundo donde se habla de socialismo, comunismo, democracias, autoritarismo pero a la hora del té y la aspirina, pues, hay que pagar. ¿Qué pasaría si mañana se cerrasen los pocos espacios teatrales “comerciales” de la ciudad? ¿Habría una mirada a los espacios públicos como plazas, bulevares, parques, calles, mercados, dentro de busetas, dentro de espacios del metro, en apartamentos, en recintos privados? ¿Serían estos más o menos experimentales? ¿Estos posibles espacios tendrían el sello de espacio experimental de forma forzada? ¿Los artistas venezolanos podrían imbuirse de nuevo del espíritu de los años sesenta y re - descubrir que lo experimental es algo que debería ser un acto permanente hoy por hoy para adentrarnos a los efectos hipnóticos de la postmodernidad? Preguntas sobre preguntas sobre preguntas; y sin embargo, la escena actual con sus altibajos de calidad, con sus premuras de estar aquí y ahora en la marquesina de turno, de trabajar por crear y no crear para aparentar que se está trabajando creativamente. Se de muchos colectivos teatrales de esta ciudad cuyo norte no es estar apostando a la gran sala o de prefigurar en el huequitos que deja un programador en esas denominadas salas “experimentales”. Hay en ellos desde uno como Xiomara Moreno Producciones a GuarroTeatro del Teatro del Laberinto a emergentes grupos como Teatro K Producciones a Dramart (Mérida) que están en lo suyo. Unos con más garra en lo incisivo experimental que otros. Otros con mayor sapiencia de tolerar las premuras e insistir en explorarse como unidad de creación y no como filibusteros de oportunidad según el color del tiempo, la sazón de una programación o los suspiros de bajar la presión porque el dozavo llegó. Unos y otros son el teatro que tenemos que ver. Están ahí. Solo hay que buscarlos fuera de las ostentosas carteleras y programaciones que desde las instituciones públicas o privadas le alientan a promocionarse. Si uno como espectador sigue ese movimiento underground sentirá / percibirá que acá, en esta ciudad, hay teatro como si estuviésemos en un estadio de festival. 24.04.2010