domingo, 11 de abril de 2010

NOTAS REZAGADAS (V)

CARACAS... ¡URGENTE! En esta sociedad, en esto espacio y tiempo, bajo los cambios sociológicos, culturales, ideológicos, políticos, económicos, tecnológicos, comunicacionales e históricos por solo señalar algo que toca e impacta al ciudadano de a píe en nuestra polis caraqueña de un marzo en el albor del s. XXI, parece que nuestra juventud no tuviese formas y maneras (en lo teatral) se expresar pareceres, posturas, ideas, sentimientos, anhelos, firmezas, oposiciones, decisiones y cauces para hacer expresivo / significativo su sino de crecimiento / evolución como ser, como ciudadano, como el cambio de lo joven a lo maduro, de hacerse sentir con frescura pero con crítica asertiva sobre lo que enmarca a la conciencia del ser venezolano. Quizás no sea así y está dándose desde otra clase de forma o manera. Posiblemente, lo que era eje de expresión o grito existencial en pasadas décadas, ahora esté siendo canalizado con otro estilo, otra grafía expresiva que desde la música a la poesía, del acto grafitero que marca las fachadas con sus rarezas simbólicas a términos de una cultura underground cuya codificación exterior la veamos socarrona, estridente, despojada de ingenuidad y hasta, agresiva. Los tiempos han cambiado. Las generaciones sienten que esto es útil para decir unas cosas, otras cosas, ya no tienen la densidad para colocar el acento de su grito y su parecer ante el oído del que rige los destinos del sistema. Lo cierto en todo caso que vimos pasar desde las juventudes revolucionarías de los sesenta a la generación “boba”, de la juventud “yuppie” a ascendente y puntual signo de la generación globalizada. Unas y otras, colocan su acelerador vital y existencial formándose, creando, viviendo, soñando, pulsando en el mejor de los casos o, viendo pasar el toro de la vida desde la acera de enfrente, un tanto alienados, algunas veces esquivos de posturas y más de la veces, indiferentes porque “¡eso!, psss..., no es conmigo”. Estamos en 2010 y ello debe decir o expresar algo dentro de las ruinas de la postmodernidad y la apertura de alguna nuevo istmo “neo” para la creación de la juventud que le toca formular su inquietud en este arranque de milenio sea bien a través del culto a la imagen, del empleo del signo, de la resematización de lo que significa para el / ella la historia, de los medios y tecnologías que están a su disposición, de la compresión y concientización de que esto que me afecta, pudo ser parecido, equivalente, semejante a lo que en otro momento, circunstancia o tiempo, afectó a mis padres, abuelos, en fin, a la sociedad que los veía crecer y asumir sus particulares posturas. Incluso, en estos tiempos donde lo tecnológico parece abrumarnos, donde la cantidad de información es tan vasta y el universo de entendidos parece rezumar cierto caos, la juventud parece todavía exhalar el hálito de inquirirse ¿Quién soy? ¿Cómo me perciben? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Hacia donde debo dirigirme? ¿Cómo debo manifestarme?, y un sin fin de ansiosas preguntas que solo con el crecer, con el irse enpoderando de espacios de decisión, de asumir con control personal y perspicaz entereza de valores (éticos, morales y espirituales) coloquen sin tiento, parte de las respuestas; ellos no ignoran que detrás, otra generación empuja con más fuerza y sin no son capaces de saberse sentir, pues lo más probable es que, quienes vienen detrás, si lo hagan. Hace ya casi cuarenta años, en la famosa década de los sesenta, un joven hombre de teatro llamado Levy Rossel Daal, entendió que tenía que subirse los pantalones y desde las trincheras de la creación teatral, forjaría esas posibles respuestas. Dentro de un teatro de experimentación, en tiempos donde los altibajos de lo socio político interno del país hacia pulso con los ecos de lo histórico mundial, su voz como autor / director supo calar con dinamismo y abrir una senda. Desde su comedia musical, Vimazoluleka (estrenada por su autor y director con el Grupo Bohemio en 1966) que, en palabras de Carmen Mannarino “logró [ser] el espectáculo experimental más prolongadamente sonado (…)” de aquellos años. Levy, el hombre, el artista, el dramaturgo, el director, un hombre cabal, sencillo, jovial, pertinaz, vaso comunicante intergeneracional, ha calado con altas y bajas en el panorama teatral venezolano. Ocupado importantes puestos directivos, con una dilatado espectro de piezas teatrales que si bien buena parte han sido editadas / escenificadas aun tienen mucho que decir al joven de este tiempo si las sabe leer, re contextualizar y orientar hacia públicos que, no por la novedad de sus tramas, asuntos o temas sino porque aun tienen ese verdor de expresar cosas, de afirmar sentimientos y explorar meandros de “protesta” que son una mina para quienes anda por ahí, atrapados entre las lagañas de no saber que llevar a escena y mediar entre lo que están aprendiendo, asimilando y/o experimentando desde el campo formativo teatral hasta lo intrínsecamente audaz como para afirmarse con autenticidad y empuje. Del amplio abanico dramático, un colectivo emergente como el Grupo Actoral Sentimiento Escénico bajo la batuta de Idelson Sojo, asumió con bastante desparpajo, buena onda escénica y eficaz sintonía con el autor, el reto de escenificar una de sus piezas: Caracas… ¡Urgente! (pieza estrenada, primero, en la ciudad de Coro con el nombre de “Coro… ¡Urgente!; viajaría luego a la ciudad de Maracaibo y tendría el título de Maracaibo… ¡Urgente!) Sobre aspectos que giran sobre ella nos encontramos con el prólogo suscrito por Roselia Castro Uzcátegui para el libro Levy Rossell Daal, El Gran Libro del Teatro Rosselliano que afirma que esta obra “es mimética. Una obra adaptable a cualquier ciudad del país, o a otros países, porque el mensaje es coincidente en todas partes. “Ayer sentí miedo de salir a la calle –dice uno de los personajes- Allá afuera pulula la gente. ¿Y cuánta gente está conmigo y realmente lo está? ¿Con cuánta gente estoy y realmente lo estoy?”. Cierto, aún son preguntas tan válidas ayer (1966) como ahora en 2010. Incluso el mismo prólogo de la pieza de Rossell nos dice: “Mañana pronunciaré mi nombre veinte veces Cada vez más fuerte para saber si aún estoy aquí…”; y he aquí cuando un texto / autor se le puede aplicar que concitó un acercamiento al imaginario o al sentir de una sociedad que, en voz de un (varios) personaje (s), interroga (n) a su tiempo, inquiere con sus angustias, otea el horizonte y asume críticamente, una postura de señalamiento. El que Idelson Sojo haya tomado este texto y su decisión de llevarlo a escena en la Sala de Conciertos de la Unearte (antiguo Ateneo de Caracas) es parte de un cruce de dos mentalidades que buscan expresar su angustia, su desazón, su pulsar en lo cotidiano y desde ahí, hacer con lo artístico no una escusa evasiva, no una floritura de grupo novel que arranca, no un tiro al aire, no una escusa para que “¡espero que me vean!” y más nada; creo que hay comunión de cosas que sin ser extremosamente ingenuos, cada uno (Rossell / Sojo) en sus tiempos de vida y de estar en sus correspondientes espacios como ser sociales, interrogan desde la escena a la vida, a la realidad, a la sociedad. Hay pocos estudios sobre el impacto de la obra rosselliana a mediados de los años sesenta y lo que fue parte de los setenta. Un autor / investigador como Rubén Monasterios calzó las propuestas de Levy, dentro del marbete de marginal (inflexión mía) del “teatro lúdrico”, en una época cuando lo experimental de autores y directores, buscaban (tomo solo inaparte de su exposición) “la acción dramática es lúdrica; el acto dramático es como un juego y no un hacer algo concreto y con un fin utilitario; los juegos son a medias infantiloides, a medias eróticos, a medias malvadas. El juego tiene un carácter mucho más fundamental, esencial, y estructural que en las obras de Pinter, Osborne o Albee, donde lo circunstancial o accidentalmente interpelado en la acción dramática (…)”. La poesía y el juego, la crítica y la búsqueda de respuestas, los claros oscuros de lo existencial, la capacidad de romper con los moldes, la inquietud y cierto acento simbólico, parecen ser filones que Caracas…¡Urgente!, le insufló a Sojo desde la obra de Rossell para asumir el compromiso, la expresa necesidad de irrumpir con algo con tensión y sabrosura, le ganase la atención al espectador y fijase por algo más de hora y media, sus ojos en lo que un grupo de desenfadados actores y actrices mostraron sin rubor en las tablas. Sojo con su equipo actoral conformado por Eliécer Mantilla, Alfonzo Lamus, Andreina Suárez, Saymond Jonat, Julio César Marcano, Yesenia Quintero, Rusbeth Ordóñez, Yilmar Barrera y Oriana Dávila asumieron con colocada tilde histriónica, preparación técnica del recurso del cuerpo, la voz y la gestual, con perspicaz sentido de los espacial, percepción lúdica con la platea y el valor de la confianza en su hacer, una –reitero- sabrosa escenificación de la esta pieza que si la miramos bien, no es teatro experimental experimental por el empleo de mayas, cantos y bailes, por la sensación de atmósfera sesentona que está entre medio come flor, medio zanahoria y medio rebelde –que pudo re sintonizarse en lo contemporáneo actual social de este tiempo / momento con un vestuario más distintivo, con bailes y música que lo juventud mastica producto del impacto mediático y ¿Por qué no?, hasta de insuflar la puesta con acento subjetivo objetivo de ese decir (idiolecto) que el joven de estos años asume como expresión comunicativa. Sabemos que la docta presencia del Levy fungió como asesor y custodio de su obra, pero ¿Fue el respeto al autor?, ¿El celo del dramaturgo a que no se le diese otro giro?, ¿La autoridad del afamado que hizo el joven Sojo no fuese más allá de los parámetros que imponía acotaciones y didascalias o de una rectoría de puesta que dijese al espectador “me gustaría que estuviese en esos años y no en estos”? Más allá de mi parecer u opinión, lo cierto fue que el Grupo Teatral Sentimiento Escénico concretó un espectáculo eficaz, alegre y supo llegar a la platea y ganarse la empatía / sintonía de quienes lo confrontaron. Un reconocimiento adicional se extiende a Carlos Casique (teclado), José Izea (Guitarra y Carlos Liendo (batería). Al apoyo a la dirección artística de la Unearte por darle espacio a este colectivo en su necesidad de contar con un ambiente académico y joven para mostrar estos esfuerzos y todo el equipo humano y técnico que desde el diseño de programa de mano hasta la presencia en sala de muchos otros que aportaron su grano de arena, hicieron plausible este montaje. Mi síntesis es por la apuesta a que en estos diez años que han de iniciarse hasta el 2010, la emergencia de nombres como: Morris Merentes, Darío Soto, Juan Carlos Souki, Jorge Cogollo, Frank Wiese, Javier De Vita, Luís Alfredo Ramírez,.Gleison Medina, Henry Zambrano, Juan Carlos Gómez, Néstor Hernández, Jaime Feliu y del mismo Idelson Sojo entre otros tantos, conformen la camada de directores que dará la puntilla final al apolillado Centro de Directores para el ¿Nuevo Teatro?, que solo es fachada de intención y no cantera de acción para la necesaria y requerida oxigenación del teatro de los años que están por venir. Por ahora, les veremos crecer, evolucionar, decir, desaparecer y hasta sobrevivir, pero así es la cadena darwiniana: “¡la sobrevivencia del más apto!” en este medio tan denso como lo es el teatro venezolano.