domingo, 3 de octubre de 2010

GRUPOS Y JUVENTUD TEATRAL (Parte I)

La escena caraqueña parece ocultar a veces el esfuerzo teatral que manifiesta con tesón un puñado de grupos cuya particularidad traza, por los menos, tres aspectos medulares: una, son colectivos con corta existencia dentro del quehacer escénico nacional (entre tres a diez años de existencia dentro del segmento profesional); dos, que exhiben un porcentaje de directores, diseñadores, productores, actores y actrices cuya resonancia aun no cala en el terreno del reconocimiento escénico aun cuando tienen formación (en ámbitos grupales como el TNJV, Escuela de Teatro “César Rengifo”, el desaparecido Indet. –ahora la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE), los talleres que se imparten en el TNT del Grupo Rajatabla o, egresados de la Escuela de teatro “Juana Sujo” o del Laboratorio Teatral "Anna Julia Rojas", por solo mencionar una de las tantas áreas donde perciben que pueden adquirir destrezas y habilidades para una praxis directa con el hecho artístico) y, en tercer lugar, porque ya aglutinados como núcleos de creación teatral, tratan de buscar un nicho para que la ecuación, producción, circulación y consumo les haga colectivos creíbles tanto para los gerentes / administradores de teatros y salas de esta ciudad, apuesten por cederles unos días para que sus espectáculos tengan a lo suma de dos a tres semanas (si el éxito le dora el horizonte con la asistencia del público) de exhibición. Algo singular para estos colectivos que algunos califican como emergentes, otros de noveles y algunos de semiprofesionales es que tanto los medios impresos y audiovisuales prestan relativo apoyo en sus secciones de arte y espectáculos. Su tenacidad hace que se esfuercen en gestionar recursos económicos para que en un sector gerencial pueda sentirse convencido de darle ese tiempo en sus salas; también está el hecho que son raras las veces que uno que otro grupo consiga el paraguas del subsidio o el financiamiento por parte de Direcciones de Cultura, IAEM, los gabinetes de cultura del Ministerio del Poder Popular para la Cultura o de la empresa privada. Vemos por tanto que el ingenio y la pro actividad de multiplica en algunos de los miembros del grupo; no es raro detectar al joven actor o director que a veces funge como productor, que el diseñador es realizador, incluso, asombrosamente, hasta una tríada de funciones debe realizar el joven teatrista ser director, productor y si las cosas se ponen difíciles, pues actuar. Volantean, hacen lobby aquí y allá, están buscando ideas de renovar e insurgir con una patina distinta a lo que ellos sienten que debe ser renovado, cambiado, o desplazado. Muchos de estos grupos permanecen acallados por la indiferencia de la crítica y más de las veces obviados por los periodistas culturales especializados en materia de teatro. Los grupos jóvenes son algo rara vez considerados como serios ya que por estar en una etapa de consolidación, el prestigio, la fama, el reconocimiento les llega a gotas. Una y otra razón afecta o prima para que el gran público no arriesgue a considerar perder su dinero en las modestas taquillas que cobran estos empeñosos artistas. Pero si dejásemos al lado estas y otras opiniones y nos acercásemos a constatar ¿Quiénes son? ¿Qué ofrecen como propuestas escénicas? ¿Qué riesgos creativos asumen? ¿Quiénes están detrás como apoyo para que estén a flote?, y ¿Qué clase de formación artística, estética y manejo conceptual exponen?, quizás empezaríamos a reflexionar que el teatro juvenil, que el teatro facturado por una generación de relevo tiene el mismo espíritu (pasión) y la misma madera (tenacidad) que grupos hoy ya consolidados / consagrados detentan. El público y la crítica no debe asumir una postura castrante a sus errores sino de apoyo, orientación, seguimiento y observación a sus esfuerzos. Ellos son el futuro del un teatro al cual siempre se le tiende a calificar que esta decadente, vacío, ausente, divorciado de riesgos, perpetuador de estilos manidos, irreverente por tratar de ganar atención, débiles en cuanto a rigor, técnica e ideas teóricas y conceptuales como para sostener un discurso escénico convincente. En fin, que no se oye de grupos consolidados y consagrados del colectivo que comienza; que no se deja colar en las colas del público cuando un montaje de gente joven no cala dentro de los patrones de consumo; que no expresa cierta crítica académica o periodística cuando se aterra al ver tal o cual aventura creativa; que no se ha dicho en los cuarteles institucionales de la gerencia estatal sobre tal o cual grupo a la hora de decidir simplemente con un dossier si se les apoya o no para recibir la ansiada “dádiva” de subsidio o, que no se ha oído de algunos gerentes de salas a la hora que uno de estos grupos simplemente asoma su intención de ofrecer su producto ante el “prestigio de teatro”. Es bastante posible que las fórmulas del teatro experimental esté de alguna u otra forma tentando a los integrantes de tal o cual grupo de teatro joven. También es bastante verificable que más de uno por temor de no tener el fuelle del rigor prefieran comedias, teatro infantil, o cierta dramaturgia (nacional o foránea contemporánea) que garantice en el consumidor una cierta tentación a la hora de que decidir a lo hora de asistir un fin de semana al teatro. Pensemos donde podemos confrontar a un segmento de estos colectivos y caeremos en cuenta que no son las grandes salas. Su realidad está constreñida la mayor de las veces a espacios como el teatrino del Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” donde Carmen Jiménez ha sabido abrir sus puertas a muchos grupos jóvenes; está a veces, la sala del Taller Experimental de Teatro (TET), las Salas del Teatro San Martín de Caracas, la Sala Experimental del Celarg, una que otra vez, la Sala Rajatabla y de ahí, la cuesta es dura para estos grupos. Debo acotar una diferencia tajante: no es lo mismo teatro de gente joven del teatro que realizan el teatro de aficionados. Este último según (Gómez García, 1997: 806) lo define como “Cualquier actividad teatral no realizada por profesionales”. También me apoyo en su definición de Teatro Universitario asentado en su Diccionario Akal de Términos Teatro para distinguirlo del que factura el Teatro Universitario que para Gómez-García describe como aquel “realizado en ámbito de la Universidad” (1997:: 816). Pero acá detengámonos uno momento, ¿Qué pasa cuando un grupo que se ha formado por estudiantes universitarios conforma una producción la que es exhibida en espacios académicos pero que traspasa lo que conocemos el espacio comercial? ¿Cómo se puede entender que un grupo de jóvenes artistas se aglutinen coherentemente y se exhiban en un espacio académico cuando algunos de su miembros aun es miembro de dicha casa de estudios pero que se ha formado con anterioridad en el seno de otros centro de estudios actoral? ¿Cómo se puede percibir que es en realidad un grupo de teatro joven / juvenil si una parte de su staff lo conforma uno o más creativos (director, diseñador, productor o dramaturgo) que ya en terreno de lo profesional ya ha obtenido reconocimiento, premios y seguimiento de medios y crítica? Un teatro de gente joven se puede catalogar como ¿teatro independiente? Es ¿teatro de vanguardia?, ¿Qué pasa cuando ese grupo no tiene sede o personería jurídica pero ya esta circulando en muestras, encuentros y festivales al lado de grupos ciertamente profesionales? Gómez García determina que Teatro Profesional es aquel que “es realizado por actores profesionales. / El realizado por compañías profesionales. / El de alta calidad artística” (1997: 814). Pero en esta realidad venezolana ¿Dónde comienza y dónde termina ese concepto de lo profesional? ¿Quién define teatro de gente joven? ¿La calidad y la trayectoria? ¿Los palmares obtenidos, lo éxitos logrados? ¿Por qué insulinizamos todo lo que vemos y percibimos como teatro? Esto daría un pie para debatir si el teatro de las nuevas generaciones deben y pueden ser la renovación del futuro teatral del país. Hace ya cierto tiempo cuando existía (mediados de los años ochenta / parte de los noventa)la potencia de los Teatros Nacionales Juveniles de Venezuela que un crítico ya en retiro jamás creyó que ese proyecto insuflaría la renovación; le colocó el rip del “descanse en paz” y pasó a seguir idolatrando a los consagrados, a girar con los dioses áureos de la tranquilidad teórico conceptual y de la fineza discursiva de sus monumentos marmóreos donde estableció lo que una vez tilde de “el síndrome de las complacencias mutuas”, es decir, les apoyo / sustento y así me siento parte efectiva del reconocimiento para junto con ellos, trascender. Esa crítica les constato en sus anhelos y exploraciones de un ¡si posible!, e hizo alianzas calladas o en paralelo en un la faena de percibirlos / aprehenderlos en lo que sostenía las bases sobre las cuales edificaban sus búsquedas, en paralelo, esa crítica les acompaño con un trabajo intelectual donde se construyo un andamiaje analítico que daba fidelidad a lo que fue ese periplo artístico; con el tiempo, ambos (grupos e individualidades) crecieron profesionalmente pero quizás, muy en el fondo, el temor ante las generaciones que tocaban la puerta de la subida de la escalera o era desoído so pena que una vez cruzado el pórtico del reconocimiento, estos afectasen lo que era teatro hegemónico a un teatro desplazado o, sencillamente, porque comprendían que era más competencia aunque en sus cónclaves de generación daban da mano a unos y la espalda a otros. En fin, solo quien suscribe espera que la mirada de las Gorgonas no petrifique al teatro conformado por la gente joven y con ello deseo expresar un no rotundo al canto ominoso de la subsidio dependencia, un no a la falta de rigor y optimización artístico - técnica, un no a la complacencia cuando la ensordecedora demanda del teatro digestivo / comercial les exija que el teatro de arte no es lo esencial sino el que se debe aplaudir y seguir con su apoyo en taquilla es el “comercial, un no definitivo a la autosuficiencia, un no a la ausencia de prudencia pero también un no a la ausencia de compromisos serios traducibles con proyectos de calado que pueden dejar de lado los ropajes del amateurismo, lo universitario y propender a la experimentalidad (si es eso lo que les atrae o ser independientes); un no a la conformidad de hacer por el hacer para solo obtener un extra económico aquí o allá, en fin, pueden ser muchos no, pero de cuando en vez algunos de esos no se han convertido – y ello se puede verificar el ciertas realidades grupales con nombre y apellido) para obtener ascenso y reconocimiento. Quizás el sentido (un tanto dislocado que reza que “el fin justifica los medios” parece darle la razón cuando lo fácil es oro y lo difícil, plomo. Los Grupos y la juventud teatral son la alianza hacia un porvenir que puede dar frutos si se sabe entender que la mística, la pasión, el estudio, la constancia, el trabajo permanente, la experimentalidad y el apostar a lo transdisciplinario pueden ser solo algunos de los aspectos que un joven entre 16 y 25 años pueden construir en ese maravilloso terreno que el arte teatral en esta Venezuela del s. XXI. Por: Carlos E. Herrera Octubre 2010