domingo, 24 de octubre de 2010

PÚBLICO Y GENTE JOVEN

Un hombre de teatro como la ha sido –y es- Vicente Albarracín ha puesto un dedo en la úlcera que la piel de la ecuación producción – circulación y consumo del producto teatral que se factura en el país. Se pregunta en su blog (http://vicentealbarracin.blogspot.com/): “veo tan poca gente joven en el teatro al que he asistido” y como soy animal de teatro, me respondo en mi fuero interno: ¡vaya pero sin en algo más del 65 % de los aforos de los espacios alternativos y casi un 45 % de las butacas de las salas tradicionales -que como espectador especializado – asisto, el público promedio está entre 22 y 30 años! ¿Criterio sesgado o mirada limitada de Albarracín? ¿Será que el Sr. Albarracín solo asiste a un cierto número de salas / espacios / circuitos y con su mirada acerada (la aplicada a esa función comprobó que la asistencia pareciese estar desasistida de público joven? ¿Afirma más adelante que: “Nuestros teatros a pesar de tener tanta afluencia y estar proliferando tanto, poseen un público con una media de edad adulta, que no es representativa de un país con una masa de gente joven tan grande. Esto ya me resulta extraño, pero cuando indago en si nuestros estudiantes de teatro asisten a estas exitosas funciones, me preocupo mucho más”. La duda y el desconcierto me asalta de nuevo en forma de pregunta: ¿Cuáles son los gustos y tendencias de escogencia que tiene este teatrista / formador cuando hace tal afirmación -cuando desde mi personal óptica como hombre que en promedio unas tres veces por semana a distintos espacios y no lo verifico como consumidor del quehacer de grupos / proyectos / trabajos / producciones que no son del teatro hegemónico actual? ¿Por qué no está en las salas del grupo TET (Luís Peraza; Teatro San Martín; Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas o de las denominadas “salas alternativas por solo acotar las más visibles en una cartelera teatral unificada que se publicita (no expreso, promociona para diferenciarla de quien paga por el cm x columna de un medio masivo particular y no en los tips culturales que cuando en vez ayudan a promover uno que otro espectáculo no influido por los grandes grupos / compañías y productoras) que no solo debe reflejar lo producido / exhibido como o como alguna vez Tulio Hernández las denominó “salas off off Ateneo de Caracas”? ¿Será que el Sr. Albarracín se refleja como consumidor de élite para ciertas propuestas y no mira un poco más allá de lo que los grupos dominantes ofrecen y hurga en lo que sería el teatro periférico (no digo “marginal” porque se podría mal interpretar lo conceptual y obligar a otra discusión que no es la referida a circulación / consumo para segmentos específicos y de las clasificaciones edulcoradas que se puedan tener de tal o cual producto escénico) y otear solo por agudeza o algo de interés en que ocurre más allá de lo que lo exterior de las grandes salas se promueve como actividad teatral caraqueña? Concuerdo en algún sentido con el Sr. Albarracín en que los estudiantes están apáticos en consumir teatro de arte; y, sin embargo, ¿por qué mi visual me dice que en ciertos espectáculos conformados por grupos emergentes o con una ya traza de algo más de cinco años tienen casi el 90% de sus aforos abarrotados de gente joven? Una muestra botón son los Festivales Crea Joven (organizado por Dairo Piñeres y un trabajador equipo de teatristas, gerentes y técnicos todos menores de 35 años) que al igual que FESTEA (organizado por Maigualida Gamero (promoviendo grupos insurgentes, directores, actores y diseñadores noveles procuran su nicho en esta jungla de reconocidos). ¿Que hay del público que empieza a seguir a colectivos como un grupo super consolidado como Skena cuando ha montado en el Teatro Trasnocho (Espacio Plural) la obra La Ola? o con Morris Merentes cuando asume su tercer trabajo titulado Manteca en el teatrino del Laboratorio Teatral Ana Julia Rojas o ¿Que decir de grupos como Cuenta Peregrinos está acá o allá sin aspavientos, ni alborotos mediáticos insistiendo en consolidar rúbrica y estilo de colectivo y que tanto como grupo, formas y filosofía se hilan en empaque de producto teatral (su lectura de El Lazarillo de Tormes en la Sala Doris Welles de la Casa del Artista) que me consta está siendo visto y degustado por mucha gente joven? ¿Qué es ser joven? ¿Por qué la gente joven va a ciertos montajes y a otros no? ¿Dónde están los profesionales del teatro que tampoco can ni a ver a los jóvenes ni a los consagrados? ¿Cuáles son los criterios para que un hombre de teatro que por decisión profesional decide irrumpir al terreno de lo audiovisual cuando pudo sumar y no cabalgar la sobrevivencia de lo escénico promoviendo la generación de consumo joven pero con audacia de reflexión, con capacidad de cuestionar y decidir acompañar al grupo / proyecto teatral porque se siente identificado? ¿Por qué no es capaz de hacer una reflexión más en rigor a cierta dinámica y se repente, hacer un alto y acercarse a ver lo que Teatro Forte bajo las manos de Vladimir Vera asume con su trabajo Jacobo o la Sumisión y caer en cuenta que los riesgos de crear –aunque rompa con los corsé del gusto burgués que se implanta desde las escuelas / universidades- le puede escupir cosas y a la vez estremecer / maravillar, sorprender / asquear o sencillamente, saberse privilegiado porque al mirar en rededor el público, esa masa informe que acudió al llamado de ese trabajo teatral está conformado por gente que no supera los 35 años? El que un joven espectador no asista a constatar la fuerza discursiva de un excelente trabajo como Actos Indecentes de la Productora Palo de Agua en Escena 8 por Moisés Kauffmán podría leerse al efecto de que para un segmento de los estudiantes / gente joven el efecto taquilla (costo del boleto) puede escapar de sus posibilidades. Pero también sabemos que ese mismo joven / estudiante (cuyas edades fluctúan entre 15 años y 23 años) puede gastar más en las cosas superfluas propias del actual imperio del consumismo externo antes de ir y después de asistir a un “x” o “y” evento – si osa reservar algo de su dinero (mesada / ganancia de trabajo, beca) e invertir en si mismo para deleitarse dilatando sus pupilas y ampliando su bagaje cultural cuando tiene el privilegio de constatar un “gran” montaje y saberse auto escogido como parte de esos pocos que pudieron ir a tal o cual función, temporada, reposición, remontaje, etcétera ya que en su memoria quedará la marca indeleble de un montaje profesional lúcido, de una respuesta de puesta en escena impecable y de una producción solo verificable en grandes festivales; ah!!, además del hecho que tras este espectáculo está el referente universal de uno de los grandes dramaturgos de habla inglesa como lo fue Wilde. Pues acá, siento que el Sr. Albarracín toca un aspecto a discutir y analizar fuera de los contextual de la dinámica que ahoga al teatro venezolano de los últimos veinte años: la formación del y sensibilización del público. En la actualidad hay cada vez más y más gente joven atraídos por el hecho de lo teatral, lo audiovisual, lo tecnológico mediático, el diseño, la informática, la moda, etcétera. Hay en ellos pasión pero ciertamente eso no es todo para ser a lo largo de un lapso de formación, un profesional. No es que el profesional sea aquel que perciba y/o viva de su labor para la cual se ha formado sino como alguien de la vieja escuela lo refería: ¡que profese su oficio! La universidad es un espacio, los talleres que dictan grupos y compañías son alternativas para conformar cierto saber, algunas técnicas y crear la necesidad de proseguir en la guerra no de la improvisación, no de la fama de los 15 minutos walhordianos sino en llegar y permanecer, haciéndose útiles y no accesorios, formándose y estudiando más allá de un papel que les acredite el tal o cual ámbito escolar u académico ese legajo de fibra, tinta y palabras bonitas; es ser se hace impulsado por el llamado de la pasión, por el impulso del crear, por el magnetismo de la imaginación transformadora. Creo y entiendo y ahí coincido con el Sr. Albarracín que la escena tiene que poblarse de gente joven. El cine, los museos, los conciertos, las lecturas de poemas, la calle y la gente deben ser el laboratorio de sus expectativas sino será cuerpos hedonistas en una cultura que los puede penetrar en negativo, alienar, masticar y después escupir desgastado y sin horizonte, Una juventud auto complaciente, vanidosa, sin personalidad, criterios y razonamiento en un cuerpo vital es como una caja donde la cabeza de la risa tendrá su rostro y al salir a buscar el oxígeno de la realidad, esta les dirá ya no hay futuro. Como colofón suscribo para nos ser un guerrero de la nada con el Sr. Albarracín cuando expresó que: “Yo debo mi formación en gran parte al excelente y variado teatro que pude ver cuando estaba en mis veintes. A veces hasta 4 o 5 funciones en una misma semana lograba ver. Recuerdo que siempre me coleaba, me invitaban, iba a ensayos generales, era amigo de alguien, a veces pagaba, porque lo que costaban esas entradas también era mucho para mi presupuesto. Hasta en los festivales, que los precios podían ser a veces altos, siempre había entradas gratis para participantes y mucho más baratas para estudiantes. Viendo la complicada situación en la que se trabaja ahora no sé cuál sería la mejor solución. Pero lo que sí tengo claro es que debemos buscar mecanismos que conecten el teatro que se hace hoy, con las generaciones que en pocos años lo van a estar haciendo. Y cuando me refiero a nuevas generaciones incluyo a todos: Esa gran cantidad de muchachos que de algún modo y en algún lugar están formándose para tomar esos espacios. El teatro será de ellos. No de nosotros. En el mejor de los casos nosotros seremos un recuerdo borroso en una hemeroteca” Si, todos tenemos cuota de responsabilidad: en al aula, en la calle, en la ética que edifica nuestro hacer, en la capacidad de estimular y generar la nueva sensibilidad, en apartar los modelos anquilosados de la vieja escuela, en insuflar retos y aventuras al joven y al que ya se cree Dios, Parnaso, Ley y Norma. Es tiempo del s. XXI. El público joven fue pensado por muchos y aun se esta buscando esos mecanismos. Lorca en su obra El público y el cineasta – pensador Passolini lo argumentó de laguna forma: el público joven es el público estudiante. Ellos serán la garantía de la nueva revolución del hacer del teatro venezolano. Apostemos sin miedo por ellos. El reto es peligroso sino no está la aventura. El maestro del Libertador, Simón Rodríguez bien lo afirmó: “¡O inventamos o erramos!”