sábado, 6 de noviembre de 2010

BUENAS NOCHES MAMA

La cartelera teatral para el lapso Octubre / Noviembre ha estado exhibiendo una fuerte dinámica. Las salas y teatros de casi todos los centros e instituciones culturales públicas y privadas o espacios académicos (Corp. Group, Celarg, Unearte, Teatro Alberto de Paz y Mateos, Teresa Carreño, Rajatabla, Teatro San Martín, Luís Peraza, Trasnocho, Teatrex, por solo indicar un cierto segmento) expone lo que ya he ido afirmando en otras entregas y comentado a teatristas y alumnos: “¡estamos en un Festival Escénico no declarado!”. Sí, el volumen de montajes, propuestas, estrenos, reposiciones e, incluso, muestras y festivales obliga a más de un espectador a cambiar lo pautado por otra alternativa a fin de que lo que ha oído como recomendación o visualizado como temporada, no le haga perderse de tal o cual espectáculo. Y vaya que ¡si hay para todos los gustos y targets! Algo que destacaré rápidamente, es que el la Plataforma de las Artes Escénica, Musicales y Diversidad Cultural (léase antiguo IAEM) está ofreciendo entre el 04 al 14 de noviembre en su Plan Escena Nacional 2010, un espacio Internacional / Nacional donde el teatro y la Danza, lo formativo (talleres y seminarios) y el encuentro de análisis / discusión (foro y conversatorios) con grupos y artistas extranjeros como nacionales busca colocar un relleno positivo a la notoria ausencia del añorado Festival Internacional de Teatro. Diré en forma constructiva que hay excelentes montajes y alternativas que será de alto interés para tanto los creadores del patio como para un espectador que ya no cuenta con una vitrina para contrastar como se expone la praxis artística que en otros lares se produce, circula y consume de forma distinta a los modelos acá constatados. Es siempre saludable tener esta clase de experiencias en esta urbe para que las pupilas se dilaten y uno como espectador pueda cotejar como es lo que acá se produce y como es lo que fuera del país se concibe. Diversificar en lo que se cree unívoco es pluralidad. Incentivar como estímulo para dar alternativas es promover cuando ya uno percibe que lo ha visto todo o ese todo parece decir calladamente que sigue igual y, conjugar lo disímil es crear ámbitos para percibir que lo multidimensional del arte es siempre dilatado y no sesgado al ombligo de lo nuestro. Un espaldarazo para esta clase de proyectos del cual solo se espera que sean más constantes y menos espasmódicos; que lo nacional pueda también ser el proyecto de un Festival ambicionado pero donde todos tengan la posibilidad de unir esfuerzos para retratar ¿Cuál es la situación artístico estética del actual momento¿ ¿Qué tipo de carencias adolecemos y que clase de fortalezas ostentamos?, y especialmente ¿Por qué no contar con un Festival Nacional de Teatro bi –anual para que todos sumemos el talento, la creatividad, la experimentación, las nuevas vías artísticas, la insurgencia de talentos, la vitrina NO del eventualismo de tal o cual producción pero SI la capacidad de discutirnos y acercarnos más y más como gremio activo que se esfuerza en la ardua labor de construir ese exigente trabajo de hacer patria desde la trinchera del arte teatral o dancístico? Pasando a lo que compete esta entrega, el día Viernes 06 de Noviembre se “levantó el telón” de estreno de la pieza Buenas Noches Mamá de la autora norteamericana Marsha Norman (Kentucky, 1947) por el grupo Hebú Teatro en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural bajo la dirección de Juan José Martín con una masiva concurrencia que, desde varios niveles de lo que fue su experiencia de recepción o estuvieron atentos, concentrados, tocados o, sencillamente, atisbando un desenlace previsto pero asimismo contundente. Un tema huidizo para el espectador pero que sin ser tabú quizás toque a más de uno por su ácida manera de ser contador teatralmente a sabida cuentas que lo trágico de la vida a veces se magnifica como explosiva carga de verdad en la escena. Buenas noches Mamá coloca una trama nada esquiva para ser aprehendida: una relación desgastada una familia promedio de los EEUU pero donde late la metástasis de la incomunicación. Un día Thelma, una viuda con ya una vida de conformismos y lastrada por convenciones familiares que debe asumir ya en el ocaso de su existencia se entera de la boca de su hija Jessie (una cuarentona soltera y tocada por una enfermedad hereditaria que ha ido su horizonte de vida (la epilepsia) decide ordenar todo el universo de estabilidad del hogar y cerrar su gris vida, suicidándose. Este acto no es sorpresivo sino premeditado; la madre sabrá de a poco los ¿Por qué de esa decisión?, pero a la vez la hija sabrá los escondidos hilos de un tejido íntimo que su familia le ha negado saber y que ha sido la tela de forro de esa decisión irrevocable. Drama y tragedia de lo cotidiano. Aniquilamiento de los supuestos y los olvidos a propósitos dentro del contexto de los afectos dislocados pero que pareciese discurrir en la ordinaria absurdidad de las cosas previsibles del drama humano: la vida y la muerte. Ambas llenas de eufemismos, desviaciones, salidas, sarcasmos e ironías pero en su conjunto las dos caras de una moneda cuando se trata de entender que una vez que esta moneda se lanza al aire, las probabilidades y algo de azar dirá cual será al final la opción que queda al jugador. Acá jugadores / actantes (los personajes) y quienes son parte de la observación / expectación (el público) verá como se arma el rompecabezas de lo inevitable. Si, un drama que puede conmover y ser al mismo tiempo sarcástico, mordaz y con humor negro pero ¿la vida a veces no expone esas aristas? Thelma y Jessie son solo la punta del iceberg equiparable a dramas equivalentes en muchas sociedades anglosajonas y ¿Por qué no?, hasta latinas. Lo que al final cuenta es que es una historia que toca y habla por si misma a la razón y entendido de quien la ve representada y. por ende poder acompañar por varias horas al espectador (solo o en compañía de quien asumió verla en pareja en cualquier noche de esta temporada que durará hasta el 12 de diciembre) cuando emerja de la sala y vaya a su casa a ver si su drama personal con en la atmósfera de su intimidad familiar no hay en el fondo de algún desván, en una caja olvidada de zapatos o en un anaquel bien resguardado el frío acero que expulsará la solución menos deseada: el cierre de las hipocresías o la excusa de los silencios que jamás hablaron. Esta pieza ganadora del Premio Pulitzer en 1983 y que propone al director asumir una puesta en escena de orden cuasi hiperrealista en lo que es la visual de una casa familiar de clase media, hace que lo corrosivo de su trama carcoma lo que damos por sentado como la tranquilidad de los sentimientos entre los miembros de un grupo humano. Ese “agobiante paladear del ansia suicida” es un botón disparador que crea otras subtramas que solo el receptor deberá armar a modo de puzzle personal sea de forma callada o, hasta cómplice si hay algo de fondo entre dos seres que van a ver una pieza de esta magnitud y al concluir la representación no solo aplauden o concuerden que les generó gozo estético la labor artística ofrecida sino que en su entorno de seres que salen no a evadir sino a encontrar cosas dentro del teatro, sepan que más allá de la sorpresa, la fascinación, el encanto de esa solvente representación no se vena retratados en formas equivalentes. Así el teatro será más que algo digestivo. Así el teatro será más que algo catártico. Será un teatro que toque llagas y haga sangrar viejas / nuevas heridas y que si el teatro las desnuda ante sus ojos, el teatro pueda ofrecer el bálsamo necesario para que, por lo menos, se hable / reflexione sobre los pequeños - grandes problemas que atan y se desatan en la esfera de lo privado de cada quien. La sociedad actual sigue siendo timorata y pacata en la confrontación de estas espinas del alma y si la ironía toca las puertas, pues no hay que dar el portazo para que se siga dando la incomunicación. Buenas noches Mamá es un buen pretexto para que se ilumine las zonas de la evasión y se abran las cortinas de las “convenciones manidas” que atán a muchos. La puesta en escena, trabajo de dirección global del montaje, la percepción que la mano de Juan José Martín como joven director de la escena caraqueña hurga con incisividad lo que debe ser la respuesta del tema, la forma a discurrir de la trama y hacer que la respuesta histriónica de la dupla actoral combinada muy asertivamente de dos excelentes interpretes de las tablas nacionales como lo son Diana Volpe (Thelma) y Dag Dáger (Jessie) supiesen combinarse en algo cerrado, denso y creíble dice mucho de él como puestista. Saber que no es el exceso de la forma o que le fondo fuese palmario sino que la unidad escénica estuviese ensamblado en una respuesta de síntesis comunicante es el logro de un director con claro horizonte de lo que se debía hacer. Capturar y densificar una atmósfera de drama etéreo pero que con el pasar del ritmo de las acciones y que tras cada unidad de situación se fuese densificando sin caer estrepitosamente en el melodrama cursi y manido, fue el tono plausible que se rescata de este esfuerzo creativo de Juan José Martín. Se acompañó de forma profesional por una ambientación escénica que supone celoso celo del detalle de un realismo preciso eso habla aplomadamente bien del trabajo de Oscar Salomón. El concepto de iluminación (del propio director) la percibí que pudo estar ser más marcada en algunas escenas donde la carga energética donde los choques madre – hija dejaban expuesto el pasado que se develaba capa a capa de verdad debió poseer más carácter y así acompañar el juego cruel y descarnado de las verdades que se envestían la decisión que se sabía venir. El cemento de unión dado por la producción de María Gabriel Díaz compacto un trabajo de equipo con sello profesional donde la mano de la propia Diana Volpe marca su rúbrica para el sello de trabajos del Grupo Hebú Teatro La respuesta en conjunto de las actrices fue clara: hubo empatía en cuanto a como hilar una relación de fondo en lo emocional y en los supuestos de lo cotidiano de esas mujeres que deben convivir bajo un mismo techo; ello supone que las acciones físicas con objetos de lo cotidiano sea bien en la sala o cocina o en lo sugerido en lo externo espacial de la cada quedó fijo y definido. Lo fuerte era en lo individual debido a que aprehendemos a una Diana Volpe que es hiperquinética con el uso / empleo de objetos, que dice con la manipulación del cuerpo y de los cosas sobre la escena, que hace de la dramaturgia de la emoción una catapulta para implotar o explotar sensaciones que tienen un amplio espectro según el reto de construir tal o cual personaje pero, ella con su exigente técnica y experiencia sabe situar cada deslinde y configurar un personaje (de la tercera edad, viuda, con angustias internas que la atosigan) muy que crece función tras función y que otorga no solo placer artístico quien la ve componer sus retos interpretativos sino que les insufla de personalidades autónomas. Es así que la dimensión que otorgó a su papel en esta obra (del cual apenas coteje su función inaugural) me permite afirmar que la percibí con algunos altibajos con la letra pero nada extraordinario que afectase el diagrama interno que tenía de su papel; este diagrama dejará de ser así y será algo mucho más orgánico que le hará densificarse hasta alcanzar esa contundencia multívoca que con cada función el espectador notará que es producto de una actriz sólida, perfeccionista, abocada a el reto de darle y otorgarle registros inquebrantables que hagan expresar a los que ya la hemos admirado, ¡es una actriz! Dag Dáger es una actriz de fibra y nervio para colocar un personaje difícil como lo es Jessie en este drama de Marsha Norman. Supo colocar cada registro de su voz en la justa medida de la intención que le emergía de su decisión. La expresividad atenuada pero firme hacía que el movimiento estuviese acoplado a lo que el discurso verbal y físico se revelaba a lo largo de la representación. Su mirada era tensa y definía su intención asumida. El manejo espacial le era propio así como las secuencias de interrelación con su madre. El pasado que se le había escapado (leamos su papel) estaba sincronizado en la menudencia de ese microcosmo de lugares harto sabido que es lo solar / satelital de lo cotidiano. Por ende, se estrechó en una capacidad de saber que es una pieza de dos actrices y compaginó una dupla aceitada con la Volpe. Ambas por tanto para esta lectura del estreno estaban sinceramente dignas y no me sorprendería saber que crecerán más y más cuando se hayan zafado de los días iniciales de exponer su trabajo artístico en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural.