miércoles, 10 de noviembre de 2010

TENNESSEE WILLIAMS EN CARACAS

Ya cercano al centenario del nacimiento (Abril 2011) de uno de los grandes dramaturgos norteamericanos del s. XX como lo fue Thomas Laneier Williams (Mississippi, 1911), podremos constatar como dentro de la marquesina teatral caraqueña, un Taller Montaje ha centrado su interés formativo y creador sobre una de las piezas suscritas por este connotado autor, guionista cinematográfico y novelista ganador del prestigioso Premio Pulitzer que sería mejor conocido como Tennesse Williams. Un dramaturgo cuya óptica supo develar como aprehender con la fuerza de los psicológico y las tensiones existenciales parte que conformar el invisible / visible de un universo sórdido que para muchos solo es parte del submundo de lugares físicos, pasiones e ideas sobre la sexualidad y lo moral de los EEUU de la posguerra. ¿Quién no ha oído mencionar o ha tenido la suerte de ver representado acá en Venezuela o en exterior títulos como Un tranvía llamado deseo, El zoológico de cristal o, La gata sobre el tejado caliente? De alguna u otra forma es parte del legado cultural del mundo contemporáneo porque su dramaturgia se envistió con los ropajes del cine y ello hizo que la potencia de sus situaciones y la magnética fuerza de sus personajes hayan calado en el subconsciente colectivo. Por eso y otros elementos Williams será un autor icónico de una nación y por extensión, de la actualidad. Los temas tratados por este escritor dramático de alguna u otra forma tocan por ejemplo, “pasiones no correspondidas”, “la angustia ante el vacío y la soledad del hombre” ante las fluctuaciones de su entorno como ser y las modificaciones que el medio social le impelían a responder a ellas. La capacidad de comunicar una situación dramática desde los diálogos y la potencia de almas fracturadas son potencialmente parte del legado de un hombre cuyo diestro escalpelo como autor teatral supo cortar y exponer ante las miradas de un espectador sorprendido y expectante. La sagacidad de haber sido profesor y agudo periodista como el hecho de su soterrada dualidad sexual hizo que el supiese hablar de minorías cuyos sino de sombras que eferbecían por la presión de las no correspondencias, la ansiedad latente de lo sexual aceitadas para que tocasen lo íntimo de cada uno de sus personajes y por ende, hallar correspondencia con lo depresivo que puede ser la vida y si esta es aligerada por la evasión, el alcohol, el sexo o, por la represión de los instintos pues será como olla de presión que explota ante la vista de espectadores que de alguna u otra manera son seres de carne y hueso. Y no importa que sus piezas tengan los baches de las décadas, Williams fue hombre que visualizó las tensiones destructivas que todo ser lleva dentro de sí y que alimentadas con las pulsiones y angustias de no hallar respuestas pues la comunicación psico afectiva (la empatía) podrá enseñorearse de la escena cuando alguna de sus piezas sea colocada ante la pupila de quien se crea indemne. Ese es el Tennesse Williams que hoy por hoy aun vive y respira en cada uno de sus productos textuales. En la noche de ayer, en el recinto teatral de la Sala Luís Peraza, sede del Taller Experimental del Teatro (TET) se tuvo la especial posibilidad de ver y oír una de las piezas de este autor como lo representa las piezas cortas intituladas Háblame como la lluvía de las cuales se exhibieron cuatro (No puedo imaginar el mañana; El caso de las Petunias Pisoteadas; Auto -Da-Fe y Háblame como la lluvía y dejame escuchar) las cuales en su fragmentación o si son vistas en globalidad asistiendo por lo menos a dos funciones distintas con elencos disímiles, se puede hacer que el público caraqueño (en especial, el espectador joven) se acerque sin ambages al universo tennesiano. Háblame como la lluvía es desde todo punto de vista, un buen resultado derivado de un taller montaje a cargo de la actriz Diana Volpe. Trabajo coherente, una solvente y aplomado presentación actoral de un grueso número de actores y actrices –muchos de ellos con una comprobable trayectoria en tablas, cine y televisión junto a otros que buscan herramientas formativas para el abordaje del difícil como exigente trabajo de componer personajes- tuvieron la oportunidad de mostrar su talento histriónico, facultades físicas e imaginativas para otorgar vida artística plausible y crear ese apasionante universo de dramas que solo un autor de la talla y dimensión de Williams supo ofrecer entre los años cincuenta, sesenta y setenta de la pasada centuria que respondía a su personal manera de aprehender y codificar aspectos del drama de lo humano sería arcilla, argamasa, piedra de base para que el actor pudiese colocar cada pieza en su justo espacio y así conferirle al juego de las pasiones una empatía en quien debe ser el final de la cadena: el receptor (público). Por ende, una experiencia que supone ver este producto no como simple trabajo de cumplir el proceso del taller sino verlo con otra óptica, quizás la que infiere que el potencial artístico venezolano está fogueandose y siendo bien conducido por la sapiencia / experiencia de una "veterana" actriz que sabe lo que sabe porque lo ha vivido y lo sigue viviendo no desde lo teórico sino desde la practica del arte del actor en funciones constatables en este aquí y ahora de la realidad escénica caraqueña y comprobar si lo acá expresado es o no cierto. No era que solo las ganas de un grupo de jóvenes bien orientados en esta formativa alcanzasen logros en tablas sino que desde las tablas se diese ese hecho sorprendente y fascinador que amoldado en forma y fondo de una entrega individual y colectiva demostrasen que tras un lapso las exigencias del taller montaje hablase por sí misma desde el contexto físico que es el escenario; que las tablas expongan que su dinámica dentro del arte de la compenetración actor / personaje fuese real, que las emociones / deseos / ansiedades / frustraciones y otros aspectos podían ser algunos de los materiales a trabajar de forma convincente por lo que debía ser un lapso de hora y media tras lo cual el resultado hablase que más que de juventud enérgica o potencia de ánimo ya que tienen la vitalidad sino que unidos como colectivo supiesen substanciar a quien le ve actuar que lo visualizado como historias crease en el receptor esa situación de placer, de gozo, de disfrute y que, más allá de sus reflexiones sobre el arte dramatúrgico de T. Williams estaba el arte del actor capaz de construir universos autónomos hechos personajes cuya misión era capaz de provocar / sacudir cuando hay el entendido que son desafíos que se vencieron porque la técnica, el ensayo, la persistencia, el empeño y las ganas harían que el resuelto fuese plausible, efectivo como convincente. Un grupo grande pero dividido en dos para que cada quien pudiese tener su cuota de responder ante los retos que el taller demandaba y del resultado decir que la pieza Háblame como la lluvia se convirtiese en una propuesta que hace pensar que en este país hay un gran potencial de talento que en pocos años dará su cuota de enriquecimiento al arte del actor pero desde la base de que no son solo caras y cuerpos agradables sino entes concientes, reflexivos, analíticos, pensantes y actuantes en pos de un mejor aquilatamiento de su oficio. La realidad de escribir una crónica / crítica a veces es superada por el hecho de que se debe constatar lo acá escrito e incluso, al ver el trabajoso oficio de un amigo fotógrafo (Niccola Rocco) en buscar el mejor de los ángulos en alguna que otra escena para que cuando en su blog exponga con su hábil destreza lo que las palabras no pueden sintetizar se le vio apremiado ante las demandas de sus lentes y tener que tener un ojo en el obturador y otro, sobre lo que se desarrollaba dado que la contundencia del logro fue, ciertamente bien hecha como puesta, como respuesta de composición de las unidades de acción, como atmósfera, como unidad individual de edificación del personaje, de la proxemía, de la economía del drama, de la densidad interna de cada frase / dialogo, en fin de ese todo que era la concreción de un espectáculo que aun siendo catalogable como taller montaje era sin duda, una producción digna por la eficacia dada por todos los actores y actrices, sobria en cuanto se supo hilar con destreza lo que en apariencia es cierta escasez de intriga pero si ese rasgadura interna de cada personaje y lo asfixiante de sus propias situaciones impelen al actor / actriz a saber construir un andamiaje de gestos, miradas, movimientos, dejos, silencios, acciones resorte, secuencia de matices de voz, inflexiones de intención y otros elementos para comunicar al público que la poesía / sensualidad puede surgir de algo tan inesperado como una voz suplicante de amor cuando este ya está al borde de sucumbir, de que un giro simple de una personalidad estable puede florecer hacia linderos sensuales, que un giro psicopático puede crea un derrumbe de los paradigmas aceptados y que el amor puede hablar como la lluvia para que la soledad no sea incomunicación. Mi admiración y agradecimiento como espectador al trabajo del grupo al cual le toco exponerse en esta primera función (1era temporada / Sala TET) –la cual será rotada función tras función y que seguirá en una segunda tanda en los espacios del teatrino del Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas”, al lado de la estación Metro Bellas Artes- y que, desde ya, exhorto a la gente joven a confrontarlos y destacar como desde otros espacios no académicos pero si sumamente serios, el arte y la técnica del actor de reflexiona, se prepara con método y concreción a ser constatada por todos. Destaco la labor compositiva que, desde mi personal apreciación fueron firmes en cuanto a manejo de la voz y corpoexpresividad, intensidad orgánica para sacar desde dentro ese mundo que daba vida al constructo del personaje el cual se percibió sólido, adherible y plausible porque era una unidad de significación y una arquitectura de dominio en sus incisos y gradientes psicológicas o de acción y ello lo valido en las respuestas de Rosanna Hernández (Una), Domingo Balducci (Dos); Yuri Pita (Dorothy Simple), Darwin Barroeta (Policía), Germán Manrique (Muchacho) María Alejandra Rojas (Sra Dull) y Pablo Andrade (Hombre) y finalmente Pablo Andrade (Hombre). Sus formas físicas y potencial visual incluso generan sensualidad y fuerza significante al texto porque se les siente en papel. Respecto a lo expuesto por Nakary Bazán (Mme Duvenet), Abel García (Eloy) pudieron haber tenido más fuerza en su yo interno (Nakary), menos titubeos con la letra como acentuar matices (caso de Abel), generar densidad de atmósfera cuando están creando los intercambios dialogales o cuando se hallan en silencios a fin que la carga de tensión no los erosione y estar más atentos a esa concordancia de unidad del subtexto de Auto –Da –Fe que era el segmento o pieza corta donde les tocaba intervenir. Para el caso de María Gabriela Díaz su labor tiene dos caras: una, ese mundo de oír y transmitir desde el cuerpo que va cambiando ante las cosas que sabe / oye y de ahí armar la respuesta de sus matices en el rostro el cual a veces era inexpresivo a veces algo indicativo pero que no estaba sumergido en las profunda transformación de su decisión. Debe estar atenta al tono y timbre de voz para compensar lo expresado y lo que está por decir. En resumidas cuentas, con sus logros técnicos / artísticos y con sus debilidades (corregibles) el grupo es merecedor del aplauso y ello se dio de forma espontánea por el público lo cual indicó que tanto el trabajo de dirección como la respuesta en bloque del colectivo que pasa desde las luces de Gerónimo Reyes a las pequeñas soluciones escénicas de tramoya de Gerardo Terán y la sabia sapiencia de una dirección que dejó más que la resolución fuese desde el actor hacia el público y no endilgarse desde la apuesta del ego del creador maestro de la puesta hacia el receptor lo que diese el aval fue sintomático que esta clase de experiencias formativas dan su toque especial a lo que muchos actores y actrices jóvenes están buscando para perfeccionarse. ¡Bravo!