lunes, 16 de mayo de 2011

UNA VEZ MÁS: GERANIO

Hablar de como la energía de la marquesina teatral caraqueña para este Mayo de 2011 es algo peculiar, es como solo diagnósticas su vitalidad, calidad y número de funciones que están siendo propuestas solo en lo que cada espectador constata al final de cada semana al consultar lo compendiado en la famosa “cartelera unificada de teatro” que se publica en un medio impreso de circulación masiva. Empero, sabemos que, para el lapso, cerca de unos cuarenta montajes que va desde Festival de teatro corto a comedias y algún que otro drama es capaz de colocar al espectador en un dilema que es difícil de resolver. Pero si se quiere, me tomo la libertad de tomar lo que la prensa del grupo coloca sobre su trama: "Geranio fue acusado de cometer un crimen que según él, sólo se construyó en su imaginación por un recóndito odio hacia su tío quien lo explotaba como contador de sus empresas aduaneras. Los tres personajes insisten en que si Geranio está en esa ala del “T.E.A.T.R.O.” será por algo, pero el atormentado Geranio los anima en realizar pruebas para que, los que los observan a través de cámaras y micrófonos, puedan llegar a la conclusión que el loco no es él, sino los otros tres que lo acompañan ¿Quién está más loco? ¿Quién está más cuerdo? ¿Quién le sigue a corriente a quién? ¿Es Geranio un piromaníaco paranoico? ¿Cometió de verdad un crimen? ¿Se trata de tres pacientes o tres terapeutas? ¿Cuántos locos andan sueltos por las calles?" Es desde este ángulo que la contextualización de lo que acontece en el tejido de lo argumental queda así expuesto a la vista del receptor; pero, cabría preguntarse también si ¿es eso todo?, ¿dónde la capacidad de ver al otro como un ente desequilibrado frente a una sociedad que a veces supera con creces la misma capacidad de alienación que obstenta un individuo "x", "y" o "z"? ?Sómos locos o nos las tiramos de locos?. Soy paciente en esperar que cualquier aspecto no me haga visitar un sanatorio o casa de descanso....y que si debo ir a una terapia de TEATRo sea eso, ir al teatro y no a una parecida a la que está inscrita en la urdimbre argumental de Geranio. Una de esas propuestas escénicas que quien suscribe logró ver hace pocos días –ya cuando su temporada alcanzaba la atractiva cifra de setenta y ocho funciones cuya primera tanda estuvo sembrada en el Teatro Trasnocho) es el montaje propuesto una caligráfica rúbrica de puesta en escena dada por uno de nuestros directores / actores más conspicuos del tempo actual como lo es, Javier Vidal para una de las piezas teatrales emblemáticas de la toda su producción dramatúrgica como lo es “Geranio” de la archiconocida escritora Xiomara Moreno (Caracas,1959), trabajo espectacular que contó con la pulcra producción de JFK Producciones (representados por Juan Carlos Pavón y Kelvis Martínez) y escenificada en el novel espacio del Teatro Premium de la Urbanización Los Naranjos al este de nuestra urbe. Geranio es una de esas piezas extrañas, agudas y sintomáticas de un tema, un discurso y exposición argumental que pocas veces se logra constatar en las tablas nacionales. Estrenada hace ya un par de décadas en los espacios del desplazado Ateneo de Caracas (Sala “Horacio Petersón) por una producción del grupo Theja (enfatizo desplazado físicamente y no institucional dado que el actual edificio alberga a la Universidad Nacional Experimental de las Artes y la sede de aquilatado Ateneo funciona por la Florida) con un elenco de primera y que inscrita dentro de unas de las ediciones del ya hoy desaparecido (pero anhelado) Festival Internacional de Teatro de Caracas, cautivó la atención tanto de público, crítica e incluso, de nuestra casta de teatreros –hombre y mujeres adustos para emitir un fallo a favor- pero que en consenso generaron un veredicto unánime en cuanto a forma, estilo, estética y resultado artístico. Un trabajo en aquel entonces, ¡memorable!; hoy sumando una adultez que le ha sido brindada por años los años, se permitió ser re trabajada y expuesta como si la visual del equipo de producción / dirección se hubiese detenido a verla y repujarla como una pieza inédita cuyos ribetes de singular absurdidad como de incisiva comicidad les hubiese hecho agua la boca y dejarse tentar por el olfato de un éxito preliminar. Entendieron que Geranio pasa la prueba del tiempo y con la perspicacia de sumar a favor un staff histriónico de primera línea y un nivel de inversión consono la garantía era, sin duda alguna, que fuese el “monstruo de mil cabezas” que es el público de nuestra ciudad quien le otorgase el placet de su permanencia más allá de los tiempos previstos como temporada. Pero, la sapiencia de Vidal como reggiseur tuvo que haber sido el autor intelectual para que Geranio retornase a las tablas en este aquí y ahora. Geranio es una de esas obras que no se deja atar por lo fácil o lo previsivo. Está anclada como uno de los textos menos convencionales de la dramaturgia nacional y como hace años sorprendió (y sigue cautivando) ese horizonte de expectativa de un aguzado amante del buen teatro. Un texto sorprendente dado su ángulo de ataque sobre los procesos de la angustia individual que hace que lo normal sea algo a revisar en un mundo de alienados por las prisas de lo contemporáneo, porque el constructo de su parábola es como espejo cóncavo donde uno se asoma y descubre que bien puede reflejarnos en esa huída del mundo y sus presiones para hacernos valer que lo seguro, quizás sea estar en una casa de “lunáticos” donde lo desquiciado es más comprensible y palmario que cualquier eco de seguridad que otorga la dura realidad externa. Si bien Geranio posee trazos dialógicos como escenas hilarantes para que el espectador pueda hacer de su solaz algo digestivo, este bolo de imágenes y su cáustico mensaje podría ser como un ácido purgante si somos capaces de no dejarnos atrapar por lo superfluo de su trama o de las posibilidades de resolución de acción / efecto de agrado que fue dado desde la mano del director hasta la dúctil fuerza compositiva de unos profesionales de la talla de Nacho Huett (regio e imbuido de una energía interpretativa fulgurante), Antonio Delli (aplomado, pertinente y sagaz en que dar y que dejar de lado tanto en voz, expresión física y mundo interior), Gerardo Soto (con sobria pulsación de su talento) y de un Raúl Hernández (maleable en su paso de esto a aquello y con una complicidad en escena que magnetiza) lograron dejar bien en claro que si un equipo está claro en lo que busca como creadores de la escena, la tarea del director se allana. Más aún, terminan por reafirmar la potencia textual de una autora que quedó con letra mínima en el programa de mano pero que todo aquel que sabe ¿Quién es Xiomara Moreno? Reconocerá su impronta como una de las autoras nacionales y de relevancia latinoamericana de mayor influencia en las últimas décadas. No es teatro de género pero si hay que seguir la vieja expresión bíblica: “¡Lo que es de Dios es de Dios y lo que es del César, es del César!”. Xiomara Moreno es una de nuestras mejores exponentes de la dramaturgia femenina desde mediados de los años ochenta y aun en pleno s. XXI está cada vez más sólida. Parte de su producción escritural ha sido ratificada con montajes, versiones y estrenos. No en balde ya es considerada por estudiosos e investigadores foráneos. Por ende, que esté siendo expuesta en una sala periférica del este y donde pocos espectadores pueden acceder a confrontar este delicioso trabajo escénico pues solo dice al común: ¡o, se asume el tiempo / costo de confrontarlos en la Sala Premium o se espera que puedan ser reprogramados en un espacio más céntrico para el deleite de propios y extraños! En pleno siglo XXI, el discurso temático de la Moreno está más que ser de centro sigue siendo de periferia por el tratamiento de su trama, el asunto de sus personajes y porque lo exótico en este mundo trasvasado por la mundialización / globalización hace que lo moderno esté expuesto en el tuétano de ese universo abierto / cerrado de una pieza enmarcada dentro de las fronteras de la comedia dramática pero que creo va más allá. Y como su personaje Geranio solo tendrá la opción de quedarse o salirse de ese lugar donde lo desquiciado parece tener sentido y lo de fuera, no.