martes, 15 de noviembre de 2011

ALEGRIA Y MAPULIN: SIEMPRE GIMENEZ

Es siempre grato confrontar como espectador una buena propuesta teatral donde el talento de las nuevas generaciones logre expresar la dimensión de creatividad, crecimiento y proyección que el futuro de las tablas demanda. Lo anterior responde al hecho de haber confrontado el pasado domingo 13 de 2011 en los espacios de la Sala “Federico Collado” del complejo cultural Herman Lejter (sede de la Compañía Regional de Teatro del Estado Portuguesa y casa eje del Festival de Teatro de Occidente que, en este año arriba a su vigésima novena edición) el excelente trabajo de teatro infantil, Alegría y Mapulín del desaparecido director y fundador del grupo Rajatabla, Carlos Giménez (1946–1993). Trabajo curioso porque siendo la única pieza teatral de Giménez, aun contiene elementos reflexivos y conceptuales que no han perdido vigencia ni peso ideológico. Un aspecto pertinente de ver escenificado este texto es que no encasilla en lugares comunes de trama o argumento las peripecias de sus personajes centrales (Alegría y Mapulín) en ese viaje al “país de nunca acabar” especie de silogismo / metáfora de lo que podría significar dentro del contexto latinoamericano, ciertas referencia a países y sus momentos histórico – políticos y que dentro de esos lapsos la esperanza nunca de la libertad nunca culmina de cohesionarse como realidad concreta o que la misma, por lo general este signada por los imponderables hilos del mal ejercicio del poder. Trama, situaciones y personajes son una especie de alegoría simbólica de una reflexiva manera de construir un discurso que sin quitarle el juego de la inocencia –recordemos que es una pieza dirigida especialmente a la familia y no solo al niño receptor) hace que muy en el fondo, estén insertos elementos de crítica, aspectos de un entendimiento sobre los cambios socio políticos de una época y que estos mismos siguen operando subjetivamente en la trama de la cotidiano de muchos contextos sociales de esta América nuestra. Estrenada hace años (1985) por quien fuese para aquel entonces, uno de los actores del grupo Rajatabla –me refiero al actor / director, Aníbal Grunn) nos ofrece ese especial “guiño” que, sin quitarle ese punzante sentido de significación crítica, se mostró ante propios y extraños como un atractivo reto para que un colectivo de jóvenes actores (egresados del Taller Formación Actoral de Portuguesa) y dos histriones con aplomada o mediana trayectoria en lides escénicas como lo son Edilsa Montilla y Roimber Peraza, asumiesen con franca responsabilidad, firmeza artística y desparpajo escénico un trabajo limpio, fresco, lúcido y sobre todo, con una fluidez gracias al ágil ritmo que se constató por el lapso de sesenta minutos aproximadamente que duró en ser escenificada. Por tanto, tuvimos la suerte de presenciar un texto inteligente soportado por una puesta en escena dialógica pero sabrosa por la capacidad de todo el equipo de actores y actrices en siempre estar pendientes de ofrecer sus mejores galas técnicas e histriónicas al receptor final: el público de esta fiesta del teatro de occidente. La fuerza de la dirección dada por Grunn a la compactación del todo como unidad de significación estética y de visual fue asertiva. No hubo excesos ni sorpresas. Lo lúdico coreográfico signo la composición del tramado del grupo. Sala y proscenio fueron un solo ámbito haciendo que la mirada del espectador no solo se constriñese a estar fija en uno o dos puntos focales sino que se multiplicó casi en 140 grados el nivel de recepción de su propuesta. Grunn artífice de varios montajes de esta pieza, supo alcanzar otra lectura espacial y conceptual a un texto que ya conoce como a la palma de su mano. Finalmente daré crédito y valor de reconocer que la labor compositiva del grupo fue coherente, compacta y compenetrada tanto en lo que era el trabajo de armar cada situación como del eje de sus respectivos papeles. Sin restar méritos a nadie, creo que Edilsa Montilla estuvo fuera de lote, ya que es actriz que tiene el oficio bien aceitado, su habilidad para componer y darle nuevas formas expresivas a su quehacer profesional hace que estando en un papel que se supone no tan arduo como en otros montajes dio énfasis de profesión y maestría a los ángulos que el personaje Mapulín demandaba. Roimber Peraza con la plasticidad corporal, una dúctil perspicacia de manejo corpo expresivo y entereza compositiva otorgó solidez a su labor de encarnar a Alegría. Otros trabajos que lucieron fueron los de Karelis Salazar (Señora de la Censura), Yohan Vargas (Soldado que busca un General) quienes en sus respectivos papeles brillaron con suficiencia compositiva estando al nivel de las expectativas de recepción de quien suscribe esta nota, Rosa Grisman, Carla Arroyo, Alex Azocar (Próspero el rey del Rap), Génesis Guanay, Milagros Montana e Isdania Maluenga conformaron con muy buen tono y alegre entrega, un conjunto artístico que, insisto, se ganó con facilidad, el reconocimiento de quienes nos tocó la suerte de verlos sobre las tablas. Un trabajo infantil que merece tener cabida en escenarios de una ciudad como Caracas para ejemplificar que con talento, entrega y sin ínfulas seudo profesionales hacen lo que deben hacer y eso es lo que a final de cuentas, es lo que importa: ¡calidad!