lunes, 21 de noviembre de 2011

CADAVERES

La ciudad de Caracas en el mes de Noviembre de 2011 prácticamente está bajo asedio del arte. No solo los eventos y espectáculos musicales como de la marquesina de varios circuitos culturales están desplegados sino que ya en las vísperas decembrinas empiezan a gestarse lo propio de shows. Conciertos, parrandones y otras formas festivas que, para aquel que desee pasar un rato que vaya de lo contemplativo evasivo al encuentro de los diferentes rostros del hacer escénico, se sentirá abrumado por tener tan basta cantidad de ofertas. Por solo decir, tres: la realidad de Festival de Teatro de Caracas, el inicio de Festival la Voz en Off y el magnético como sugestivo VI Encuentro Mundial de Arte Corporal.


Sin pecar de ser alguien que busca colocar un dedo negativo sobre lo que acá en esta metrópolis se suscita, he oído a más de un espectador –e, incluso- comparto esa interrogante- ¿Por qué los entes culturales que hacen vida en esta urbe (Ministerio de Cultura; IAEM, Fundarte, UNEARTE, Alcaldía de Caracas e instituciones artísticas que poseen personería jurídica independiente pero que son amparados por el factor económico del Estado) no pueden sentarse en un lapso determinado y cruzar sus respectivas planificaciones, proyectos, planes culturales a fin que la oferta pueda darse sin montarse en un solo periodo? ¿Por qué las políticas culturales no están acorde a favorecer una distribución equitativa atendiendo y sectorizando la ciudad en áreas específicas donde el impacto de cada programa, cada proyecto, cada evento, pueda irradiarse de forma amplia a lo largo del año y no solo concentrarse de forma atropellada en el último trimestre de cada año? Estas y otras cuestiones favorecería no solo la activación de grupos, compañías, artistas, creadores sino que el público receptor estará más cómodo y podría disfrutar de los beneficios que este gran despliegue artístico – cultural que se emana de las grandes instituciones culturales que regentan desde lo académico a lo municipal se articule de forma orgánica y donde los recursos pueden hasta ser menores?

Ojala que para 2012, todas y cada una de estos artífices culturales entiendan que sencillamente, cruzar sus planes / proyectos en una mesa de trabajo donde Caracas sea la beneficiaria de sus políticas en pro de la cultura, la formación, el encuentro, la reflexión, el diálogo, la proyección del hacer, la difusión del creador y la factibilidad de entender que si se piensa bien, hasta las visuales de una metrópolis como la nuestra asentaría de forma consistente el slogan de lugares o espacio para “el buen vivir” sino que cabría la factibilidad de convertir esta Ciudad en un lugar con alto potencial turístico cultural tal y como se verifica en otros espacios latinoamericanos o europeos. Solo es cuestión de gerencia planificada y voluntad política en esta materia: una sencilla planificación de forma concensuada.

Pasando a otras cosas, el Viernes 18 me acerque –gracias a la gentil invitación de Javier De Vita y Nelson Lehnman, dado que de los organizadores ni una nota de prensa- a ver la propuesta Cadáveres evento performántico ideado por el talentoso Javier De Vita (Caracas, 1985; actor, director y productor que forma parte de las filas del Grupo Séptimo Piso y egresado de la UNEARTE) quien con una visual y percepción de riesgo asumió insertarse dentro de la sexta edición del VI Encuentro Mundial de Arte Corporal que se está dando en espacios como de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, el Teatro Teresa Carreño, algunos museos y espacio abiertos y espacios no convencionales de la zona sur oeste de la ciudad. Trabajo que, visto desde un ángulo personal, se constató no como innovador pero si cargado de resonancias que pocos se atreven a asumir dado el tipo de recepción de nuestro espectador. Espectáculo que se solaza en un tono de necrofilia pero que inserta una punzante reflexión sobre la muerte que tiene formas y maneras que van desde los llamados “beneficios” a los que se someten a algunos animales que son parte de la dieta humana, hasta situar un agudo roce con el morbo profundo que se le inculca a la juventud con los juegos de guerra.

¿Thanatos amoroso? ¿Eros poético de la descomposición? ¿Peste que arranca esperanzas? ¿Apocalipsis teñida de rojo y gusanos? No lo se. Me cuesta tratar de acercarme a la psiquis de este creador. Solo de el he percibido que el lado oscuro del subconsciente articula resortes que pocos tocan. Estos resortes son bizarros, densos, llenos de incisiones que metamorfosean lo que es estéticamente valioso para algunos y le produce gozo visual y que para De Vita puede solo ser el asomarse a las profundidades viscerales de averno. Un viaje creador, plástico, conceptual y artístico (donde lo histriónico, el diseño y lo audiovisual son tejidos como un todo significante) que pocos en capacidad de tener sus sentidos preparados (en especial el olfativo) pueden casi aprehender ya que, en esta ciudad son contados los que se atreven a suvertir el orden de lo bello para situarlo al precipicio de los tabúes.

Tal y como escribí en una sucintas líneas que emane desde mi teléfono personal hacia el Factbook: “¡Cadáveres el riesgo de un riesgo! De Vita (y sumo, a lo ofrecido por los actores Nelson Lehmnan y Simona Chirinos) apostó y entró en un juego creador que bordea las capacidades de confrontación y tabúes del espectador. ¡Se aprende rozando los límites! He ahí algo a su favor. Mi placer o gozo estético no va en estas coordenadas pero aplaudo al / a los / artista (s) que confronta (n)”. Sin duda, Cadáveres fue ese performance de impacto; ese suceso circunscrito en tiempo / espacio que pocos pudieron visualizar y que, colocó un acento de tratar de hacer ruptura con las convenciones tradicionales de ¿qué este arte? o ¿pára que se necesita el arte en plano s. XXI?

El todo conceptual fue armado con una labor de producción cónsona, asertiva y efectiva (lamento lo tener el nombre del productor ejecutivo e interno de este performance) para que el desempeño de los histriones lograse comunicar / exponer significados que van más allá de lo que en apariencia se supone se transmiten. Cadáveres otorga a Javier De Vita un escalón más en su ascenso a un reconocimiento como artista integral que dará sus mejores frutos como el buen vino: con el pasar de los años.