La Fundación La
Barraca con 38 años de actividad formativa, creativa y
afianzada en el contexto escénico cultural del Estado Bolívar, bajo la égida de
un teatrista como Juan Pages, escenificó en los espacios de la Sala Rajatabla, el
montaje: El arca de Noelia del dramaturgo mexicano, Humberto
Robles (1965). Sobre él indague que nunca recibió becas formativas o
se haya sumado a “sistemas de creadores. Escritor signado por la ominosa
situación de ser seropositivo y accionando con labor de creador comprometido
con su tiempo y apoyando labores en pro de derechos humanos.
De su producción
teatral se pueden citar: Frida Kahlo Viva la Vida o Que no
se culpe a nadie de mi muerte. Autor vital y contemporáneo asumido por La Barraca para articular un incisivo
drama con agudo humor y crítica a una sociedad donde asuntos como el sida, los
desajustes derivados del cambio climático se hilvanan con “la aceptación del
otro” y/o los marcados niveles de aceptación que se gestan por prejuicios ante
la desinformación en una era de alta información.
Pages con
habilidad encaró con propiedad la puesta en escena de este pieza de Robles exponiendo
la experiencia de dos actrices bien asentadas en su oficio como Sonia Prieto
(Noelia) y Lourdes Rojas (Genoveva) que lucieron como anverso y
reverso de las relaciones intradramáticas del argumento; asimismo, la de dos
jóvenes actores como Luís Gabriel Ramírez (Alejandro, hijo de
Genoveva, gay y seropositivo) y Alejandro Bertho (Esteban) quienes con
uno que otro altibajo compositivos demostraron que estaban claros en su
responsabilidad histriónica. Supieron sacar un mensaje como un trabajo escénico
que atrapó la expectativa del espectador que pleno la sala donde les constaté
el pasado jueves 17 de 2011 en el marco del FTC-2011.
Con buen ritmo,
atmósfera acorde al texto, cambios escenográficos que pudieron ser corregidos
para evitar baches y algo de acartonamiento respecto al tratamiento de la
verdad interna del personaje frente a determinadas situaciones, se armó un espectáculo
magnético que se metió al receptor en el bolsillo de intención de este
colectivo guayanés.
Trabajo creativo que
habla bien de lo que debe ser el norte de algunos grupos teatrales regionales y
que está a tono con temas / asuntos de una sociedad que debe confrontar otras
cosas que no sean las trilladas fórmulas evasivas para su solaz. Con El
arca de Noelia esto se comprueba ya que el público al salir de la sala
se lleva una reflexión en el subconsciente aparte de un momento grato porque no
todo es gravedad sino sabemos que el humor inteligente puede estar ahí, para
trastocar paradigmas que parecen intocables.
Como crítico me
complace enormemente poder haber visto como un colectivo regional asumió con
pertinencia los retos de ofrecerle no solo a su escena local / estadal, sino al
país teatral que el teatro tiene senderos claros sobre el cual marchar. La Fundación La
Barraca con este trabajo que ya cuenta algún tiempo en su repertorio, hace
patente su preocupación por estar incidiendo con aspectos no solo
institucionales artísticos sino de crear un puente con la comunidad gracias a
encarar temas y asuntos de lo dramatúrgico que, hoy por hoy a ciertos grupos
les resulta espinoso y la recepción de algunos sectores sociales parecen estar
signados por el "efecto del avestruz", es decir, se prefiere no saber
la verdad y ocultarse ante ellas para no asumir responsablemente un correcto
proceder. E
En un país signado por machismos, feminismos, actitudes homofóbicas,
intolerancia ante ciertos posturas / decisiones individuales, con acentuadas miopías
ante problemáticas globales que afectan no solo la vida de algunas personas en
el contexto de los social, ante las miradas obtusas que solo viven y se solazan
bajo un estúpido cuestionamiento y se nutren del chismorreo (el que dirá el
otro) y con otras aristas más enfática por algo global: capaz de colocar un
acento sobre lo que afecta a nuestra “nave espacial”; este planeta azul
(paradójicamente, llamado tierra) en un tiempo donde la indiferencia o la
capacidad de ignorar que lo que hagamos en su contra (polución, exterminio de
especies, etcétera) se puedo enarbolar desde una labor investigativa, artística
y teatral capaz de decir: ¡basta, de expresar, hay que entender! de generar una
labor que manifieste ¡hay que romper con obsoletas morales y transitar hacia la
tolerancia!.
En fin, es labor de patria que va más allá de un querer saberse
actor, director, gerente, formador: es ser individuo concientizado que puede
discernir y actuar ve a través del arte en pro de una dinámica bisagra para
logre las transformaciones que el tiempo histórico anhela. Eso es lo que muy en
el fondo percibo que La
Fundación La Barraca y su gente está logrando en
pro de la sociedad del hoy.
El riesgo no es haber
llegado sino proseguir con un norte donde crear soñando y formar con conciencia
de su tiempo sean ejes esenciales para los creadores /actores y actrices que
pasan por los talleres de este colectivo. Juan Pages es un director
inquieto, espontáneo, franco y no amalgamado por falsos oropeles que el
reconocimiento le otorga a unos pero congela a otros haciéndolos estar
descolocados en tiempo / espacio en esa orgánica relación creación / horizonte
de expectativa del sector escénico de un país. Un reconocimiento a él como todo
su equipo artístico, técnico y profesional que hacen de La Fundación La
Barraca, un grupo vivo y con pleno sentido de su responsabilidad en pleno s
XXI.
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