Transcurridos seis días intensos desde que la vitrina escénica del Festival de Teatro de Caracas se aperturo para los ciudadanos de esta agitada urbe un innegable espíritu de fiesta, encuentro y diálogo de las artes (teatro, música, y eventos académicos). Un todo bien afinado don de autoridades culturales municipales, grupos y artistas convergen a fin de catalizar ante propios y extraños, la aventura de recuperar el espíritu de lo civil cultural en espacios que o, poco fue considerada como ámbitos para el solaz o, que exhibieron en ciertos lapsos históricos subestimados por la apatía y el desdén. Ahora, ciertamente, llenos de animosos espectadores, curiosos de a pie, pueblo que aspira espacios de buen vivir y sobre todo, crear esa sensación que bajo los pies de Guaraira Repano hay un quehacer digno de imitar, mantener y preservar.
Ya en plena fiesta del FTC-2011, resulta difícil escoger de la grilla ¿qué ver? Hay un arco de propuestas que hace empoderarse de una agenda. Sin embargo, es especial la situación para constatar lo que algunos colectivos regionales procuran en su dinámica creadora y que casi nunca tienen la opción de girar a la capital de la República. Este es el caso del Centro Internacional del Nuevo Teatro de Nueva Esparta cuya acción ya tiene décadas de labor en pro del teatro. De su gestión tesonera recordamos la concreción de uno las vitrinas festivaleras de los años ochenta (el desaparecido Festival Internacional de Teatro Clásico); además, de canalizar lo que desarrolló la Compañía Regional de Nueva Esparta como de agrupaciones internas del estado oriental y neoespartano.
Bajo la responsabilidad gerencia, productora, creativa y artística es que dentro del FTC-2011 vemos su más reciente trabajo escénico “Memorias del Japón” donde un autor e intérprete como lo es el maestro Rodolfo Rodríguez sustenta un canto a la memoria, un gesto de nobleza poética “reivindicativa” al milenario pueblo nipón que, habiendo sido golpeado en la cuarta década del s. XX por dos salvajes golpes atómicos bajo la era del águila presidencial de Harry Truman, dos bombas nucleares fulminasen los sueños, esperanzas, vidas de cientos de miles de inocentes so pretexto que así se zanjaría de una vez por todas, la cruenta conflagración bélica de la II Guerra Mundial. Incluso, inserto dentro de un trabajo coreográfico en las cuales el signo del vídeo y los elementos apelativos narrativos a otros artistas orientales se acomodaban / articulaban con un dispositivo escenográfico que fungía como lenguaje visual integrador.
Formas - signos que se articulaban ante la expectación de la platea eran apelados por Rodríguez para forjarlos como extensiones internas de un histrión fascinado por personajes del pasado artístico de esta nación y que con el cuerpo, la voz y las expresiones subjetivas buscó corporeizar sugerencias evocativas de orden ceremonial que cada receptor tomará o asumirá como conector entre el espíritu del interprete y lo que, para la compresión occidental caribeña significa ese “viaje a la memoria” de una cultura fascinante, chocada y de avanzada espiritualmente como la japonesa. Memorias de Japón más allá del gusto particular de quien suscribe solo afirma que: ¡el CINT sigue batallando por el hacer!