Hace pocos días bajo la temporada del montaje El largo camino del edén del dramaturgo venezolano, José Gabriel Núñez. Monólogo caracterizado por la actriz, Varinia Arraíz para el grupo Teatro K Producciones dirigido por Morris Merentes y concretado en segunda temporada en el laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” que conduce la productora y mujer de tablas, Carmen Jiménez, tras intervenir (en el mes de octubre de este año 2011, en la X Muestra Internacional de Teatro y Títeres en las comunidades de Caracas. Con dos temporadas un número corto de funciones esta pieza, desde mi parecer, sigue estando vigente aunque no haya sido de la total acogida por el público capitalino que estaba totalmente atrapado entre eventos del Festival de Teatro de Caracas y la Muestra de Arte Corporal. Demasiado fuerte la presión para que un joven colectivo, pudiese afrontar la posibilidad de desviar algunos espectadores al teatrino de este off Unearte.
El largo camino del edén es una pieza sintética de Núñez tras la cual hilvana las peripecias de una madre de mediana edad que a mediados de la década de los años 70 está atrapada entre la circunstancia de tener que declarar ante funcionarios de inteligencia del aparato de seguridad del Estado porque uno de sus hijos (desaparecido) está involucrado en actividades clandestinas cuando se supone que eran años de democracia. Es la visual de un joven que toma conciencia ideológica pero que por sus actividades estudiantiles será una molestia para el poder. En varios tiempos, la madre establece una relación (física con su hijo) y exponer además que hay una hermana (también adolescente). Allí expondrá como es su rol de madre trabajadora de un estrato socioeconómico bajo pero con esfuerzo busca tener el orgullo de proporcionarles estudios y tranquilidad de hogar a su descendencia pero haciéndonos saber que su papel es ese, la de una mujer que trabaja y no toma posturas de crítica al sistema Está otro tiempo escénico cuando la madre es sometida a fuertes interrogatorios en alguna oscura celda. Intercalándose, un tercer tiempo, que es de carácter evocativo donde se distancia de lo ocurrido y explica casi brechtianamente sus cuitas al espectador colocando reflexiones no políticas pero si de su puesto como ser en una sociedad que ahora demandó de ella, un cierto sacrificio.
Las búsquedas de Morris Merentes (de El Quijote no existe más pasando por Weekeen en Bahía hasta llegar a Manteca) como de su agrupación Teatro K Producciones (cuya fecha de irrupción en el quehacer teatral de este país lo ubicamos hacia el año 2008 se ha percibido clara y sin ambages: no jugar con los facilismos y con las concesiones para ganar rápidamente aplausos. Ellos han ido hilando pacientemente un sendero y búsqueda particular de identidad artística creativa para sus propuestas escénicas. Trabajan por configurar una revisión de textos latinoamericanos como venezolanos y asumir propuestas que dejen a la recepción del público la exacta sensación de un nivel de compromiso que hable bien de su juventud artística teatral pero que está dispuesta a correr riesgos tanto en forma como en contenidos, en estructurar producciones que expresen que hay buen teatro y, asimismo que aunque no tengan la total receptividad del público, casi nula cobertura mediática y escasa cercanía con los que fungen como críticos del teatro de esta ciudad, siguen persistiendo denodadamente en la firme creencia que ese habrá de ser su duro camino al Edén.
En un blog: http://teatrokproducciones.blogspot.com/2009, extraigo lo siguiente sobre los objetivos del grupo: “es un colectivo dirigido a la creación, experimentación, y consolidación de nuevas propuestas teatrales, incidiendo positivamente en el desarrollo y evolución artística a través de obras teatrales y espectáculos de alto nivel” En una cartilla de intención que estoy convencido aun allá de los problemas y las coyunturas, este grupo mientras esté facturando su trabajo dentro de este ideario, hará lo que tiene que hacer de forma responsable y aun cuando la miope mirada de algunas instituciones no le den apoyo en sus espacios o que no sean contemplados en las grillas de eventos escénicos de alta factura, ellos están en lo suyo.
En referencia al trabajo de puesta en escena visualizado para la pieza El largo camino del edén se puede expresar que fue sintética: espacio vació muy brokianamente, una silla como elemento significante (lugar de la tortura o apoyo para referenciar un ámbito del mundo personal familiar) desde el cual hacer que el espectador solo concentre su atención en el trabajo de composición histriónica ofrecido por la joven actriz, Varinia Arraíz y con algunos toques lumínicos precisos se hila ese transcurrir de las escenas como fórmula de conducirnos hacia la trama que se ostenta como un todo que sin ser complejo ni abigarrado -para quien no conoce el hilo argumental- se desplegó por algo menos de una hora y veinte minutos capturando de forma efectiva la atención del público.
Merentes, como director fue conciso, puntual como justo el lo que ideo como visual de resolución para el marco de planta de movimientos y para insertar el tiempo dramático del personaje. El resultado: una consona relación profesional entre actriz / director que emanaron sólidamente que sabian lo que querían tras los constructos de acciones, gestos, movimientos, sutilezas, dejos y silencios para armar una atmósfera de drama que caló en la atención del receptor.
El accionar de Varinia Arraiz fue compacto en su cometido orgánico haciendo creíble la visual de la madre que es acosada por la fuerzas invisibles opresivas de quien la interroga, cuando está en comunicación dialógica con su hijo o cuando debe ser narrativa expositiva al mirar a la platea y contar desde el recuerdo su periplo. Una actriz que tiene a lo largo de la representación el duro trabajo de generar un monólogo intenso y que fue llevado a buen puerto por su responsable capacidad de verdad. ¡Ojala lo podamos ver de nuevo en otros espacios este esfuerzo artístico del grupo Producciones Teatro K!