jueves, 9 de febrero de 2012

SUSPENSO PLATINADO




¿Montar un texto original? o ¿Adaptar o versionar?, es parte de los retos que debe asumir un director cuando tiene un compromiso artístico de escenificar un espectáculo que aparte de estar en sintonía con las búsquedas de un grupo puedan colidir con el horizonte de consumo de un potencial público. Por lo general, afrontar este hecho hace que algunos directores si no se apegan al texto original pueden tomar la idea / trama / asunto y basar su propuesta de montaje entendiendo que deberá suprimir, compactar o reorientar algo que coadyuve a tener la esencia primordial del género (drama, comedia o tragedia) y percibir que, después de un proceso de producción del texto, el resultado esté en consonancia o que mantenga nexos fuertes con la pieza original.



Para el espectáculo Ocho Rubias Platinadas (basada en la pieza Huit Femmes (Ocho Mujeres) de Robert Thomas) y gestado por la pulcra conjunción de los grupos Teatro del Contrajuego y Hebú Teatro –quienes asumiendo la aventura de cautivar a un público dentro del rigor de su primera temporada estrenada el pasado 13 de enero del año en curso, en el Teatro Trasnocho.



Atractiva propuesta que contó con la fogueada dirección de Orlando Arocha quien logró concretar lo que para el crítico español Juan Ignacio García Garzón es un “esquema clásico de multitud de novelas de suspenso” y donde el autor apela al espíritu aguzado de la novelista de Agatha Christie para armar un marco de situaciones de tratar de pesquisar desde las situaciones que vive un grupos de mujeres en una navidad de los años cincuenta para discernir ¿Quién fue el asesino de Marcel? Mucho humor negro, amplio sentido de juego paródico y una trama aceitada coloca ante la vista del público, el tratar de desenredar ese crimen en un ámbito cerrado donde todo es sospechoso y nada parece lo normal. Mujeres más nada habitan las redes de esa inquietud de buscar culpables cuando ellas son a la vez culpables de otras cosas más que del mismo asesinato del dueño de la casa.



Ocho Rubias Platinadas (como se ha venido promoviendo desde la cartelera unificada de el diario El Nacional o en la marquesina del Teatro Trasnocho) cuenta con antecedentes referenciales tanto en teatros teatro galo (1961) y español (1961 y 99) así como en medios televisivos (1973, 80 y 89) e, incluso, en la gran pantalla gracias al afamado director, Fracois Ozon (quien en 2002 la llevó al celuloide) secundado por un brillante staff actoral femenino logró una de las mejores visuales de esta pieza de Thomas.



Al entrar al universo de estas mujeres –todas emparentadas de forma directa e indirecta sea bien por nexos familiares o laborales- verificamos un nicho de sagaces bichas / cuaimas muy agudas en sus intereses y taimadas en sus disposición de irse al todo por el todo para sacar algo en provecho pero que, al irse desenvolviendo la trama, constatamos que o saben algo o lo ocultan. Una u otra razón hará que la figura ausente / presente de Marcel sea la víctima de sus oscuros deseos materiales, sexuales o filiales.



Para componer este espectáculo Orlando Arocha sumó un elenco que calificamos de atractivo el cual empieza desde una carismática Aura Rivas quien asume el papel de la abuela avara y aferrada al licor (Mami), a Haydee Faverola caracterizando con ductilidad y esa sabrosa fuerza actoral a Pili como la dual ama de llaves, el personaje de Gabi donde el carácter y destreza de Diana Volpe saca sabrosos momentos a la aséptica y fría esposa del difunto. Está el la desenfadada Carolina Torres quien tomó el papel de Tina (la solterona hermana de Gabi), a una Gladys Seco entregada a darle credibilidad a su papel de una servicio de casa muy mundana (Lili); a Nattalie Cortéz como Bibi expuesta como la exuberante y calculadora hermana del occiso.



Se suman Ana Melo como Susi - hija de Gabi pero no de Marcel y que guarda un secreto personal- y finalmente, a Alexandra Vivas tratando en estar en el papel de Cati, la hija pequeña del asesinado padre quien, a la postre, será la pieza clave que ayuda a esos personajes como al espectador a develar todo el singular hilo de suspenso. Un trabajo actoral que tenía mucho que dar si lo vemos como actrices mas fogueadas en teatro que en lides televisivas pero cuya labor artística en cuanto a composición de cada personaje debía ser más sólido y no jugar a jugar con lo lúdico externo que estaba en la planta de movimientos o en tratar de estar a tono con lo coreográfico o de estar ahí centradas más en lo enunciativo que en el asumir con entereza y credibilidad de riesgo de construir un buen personaje que se creara un puente con el grupo, es decir, con el resto del elenco y por ende, con lo que la pieza era “comedia de suspenso” y no solo como una fórmula de teatro espectacular digestivo.



No niego que hayan sido actuaciones buenas solo manifiesto que hubo disparidad del conjunto. Su ritmo interno no estuvo en concordancia (en alguna de ellas) al ritmo externo de ese sobre entendido que me creaba inquietud pasado el primer tercio de la obra: ¿Qué debían proyectar a través de sus caracterizaciones? y ¿Cómo enlazar dicho ritmo con una verdad orgánica de lo que se dice a lo que se hacía sobre la escena? Por tanto, no hubo desde mi percepción – y en especial para la función que observe el domingo 05.02.2012- que esa entrega de ellas a mi como espectador (más que como crítico) que las he aplaudido y autentificado como artistas de peso (en su gran mayoría) en otras experiencias escénicas y que les profeso admiración por ser de las mejores en el teatro nacional pero que acá, es este esfuerzo grupal de 8 Rubias Platinadas no me generaron esa satisfacción para lo que supuestamente era mi expectativa por un trabajo profesional.



Creo que si las entregas histriónicas no hubiesen sido fluctuantes y hubiese habido mayor presición por unificarse un todo compositivo más palmario desde la dirección de Arocha por ejemplo, sobre el que decir y el hacer sobre cada escena quizás la potencia del suspenso hubiese sido más contundente como eficaz para ese sentido del grupo y de la labor histriónica interrelacionada. Si bien la trama estaba casi vendida desde el arranque de la obra sabía que la labor descansaba en ellas pero entonces ¿quién es más responsable? ¿La actriz en solitario con su trabajo de composición? El elenco en su trabajo de ensayo y exposición en lo que es la función de temporada? o ¿El trabajo de fondo del puestista en asentar las debilidades tanto individuales como del elenco como grupo artístico? Insisto, la trama a la postre pueda que sea parte de lo que seduzca al espectador pero sobre todo es constatar que estas actrices bajo la mano de un perspicaz director serán el magneto real para cohesionar un producto que será de éxito y perdurabilidad en la memoria de lo que fue una determinada temporada teatral.



Los elementos de soporte para este espectáculo dado a través de Jerónimo Reyes en la iluminación, la ambientación escenográfica de Armando Zullo que asumió la tridimensionalidad con uso de telas, un manejo de colores atenuados y espacios deslindados que densificaron una justa aproximación (junto a lo lumínico) de época y un sentido referencial foráneo en sintonía con el texto de Thomas. La producción de Rossana Hernández fue asertiva en su trabajo para esta propuesta y el vestuario de Freddy Mendoza lo más atinado por sacar con creatividad lo que se esperaba para esta clase de montaje. 8 Rubias Platinadas pudieron ser ¡8 rubias de oro! si los detalles se hubiesen pulido y sin embargo, ha sido la taquilla quien determinará si la plata es más valiosa que el oro.
Foto: Nicola Rocco