Prosiguiendo en el acto de espectar / opinar entorno a lo programado dentro de montajes teatrales expuestos en espacios del centro – oeste de Caracas, seleccioné la reposición que se está mostrando por el grupo Escena de Caracas bajo dirección de Juan José Martín de la pieza del dramaturgo catalán Esteve Soler (1976), Contra El Progreso.
Teatro actual cuyos ejes temáticos son lacerantes; comedia urdida para sacudir la mente de quien la ve, capaz de sacar risa porque en su entramado de comedia hay ciertamente, elementos armados con ingeniosa absurdidad plenos de tono zahiriente que provoca una risa nerviosa y que nos hace dudar después el ¿por qué me río? Con hábil filigrana del entramado diálogal se dibujan situaciones y se exponen personajes reconocibles pero multi significantes.
Soler lanza con filoso humor una profunda capacidad de urdir escenas minimalistas y tras la urdimbre es estas cada trama propone reflexiones relativas a la ausencia de humanidad en los seres, a la perdida de la inocencia en pos de un maligno progreso, remarca un mordaz reproche al mercantilismo de religiones y situar una acérrima crítica a la sociedad depredadora.
Contra El Progreso es parte de la trilogía conforma desde 2008 por obras como piezas como: Contra El Amor y Contra la Democracia tras las cuales apuntala historias individuales o compartidas con cadencias lúgubres, posición siniestra y hasta “grotesca” el armado de atmósferas de absurdidad en cuyos discurrir argumental sabe calar en gustos disímiles pero, haciéndoles deleitarse con ellas como si degustasen un té endulzado con soda cáustica.
Contra El Progreso, fue estrenada en el foso de la Sala “Anna Julia Rojas” de la UNEARTE alredor de mayo de 2011 y posteriormente insertada en la grilla del Festival de Teatro de Caracas hacia el mes de noviembre del mismo año.
A diferencia de su estreno la dirección aportó (tal y como lo hizo en el Principal) que se apoyo en un tratamiento espacial inusual fragmentado donde la ubicación de cada espectador permitía lecturas heterogéneas del discurso escénico como de lo que era la formulación compositiva de los actores.
En esta oportunidad, casi un año posterior de su primera temporada, esta experiencia, la revaloro dentro del Teatro Nacional y verifico que su puesta en escena ya no está orientada a un puñado de espectares sino expuesta frontalmente; acá el aforo puede alcanzar una recepción cercana a 500 butacas si lo que se ve como espectáculo sigue suscribiendo el uso de elementos no verbales (escenográficos, sonoros lumínicos y de utilería) sin que pierda eficacia conceptual, estética sino que la hace contundente, lúdica y significante.
Es un trabajo de dirección que reta y sitúa coordenadas para entendidos postmodernos; hubo eficacia de ritmo, fluidez compositiva del tramado escénico y coherente correspondencia con la situación del efecto tecnológico (empleo del vídeo) para remarcar reflexiones de lo absurdo dentro de lo absurdo en lo que el público percibe como espectáculo y de lo que lee del texto escénicamente del autor.
Trabajo artístico sólido sostenido desde la base interpretativa de los histriones; en ellos hubo consciencia de cuerpo en el dimensionamiento de voz, gesto y ductilidad coreográfica. Artistas como Delbis Cardona, Rafael Gil, Betsabé Correa y Nadeschda Makagonow demostraron acoplamiento, proyección de significados y ese saber oír la respuesta de la platea. Espectáculo regio para la ciudad por uno de los grupos con osada capacidad de ser pertinentes en ?Qué decir cosas desde el escenario al tiempo de hoy?