Para la continuidad de programación mensual de Teatro de Caracas en Abril de este año 2012, la trilogía institucional cultural conformada por La Alcaldía de Caracas, el Gobierno del Distrito Capital y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha desplegado una demostración de veintitrés espectáculos teatrales (para niños y niñas como para público adulto) en la re potenciación de sus espacios: Teatro Nacional, Teatro Municipal Teatro Catia, Teatro Principal y Teatro Cristo Rey. Un abanico de opciones para que, de Jueves a domingo en distintos horarios y con precios módicos e, incluso, acceso gratuito, los habitantes del Municipio Libertador y de la Gran Caracas, cuenten con alternativas de alta calidad artística en materia teatral. Prácticamente un mini festival que a modo de botón expone las distintas maneras como grupos, directores y actores afrontan el reto de lo escénico y que evidencia la pluralidad creativa que tiene nuestro teatro.
Dentro de El Teatro Municipal, se repuso la solvente propuesta espectacular de la compañía Román Chalbaud Producciones bajo dirección del afamado cineasta y dramaturgo, el maestro Román Chalbaud de la pieza de uno de los dramaturgos más connotados del país. Me refiero a la obra El diablo en misa del autor barquisimetano, Gilberto Agüero (1940; de quien le conocemos pieza como Ciclón sobre los barcos de papel (1966); La pequeña Lulú (1968); El gallinero (1968); Amelia de segunda mano (estrenada por El Nuevo Grupo en 1970) o, Mono con revolver (2008) por solo citar parte de su legado que excede las cuarenta piezas.
Autor que la investigación y la crítica debe estudiarlo más en profundidad por su legado y aporte a la dramaturgia nacional; de igual forma, debería ser de alto interés para las editoriales del estado (léase, Fundarte, Monte Ávila Editores y/o El Perro y la Rana a fin que acometan la empresa de publicar su obra de forma coherente). En todo caso, Agüero es autor capital en un teatro dominado por la dramaturgia caraqueña pero que, ha sabido estar presente con el oficio y estar siempre cáustico como crítico que lo que conforma su particular enfoque sobre la visual de lo venezolano.
Bajo la sapiente mano de Chalbaud, propone con su pieza El diablo en misa toca con sustancial efectividad relativa a los procesos de cambio que toda sociedad aspira tras un texto, con fuerte crítica al sistema clerical que se fractura por sus predicamentos internos y con cerrado humor, como ese pequeño universos de sacerdotes en conchupancia con ciertas élite de la Iglesia Católica se presta desde la corrupción moral a lo ideológica en vez de atender lo propio de su misión con su feligresía.
Si bien Agüero coloca elementos de ficción dentro de la trama para desvelar los devaneos de un sector eclesiástico (nacional o, de mayor proyección si vemos con actitud crítica algunos manos caminos que se han dado desde los encumbrados cargos de la curia pontificia en El Vaticano hasta lo soterrado que puede quedar silente dentro de la más humilde de sus parroquia que hace vida junto al pueblo en cualquier región del país) no deja de lado los aspectos de una ruda realidad que, a veces leemos como escándalos en los medios impresos o televisivos que va de pederastia a utilizar el púlpito como plataforma ideologizadora a favor de un poderes opresivos.
No hablaré de la trama pero si diré que la eficacia dramatúrgica dada por Agüero fue capaz de poner a pensar a más de uno. Ello queda mucho más enfatizado por el loable y profesional trabajo de puesta en escena de Chalbaud. Con austeridad de efectos, con la aguda mirada del hombre de cine que sabe ganar potencia signica a la polivalencia de los códigos escénicos porque apela a la contundente respuesta histriónica dada por una plantilla actoral conformada por Hans Cristopher, Alexander Dolorzano, Norma Monasterios y César Augusto Roa quienes lucieron sobrios en la caracterización de sus respectivos papeles, clara por el nervio y seguridad demostrado sobre las tablas y porque fueron eficientes a través de cada escena, secuencia de acción dramática y tejido dialogal; evidenciaron que no había lugar para la improvisación articulando una eficaz planta de movimientos que permitió que la hora y media de su representación fuese aplomada, dúctil y escénicamente fuese contundente.
El diablo en misa es otra gran pieza que, sin duda deberá conformar parte de los montajes que se aspiran ver dentro de la futura programación del II Festival de Teatro de Caracas en este año, que junto al otro montaje Muñequita Linda de Luís Brito García (visto en la Sala “Anna Julia Rojas” de la UNEARTE dentro del marco de la FILVEN- 2012) crean ese sentido de gusto y complacencia por ver como nuestro teatro “criollo” puede ser escenificado con dignidad, con gran talante artístico y de seguir siendo pertinente para un público que estoy seguro, quiere más de lo nuestro y no tanta chatarra comercial o exceso de dramaturgia ligera. ¡Un aplauso al elenco, al autor y al grupo junto a su director por esta excelente propuesta que se regala a la ciudad!