Es satisfactorio cuando se asiste a un espectáculo y este gratifica desde varios puntos de vista, es decir que como espectador reconoce en un grupo, en los actores, en la conjunción de diseñadores y realizadores e incluso, en la escogencia del texto a escenificar, una marca de inobjetable calidad en la unidad estético conceptual, brillo en la respuesta histriónica y un empaque de producción que supo enhebrarse con tino y que el producto escénico es capaz de hablar por sí mismo cuando lo confrontamos.
Hablar de teatro de arte, teatro universitario o teatro popular debe sumar estas y otras variables. Por lo menos cuando uno asiste a una sala teatral o estar en un espacio no convencional donde un colectivo se expone a los ojos del público tiene que comprender de entrada que la calidad de su trabajo artístico hecho espectáculo connota este sello y que tras lo sencillo de una puesta en escena como en la integración de todos sus elementos se debe intuir que es asunto delicado el trabajo creador y no debe tomarse a la ligera. Hacer arte es cuestión de saberse artista y no comercializar o banalizar lo que se aspire a ser exhibido como esfuerzo creativo.
El teatro familiar o ese que entendemos que se dirige a todo un grupo conformado por infantes, niños y niñas, padre y madres así como adultos mayores -abuelos y abuelas- no debe ser encasillado bajo el marbete de teatro infantil porque sería aplicarle un reduccionismo que agotaría desde la recepción de su forma espectacular hasta como se maneja / percibe los temas dirigidos para su disfrute, entendimiento, sensibilidad o placer estético.
Estas líneas me permiten enmarcar la propuesta ofrecida por el grupo Teatro de la Noche con su rutilante estreno el pasado sábado 23 de junio en la Sala de Conciertos de la UNEARTE de Arlequín Enamorado pieza escrita hacia (1720) del dramaturgo galo del siglo XVII, Pierre Charlet de Chamblain de Marivaux y que contó con la muy perspicaz adaptación, iluminación, musicalización de uno de los talentosos jóvenes directores del teatro venezolano como lo representa Juan José Martín (Caracas, 1977) quien sumado a su grupo Teatro de la Noche valido la trama del universal Arlequín en una historia que acentúa el valor de la educación sentimental tejida con las peripecias de un amor “risueño” aunque no exento del comportamiento de este universal personaje nacido de la Comedia dell Árte del s.16.
Una propuesta que se gana rápidamente la atención de toda la platea gracias a la limpieza del espacio donde hay solo un gran rectángulo a su vez dividido con formas y en el centro un globo. Luces, música, canto así como lucimiento actoral hace que el empaque fuese vistoso en lo estético de un vestuario policromo como del empleo de ornamentos como tocados (diseñado por Samyra Racondo) y realizados por Natalie Pedroza y Ryan Gutiérrez, Oscar Salomón y la propia diseñadora) conformaron una unida significante como sugestiva que alude un barroquismo sin ser exagerado con que ayudó a referenciar el contexto de la historia donde interactúan los personajes. De igual modo, reconocemos el trabajo coreográfico y asertivo manejo vocal dado por Mercedes Delgado y Domingo Balducci al orientar a la planta histriónica a conjugar estos aspectos técnicos.
Juan José Martín fue habilidoso en crear una sensual atmósfera donde lo lúdico como expresivo permitió que lo fuerza interpretativa dada por Ana Gabriela Melo (El Hada): Oscar Alvarado (Arlequín), Vanessa Morr (La pastorcita) y Abel García como Gambetín creasen la ilusión de un teatro que caló en todos el público. Juan José Martín y Teatro de la Noche apostaron y lograron eficazmente concretar de nuevo calidad y creatividad.
Publicado en CiudadCCs
Lunes 25 de Julio de 2012