Corría el año de 1985 y para aquel tiempo dentro de la dinámica teatral caraqueña se podía ver como era la actividad de una institución teatral como el Nuevo Grupo.
Uno de sus propósitos era promover el teatro nacional a través de montajes y ediciones. Fue dentro de ese especial momento, que uno de los escritores más comprometidos de la novela, el teatro y la investigación histórica como lo representa Luís Brito García (1940) escribiese y viese escenificado su obra Muñequita Linda por el desparecido director Enrique Porte.
En palabras de Enrique Izaguirre una trama armada sobre “el motivo doméstico de un crimen pasional caraqueño” pero que, vista con mayor profundidad, era la disección crítica a una sociedad (la venezolana) que se enmarcó entre dos golpes de Estado: el del 18 de Octubre de 1945 con el derrocamiento del General Isaías Medina Angarita y el ascenso / mandato del General Marcos Pérez Jiménez (1950-1958) después de la corta estadía presidencial del Presidente Rómulo Gallegos en 1948.
En ese lapso histórico entre 1940 y 1958, Britto García sitúa un país y un drama que son formas de entender los sucesos que marcarían a una nación como la incisiva radiografía psicosocial como del alma e idiosincrasia del venezolano. Tiempos de cambio macro en lo histórico y micro en las formas y costumbres de lo social cultural urbano.
Nuevos paradigmas y viejas fórmulas de entender el pasado chocaron en ese periodo pero que sirvieron para que una sapiente autoria dramática hilase uno de los textos clave que supo explorar el sentir de un pueblo.
Años después, en el marco de una Feria del Libro realizada hacia marzo del 2012 cuyo eje de celebración era sobre este afamado escritor se estreno en los espacios de la Sala “Anna Julia Rojas” de la UNEARTE por Román Chalbaud esta atractiva pieza de Britto García la cual apenas contó con unas exiguas fechas.
Ahora en este julio, dentro del restaurado Teatro Principal de Caracas se retomo otra temporada (que debería ser mucho más amplía) para que la trama donde una joven caraqueña desilusionada ante la desfachatada farsa de amor de su novio al no cumplir su palabra de desposarla decide matarle: así se crea una conmoción pública que junto a los sucesos políticos de esa Venezuela en transición hace que la ficción se alíe con lo histórico para exponer como un teatro se hace nuestro tomando los grandes sucesos con la historia de seres anónimos y armar un drama donde el espectador se sabe que es parte de los suyo. Es el teatro que se conecta con lo propio y que es capaz de sintonizar a todo aquel en que más allá del pretexto de lo que se cuenta sobre las tablas, la escena dice cosas.
La sapiencia de saberla montar de Chalbaud le otorgó a la puesta en escena de ese elemento cinematográfico que nos permite esperar que más temprano que tarde esta obra de Britto García cuente con un guión y su consecuente materialidad fílmica.
Producción limpia, ritmo fluido, transiciones que pudieron ser más ágiles, vestuario (Altagracia Sarmiento), escenografía (Silvia Inés Vallejo) e iluminación (David Blanco) y con marca especial, las actuaciones donde resalta la fuerza compositiva e histriónica de Francis Rueda, Antonieta Colón, Jorge Canelón, Norma Monasterios en primer término dado que estaban perfectamente en sus papeles.
El resto con fluctuaciones en manejo de voz, soltura escénica a veces que transitaban entre lo asertivo y a veces entre lo inorgánico, Vito Lonardo, José Luís Useche, Edison Spinetti, Armando Volcanes y José Luís Márquez.
Las figuras centrales de Adriana Gavibini y César Augusto Roa debieron trabajar más a fin de otorgarle ese sello preciso a sus papeles ya que eran eje donde descansaba esta historia. Debería ser más desenvueltos, internalizar el drama y ser perspicaces en el guiño escénico. Con todo, Muñequita Linda ¡es teatro que nos merecemos tener en los teatros del centro de Caracas!