domingo, 7 de octubre de 2012

“HOMBRE CABEZA DE PIEDRA”

La historia latinoamericana está llena de mitos y leyendas que encierran el legado presente de cada país y ella posee elementos que accionan en el subconsciente colectivo desde sus formas áureas u oscuras. Aun así, al pasar de los tiempos algunos hechos o ciertas figuras calan subjetivamente dentro del imaginario individual o grupal porque posee ese sentido de trascendencia o significación marcado por aspectos positivos o negativos aun cuando terminan por conformar una capa de entendidos que moldean lo que somos en tiempo presente. Lo histórico no debería ser manejado como un concreto datable capaz de detentar verdades rigurosas; la historia a veces, emana rasgos de fiabilidad pero también pueda que haya sido trastocada con exaltaciones o, deliberadamente satanizada según cada periodo.

El tiempo social venezolano ha sabido alimentar su psiquis con el legado de tiempos pretéritos; un todo conformado por los rizomas de valores, mitos y creencias que ajustados de cuando en cuando hace que cada quien entienda el valor de lo histórico como un pretexto que le ayude a leer la sazón de esos ingredientes como leyendas y mitos. He ahí que calaron en la urdimbre de lo que somos como venezolanos y de lo que se entiende como histórico. Del héroe indígena que elevó su puño contra el paso del conquistador al prócer que ofrendó su vida contra el yugo de un imperio a los mitos provocadores como: El Dorado se han fundido en la psiquis social para conformar una sincrética forma de lo nacional e incluso, de lo latinoamericano.

Todas esas fluctuaciones de verdad o de especulación ha sido rico campo para el investigador; veta profunda de inspiración para el artista y abierta posibilidad para todo aquel que, con arduo esfuerzo que esté inquieto por explorar los sinuosos resquicios de ese subterráneo océano de lo histórico le permitirá acercase a ver ciertos ángulos, perspectivas distintas y quizás, hasta de osar con un compromiso de re- interpretar lo que centurias se ha entendido de tal suceso, circunstancia o figura. Una de resquicios míticos que siempre ha capturado el interés de investigadores y artistas ha sido la que se emano un hombre del s. XVI como Lope de Aguirre.

Tratado como “tirano”, “traidor” o de endilgarle ribetes de ser voz de emancipación, supo magnetizar el interés de un poeta, cuentista y magnífico teatrista como Daniel Di Mauro (Argentina, 1953) quien por años ha conducido tenazmente a su grupo (Títeres La Pareja) para iniciar un rastreo sistemático como penetrante sobre lo que represento la leyenda negra del Tirano Aguirre. Ello le permitió armar un trabajo investigativo que enmarcó como formula de “tragedia sórdida en ocho partes” e intitulada: La colección del peregrino.

En una especie de prólogo de la obra, el autor nos señala: “Sigo, a partir de una nota periodística aparecida el 2 de octubre del 2005 en el diario “La Hora” de Porlamar sobre: “La Hija del Tirano” leyendo todo lo que llega a mis manos sobre la epopeya trágica de este hombre atormentado quien como muy pocos recorrió, caminos, montes, ríos y mares, persiguiendo una suerte esquiva con perseverancia y pasión sin límites. En agosto y gracias al patrocinio de Iberescena, volvimos a la isla con el propósito de indagar sobre mitos y leyendas que se tejen sobre la imagen de tamaño personaje”.

Y ahí que, con una clara estructura dramática interna que supo apelar a la apoyo de la figura del Coro griego se levanta para armar parte del imaginario de ese Lope oscuro, inmortal, mítico y denso: “Hombre cabeza de piedra, Hombre porfiado y testarudo. Perseguiste con los pies descalzos. ¿A cuántos habrás matado como si no tuvieras alma. Tú recorrido en el gran delta se asemeja a los dibujos de los trágicos. Los que alucinaron, los perturbados.” Tres tiempos internos; tres momentos claves en la radiografía de un alma insomne; tres puntadas en la presagio de circunstancias y una tela existencial que al modo de un fuego chirriante o fatuo, percuta todavía hoy en este s. XXI del señor. Lope de Aguirre es filigrana de tragedia, leyenda y ecos dentro de nuestra psiquis colectiva. Allí la poesía que Di Mauro pudo substanciar con su texto.

Investigación (que arroja un texto compacto cercano a 16 páginas) y que fue avalada por concurso escogido entre varias propuestas elevadas ante por la Compañía Nacional de Teatro con lo cual obtiene aval y apoyo financiero en este 2012 dentro del Proyecto Teatro para Todos los Venezolanos. Uno de esas co- producciones recaerá y será concretada por la integración de fuerzas creativas del Teatro Estable de Muñecos del Estado Portuguesa (TEMPO; creado en el año 1980) sumando la solvente escenificación de Carlos Arroyo (director de la CREP y TEP del Edo Portuguesa), la contundente encarnación escénica del maestro Aníbal Grunn como actor invitado para densificar los vericuetos psicosociales de este bizarro conquistador. Y hago énfasis en la palabra encarnar –en vez de caracterizar, personificar o construir el personaje) porque leyendo el texto Identidad y Reconocimiento. Filosofía, pedagogía, sujeto (2012) de Gregorio Valera-Villegas, recordé aquella palabra oída a viejos maestros - hoy en desuso- de: encarnar; y apelando a lo expresado por este profesor de filosofía me atreví a tomar algunas líneas y fundirlas con todo el respeto que este pensador me emana cuando afirmó sobre el “sujeto encarnado es gestualidad corpórea” y que “Al revalorizar el cuerpo humano, debería comprenderse que todo sujeto humano es un poder de expresión primordial cuya epifanía es el rostro”(13). Pues bien, el actor Aníbal Grunn sintetizo esa epifanía no solo en su expresión corpo gestual sino en ese exhalar la grandeza de entender el personaje desde múltiples ángulos. Le expreso a este soberbio actor que con este Lope de Aguirre volví a ver a Grunn con uno de los grandes trabajos creativos escénicos de su vida profesional.

Espectáculo denso en su carga de significados, estéticamente sobrio por la factura de los elementos que se conjugaron (el polisémico diseño escenográfico, vestuario y utilería de Rafael Sequera); la muñequería y máscaras simbólicas de Yul Pérez; el diseño lumínico de Kelyson Berríos y las sustantivas como concretas entregas histriónicas de Karelis Zalazar (como la joven Elvira, hija de El Tirano), Carmen García, Carmen Graterol, Simón de Jesús Gutiérrez, William Ocanto -y la voz en off del propio autor, Daniel Di Mauro- permitieron aunar un esfuerzo conjunto para levantar “el telón” de la sala “Alberto Ravara” en la ciudad de Guanare y sintetizar uno de los trabajos más intensos –escénicamente hablando- desde lo conceptual, técnico y artístico del año.

La resolución de dirección de Arroyo fue diestra y con ese toque personal para ofrecer al espectador una lectura donde la historia queda firme gracias a ese factor de distanciamiento, de adecentada imbricación de los elementos y perspicaz línea de exigencia a los actores en escena. Hay que leer con detenimiento el trabajo de dirección tanto en lo que atañe a primeros planos y planos de fondo donde discurre la performance dual del personaje principal artilla un juego dinámico con el manejo de los tiempos (presente / pasado) y que en ese manejo hay firmes secuencias para que haya el poder comunicante sintético de los títeres (tanto de varilla como de mesa) y así armar una atmósfera de presagios y coloraturas dramáticas uniformes. Texto, puesta en escena, trabajo mancomunado de creación (diseños y realización) y una plausible respuesta actoral hicieron que ¡La colección del peregrino hablase por si mismo sobre la escena!