sábado, 20 de octubre de 2012

SÉPTICO

Desde mediados de 1996 en nuestra urbe, surge un grupo que, de forma perseverante, ha ido apostado por la “búsqueda de nuevas tendencias y lenguajes” capaces de confrontar al espectador que pasa del s. XX al XXI y que ha estado un tanto amartillado por fórmulas escénicas desgastadas. Fue la unión creativa de un jóvenes creadores integrados por actores con formación consciente sobre técnicas de trabajo sobre la escena junto con directores capaces de tomar las vetas de lo multidisciplinario (teatro físico, artes circenses, danza, audiovisual, performance o lo musical) y que intuyeron que desde esas trincheras se podía crear un abanico de alto tenor para enfrentarse al reto de lo escénico.

Así emerge: Escena de Caracas. A la fecha suman 15 años de actividad ininterrumpida teniendo presente su inconformidad y sus ganas de suvertir los paradigmas que encasillan la creación escénica. Directores de planta como Beto Benítez o Delbis Cardona o invitados como Miguel Issa, Diana Peñalver, Juan José Martí, Costa Palamides o Basilio Álvarez formalizaron un revelador espectro de proyectos escénicos tanto en ámbitos de sala o “no convencionales”; sumaron también “acciones de calle” y performances que le permitieron ganar ese sello de ser vanguardistas. Entre sus producciones pueden citarse: Árbol que crece torcido, Primer Plano, Bajo la sombra del olivar, Topografía de un desnudo, El alquimista, La casa nueva, Mackie, Medea Material o, Contra el Progreso.

En este octubre, Escena de Caracas irrumpió en la Sala “Horacio Peterson” de la UNEARTE insuflado de ese espíritu de experimentar al proponer la incisiva visual de trabajo de versión, creación y dirección de Hernán Vargas sobre la novela Nuestra Pandilla (1971) del estadounidense” Phillip Roth. Bajo el título de Séptico se “recrea un mundo de conspiraciones y engaños en una nación ficticia. Un estado bélico que se proclama defensor del derecho a la vida, una sociedad apática y un grupo de gobernantes que desnudan su carencia de ética” según lo que reza parte del escrito asentado en el programa de mano.


Hernán Vargas –como director invitado- fue agudamente crítico con el texto de Roth al emplear el máximo de potencia de imágenes y acciones que se despliegan ante los ojos del público al apelar a una punzante sátira como escalpelo que disecciona a cada personaje en el perverso empleo del poder.

Metáfora poderosa que adquiere pertinencia actual bajo el entendido que, en el marco de muchas sociedades latinoamericanas –como de otras latitudes- existen pugnas sobre la moral de uso del poder e incluso, se puede visualizar como pone en dialéctica el entendido de ¿cómo debe ser el papel del artista en este tiempo; si debe ser capaz de asumir un rol de develar la falsedad ideológica de la deshonestidad cuando se atreve a manipular la verdad por el sentido de empleo premeditado de la palabra o lo mediático.

Vargas suscribió un montaje dinámico lleno de escenas activas, fluidez e imbuidas de erosiva contundencia: del gobernante que defeca al ciudadano a la distorsionante del poder que se sirve de arrogante malignidad para aniquilar la verdad.

Escenificación limpia en el uso de los elementos; montaje articulante de eficaz planta coreografiada histriónica que supo densificar lo satírico desde lo gestual a lo corporal. Se aplaude lo dado por Félix Herrera, Delbis Cardona, Neriluz Alvarado, Gabriel Agüero, Nadeschda Makagonow así como la participación -en vídeo- de Ignacio Marchena.

La apoyatura lumínica de Gerónimo Reyes, la creatividad de la fotografía, realización y edición de vídeos (Félix Herrera), el concepto de elementos escenográficos del propio puestista, el soporte de vestuario (diseñado por Nadeschada Makagonow), el diseño gráfico de Oswaldo Maccio y la producción artística de Karla Fermín, hicieron un trabajo teatral significante para que Séptico fuese corrosiva propuesta que actúa como crítica a la perversa ética del poder en la contemporaneidad. Un trabajo teatral cónsono a los tiempos y dirigido hacia un espectador que debe entender que el arte debe cambiar "su indiferencia" como receptor.