viernes, 11 de enero de 2013

HIPPO EQUINO

El grupo KabréTeatro liderizado por Wilfredo Tortosa prosigue su tenaz trabajo escénico con la solvente escenificación de Hippos Equino en la Sala Rajatabla. Con el texto inspirado en la obra teatral Equus (1973) del dramaturgo inglés, Peter Levin Shaffer(1926) se expone ante el espectador capitalino una trama que gira entre una psiquiatra y un joven adolescente el cual, en su niñez se traumará por una situación familiar pero a la vez la figura equina le hará asumir sentimientos como pulsiones religiosa que derivará hacia una conducta psico sexual que se desata violentamente contra varios corceles al cegarlos. La historia mezcla indagación de un hecho “ficticio” pero también comprensión de mundos íntimos que entran en conflicto.

Tortosa se inspira en la pieza de Shaffer –habría que pensar que en este país hay mucha libertad para girar ciertas tramas sea bien en adaptaciones, ideas libres o versiones como alternativa para no entrar en el espinoso terreno de lo jurídico del derecho de autor o, tratar de tener el permiso de representación legal situación que sería prácticamente imposible para un grupo sin recursos económicos firmes, el lograrlo- tratando de mantener la esencia argumental como la presencia de os personajes ejes de la pieza; sin embargo, la forma externa la ubica en un contexto más aprehensible a la recepción del espectador. Versión que aun está en sintonía con el thriller detectivesco original de Shaffer así como lo visto en la cinta fílmica homónima dirigida por el cineasta, Sydney Lumett hacia finales de los setenta.

La puesta en escena planteada por la dirección manejó varios ejes: uno, el espacio semicircular donde la angulación de recepción de la trama quedó sujeta a un modulo circular giratorio donde se desarrolla los tiempos de cada escena; otro, una imagen a modo de puntos cardinales donde el artilugio modular parece indicar la geometría del drama; tres, la apoyatura visual (empleo de un segmento inicial donde se muestran briosos potros que puede leerse como metáfora de la transformación sexual de lo joven a lo maduro, una atmósfera lumínico y sonora que indicar en la recepción del espectador la densidad de los conflictos dados entre el joven Gabriel Romero –interpretado de forma aplomada por Jefferson López Vega- y la psiquiatra que deberá tratar de descifrar su enigmático comportamiento (caracterizado por María Tellis con altibajos para asumir la densidad de lo racional / emocional subjetivo del para la construcción del personaje de Esther Loaiza). Finalmente, el ritmo escénico de la puesta donde actores y el juego de los elementos hizo que se otorgase una dinámica apuntaladota de la propuesta ante la atención del público en la duración de esta producción que alcanza hora y media de representación.

Hippos Equino de KabréTeatro luce atractiva en cuanto a que la planta actoral se desplegó de forma correcta y sin exageraciones. La puesta no peca de excesos. El aporte de David Blanco en la iluminación es justo y determinante para la conjugación de lo visual. La escenografía de Eduardo Soler se atiene a lo que la dirección tuvo en mente; la realización de máscaras equinas por parte de Christian Ponte (al igual que lo escenográfico) fue sobrio. La apoyatura desde la dirección artística de Nademy Armao se percibió correcta así como la producción ejecutiva de Walter Cáceres.

La fuerza histriónica que intervino en este espectáculo se agradece ya que logró ser eficiente dentro de lo funcional artístico. Se extiende un reconocimiento a Walter Cáceres (como el sumiso padre Félix Romero) que expuso convicción escénica; Oni Assiak como la madre cuya religiosidad marca al trastornado adolescente fue asumida con tino por Dora Romero; el trabajo físico y sustantivo de Hiram Aguilera como Caballo 1 / Enfermero con marcada disposición. Finalmente, José Figueroa y Génesis Ruiz trabajaron como “presencias” ayudando a articular el juego de la puesta. Espectáculo con pretensión que coloca a KabréTeatro como colectivo afanoso que trata de superarse cada vez más.